De Jueces y la Justicia

Del humor, malhumor y picardías de algunos jueces

jokerEste trimestre asistimos a extravagancias judiciales anglosajonas que convierten al Juez Bermudez en un niño cantor de San Ildefonso. Así, en el Reino Unido, un magistrado se burlaba de un litigante musulmán sugiriéndole que desapareciese con su alfombra voladora. En el estado de Nueva York, otro magistrado decretaba la prisión para cuarenta asistentes a una vista por no identificar al propietario dél móvil que molestaba. Y en Colorado, un magistrado es expedientado por mantener relaciones sexuales con la fiscal en su despacho.

1. Así, en el Reino Unido, hace una semana, el Tribunal de Apelación ha apartado a un magistrado de un multimillonario proceso de divorcio, que afectaba a una pareja musulmana, porque en la audiencia previa le dijo al jeque que «podía partir en su alfombra voladora», que sus pruebas eran «gelatinosas como las delicias turcas» y que debería presentarse «cuando todos los granos de arena del desierto fueran cribados». El Tribunal de apelación consideró que las expresiones del juez eran insatisfactorias, desafortunadas y bromas de mal gusto, y aunque consideró que el juez no quería ser racista, esa conducta revela prejuicios que aconsejaban apartarle fulminantemente del caso. Ver noticia.

2. También esta semana se ha publicado que el juez de Niágara Falls fue destituido de su cargo porque en el año 2005 un teléfono móvil sonó durante la vista oral de un programa de seguimiento contra la violencia doméstica, momento en que al no salir voluntariamente el culpable de los presentes, optó por decretar el ingreso en prisión de todos ellos. Ver noticia.

3. Claro que no todo son groserías en los jueces. Otros se pasan y sobrepasan en sentido literal, caso del juez Biddle del Estado de Colorado, de 57 años, quien desde el año 2006 a mediados de 2007, utilizaba habitualmente su despacho y las instalaciones de los servicios del Palacio de Justicia para tener relaciones sexuales con una fiscal de 29 años (que evidentemente no era su esposa); la fiscal sería suspendida tres años en su cargo, mientras que está pendiente la corte disciplinaria de tomar medidas contra el juez por traicionar la confianza que comporta el cargo. Ver noticia.

4. En España, ya las Partidas del Rey Alfonso X exigían que los jueces «… sean mansos, e de buena palabra, a los que vinieren ante ellos a juyzio«. Recientemente, la Ley Orgánica del Poder Judicial incorporó una prohibición de que los jueces utilicen expresiones «innecesarias o extravagantes» para frenar los excesos dialécticos, con lo que la espada de Damocles de las posibles sanciones son la mayor garantía de la frialdad y tristeza que rezuman la inmensa mayoría de las decisiones judiciales. Y es que, una cosa es el respeto a las partes por el juez, y otra muy diferente el dotar de simplicidad y amenidad a las sentencias, ya que es sabido que lo divertido es lo contrario de aburrido, no de serio.

5. Claro que las «leyendas forenses» (especialmente cultivadas por litigantes derrotados y a modo de insidia vengativa) suelen atribuir malos modos, caprichos y groserías a los jueces, e incluso en ocasiones la calumnia fructifica. Casi todo el mundo recordará que allá por 1987 el Consejo General del Poder Judicial sancionó con multa de 25.000 de las antiguas pesetas al Juez de Puerto Rosario (Fuerteventura) por la supuesta celebración de un juicio «vistiendo capa roja, calzón corto, medias blancas y sombrero con una pluma», atuendo de mosquetero propio del Carnaval; sin embargo, pocos supieron que dos años después el Tribunal Supremo anuló la sanción por considerar que el origen de la sanción fue una denuncia maliciosa de alguien que le vio una vez terminada la jornada de trabajo, pero no dentro de ella. Ver noticia.

6. Y ya que comenzamos con el Reino Unido, nada mejor que recordar a Lord Dening (1899-1999), célebre magistrado del Reino Unido por su alto sentido de la justicia y del humor judicial. Sabía diferenciar perfectamente la grosería de la ocurrencia, respetaba y era respetado por abogados y compañeros. Veamos algunas de sus perlas mas famosas:

«La jurisprudencia es demasiado abstracta para mi gusto. Todo sobre ideologías, normas legales y básicas, «ser» y «deber ser», realismo y conductivismo y Dios sabe qué más. La jerga de los filósofos siempre me ha superado. A mi me gusta descender a los problemas prácticos que exigen decisiones: contratos, infracciones, crímenes y todo eso» .

«Si un abogado no hace bien su trabajo, una tarea del juez es precisamente proteger a los individuos frente a la incompetencia de aquéllos».

«El mejor abogado es el que habla cuando sabe que le escucho».

Y cuando rechazó el Tribunal Supremo para quedarse en la Corte de Apelación, lo justificó afirmando «Para muchos juristas, la Cámara de los Lores es como el cielo: quieres llegar algún día, pero no mientras quede algo de vida en tí».

10 comments on “Del humor, malhumor y picardías de algunos jueces

  1. William H. Rehnquist

    Me ha encantado el artículo sobre el humor y los humores en la judicatura. Personalmente, y dentro del obligado y necesario respeto a las formas que han de presidir las actuaciones judiciales, siempre he reivindicado la ironía y el humor en los estrados judiciales como medio de distensión. Un comentario irónico, una referencia sarcástica creo que siempre es de agradecer, e incluso, si se me permite el comentario, en la rama contencioso-administrativa, dada la instrucción de algunos expedientes administrativos, diría que el comentario jocoso deviene inevitable. Y cito un ejemplo concreto: cuando la Administración intenta practicar varias notificaciones a un ciudadano que llevaba ocho años fallecido, constaban en el expediente los acuses de recibo como «rechazados» por el interesado y, en otras ocasiones, como «ausente» por «Cambio de domicilio» ¿Quien no se resistiría, como he de reconocer que no pude resistirme, a hacer un comentario jocoso sobre ese «cambio de domicilio» que evidente se produce del nivel terrenal al celestial?
    Pese a la distancia ideológica que les separaba, incluso Bernard Schwartz, el gran administrativista norteamericano, reconoció en su History of the Supreme Court que el presidente del Tribunal Supremo William Hubbs Rehnquist, pese a sus puntos de vista extremadamente conservadores («mr right on the court», se le llegó a denominar) tenía una cordialísima relación con todos sus compañeros y, lo que era más extraño, gozaba de un envidiable sentido del humor en un ámbito tradicionalmente tan grave (todo hay que decirlo, sentido del humor del cual en algunas ocasiones eran víctima sus propios colegas). Creo que en este sentido sería necesario mirar un poco (sólo un poco) a la magnífica serie americana Boston Legal donde se trata el mundo de la abogacía con un prisma ciertamente poco ortodoxo y donde todos (tanto jueces, como letrados, como fiscales) hacen gala de unas maneras ciertamente peculiares y atípicas, dentro del necesario respeto a las formas, sin llegar a faltar al respeto más que en contadísimas ocasiones.
    Lo que me lleva al segundo punto. Existen en este país, en esta región y en esta ciudad, y es imposible negarlo, magistrados que confunden la severidad y el rigor con la mala educación. Que son minoría, es cierto y soy el primero en reconocerlo, pero es precisamente esa minoría la que empaña la imagen del resto. Sus nombres y sus juzgados son de todos conocidos, y en alguna ocasión particular el carácter del magistrado en cuestión se agrava por los delicadísimos temas en los que el juzgado, a causa de su especialización, está obligado a tratar. Gente que se dirige con notoria falta de respeto no sólo a los letrados, sino a las mismas partes, imaginando quizá que las puñetas que ostentan les permiten impunemente desatar irrefrenadamente su lengua. Quizá fuese necesario que sus propios compañeros les llamasen un poco al orden, pues, pienso (es una opinión particular y, por su puesto, sujeta a opiniones y críticas) no es necesario para ser un buen juez faltar al respeto a los demás.

  2. Juan Manuel del Valle Pascual

    Nunca me dictes sentencia
    sin gracia ni cortesía,
    para que cuando la lea
    sienta la sentencia mía,
    pues es de sabiduría
    que ,bien la gane o la pierda,
    halle la sentencia viva.
    Humor es inteligencia
    en su más noble porfía.

  3. «No es necesario para ser un buen juez faltar al respeto a los demás». Es cierto, como tampoco es necesario para ser un buen abogado esconderse bajo un nick anónimo (significativo Rehnquist, mejor sería Freisler o Schmitt) para meterse con un juez concreto, perfectamente identificable.

  4. Sevach

    Lo de la educación y cortesía debería ser exigencia de toda profesión, e incluso si me apuráis debería ser inhrente a la condición de ciudadano o de ser humano. Dado que el código genético todavía no ha incluido el gen de la cortesía (la evolución no ha terminado) pues es lógico que dentro de los jueces, abogados, funcionarios, médicos,dependientes y cualesquiera otros profesionales existan educados y bronquistas, delicados y groseros, soberbios y modestos, extrovertidos e introvertidos, arrolladores y pusilánimes…Ahora bien, me gustaría señalar:
    a) En primer lugar, no se es mejor ni peor profesional por ser mas o menos educado, de igual modo que hay médicos extraordinarios con humor de perros.
    b) En segundo lugar, y aquí he de matizar lo anterior, cuando se ejerce una función pública, se añade el deber de consideración y cortesía hacia los usuarios.
    c) En tercer lugar, cuando se trata de la función judicial, en que el Ordenamiento Jurídico deposita la confianza para ejercer el poder, no puede confundirse «solemnidad» con » barbaridad» y «malos modos». Por ello es reprochable la falta de consideración de algunos jueces ( como lo es la falta de consideración de algunos abogados en el foro respecto de su adversario).
    d) En cuarto lugar, y esto es lo importante, que ciertamente nos hallamos ante las patologías del sistema, como las de cualquier profesión, y sólo se puede confiar en que si la autocrítica no funciona, pues los mecanismos disciplinarios se pongan en marcha en los casos graves y reiterados.
    Finalmente, si quisiera señalar que quienquiera que sea Rehnquist siempre ha demostrado educación, prudencia y sobre todo, rigor en sus comentarios, por lo que considero que hace buen uso del seudónimo y ha sugerido pero sin traspasar la barrera de lo tolerable.
    Por otra parte, es de agradecer el espontáneo comentario de Luisa, si bien debo confesarle que yo al menos no he conseguido identificar al juez concreto aludido, ya que además en este ámbito como jurista, debo aplicar a los posibles sospechosos la «presunción de inocencia».
    Y por último, me consta que el moderador del blog en otros comentarios a otros post, muy a su pesar ha ejercido de «censor» de todo aquello que resulte injurioso para personas concretas, aunque es admisible la sutileza y elegancia discreta en toda crítica. Gracias a todos, y animo al debate.

  5. William H. Rehnquist

    Sevach, quedo muy agradecido por tu comentario, con el cual, ni que decir tiene, estoy total y absolutamente de acuerdo y suscribo de inicio a fín. Es cierto que la cortesía y el saber estar (lo que antaño se denominaba «urbanidad») debería ser patrimonio de todo ser humano. Es cierto, faltaría más y soy el primero en reconocerlo, que existen letrados que traspasan con creces el límite de lo tolerable no sólo con sus propios compañeros, sino incluso faltando al respeto a funcionarios judiciales. Aunque, como bien señalas en tu escrito, este tipo de personas mal encaradas existe en cualquier profesión.
    Respecto a Luisa, indicar que mi nick lo he tomado de un jurista a quien, pese a las críticas que recibió en vida, admiro profundamente por su saber jurídico e histórico: el ya fallecido presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos William Hubbs Rehnquist (aunque quizá podría haber escogido otro gran magistrado norteamericano, Oliver Weldell Holmes jr.). Pero no es cierto que lo utilice para «meterme con un juez concreto». Y ello por dos razones fundamentales: primera, porque el nick es el que he utilizado y utilizo en todos, absolutamente todos mis comentarios en este blog, y no sólo el anterior; y segundo, porque, el post al cual yo respondía llevaba por rúbrica «Del humor, malhumor y picardías de algunos jueces». Lógicamente, al estar delimitado el comentario inicial a «algunos jueces», lógicamente acotaba mis observaciones a dicho colectivo.
    Por último, como ya he indicado en el párrafo primero del presente comentario, suscribo todo lo que dice Sevach, y, por ende, su afirmación de que, en todo caso, se trata de patologías del sistema. Creo que yo mismo sostenía dicha interpretación al afirmar que, perdón por la autocita, «es precisamente esa minoría la que empaña la imágen del resto». Y he de matizar que en ningún momento eran objeto de crítica los pronunciamientos judiciales ni aptitudes profesionales (que ni he puesto en duda y ni tan siquiera se me ha pasado por la cabeza tal intento), sino las formas, el trato, la relación con los letrados y las partes.
    Para finalizar, es comprensible que Sevach no logre identificar al juez aludido en mi comentario, y ello por dos razones: el magistrado en cuestión es titular de un órgano judicial no sito en la capital del Principado, sino en su «eterna rival» futbolística (aunque, ahora que lo pienso…..si resulta que este Magistrado vino a esta ciudad de un destino ovetente); y, en segundo lugar, porque el juzgado en cuestión no se dedica a asuntos contra la Administración, ni siquiera a temas penales o laborales, sino a asuntos que son de por sí muy delicados cuando el conflicto se produce, al afectar a terceros que en muchos casos suelen ser menores de edad.

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