De la Universidad

Saquemos los estudios de Derecho del proceso de Bolonia: un Manifiesto desesperado

 

letradosPor la prensa me entero de la gestación y difusión de un Manifiesto avalado por los cerebros jurídicos mas prestigiosos del Estado (entre otros iuspublicistas, Eduardo García de Enterría, Tomás Ramón Fernández y Santiago Muñoz Machado) en que se pone en entredicho el proceso de Bolonia en lo que se refiere exclusivamente a las enseñanzas universitarias de Derecho. Se impone una lectura sosegada del Manifiesto y una reflexión de urgencia.

1. Tras obtener el texto literal del espléndido blog de Andrés Boix me sumo a la iniciativa de difundirlo en su integridad y efectuar algún comentario contextual.

Manifiesto de profesores de Derecho

El proceso de reforma de los planes universitarios conocido como proceso de Bolonia puede suponer para los estudios de derecho en nuestro país un paso atrás, seguramente irreversible, que determinará la degradación de las profesiones jurídicas y el empequeñecimiento de la aportación de los juristas a la organización de la convivencia y la estructuración de la sociedad española del siglo XXI. El daño que tal retroceso ocasionará a la construcción de las instituciones y la articulación de las relaciones entre ciudadanos y poderes públicos no puede ser pasado por alto. Nos sentimos por ello en el deber de hacer una seria advertencia a la comunidad universitaria y a la autoridad educativa, y solicitar con toda firmeza que los estudios jurídicos sean excluidos del proceso de Bolonia y tratados con el rigor que su importancia requiere.

El camino que está tomando en nuestro país el diseño de los planes de estudio para la formación en derecho ignora el papel de los juristas en la compleja sociedad actual, y se dirige a fomentar un perfil inferior de profesional como mero aplicador mecánico de normas vigentes. En definitiva, confunde lamentablemente lo que debe ser un grado en derecho con lo que es un ciclo de estudios profesionalizado para la formación de personal subalterno. Pero igual que los médicos no son asistentes técnicos sanitarios, los juristas no son asistentes técnicos jurídicos. En una realidad jurídica e institucional muy compleja, con ámbitos de regulación y decisión política extremadamente diversificados, y marcos normativos de convivencia heterogéneos, el jurista ha de sustentar su actividad profesional en una sólida formación general y básica, con un sentido profundo de la estructura del orden jurídico y un dominio de las categorías que constituyen la columna vertebral de las distintas instituciones y disciplinas que ha de aplicar. En una sociedad cruzada por innumerables regulaciones, en la que el ciudadano goza además de un alto grado de garantías jurídicas y protección normativa, necesitamos un jurista capaz de mediar entre la ley y los ciudadanos, entre el poder público y la vida social, de forma que esas normas que posibilitan la convivencia humana sean operativas en la realidad social, y los ciudadanos y los organismos públicos puedan ser orientados por profesionales del derecho conscientes de su ineludible misión de gozne entre el poder y los individuos y grupos sociales. Los juristas no deben concebirse a sí mismos como meros aplicadores de pequeñas parcelas del derecho vigente.

Los planes y directrices que en muchas de nuestras universidades están imponiéndose incurren en ese grave error de confundir la profesionalización del jurista con la mera destreza práctica en la aplicación de preceptos. En algunos casos se llega al extremo de incluir en los estudios técnicas auxiliares, como la contabilidad o los formularios de escritos y contratos, que denotan una mentalidad empequeñecida y simplista de lo que es la dimensión profesional del jurista. El riesgo que corremos es evidente: la creación de un jurista menor, liviano y acrítico, con tendencia al pragmatismo de vía estrecha y a la docilidad, incapaz de elevarse por encima de las pequeñas y eventuales regulaciones del día para proyectar una verdadera mirada profesional al mundo del derecho. Casi todo el derecho que vaya aprendiendo de esa forma estará derogado antes de que acabe sus estudios de grado. El jurista profesional no es un mecánico que trabaja sectorialmente en el taller del derecho. Estamos hablando de jueces, técnicas de la Administración civil, letrados, asesoras de agencias económicas, abogados, es decir, estamos hablando de juristas completos y profesionales, de hombres y mujeres capaces de responder al profundo desafío jurídico que plantea ante nosotros la sociedad futura.

Un jurista versátil, conocedor de la historia de las instituciones, poseedor de las herramientas conceptuales básicas de cada disciplina, formado en la sistemática del ordenamiento y que domine las técnicas del raciocinio y la argumentación jurídica, es capaz además de acceder en poco tiempo a cualquier reducto especializado del orden jurídico. Pero esto no configura un programa de “destrezas”, “competencias” o “habilidades” dirigido a formar ningún “espíritu de liderazgo y empresa”, como afirma el desalentador documento de la Conferencia de Decanos de las Facultades de Derecho celebrada en 2007. Se trata de un proceso de formación y estudio pausado y dirigido, incompatible con la mala retórica pedagógica que preside todo el proceso de Bolonia. Los planes de estudio de Derecho actualmente en vigor son fruto de una reforma que supuso un paso atrás. Se procedió simplemente a comprimir el plan de 1953 en un ciclo más corto que adoptara la fórmula, que entonces se presentó como mágica, de cuatrimestres, optativas y “créditos”, pero se continuó enseñando lo mismo y con los mismos métodos anticuados y pasivos. Todos tuvimos la oportunidad entonces de modificar nuestros procedimientos de enseñanza y abrirnos a pedagogías más acordes con los tiempos. Muy pocos lo hicieron. El resultado fue la bajada del primer escalón hacia la degradación de los estudios. Con la imposición del proyecto de Bolonia, fruto de un insensato voluntarismo apriorístico en favor de cualquier directriz que se adopte en Europa, se va a continuar esa degradación. Ahora adopta la forma de una apuesta mediocre por los conocimientos supuestamente prácticos y útiles del derecho con la vista puesta en un grado destinado a servir de carta de presentación en los primeros niveles del mercado de trabajo. Después todo se fía a los “masters”. Pero ¿qué clase de trabajo puede aspirar a desarrollar una suerte de auxiliar jurídico? ¿Y qué “master” serio puede imaginarse a partir de un grado como ese?

Las primeras experiencias del proceso de Bolonia aplicado al derecho han sido en algunos países tan desastrosas que han determinado su abandono. El más admirado entre nosotros desde el punto de vista de estos estudios, Alemania, simplemente ha declinado la invitación europea a unirse a la aventura. En las pocas Facultades españolas que ya se están impartiendo se ha conseguido que funcionen sin ruidos simplemente porque los estudios según el plan ¡son más fáciles que los anteriores! De hecho se trata de continuar en la infantilización del estudiante universitario mediante simples manuales, “deberes” semanales sencillos, y controles periódicos de examen, como en la enseñanza secundaria. Todo ello ha de llevarnos al convencimiento de que el proceso de Bolonia tal y como está siendo proyectado sobre los estudios de Derecho, supondrá con toda probabilidad una degradación de la formación del jurista y un perjuicio social irreparable para el futuro de la construcción de la sociedad española tanto por lo que atañe a su articulación interna como por lo que respecta a sus relaciones internacionales y globales. Sencillamente no tendremos juristas aptos para afrontar ese futuro. Por ello solicitamos con toda convicción que se excluya a los estudios de Derecho de semejante proceso, y convocamos a nuestros compañeros de todos los claustros de esas Facultades a una reflexión seria sobre el destino de la formación del jurista en el siglo XXI.

2. A juicio de Sevach, como diría Hamlet, tal Manifiesto revela que “algo huele mal en Dinamarca” o mas bien en Bolonia. El Plan de Bolonia tiene una aspiración legítima: homogeneizar enseñanzas para facilitar la circulación de titulaciones y de alumnos. El camino está trazado por el R.D.1393/2007, de 29 de Octubre.

Sin embargo, lo que es rechazable, son los vicios o aspectos cuestionables que Sevach aprecia en la vertiente sobre Derecho del Plan de Bolonia, en los siguientes términos:

a) Igualar a la baja los distintos planes de estudios de la Unión Europea, al menos en lo que se refiere a Derecho, en una suerte de transacción buscando un mínimo común denominador supone podar frutos del árbol de la ciencia jurídica, a costa de compartir unas imaginarias raíces.

b) Limitar a cuatro años el Grado y luego depositar la confianza de los saberes prácticos a un futuro Master, para conseguir un “jurista de pies a cabeza” supone quedarse más en los “pies” que en la “cabeza”. Un jurista no nace, sino que se hace, y requiere una formación horizontal y profunda, con visión global, y no fragmentada. Unos estudios de Derecho culminados pasito a pasito, a golpe de examen con breve periodicidad temporal y sobre una tutoría tan pueril como irreal, es como creer que jugando al Monopoly se forjan Arquitectos.

c) La previsión de adaptación de las enseñanzas de Derecho a Bolonia recuerda los menús del MacDonalds. En primer lugar, se reduce la duración de los cinco años tradicionales a cuatro años (interesa atender cuantos mas clientes lo más rápido posible, mejor). En segundo lugar, el primer año se convierte en un “aperitivo” de nociones básicas de las Ciencias Sociales ( o sea, patatitas fritas que dan sensación de hartura pero no alimentan), luego el atragantón de los tres años siguientes ( pan redondito, mucha cebollita, y tomatito, y por supuesto sin utilizar cubiertos) y si alguien queda con hambre o quiere algo auténticamente nutritivo, ya sabe que cuando abandone el Grado ( o el local) le espera en el exterior un futuro Master ( y aquí puede escoger el restaurante que le plazca, pero eso sí, según la carta y el cocinero, con distinto presupuesto). Al final, la sensación de quien come de esta manera (o alimenta el cerebro jurídicamente), es de estafa porque será después, con la madurez y la experiencia vital, la que le demostrará lo que auténticamente es sano y nutritivo.

d) Dejar la definición de los Grados en manos de las pomposas Conferencias de Decanos de las Facultades de Derecho ( europea o española), supone sencillamente dejar la estrategia de la Armada Invencible en manos de los guardiamarinas, deseosos de hacer méritos y obtener la complacencia de los poderes políticos y de sus electores.

e) En todo caso, si se trata de hacer experimentos, mejor quedarse en la misma situación que Alemania, que en materia jurídica ha sido el espejo en que las Facultades de Derecho han querido mirarse las últimas décadas. Si Alemania no va a llevar a cabo la adaptación de su régimen de enseñanzas jurídicas a Bolonia es para no retroceder en sus conquistas. Europea es caminar hacia delante y no caminar sobre puentes tendidos en el vacío.

f) No es de extrañar que ante una reforma de los Estudios de Derecho se despierten quejas por los veteranos. La experiencia revela que cada reforma de los estudios de Derecho sólo ha servido para crear más plazas docentes y alumnos peor formados. Sevach no estudió Derecho en los años setenta en el mejor de los mundos posibles pero ha tenido oportunidad de impartir docencia universitaria jurídica actualmente y la gran paradoja es que, cuantos mas medios hay disponibles (profesores, aulas, tecnologías,etc), el resultado es más desolador: el diseño de asignaturas es kafkiano ( ensambladas unas con otras como un puzzle defectuoso), los exámenes presentan un formato dantesco (solapados, heterogéneos para la misma asignatura, tipo test o lo más habitual, la mera asistencia comporta el aprobado,etc) , el profesorado desencantado ( ocupado en labores burocráticas y procedimientos electorales sin fin), el alumnado pasota ( incapaz de vencer una galvana estudiantil propia de mosca tsé-tsé), y todo ello en una atmósfera de indolencia institucional (las convocatorias de examen son de hecho, infinitas; las bibliotecas repletas de libros y revistas que los alumnos no se asoman a consultar; la visión práctica brilla por su ausencia,etc).

3. El resultado final está en los foros judiciales, en los pleitos donde los abogados novicios adolecen de “tartamudeo mental”, donde han perdido de vista la conexión entre Derecho Procesal, Civil y Administrativo, donde creen que si han tecleado en la Base de Datos y no han hallado la respuesta el pleito está perdido. Es verdad que la vida forense posterior hace madurar pero mas triste es mirar por el retrovisor de la vida y contemplar una Facultad de Derecho que no cumplió en el pasado su función por estar en fases de experimentación.
También se nota el déficit formativo de las enseñanzas universitarias en las oposiciones, donde los licenciados en Derecho se ven obligados a afrontar lo que no hicieron en la Licenciatura de Derecho. Y ahora la receta de las “enseñanzas a la Boloñesa” es reducir duración, introducir conocimientos etéreos y aplicar un sistema pedagógico de guardería. Mal se concilia eso con la dignidad y utilidad que merece la Ciencia Jurídica. Diríase que la futura metamorfosis mas que el cambio del gusano en mariposa será a la inversa.

En fin, cree Sevach que los estudios de Derecho no están maduros para digerir el sistema de Bolonia. Ni lo están sus autoridades académicas, ni lo están los profesores, ni los alumnos. No se sube a un tren porque pasa: se sube porque el destino interesa y las condiciones del viaje son aceptables. Los errores en los Planes de Estudio de Derecho se pagan, pero al igual que los cometidos en la selva virgen, son errores irreparables para la actual generación y las posteriores.

Bienvenido sea ese valiente Manifiesto y ojalá sirva para aglutinar un estado de opinión para evitar que se perpetre el crimen.
Finalmente, recordaré que sobre Bolonia y las enseñanzas de Derecho ya escribió el Catedrático de Derecho Administrativo Sosa Wagner un delicioso articulo en el Diario el Mundo, a fines del año pasado.

P.D. Para adherirse con la firma, y ver el listado de suscribientes, puede acudirse aquí.

0 comments on “Saquemos los estudios de Derecho del proceso de Bolonia: un Manifiesto desesperado

  1. Juan Manuel: Creo que te equivocas. De forma razonada pero errada. Al igual que no puede decirse que para poner tiritas no hace falta formarse como el Doctor Barnard, tampoco puede decirse que para formar asesores en derecho no hacen falta sutilezas jurídicas. Una cosa es un gestor administrativo o gestor inmobiliario o similar y otra cosa muy distinta es el jurista que tiene la responsabilidad de acudir a la justicia, y actuándo en nombre y por cuenta de su cliente, hundirle o salvarle. Hace falta un poso moral, una formación especial, un talante humanista-jurídico para asesorar al cliente y convencerle si afronta o no un proceso, para enfrentarse a otro letrado ante un juez, para tomar la opción de recurrir o desistir, y para acatar y explicar al cliente el fallo desestimatorio, para mantener la confianza en la Justicia. Eso no se improvisa, ni se aprende en el Readers digest, ni en un curso a distancia de revista. Se precisa un buen diseño de titulación y buenos profesores. Y actualmente el sistema es fatal, en eso coincido con muchos comentaristas, ya que los abogados se forman no «gracias» a los profesores de universidad, sino » a pesar» de ellos. Pero si un brazo duele, no hay que amputar y poner uno ortopédico. Eso es lo que significará Bolonia. Quizás los firmantes del manifiesto son viejas glorias, pero eso no les quita la razón. La razón se tiene o no, es una, digalo quien lo diga. Y en este caso el Manifiesto acierta

  2. Juan Manuel del Valle Pascual

    Gracias Huno por tus comentarios que me hacen pensar que , además de que debo estar equivocado en el fondo, también desacierto en la forma de decirlo, porque no transmito lo que quiero decir. Yo también creo que en cada abogado debe haber un jurista,y, además, en cierta medida, también un humanista y/o una persona con una humanidad descollante. Lo último lo da la vida, lo primero, el sistema educativo, pero, un poco de ambos, al menos, debiera darlo el aroma universitario.
    Insinuaba que sirva el grado para lo que fue una formación de grado medio de antaño más de nuestros tiempos complejos, con mayor factor humano, vida interior, para una enseñanza práctica necesaria en muchas titulaciones profesionales extraacadémicas (administrador de fincas, agente de la propiedad inmobiliaria, procurador de los tribunales, vendedor de seguros, gestor administrativo, etc) y resérvese el postgrado para una formación más intensa y profunda. Así se distanció el bachillerato de la licenciatura en la universidad renacentista. Mutatis mutandis, ir de lo sencillo a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto es otro itinerario curricular posible y, a la vista de la actual situación, deseable para alguno, necesario para mí, pues lo que se imparte ahora en las Facultades ni es profundo, ni es práctico, pese a las buenas intenciones de los planes LRU83. Perdón por apropiarme de medio eslogan, pero «otro sistema educativo es posible», y, me parece, también deseable.
    Pero detrás de Bolonia se esconden más cosas sobre la que intentaré dar mi opinión, equivocadas tal vez, pero que pueden gastar algún minuto en la meditación del lector. Espero tener algún rato para ello, porque se ha querido hacer de Bolonia el caballo de troya del arca de noé, y si me permitís un chiste malisimisimísimo, «noé eso», porque ni rueda, ni navega, y hay demasiadas cosas heterogéneas dentro para que puedan ser desleidas en una salsa común grandiosa, como la mayonesa, que mezcló con acierto condimentos sencillos. Las tripas de Bolonia son complejas y requieren digestión larga. Como la de una boa ( + un bautizo +una comunión). Perdón de nuevo por el chiste pésimo, ya no hago más, ya me retiro.
    Como decían Tip y Coll, «seguiremos hablando del Gobierno». Entre tanto, gracias, Huno. Me gustaría saber que piensan los demás blogueros de Sevach.

  3. Yo estoy con Huno.

    Creo que los estudios de derecho precisan reforma, pero no vía devaluación de la formación general y potenciación de la especialización.

    No hace mucho me comentaba un amigo dermatólogo los contactos que él había mantenido con colegas suyos de EEUU. Me decía que están super especializados, que los que hacen cirugía no pisan la consulta y al revés…y que su formación en medicina general es pésima…Cualquier D.U.E. español les supera en esta faceta…

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