Sobre los políticos

De Autonomías y Estados

Califa. De Autonomías y Estados.

Hace unos días el profesor Sosa Wagner, padre de las autonomías (o mas bien compadre ya que formaba parte de la plural Comisión de Expertos que hizo técnicamente posible el llamado Estado de las Autonomías), con sus dotes didácticas sugería en una jugosa entrevista en el diario ovetense La Nueva España (20/8/07) que el fenómeno de la autonomía territorial era rehén de tendencias mas voluntaristas que racionales, exponiendo el ejemplo de los peregrinos del Camino de Santiago.

Cuando éstos iniciaban su andadura desde León, hallaban pintadas graffiteras voceando la vocación autonomista de León respecto de la Comunidad, tropezándose mas adelante con la clamorosa inquietud de los bercianos para solicitar la independencia del Bierzo respecto de León, y pudiendo adivinarse que muy posiblemente siguiendo su camino los perplejos peregrinos hallarían voces en Villafranca clamando por la independiencia respecto del Bierzo.

En paralelo, las noticias televisivas informan estos días de la pretensión del gobierno nacionalista de Escocia de acceder a la independencia del Reino Unido y plantear un referéndum sobre tal cuestión.

Y todo ello en un contexto político que tiene a España inmersa en el debate sobre la modificación de los Estatutos de Autonomía.

Como a Sevach le agrada el modelo platónico de reflexión, se pregunta:

    1º ¿Constituye una prioridad o urgencia pública acometer una reconversión territorial del Estado, cuyo debate y gestación lastrará en tiempo e intensidad la atención prioritaria a los retos actuales de integración social, servicios públicos eficaces y promoción de políticas socioeconómicas efectivas?

    2º ¿Acaso una «España de Autonomías Autónomas» y un «Reino Desunido» representará una posición mas ventajosa posición de estos Estados dentro de la Unión Europea y en el plano internacional, o por el contrario, supondrá una posición más débil?.

    3º Siguiendo en el plano de la realidad,¿Si sucediese una calamidad como la padecida por Perú o Jamaica, la capacidad de afrontarla mejoraría con el minifundismo territorial o por el contrario, los mecanismos preventivos y reparatorios se resuelven mejor a mayor escala?.

    4º ¿Sabe la ciudadanía si las Comunidades Autónomas han agotado el techo de sus posibilidades de robustecimiento dentro del modelo actual, o mas bien desconoce que los cauces constitucionales y estatutarios actuales posibilitan ampliaciones reales de competencias?

    5º ¿No estaremos ante aspiraciones independentistas cuyo norte sea mas nominalista – llamarse «Estado» asociado o confederado -que sustancialista- incrementar realmente la eficacia de los servicios públicos?.

    6º ¿Puede alguien explicarse porqué, bajo un mismo criterio de racionalidad, existe unanimidad en considerar que 8.000 Ayuntamientos son muchos para España y que en cambio 17 Comunidades Autónomas parecen pocas y débiles?.

    7º ¿Cómo se explica que la «gobernanza» sea el modelo universal de gestión pública de moda, caracterizado por la cooperación entre el servicio público y las empresas privadas y la participación de la sociedad civil, y en cambio, afloren como tendencias plausibles la cuasifederalización, que desemboca necesariamente en una mayor burocratización orgánica y de servicios?.

    8º ¿Está preparada la ciudadanía, tras pasar el sarampión de diecisiete sistemas legislativos diferentes en otros tantos territorios, y digerir varias lenguas cooficiales, así como los plúmbeos debates de nacionalistas exigiendo mayor independencia y de centralistas numantinamente negándola, para afrontar otro cambio del tablero del ajedrez nacional?.

    9º ¿Acaso la idea de autodeterminación, de federalismo y de descentralización tiene una fuerza de sugestión para los políticos similar a los cantos de sirena sobre Ulises?.

Sevach no sabe si las Comunidades Autónomas padecen el «síndrome del visir Iznogud» (ser califa, en lugar «del» califa- o ser Estado en lugar «del» Estado), ni si se trata de una manifestación virulenta de la clásica patología administrativa descrita como que «el órgano crea la función» y que en su vertiente autonómica se expresaría en que la inflación de cargos, órganos, entidades y rótulos pomposos reclama el correlato natural de mayores funciones y competencias para justificar su propia existencia.

Lo cierto es que la respuesta a tales cuestiones no le corresponde a Sevach. El primer problema es que son decisiones que afectan a todos los españoles y no puede decidir la parte sobre algo que afecta al todo (de igual modo que un vecino o grupo de vecinos no pueden por su sola voluntad tirar tabiques y elementos comunes, cambiando la fachada del inmueble a su antojo). El segundo problema radica en la complejidad técnica de efectuar un balance desapasionado de las ventajas o inconvenientes de los distintos modelos, y en su caso, la dificultad se extiende al diseño de la transición, lo que no puede efectuarse sin tener clara la meta.

La respuesta al primer problema es política, y serán los representantes del pueblo a través del parlamento, negociaciones y pactos, quienes deban dar respuesta. Y no parece tal y como está de alborotado el corral, que gallinas, gallos y zorros puedan cantar el fraternal himno coral de los años 80 «We are the world».

La respuesta al segundo problema es técnica, y aquí se constata que el bloque de profesores de Derecho Administrativo (quizá agotado por haber construido el Estado de las Autonomías y temeroso de ver destruida su obra, o bien porque a nadie le gusta predicar en un erial) sigue la política del avestruz escondiendo la cabeza, aunque no faltan voces valientes con diagnóstico inquietante como el eximio Catedrático Ramón Parada que en la prestigiosa Revista de Administración Pública (nº172, 2007) afirma que la descentralización autonómica mediante la reforma de los Estatutos de Autonomía «puede abocar a un Estado cuasiconfederal ingobernable» lo que se verá agravado con la anunciada descentralización municipal que «puede hacer ingobernables los mismos Estados confederados». El mismo autor sitúa la enloquecida descentralización de lo público en un contexto de reformas simultáneas que zarandean los pilares del Derecho Administrativo (Estatutos de Autonomía, Régimen Local, Administración Institucional del Estado, Universidad, Estatuto del Empleado Público,etc), y que considera obedecen a peregrinos «descubrimientos dogmáticos» (como la «soberanía local» ¿?) que «actúan como afrodisíacos para excitar el perenne onanismo en el que estamos inmersos, en que todo se vuelve a tocar y retocar el organigrama de las Administraciones Públicas, sean territoriales o institucionales, en una interminable masturbación organizativa, en la que parece agotarse toda la pasión política».

Por su parte, los profesores de Derecho Constitucional, divididos entre quienes como Sanson pretenden romper las columnas autonómicas del edificio constitucional y entre quienes quieren mantenerlo como una esfinge inmutable, los restantes reenvían los problemas hacia instancias políticas, considerando que se trata de cuestiones de Ciencia Política o de mera aritmética electoral, y reservando su artillería jurídica para reconstruir el Estado cuando finalice el bombardeo y suene el toque de queda.

Tampoco pueden los políticos mirar al entorno buscando respuesta en otros modelos de organización territorial ya que cada Estado posee su propia fisonomía y las leyes de Mendel no funcionan en el ámbito territorial. Cree Sevach que un Estado federalizado debe ser construido desde el plano pragmático (desde las zonas bajas de la realidad) pero no desde el plano teórico (desde las zonas altas de la abstracción) ni tomando referencias extravagantes del funcionamiento de la Confederación Helvética o del Nepal.

Sobrevolando el panorama, como un majestuoso Buitre Real sobre los despojos y la carroña, se sitúa el solemne Tribunal Constitucional, órgano de naturaleza mixta. Por un lado político (por la designación de su composición y por su papel constitucional) y por otro jurisdiccional (por la especialización jurídica de sus miembros y por su procedimiento y forma de decisión, altamente tecnificada y reglamentada).

Nadie sabe cual va a ser el criterio del Tribunal Constitucional. Nunca una decisión jurisdiccional tuvo tanto peso sobre ciudadanos y pueblos de España, pero a Sevach le resulta inquietante esa incertidumbre cuando al fin y al cabo, su dictamen ha de inspirarse en la Ciencia del Derecho, que como tal, no es exacta pero con grandes dosis de predectibilidad.

En definitiva, Sevach considera que no se pueden poner puertas al campo, ni los pueblos pueden estar sujetos por las bridas de la fuerza, pero tampoco los Estados verse zarandeados por los caprichos o modas de grupos ideológicos de uno u otro perfil. La situación actual recuerda la de la raposa cogida en el cepo y que se libera del mismo a fuerza de roer su pata cautiva hasta que la troncha y huye con las tres sanas. El problema es determinar si el Estado es el cepo y la entidad nacionalista la raposa que podrá tener libertad pero con la pata tal vez gangrenada, o si en cambio los nacionalistas han puesto el cepo y es el Estado quien sólo podrá liberarse dejándose las patas en el intento.

0 comments on “De Autonomías y Estados

  1. ramon gallardo

    no entiendo el chiste

  2. PanchoVilla

    Pues yo considero apropiado el «chiste» ya que para los que somos cuarentones, el pesonaje de tebeo, el visir Iznogud, siempre quería ser «califa» en lugar «del» califa, lo que parece que quiere decir que algunas «Comunidades Autónomas» quieren ser «Estado» en lugar «del» Estado.

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