Crónicas administrativistas

Memorias de un alumno escolapio: aquellos maravillosos años de la EGB

Las vivencias, aprendizaje y experiencia cosechada en los años setenta y ochenta como alumno en el Colegio Loyola de los padres escolapios en Oviedo. Se mezclan los datos biográficos con las reflexiones sobre el sistema educativo de la época y ciertas pinceladas de humor.

dosCon tanto debate sobre el sistema educativo y su posible reforma, me pareció oportuno exponer negro sobre blanco, o viceversa, lo que fue mi propia formación de infante y adolescente en el Colegio Loyola de los padres escolapios de Oviedo. Una especie de catarsis, con bajada a los infiernos incluida. Aunque tengo que dar la razón a Aristóteles en aquello que decía sobre que “las raíces de la educación eran amargas pero el fruto dulce”.

El resultado es la publicación de un libro que en borrador fue divulgado en forma digital y gratuita significativamente titulado: “Memorias escolapias de un alumno inquieto” (1967-1980) y que finalmente tras corregirse, ampliarse e ilustrase mejor ha sido publicado en formato papel, en libro bellamente editado, por Editorial Amarante, ahora titulado “Yo también sobreviví a la EGB” ( Memorias escolares de una generación sin cachivaches tecnológicos)” y que puede adquirirse directamente por internet aquí y recibirlo en 48 horas o solicitarlo para su encargo en las librerías de su ciudad.

Por sus casi doscientas páginas páginas desfilan mis recuerdos y experiencias de infancia y adolescencia en torno al Colegio, la visión de profesores y alumnos, salpicado de puntuales reflexiones y confesiones intimistas.

Tal y como advierto en el prefacio, el texto no pretende un ajuste de cuentas, ni reescribir la historia o de novelarla, sino sencillamente ofrecer un inventario de vivencias escolares, con una perspectiva subjetiva y posiblemente distorsionada por la liviana memoria.

Intuyo que lo allí dicho será familiar a estudiantes de otros colegios similares porque el período escolar deja huella en toda persona y el período histórico considerado dejó huella en la España que vivimos.

Vale, de acuerdo. No interesan las cosas del abuelo Cebolleta. Coincido en que el tiempo no puede perderse en leer manuscritos ajenos sobre vidas ajenas, pero nunca faltarán razones para asomarse a esta obra: ¿curiosidad?, ¿regreso al pasado?, ¿aburrimiento?, ¿insomnio? o sencillamente viajar a ese fantasma que son nuestros recuerdos. Revivir una época que no volverá de mano de un libro breve y ameno, siempre está bien.

Y si alguien quiere añadir comentarios sobre la educación de aquélla época pues ahí está el foro abierto a los comentarios.

loyola cologio

13 comments on “Memorias de un alumno escolapio: aquellos maravillosos años de la EGB

  1. Alvaro

    Por lo que he leído, Sevach, eres muy generoso al valorar la educación recibida en el Colegio Loyola. Sin embargo, reconozco que demuestras gran memoria y talante de notario.
    Al menos me has recordado mi Colegio, pese a que soy mas veterano que tú. Gracias por tu esfuerzo.

  2. Muchísimas gracias Sevach por regalarnos este libro. Ayer empecé a leerlo y me está gustando «tela marinera» como decimos aquí en Andalucía. Yo soy de una generación posterior (nací en el 75), pero creo que voy a disfrutar muchísimo. Ya te comentaré.

  3. Juanito

    Ayer me encontré con la gratísima sorpresa de ver anunciado en este blog algo que creí que nunca nadie de los de nuestra generación del Loyola iba a hacer: nada menos que unas Memorias sobre aquellos fantásticos años 70 que pasamos en nuestro querido Colegio. Aunque tú y yo pertenezcamos a dos promociones diferentes – la del 79 y la del 80-, la proximidad entre ambas es tal que una gran parte de las vivencias y anécdotas que cuentas en tu libro en relación con el Colegio se podría decir que son comunes a ambos.

    Después de casi treinta y cinco años me asombra y, al mismo tiempo, me emociona que puedas describir con tanta precisión el aspecto físico y el atuendo de cada uno de los curas y profesores que tuvimos, si bien es verdad que casi todos ellos también permanecen en mi memoria con una gran nitidez pues, no en vano, prácticamente ninguno quedó fuera de mi repertorio de imitaciones y recreaciones de personas y personajes populares de la época. En algún caso llegué a interiorizarlos de tal forma (piénsese sobre todo en Felipe Vinuesa, nuestro querido “Pato”) que, como si de Chiquito de la Calzada se tratase, era completamente imposible tener una conversación sobre ellos sin que automáticamente me saltasen como un resorte sus gestos y sus voces y se formase un auténtico “show” en la tarima durante las interclases o en la hora entera que duraba uno de aquellos recreos de los miércoles. :-))

    Con el paso de los años guardo de casi todos ellos un gran recuerdo y, es curioso, tú y yo coincidimos prácticamente en los nombres de los que destacaron por su calidad docente.

    Tengo un especial recuerdo de César, “el Croma”, que para mí ha sido, sin ninguna duda, el mejor profesor que he tenido, incluyendo la época universitaria. ¡Cómo nos metía en la Historia cuando desplegaba aquellos mapas en el encerado y nos hacía vivir con igual deleite las Guerras Púnicas, las batalla de las Navas de Tolosa o las campañas de Napoleón! ¡Qué divertido lo hacía cuando un buen día llegaba y comenzaba a lanzar una batería de preguntas para descolocarnos a todos de sitio en aquellas maravillosas clases “por puestos” que tú muy bien rememoras, y en las que, efectivamente, si un alumno ( y recuerdo bastantes casos) estaba al final de la tercera fila y al llegarle la pregunta sonaba la flauta y conseguía acertarla podía adelantar veinte o treinta puestos y colocarse milagrosamente en la zona de los notables o los sobresalientes. Hace menos de un año encontré a César, recientemente jubilado pero muy jovial aún, en el Campo de San Francisco de Oviedo. Nos pasamos un buen rato recordando aquellos tiempos y no pude menos que agradecerle lo mucho que me había hecho amar sus asignaturas (tuve la suerte de tenerlo en Geografía, Historia y Lengua).

    También creo que merece especial mención el rigor en la exposición y la brillantez y vehemencia que mostraba en sus clases Luis Vigil (me viene ahora a la memoria aquel día en que como trabajo para la semana siguiente, quiso probarnos como periodistas deportivos y nos encargó una crónica detallada de un trascendental partido de la Copa de Europa entre el Madrid y el Borussia; allí quedamos todos en casa de César Guerra para ver el partido con un bloc en la mano y tomando buena nota de las incidencias, sin despegar la vista de la pantalla) . Y por citar a alguien más en el dominio de sus asignaturas, personas como Ángel Matallanes o el padre Isidro, “el Viejo”. De éste recuerdo múltiples anécdotas y, en especial, las clases de griego en el aula pequeña del tercer piso, a la que llamábamos “el Olimpo”.

    Y por no extenderme mucho, guardo, por último, un muy grato recuerdo de nuestro “Mr. Chips” particular: el hermano Manuel, «Chavinski». Él pasó, como sabes, por toda la historia del Loyola desde su fundación. Y así me lo demostró cuando hace ya algunos años coincidí con él en un viaje en autobús y me contó que aún seguía en el Colegio, al tiempo que, con cierta pena, me hacía ver cómo había cambiado todo y me iba desgranando sus recuerdos. Una delicia de viaje, como supondrás.

    Has hecho una acertada semblanza de todos (quién no recuerda a Chus Espías, al Joaco, a Constantino, al Lagartijo, al Gento, al Faba, al Taffini o a Sánchez), aunque creo que te ha faltado uno de los más representativos: Francisco Cabezas, “el Cabezas”. Sus clases de literatura española en las que exhibía un profundo conocimiento de nuestros autores del Siglo de Oro y de la Generación del 27 permanecen aún en la memoria de todos nosotros.

    En fín, son innumerables los recuerdos que atesoro de aquella época, y me ha conmovido sobremanera el ver una buena parte de ellos reflejados en tu libro y que hayas sabido plasmar con gran acierto el sistema educativo de entonces (siempre comento que, con sus defectos, era infinitamente superior al actual, como así me lo vino a decir el propio César en el encuentro del que te hablaba anteriormente), la vida cotidiana de los alumnos, el recuerdo cariñoso a los curas, profesores y personal del Colegio (Aniceto y su bar –creo que has sido demasiado generoso con él, porque buena persona era, pero guarrillo también, y de lo de los bocadillos en las papeleras doy fe, yo mismo lo ví-, Julio el portero –que, según creo, años después tuvo la fortuna de verse agraciado con un gran premio de la Lotería-, Pepe el Rápido y su cine de fin de semana ……..), las espléndidas instalaciones que teníamos y el privilegiado lugar en que estaba y está enclavado nuestro Colegio.

  4. javieradv

    Hola Sevach. Me leido el libro de un tirón y también me ha llamado mucho la atención tú prodigiosa memoria. Coincido en casi todos tús comentarios de profesores y compañeros de profesión, aunque creo has sido un poco duro con «los gemelos» y con Lorenzo Astray que no era mala persona.Soy de tú misma generación y aunque no me citas en el libro (pese a que también hemos coincidido profesionalmente en muchas ocasiones) , he disfrutado mucho con los recuerdos de «Paridómetro» y compañía, hasta el punto de que he pedido la remisión del mismo para comentar y disfrutar con la familia. También se lo he sugerido a otros compañeros de promoción con los que he coincidido estos días.
    En fin, excelente trabajo digno de tú labia y buen escribir.
    Esperamos vuelvas pronto por Asturias.

    • Gracias, Javier, por tus amables palabras. Lo primero, pedirte disculpas por no haberte mencionado en el libro publicado, porque he ido corriendo a consultarlo y efectivamente, así ha sido, pero en mi descargo te confesaré que cuando redactaba ese apartado intenté reordenar los nombres alfabéticamente- luego abandoné la idea- y un duendecillo informático – cosas del corta y pega- me ha privado de algunos de los de la A, Alonso (Riega), Alvarez Arias ( Velasco, Javier), Alvarez Alvarez (Raúl), y alguno más. Lo siento de veras porque además reconozco que fuiste un buen compañero, además de extraordinario futbolista y con un gran sentido del humor. O sea, a corregir en la segunda edición del Libro. P.d. Las dos únicas referencias críticas del Libro a que aludes son fruto de «mi» experiencia personal. No todos caemos igual a todos, pero todos tenemos libertad para juzgar nuestro pasado, y te aseguro que podría desarrollar al detalle las circunstancias.
      Un fuerte abrazo y sigue tan guerrero y lúcido en el foro.

  5. Hola Sevach: Permíteme que me presente y que te tutee. Mi nombre es Julio y para el interés del momento baste decir que estudié en el Seminario de Coria del 58 al 62 añadiendo dos cursos más en el mayor de Cáceres.
    Ayer y no recuerdo como sucedió tropecé en Internet con el enlace a tu libro y como el enlace era gratuito, gracias por ello, me lo bajé y debo reconocer que he pasado unos momentos muy agradables leyéndolo. Hoy acabo de madrugar para terminarlo. No puedo decirte que me hayas evocado recuerdos totalmente idénticos pues la época es distante 10 años aproximadamente, que en aquella época no era poco, el lugar es diferente aunque no creo que tanto, el ideario también es similar: tu educación religiosa y yo educación para sacerdote como objetivo final del Centro que no siempre tiene que coincidir con el de los integrantes del mismo. Pero la filosofía y el sustrato son muy similares y ahí me sentí tocado. He disfrutado con la similitud de los motes de los profesores. He sido profesor posteriormente y he sido objeto de ello como tal. Geiperman, por mi barba corta, mi estatura y mi prestancia recuerdo en uno de los centros. Me has recordado las canciones de las excursiones. Aquí si no los 14 de la quiniela si acierto con premio. En fin comparto contigo la evocación de estos recuerdos de la infancia y adolescencia que yo creo son los que marcan más en la vida por estar el campo más abonado para ello. Creo que son también donde se fraguan experiencias y “sufrimientos” comunes que unen como ninguna otra cosa.
    Solo agradecerte el que hayas dedicado parte de tu tiempo en brindarnos de forma tan generosa estos momentos.

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  7. HIPÓLITO

    Buenas tardes.

    He leído por fin tu libro. Me gusto mucho y me recordó muchas vivencias de mi paso por el Loyola, que aunque como alumno interno, se complementaban con la de los externos.

    Además, amigo Chaves, estoy muy de acuerdo con todas tus apreciaciones y opiniones en cuanto a la educación recibida ya que a lo largo de nuestra vida, yo creo que se nos nota la «pulida» de los escolapios.

    A fin de cuentas y aunque hay mucha leyenda negra en torno a los internados, nos educaron lo mejor que pudieron; es más creo que fuimos privilegiados de poder estar allí.

    Entre mis momentos memorables esta el que tu tan bien describes, la muerte de Franco, que entre el internado se celebró con saltos en las camas, carreras por el pasillo, y fiesta general en los «apriscos» (división de los dormitorios), hasta que salió el Taffini y nos llamo «anormales», jajaja.

    Fuiste muy benévolo (pero ácido) con los «matones y abusones», ya que a los internos, alguno nos hacía la vida imposible, hasta que ya, a la desesperada, les dábamos una buena ostia (con perdón), a riesgo de llevar después mil, jajajaja.

    Un gran chaval el Arango, gran amigo y baluarte de los internos recién llegados.

    Me hiciste recordar la revista (vaya valor demostrasteis), el «eh» del pato, el éxtasis del Kung-Fu Imas, la bondad del Salsamendi, el veneno del Taffini, las gafas del Faba, las lecciones del Croma, la aceleración de Pepe el Rapido, las clases del Picasso, etc.

    Un recuerdo para D. Primo, al que alguna «Mirinda» llevé del bar (butano de Aniceto a la postre), jajaja.

    Y que decir del «patachula», director de internos, que nos quitaba el famoso carnet para irnos a casa.

    Un recuerdo para todos los internos, en especial para Daniel, que fue mi primer amigo nada más llegar y que tantos paseos dimos por aquel campo de futbol, con Pavón, Cuevas, etc.

    En fin, gracias a ti por este libro; un recuerdo y saludo para todos los compañeros de ese colegio: Carlos Juan, Daniel, Manolo, etc, y gracias por dejarme seguir siendo vuestro amigo después de tantos años. Nos vemos en la próxima cena.

    Un abrazo. Hipólito.

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  9. Buenos días José Ramón:

    Soy madre de un pequeño escolapio de 3 años, aunque soy de Madrid, vivo en Oviedo y me he movido mucho para conseguir que mi hijo entrase en el Colegio Loyola. Mi pequeño es la cuarta generación de escolapios en mi familia y eso me alegra enormemente. Yo misma fuí en COU a escolapios en Gaztambide (Madrid), único curso en que el colegio era mixto en mi época.

    Estoy leyendo tu libro y la verdad, me fascina y a la vez me entristece al saber que mis hijos no vivirán experiencias similares ni tendrán estos gratos recuerdos de su infancia. Yo también «disfruté» de experiencias similares en el colegio de monjas al que asistí y tengo también muchos recuerdos que me hacen sonreir o incluso reir a carcajadas cuando los cuento. Pero estas vivencias es imposible tenerlas si no hay cierta disciplina en el colegio, y esto se ha ido perdiendo a lo largo de estos últimos años.

    Yo también considero que la enseñanza y la disciplina anterior era infinítamente mejor, los valores que nos inculcaban han marcado en gran medida nuestra vida: Ahora hablas de «valores» y parece algo etéreo, «virtual», realmente nadie, especialmente los jóvenes, sabe realmente a qué nos referimos cuando hablamos de ellos. Como madre, me preocupa mucho la época que les ha tocado vivir a nuestros pequeños y espero ser capaz de ir «contracorriente» en todo aquello que considero tan importante como la educación.

    A pesar de que ahora la enseñanza y la vida escolar no es como me gustaría, confío en «los escolapios» y espero que mis pequeños sean felices y se formen en valores en el que ahora es «su colegio», el Loyola de Oviedo.

    Gracias de nuevo por tu libro.

    • sevach

      Estimada Maite: Agradezco tus amables palabras y comparto tu preocuoación por el mundo educativo que les ha tocado vivir, en coordenadas distintas al nuestro. Es cierto que nuestra educación oadecìa rigideces e intolerancia pero mantenía unis valores de resoeto y cultura del esfuerzo que hoy día están aletargados, y te lo digo con la preocupación de padre de tres hijos ( 14, 7 y 5 años).
      Un cordial saludo y confianza

  10. Koldo San Sebastián

    Yo estuve interno tres cursos hasta 1968. La experiencia no pudo ser mejor. Mi primer rector fue el padre Pedro Ruiz, «El Oso». Una navarro poderoso que limpiaba el encerado con algo alumno ruidoso. Nos llevaba de monte. Gran tipo. De prefecto y profesor de Latín, «El Pato» (Padre Felipe). Otros frailes de mi tiempo: «Pichi», el Padre Serafín, El Padre Macías…

Gracias por comentar con el fin de mejorar

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