Actualidad Videos didácticos

Un paseo de cine por la justicia administrativa

bostezoLa semana pasada estuve explicando el panorama de la justicia administrativa a un grupo de personas ajenas al mundo jurídico y tuve que recurrir a las imágenes cinematográficas.

De ahí que me pareció oportuno ofrecer un sencillo video para mostrar con pinceladas impresionistas lo que acecha en un proceso contencioso-administrativo, sus luces y sombras, y si la justicia administrativa merece tal nombre, en el actual contexto jurídico marcado por la incertidumbre, un poder administrativo prepotente y con escurridizas responsabilidades por sus errores.

Aquí está este poco pretencioso pero didáctico cuadro de la justicia administrativa española.

 

Como anexo, en directo, mas fresco y coloquial tuve el gusto de hablar para TED bajo el título De qué Justicia hablamos cuando hablamos de justicia.

6 comments on “Un paseo de cine por la justicia administrativa

  1. sed Lex

    Muy buena semblanza del panorama actual de la Justicia en lo contencioso-administrativo, pero tú natural bonhomía y generosidad te hace minusvalorar las patologías del sistema que esbozas perfectamente, pero en mi experiencia, sin duda negativa, es mucho más general de lo que parece.
    Al menos tú eres consciente de su existencia. Muchos jueces deberían hacer este mismo ejercicio o al menos ver esto, y desde su función arbitral, ponerlo coto antes de que «se les escape el partido».
    Gracias una vez más por tu esfuerzo.

  2. Reblogueó esto en IUSLEXBLOG. .

  3. En vez de «escurridizas responsabilidades» por sus errores; sería más acertado escribir ninguna responsabilidad personal real por los errores cometidos, nunca. Eso solo pasa en el sector privado o empresa privada.

    Sea en la autorización de la famosa plataforma de gas Florentino – Castor que nos cuesta miles de millones a todos los españolas o cualquier otra, como los que pasan años en prisión hasta que una prueba de ADN demuestra su inocencia.

  4. Antonio

    Buenas madrugadas:

    Es Ud. un hombre bueno en el sentido más amplio del término. Es una inferencia producto de mi intuición, como no podía ser de otra forma, habida cuenta de que no tengo el placer de conocerle personalmente. Sí, sin embargo, he seguido en el pasado su increíble y humilde contribución a la Justicia en multitud de aspectos de entre los cuales destacaré el perfil humano, sin menosprecio de otros muchos que se dan cita en sus acertados y didácticos planteamientos.

    Ello no es óbice para, con el debido respeto, poner de relieve una paniaguada actitud personal y profesional suya relacionada con la falta de incisión en la deplorable actividad jurisdiccional de determinados juzgadores (y eso incluye a Órganos colegiados), rayana en la indeseable prevaricación. A tal odiosa conducta le ha dedicado usted atención desde una perspectiva eminentemente administrativa, no así judicial.

    Créame si le digo que hay una evidente relajación en el asunto considerado. ¿Quién reúne el valor para aislar el fenómeno del ilícito penal cuando es un Juez el que incurre en él? El Poder Judicial se alza así como un poder omnímodo y todopoderoso sin limitación alguna que no sea la meramente aparente del imperio de la Ley. Los mecanismos están pero no son eficaces porque no se hacen efectivos. Los Jueces nunca debieran ser los llamados a enjuiciar a sus iguales. No abundaré sobre el razonamiento por la obviedad del argumento. Pretenden camuflar cualquier atisbo típico con el «latiguillo» de la independencia judicial, convirtiendo este principio en una vía para malversar todo el «tinglado». Si rebasan en su función jurisdiccional el claro marco legal situándose por encima del ordenamiento jurídico me temo, la experiencia nos enseña, que nada sucede. Sí le reconoceré cómo timoratamente podemos extraer de alguno de sus escritos, ie., la denuncia metafórica cuando leemos que en ocasiones se dice el no y posteriormente se pinta la diana. O, dicho de otra forma, se viste al muñeco. Cómo he leído el «llevo peras, manzanas traigo» que es no querer entrar en las argumentaciones y consideraciones de las defensas de la parte más débil en un procedimiento tan asimétrico como anacrónico por su falta de igualdad.

    Todo, o casi todo, tiene su momento bajo el sol. Fácil es colegir que a este tema aún no le ha llegado. Cuando lo haga, podremos celebrar la mayoría de edad de nuestro Estado de Derecho que, en el ínterin, es un aprendiz de ello. Cuando lo haga, ustedes, los Jueces, deberán cumplir inexcusablemente con la obligación que la Ley les impone de denunciar hechos que presuntamente puedan revestir la forma del tipo del injusto tratado, desterrando el corporativismo, reformulando esa capa que todo lo tapa y que es, como ya indiqué ut supra, la libertad de criterio del Juez, porque, al fin y al cabo, coincido con Usted, que no es un privilegio incardinado en la esfera personal de aquél en cuanto tal, sino al servicio de la Ley, ésa a la que está llamado a aplicar e interpretar en su labor de juzgar y ejecutar lo juzgado. Tampoco incidiré sobre este particular para no hacer extensivo mi escrito. Habida cuenta que es la segunda vez que hago tal manifestación, es probable que haya llegado el momento de poner el punto y final.

    Ítem más, como necesito reflexionar y ordenar ideas, cesaré en la continuación de esta intervención y también les eximiré del detalle relativo a mi débil estado emocional y los efectos arrasadores que tres procesos (3) en su doble instancia han causado en mí y mi entorno familiar. Y lo digo como ciudadano damnificado y como Abogado recurrente frente a la prepotencia y a la desviación de una triunfante Administración, favorecida por una más que reprobable actuación de los Tribunales de lo Contencioso-Administrativo castellano leoneses.

    Sólo una cosa más antes de concluir. Su amor por su profesión, probado, y su talante, al que al inicio hice referencia, probablemente sea la causa de su ceguera cuando afirma las bondades de nuestro sistema judicial por encima de los detalles adversos o escabrosos, de los cuales usted es conocedor y consciente. Pero, José Ramón, las personas, en general, no creen en la Justicia, no confían en ustedes los Jueces y, además, la temen y les temen. La arrogancia, distancia, prepotencia y soberbia (entre otros rasgos definidores) que adornan a muchos de ellos no ayuda a que podamos aspirar a construir una sociedad mejor en numerosos escenarios. Usted lo sabe. De sobra lo sabe. El que beba de su sabiduría (ésa que usted atesora) podrá con ejemplos constatar de primera mano cómo desmerecen las decisiones de nuestros más Altos Tribunales (la frecuencia en la ocurrencia la omitiré porque ciertamente sería un dato puramente subjetivo). Incluso, hemos de lamentar cómo, lejos de la latencia, el descreimiento y otros innobles pensamientos y actitudes de los profesionales que cooperamos (es un decir) en la tarea de impartir Justicia está más asentada de lo que sería estadísticamente deseable. Me he pasado toda «mi vida» sangrando por el deber que me impone mi autoexigencia de coadyuvar como Letrado a ese elevado ideal y he ido dejando un reguero claro de ese rastro y, abandonando lejos a Peter Pan, temo por mi integridad.

    • Antonio : Siempre he dicho que los jueces tenemos demasiado poder, y además un poder falible porque no es fácil acertar con lo que sucedió realmente (hechos probados) ni identificar e interpretar la norma ( tantas interpretaciones como perspectivas). Si añadimos que el derecho procesal es una red que zancadillea la razón o prima a quien no la tiene, y que el derecho administrativo está diseñado por el poder (ejecutivo con reglamentos o legislativo a su propuesta) pues fácilmente se comprende que ese poder en manos o mentes inadecuadas produce monstruos. Personalmente intuyo que he errado muchas veces, que otras me he pasado de listo y otras en encrucijadas incómodas (ej.responsabilidad sanitaria). Sin embargo, se nos paga para resolver ( no para el silencio) y se nos paga para tejer con esos mimbres jurídicos la sentencia, y eso intentamos con mayor o menor fortuna. Lo cierto es que como en toda profesión hay ovejas negras y lo pagamos todos, a veces porque jueces justos pagan por pecadores y a veces porque los propios jueces somos ciudadanos víctimas de la justicia. He dado muchas charlas sobre la Justicia y está claro que de lo pintado a la vivo hay un trecho, pero también que la inmensa mayoría de los jueces quieren hacer bien su trabajo. Esa es mi opinión, y gustoso la comparto con usted, pero sobre todo, le ánimo a una visión mas optimista del sistema judicial, con todas sus carencias y patologías. Un saludo cordial

      • Antonio

        Muchas gracias José Ramón:

        Esta gentil, cercana y cálida respuesta suya, sin mencionar su prontitud, me demuestran cuan acertado estaba en relación a su persona.

        Sólo le diré una cosa: cuando algo o alguien no me agrada lo expongo con ánimo de construir una relación óptima, limpia y estable. Pero también se da en mí, proyectándolo sobre mi faceta de Abogado, un ilimitado reconocimiento al Juez con mayúsculas, sin escatimar. Se lo digo personalmente y procuro amplificar mi gratitud hasta donde pueda alcanzar mi portavocía. Porque cuando se yerra es fácil la crítica y no se juzga con el mismo equilibrio cuando el Juez lo hace bien. Los Jueces que practican la empatía y la reflexión se percatan de detalles como estos que definen a las personas que los protagonizan. Etc.

        Lo inasumible es que un monstruo se geste y desarrolle en el corazón de nuestro sistema de orden y convivencia sin que nadie haga nada. Ustedes, insisto, deberían ser los adalides de la defensa de aquél. Porque sí, coincido con usted para eso les pagamos; más, les confiamos esa delicada labor. Aunque esta visión es un tanto pueril. Habrá algo de desesperanza en mi visión como usted insinúa. Toneladas, José Ramón. Está por ser la primera vez que un Juez (imparcial, neutral, defensor de la legalidad vigente) encienda la mecha de la corrección y protección de ese todo que juró defender poniendo si es preciso en la picota a un igual. ¿Estoy pidiendo mucho? LA única profesión donde no existe la responsabilidad fáctica es la Judicatura a no ser que se pise un callo a alguien con pies poderosos. ¡Aún me estremece el recuerdo de Baltasar y de Elpidio! Siguiendo su cita, sólo diré: «Dios que buen vasallo si ouviesse buen señor».

        De todas formas, no es mi intención el capitalizar la atención, ni siquiera la suya que encuentro tan significada y en tan alta estima tengo. Ya dije que tengo que reposar la rabia y la impotencia, porque los caminos que se abren cuando un Tribunal Superior de Justicia hace lo que le place, sabedor de que ahí se acaba todo, no llevan más que a más fracaso y dolor. Usted, crítico exacerbado por mor de la excelencia que busca impenitente, sabe de qué estoy hablando. Rien va plus. Los «SuperTribunales» son rehenes de las cuestiones políticas sometidas a su criterio por quienes en ellos les sitúan mientras los ciudadanos, en teoría soberanos, nos quedamos a dos velas, tiritando de frío. Y lo de la nulidad de actuaciones es de risa: uno corrigiéndose así mismo. Ahí es nada. Con el candil de Diógenes habría que buscarlo.

        Reitero mi sincero agradecimiento ante sus palabras de aliento José Ramón. Más adelante volveré a departir en este foro. Siga por favor ofreciendo su ejemplo para que no cejemos en el empeño gente normal como yo que sólo aspira a defender los intereses que se me encomiendan. ¡Ah! y no hablo de infalibilidad. De sobra sabemos que no existe tal. Yo me equivoco, en ocasiones más de lo que quisiera.

        Cordialmente, «un icamita».

Gracias por comentar con el fin de mejorar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde delaJusticia.com

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo