Informatica y Derecho

Internet supera el colapso bajo la indiferencia del Derecho Internacional

Internet no tiene quien la regule

La comunidad de cibernautas es el ejército mas numeroso y poderoso del mundo, y sin embargo es paradójicamente el más desmilitarizado. No se sabe con exactitud el número de cibernautas ni la frecuencia de sus conexiones, ni cuales son las tendencias dominantes, ni pueden lanzarse reglas sobre los criterios de respuesta y unidad de acción frente a los fenómenos políticos, sociales, culturales, económicos y ambientales.

    1. Se habla de gurus, hackers, lobbies y usuarios agrupados, pero su modelo de organización es caótico, en el sentido de la mecánica cuántica, al sentirse su existencia pero resultar imprevisible su conducta. La comunidad de cibernautas da la razón al dicho de que el conjunto es mayor que la suma de las partes, de que el enjambre y su zumbido es mas temible que un enemigo público identificado y armado.

    2. Todos los gobiernos, líderes y empresarios se han esforzado por controlar la información, por su vinculación al «poder». En pleno siglo XXI se asiste a un fenómeno tan prodigioso como incontrolable. Aumentan los ordenadores y programas informáticos, se incrementan en progresión geométrica los usuarios, la tecnología abre dimensiones inexploradas, el tráfico de información «colgada» y «descargada» es incontrolable, las fronteras territoriales pierden sentido, los cánones culturales se rompen por la brecha tecnológica, la ciencia ficción es casi pasado, la investigación ha multiplicado su productividad y la vida social y doméstica se ha familiarizado con la red como un elemento más del ajuar vital…

    3. En este estado de cosas, para Sevach lo llamativo y espectacular es que no existe una Declaración Universal de Derechos de los Cibernautas, ni un Tratado multilateral en Naciones Unidas, ni Declaración solemne de otra Organización Internacional representativa, que aborde las cuestiones candentes del mundo cibernético: la tensión entre privacidad y publicidad, el equilibrio entre libertad de expresión y cánones o impuestos, el derecho de acceso universal a comunicaciones telemáticas de forma asequible a todos los bolsillos, la problemática de la propiedad intelectual, la respuesta frente a los abusos de la industria del marketing telemático, el control de los delitos informáticos (pederastia, tráfico de fármacos, reclutamiento de terroristas, chantajes, etc), la lucha contra la intoxicación informativa mediante correos y chats (calumnias, injurias, manipulación electoral, competencia desleal, etc), la reconversión del mundo cultural y educativo (la muerte del libro, la formación autodidacta, la enciclopedia de todas las enciclopedias, etc). El único fruto internacional son algunos Tratados o Resoluciones de Organizaciones Internacionales sobre perspectivas sectoriales que se mueven por el cielo de la red pero ajenas al hormiguero de cibernautas (tratados sobre derechos de autor, convenios sobre radiocomunicaciones, cuestiones relativas al comercio electrónico, etc).

    Asimismo, la única perspectiva internacional en que avanza levísimamente (importante pero no debe ser la única) es la atinente a la prevención de delitos informáticos, fiscales o colaboración antiterrorista. Y en la línea preventiva, adentrándose en el quebradizo terreno de la moral y la educación infantil, se sitúa la recientísima Recomendación del Consejo de Europa sobre aplicación de filtros en los ordenadores disponibles para los menores de edad con el fin de evitar contenidos nocivos o peligrosos para su formación; aunque se trata de un paso adelante en la actuación internacional coordinada, no deja de ser una tímida iniciativa y además no vinculante.

    Por su interés, cabe aludir al Proyecto de Tratado sobre Intenet Comunitario desarrollado al margen de los Estados y que, partiendo de que la red global es un bien de dominio público equiparable a los océanos, se expresa en una ingeniosa adaptación del Tratado Internacional que protege el espacio ultraterrestre al ámbito de la red de internet.

    4. No se trata de dar internacionalmente respuesta a la alarma despertada por una consultora de que Internet estaría alcanzando un inminente colapso por congestión del tráfico derivado de la masificación del acceso, por generalizarse su uso al ámbito doméstico, por su potenciación en países subdesarrollados y por las tarifas planas o gratuitas. Sevach cree que se trata de alarmismos con el mismo crédito que las advertencias de apocalipsis al fin de cada milenio o cuando peligra la vida del Papa. No habrá ese problema porque la red es un «organismo vivo» que como Robocop es capaz de solucionar con nuevas innovaciones sus exigencias técnicas de capacidad, y además la selva de internet funciona como la jungla y bajo las leyes de Darwin: sólo las web, chat y blogs mas preparados sobrevivirán, y los menos cautivadores perecerán de inanición o serán condenados a errar indefinidamente como la «basura espacial» ultraterrestre.

    5. Quizás la razón de la anarquía global e indiferencia internacional al fenómeno Internet responde a múltiples razones políticas, jurídicas, sociológicas y filosóficas. La razón política se refiere a la resistencia de los gobiernos a acometer regulaciones que limiten su poder político. La razón jurídica radicaría en la inexistencia de una autoridad global centralizada y con poder vinculante para todos los ordenamientos jurídicos nacionales soberanos. La razón sociológica se vincularía al carácter embrionario y asilvestrado de la cultura cibernética. Así y todo, quizás algún día asistamos a un auténtico Orden Público Tecnológico.

    6. Todo ello, explica que no exista una Declaración, Tratado o Ley de vigencia Universal jurídicamente vinculante para la comunidad de cibernautas, ni tampoco existen en los Ordenamientos Jurídicos internos Estatutos legales del cibernauta con enumeración de sus derechos y deberes; tan solo pululan legislaciones sectoriales y leyes grandielocuentes sobre la sociedad de la información pero que dejan al «usuario de a pie» (mejor al «usuario de tecla»), en un papel pasivo, cuando no ostensiblemente postergado. Diríase que la red, globalmente considerada como objeto de regulación, es una realidad incómoda o peligrosa. Mejor, no menearla.

Y es que, quizás pueda pensarse que mejor que internet siga sin regulación mínima internacional, porque los cibernautas como los purasangres comanches no admiten de buen grado las bridas y espacios cerrados. Sin embargo, los problemas crecen al compás de los avances tecnológicos, y día a día resulta mas necesaria la colaboración internacional y la existencia de unos criterios mínimos uniformes sobre la navegación en la red, sus posibilidades y límites, desde Camberra a Pekín, y desde Ciudad del Cabo a Oslo. El Derecho es una respuesta a la sociedad, e internet ha irrumpido en empresas, hogares, lugares de ocio y Administración de forma espectacular, con sus ventajas y sus problemas. Y si el Derecho Público interno se ve incapaz de regular el fenómeno por ser una realidad transfronteriza y que se sirve del espacio incorporal radioeléctrico, debe acudirse el Derecho Internacional Público a ofrecer respuestas globables al fenómeno global por excelencia.

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