Sobre los empleados públicos

Quince cosas que no debe decir ningún alto cargo a ningún funcionario

En el Manual del Político ilustrado debería figurar esta lista de las quince cosas que no debería decir nunca a un funcionario

daño-1    Lo habitual es que autoridades y funcionarios,  al tirar ambos del pesado cargo de la Administración Pública, mantengan una relación fluida, que unos casos será cordial y armoniosa y en otros mas fría e impersonal. Ahora bien, manejando cifras grosso modo, nos encontramos con dos millones de funcionarios gobernados por unos treinta mil altos cargos, que deciden sobre dos millones de expedientes anuales, lo que da lugar a tensiones o desencuentros en que el político (coronado como autoridad o alto cargo) pierde los papeles y comete el error de decir lo que no debe al funcionario.

La especialidad de la relación entre funcionario y autoridad, que la distingue de la relación entre un jefe y un empleado de empresa privada,  deriva de su diferente posición y visión de la Administración pública, que por lo general podemos simplificar o caricaturizar así: el político tiene por metas fines políticos; el funcionario se ocupa del camino  y la gestión; el político debe su cargo al partido y el funcionario a un procedimiento selectivo bajo mérito y capacidad; el político estrena el cargo  con fecha de caducidad y el funcionario ocupa su puesto con estabilidad; el político desconoce la normativa pública y el funcionario conoce las consecuencias de incumplirla; el político considera el cargo como un escenario mediático para cosechar votos y el funcionario trabaja discretamente tras las bambalinas; el político novicio suele entrar como un caballo en una cacharrería y el funcionario novicio cree con fanatismo en la Administración transparente, imparcial y eficaz; el político veterano se ha convertido en zorro astuto y el funcionario veterano en tranquilo erizo. Pero sobre todo, en mayor o menor medida (directa o indirectamente), el alto cargo es señor de haciendas y vidas burocráticas, y especialmente del futuro profesional del funcionario.

 Pues bien, por lo que conozco de la pecera burocrática aquí va la lista de las quince torpezas mas comunes en los malos políticos que han sido investidos como directivos públicos. Aunque ya me ocupé con anterioridad de los altos cargos públicos inspirados en el cine, ahora la perspectiva va referida exclusivamente a aquéllas frases que puestas en boca de un alto cargo y escuchadas por un funcionario, provocan zozobra y malestar que éste no merece. Lógicamente se refieren a supuestos de funcionarios que trabajan en niveles próximos al contacto con los altos cargos. Pasen y vean.

 1. Aquí mando yo

Modo drástico de zanjar polémicas o de cortar por lo sano la sugerencia o criterio del funcionario. Subyace una concepción feudal de la Administración en que las cosas deben hacerse, quiérase o no, por el principio de autoridad.

 2. No sabe con quien habla ( o “ Se va a enterar de quien soy yo”)

El viejo resabio fascista de recordar la autoridad, a veces se vuelve amenazador en tiempos de democracia, en boca del alto cargo. Tras esas palabras puede venir un via-crucis en la vida del funcionario: no se promocionará, no recibirá cursos de formación, se le negarán los permisos…etc. Al borde del mobbing.

3. Es una decisión política. Ya está decidido

Con eso se ataja el debate en términos jurídicos o de eficacia, y se pone punto final a las objeciones o sugerencias del funcionario que van en sentido contrario a la voluntad de la autoridad. Suele ir seguido de un “no hay mas que hablar”.

4. No es personal, pero es lo que hay

 Una disculpa ritual, tras la cuchillada al funcionario que ve frustradas sus expectativas profesionales pese a ser razonables y justas.

 5. Lo siento, necesidades de servicio

El pretexto dorado para denegar un permiso o licencia. Un portazo en las narices, que muchas veces no responde a necesidades del servicio sino al puro capricho de la autoridad.

 6. Para algo cobras

 Encierra un reproche al funcionario para incitarle a hacer algo,  olvidando que también el político cobra de las arcas públicas. Y también olvidando que se cobra precisamente por hacer lo que procede en términos de gestión eficaz y legal. No se cobra por hacer tropelías.

 7. Siempre se hizo así y seguirá haciéndose

La resistencia al cambio de la autoridad. Se siente cómodo con procedimientos y trámites trillados, que le permiten mover los resortes e influencias, y no se atreve al cambio, especialmente si lo imponen nuevas normas que no  conoce, que no comprende y lo peor, que no quiere comprenderlas.

 8 .¡ Ni caso !.

 Supone la réplica de la autoridad ante el informe del funcionario con la que se da carpetazo a un asunto en que existe un ciudadano reclamante, un informe jurídico molesto o una comunicación de otra Administración. Nadie nos detendrá. En esos casos, se demuestra un desprecio hacia el ciudadano o a la otra Administración y se opta por tirar para adelante. El problema vendrá dado cuando en el futuro alguien pregunte por la razón de no haber atendido o ignorado la cuestión en su día, momento en que posiblemente el dedo acusador del político apunte al inocente funcionario.malvado

 9. ¡ Guárdelo en el cajón !

  Supone dar la instrucción para que un asunto (solicitud o recurso) quede sin respuesta, provocando la entrada en juego del silencio administrativo. 

  En tal actitud del alto cargo, laten posibles suspicacias o frivolidades como las siguientes:

“ Si respondemos luego seremos prisioneros de lo dicho en un futuro proceso contencioso-administrativo”

“ Mejor que conceder lo solicitado o gastar es no responder y así ganamos tiempo y dinero”

“Mas vale esperar no vaya a ser que sentemos un precedente»

“  Si lo quiere, que recurra”

10. No estoy para oír sus problemas personales

Refleja la deshumanización cuando el funcionario que hace aflorar alguna situación personal. 

 Una variante menos cruel pero dañina es cuando el funcionario le escucha:.¿Cómo era tu puesto, cómo te llamabas?

 Pese a llevar largo tiempo despachando con el funcionario se ve incapaz de recordar su nombre o el del puesto que ocupa, pues la autoridad deja caer su mirada sobre los funcionarios como el general sobre la tropa: todos iguales y despersonalizados.

 11. Hay que ahorrar

    Mandato genérico que deja al funcionario sumido en la perplejidad cuando ante la ausencia de toner para la impresora, insuficiencia de folios u otra carencia, ve como el alto cargo mira de reojo su coche oficial y llama al conductor por su móvil última generación pagado por fondos públicos.

12. No me importan sus oposiciones

Expresa el desprecio por la función pública cuando alguien intenta aclarar a la autoridad sus obligaciones como funcionario y lo que tuvo que superar o aprender para alcanzar tal condición, o sencillamente exponer la legitimidad del conocimiento que avala su criterio.

 13. Bien, tendré que pedir un informe externo para decidir en consecuencia

 Típica réplica para apartarse impunemente de un informe jurídico o técnico emitido por funcionario y poder encargar un dictamen de “complacencia” que le sirva de coartada al político para alcanzar una inconfesable finalidad. En su variante mas perversa va seguido del comentario dirigido al funcionario: » Cierre la puerta al salir».

 14. Deje todo, lo quiero ya en mi despacho

   Lo que quiere ya el alto cargo puede ser, bien la presencia física del propio funcionario , o bien un informe o resultado de una labor que le ordena sea ejecutado perentoriamente.  A veces la situación recuerda la del tripulante que achica agua en el barco cuando se hunde, y escucha al capitán la orden fulminante de que le traiga su traje de gala.

    Este zafarrancho puede responder a varias razones:

 –     Un político de superior o supremo rango, frente al alto cargo, le pide información sobre un asunto de su incumbencia.

–     La prensa se hace eco de un asunto y el alto cargo quiere estar al día.

–     Un correligionario político o amigo le pregunta por un asunto concreto y quiere activarlo.

–  La simple ocurrencia del político: acaba de recordarlo.

 No le falta razón al viejo dicho: “ Lo urgente mata a lo realmente importante”.

15. “ Tú, que vales tanto…”

Esta es mi favorita, con doble variante y signo.

Por un lado, puede tratarse de una frase cameladora. El beso de la muerte, pues suele ir seguida de una orden disfrazada de ruego, que comporta un trabajo extraordinario en dedicación, o ajeno al puesto de trabajo o complejo, o quien sabe.

En una segunda variante mas cruel suele situarse en el siguiente discurso: » Tú que vales tanto, no tienes por qué permanecer en este puesto toda tu vida, quizás es hora de que concurses o te traslades»

Y eso es todo, si alguien conoce alguna otra frase inquietante pues será bien recibida en Comentarios. Gracias.

 

12 comments on “Quince cosas que no debe decir ningún alto cargo a ningún funcionario

  1. El reverso de la número 14: «Lo que hoy es urgente, mañana será más urgente. Y ya que llego tarde al partido de golf.»

  2. Hay que reconocer Sevach que escribes con gran amenidad, soltura y yendo al meollo de las cosas; te mando mi felicitación desde tierras murcianas, como jurisdicente tus «clientes» abogados tienen que estar contentos contigo porque razonar bien desgraciadamente no es muy común entre integrantes de la judicatura ni siquiera a los más altos niveles TS (donde por cierto se entra por padrinazgos y enchufes como bien sabes). Uno de los pocos amigos jueces que tengo (la escasez es porque cuido la calidad de mis compañias y el estado de la judicatura en general es temible) me comentaba en broma que el quid estaba en la Escuela Judicial en cuyos sótanos existían unos quirófanos donde al recien aprobado se le efectuada una «lobotomia». Mi maestro de abogacia, un abogado eminente en su ramo, se hizo juez por el cuarto turno y lo explicó de la siguiente forma: «me he hecho juez porque no soporto a los jueces».
    En resolución que haces un blog de alta calidad e interés para juristas en general y es justo reconocerlo.

  3. sevach

    Pues Juan Luis, gracias por las buenas palabras que en los tiempos de crisis y reservas mentales que vivimos, siempre son bienvenidas. En cuanto a si los abogados o clientes están o no contentos con el juez que les toca en suerte, hay que parafrasear a Luis XVI cuando decía aquello de » cada vez que nombro un empleado para palacio, genero cien descontentos y un ingrato», o sea, que el que pierde un pleito siempre está descontento y el que lo gana solo se mira en el espejo y se queja contra un sistema que, teniendo razón, le ha obligado a embarcarse en el pleito. Y me temo, que no le falta razón. Un cordial saludo

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  5. Como siempre Sevach acertando de plano en lo que dicen los «altos» cargos políticos.

    Pero todo esto lo dicen los «altos» cargos porque pueden decirlo, como es obvio, esto es, que pueden decirlo porque si el funcionario se dirige a un Juez de lo Contencioso para combatir la prepotencia, chulería, arbitrariedad, abuso de poder o imprudencia del carguillo político lo normal (la estadística avala esa normalidad) es que pierda el pleito. Así, los más valientes funcionarios (que suelen ser los más preparados y litigan representándose a sí mismos) si se lanzan contra la trinchera política a defender su honor serán repelidos por el político sin necesidad de esforzarse, pues la bayoneta judicial se encarga de hacerle gratis el trabajo. De ahí a provocar el pánico en el resto de los funcionarios sólo hay un paso. Luego nos preguntamos, cuando vemos el enchufismo o la inutilidad rampante, «¿cómo hemos llegado a esto?».

    Me permito sugerir al maestro Sevach (quizá abusando de su valentía y que me disculpe si le pongo en un brete incómodo) que escriba otro magistral post sobre algo así como «Quince cosas que un juez de lo contencioso debería pensar al sentenciar a un funcionario». Sentenciar, en el sentido popular del término, porque realmente en muchas sentencias se trasluce un «no me venga usted a calentarme la cabeza con sus problemas de trabajo» sin considerar que si los problemas laborales de un funcionario se juzgan en la jurisdicción administrativa es porque la relación funcionarial es de interés público, o sea, interesa a todos, no a las dos partes, como en el resto de trabajadores. Y si hemos llegado al actual nivel de deterioro de las AA.PP. es por algo.

    Doy algunas ideas: «la potestad autoorganizativa lo permite todo»; «el mobbing en la Administración no existe»; «las necesidades del servicio justifican la omisión del procedimiento»; «la Administración puede poner el sueldo que le dé la gana a sus enchufados»;…y cosillas por el estilo.

  6. Juan Jo

    ABUSO DE SUPERIORIDAD

    De los excesos de los altos cargos
    pruebas hay y también algún indicio,
    los atropellos ya vienen de largo
    y las necesidades del servicio
    pasar te hacen momentos muy amargos.

    Usted no sabe con quién está hablando,
    dice el que manda a quien de él depende,
    y este responde ¡tanto ego hasta cuándo!
    ¿Qué es lo que con ello usted pretende?,
    ¡acaso los huevos estar tocando!

    Que conste que no es nada personal,
    replica el mandamás al subalterno,
    capeando con sorna el temporal
    y como si lo suyo fuera eterno.
    ¿Quizá se olvida que es eventual?

    ¡Qué iluso!, dicho en forma coloquial.

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  8. javier iribarren hernáiz

    Después de largo tiempo alejado de los comentarios (temas laborales) regreso y espero que con continuidad. Quisiera aportar un matiz al punto 7: Siempre se hizo así y seguirá haciéndose. En ocasiones son los propios funcionarios los que se amparan en la costumbre para no asumir las innovaciones. son casos excepcionales, pero es cierto que determinados funcionarios, cual dueños de cortijo también, no ven con buenos ojos que alguién de «fuera» venga a dinamizar (o intentar) aspectos que podrían mejorarse. Repito, es excepcional. Un saludo

  9. Catalina Bornemann Galvez

    Lo primero felicitaciones por el articulo: refleja claramente una triste realidad.
    Lo segundo llamarle la atención sobre algunas características de estructura y de procedimiento que hacen posible y facilitan el acoso laboral en las administraciones públicas. Una de ellas es, como señala en su articulo, la distinta vía de acceso, unos tras arduas oposiciones que garantizan el conocimiento en el área de que se trate, otros a dedazo que garantiza una sumisión incondicional y en la mayoría de los casos una ignorancia absoluta de todo lo que no sea la política de partido.
    Esto se podría evitar eliminando la libre designación sustituyéndola por concurso de méritos profesionales y respecto a los «asesores» … pues quien los necesite que los pague, pero de su bolsillo, no con el dinero público. Como hace cualquier profesional cuando necesita consultar o supervisar algo.
    Otro factor que dificulta la denuncia del acoso laboral se encuentra en los propios protocolos de acoso según los cuales la primera evaluación de la situación, es decir la que dictamina si hay acoso o no, la realiza recursos humanos o la comisión de salud laboral DE LA PROPIA EMPRESA, lo que compromete la libertad de juicio al evaluar la situación. Esto también seria fácil de evitar, simplemente protocolizando que dichas evaluaciones las realizaran consultoras externas expertas en salud laboral. Saludos .

  10. Vicent Ferrer

    Algunas de las cosas que dicen los altos cargos del artículo, en realidad, son exactas. Si es el alcalde el que lo dice, es cierto que manda él. Pero también es cierto que tiene que mandar «informado». Y cuando lo mandado puede tener consecuencias penales nadie puede exigir al funcionario al que corresponde informar que deje de hacerlo. Por tanto, cuando el alcalde le recuerda al funcionario que es a el a quien corresponde decidir, lo mas efectivo es contestarle que efectivamente, es así, pero que dicha decisión no puede ser informada de forma favorable, lo que en realidad es una forma elegante de decir que va a constar el informe en contra en los antecedentes del acuerdo. En mi experiencia, es muy raro que el «alto cargo» se atreva a adoptar un acuerdo contra el informe. Y si se atreve, cuando llegan las sentencias diciendo «como ya informó el secretario…» la facultad de mando empieza a verse de otra manera por su titular.

    En cuanto al informe externo, creo que no debemos poner inconvenientes al mismo, pero en este caso debemos asegurarnos más que nunca que consta también el informe del funcionario. Creo que los funcionarios no tenemos derecho a invocar la exclusividad de los informes de los acuerdos. Si al alcalde no le convence nuestro informe, el derecho no es una ciencia exacta, de manera que es posible que estemos equivocados. Pero nuestro informe debe constar en el expediente.

    Lo que está claro también es que esto va a crearnos una fama que va a tener una influencia directa (y no favorable) en nuestras posibilidades de promoción en futuros concursos ordinarios o libres designaciones.

    Gracias, Sevach, por el blog. No creia que pudiera aprenderse tanto en tan poco tiempo

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