El discreto encanto de las fiestas navideñas para los abogados

Hay un dicho polaco tremendamente malicioso e injusto que afirma que «El diablo elabora sus pasteles de Navidad con las lenguas de los abogados y los dedos de los funcionarios». Y no cabe admitirlo porque los abogados (y los funcionarios, claro) tienen su corazoncito y las fiestas navideñas tienen significado especial para los servidores de la Ley, como los que ahora os expondré. ¡Pasen y vean!.

Lo primero que viene a la mente es que son días inhábiles para alegatos y trámites procesales lo que significa tiempo para descansar, dormir y soñar. Pero permítaseme ir mas allá en clave de humor:

I. Ocasión para contactar con clientes morosos so pretexto de felicitarles las fiestas y sutilmente recordarles que tienen pendientes ciertos honorarios.

 

II. Ocasión para ver familiares lejanos en torno a una mesa y hacer autobombo por si algún litigio inmobiliario, personal, testamentario, multa o similar, requiere nuestros servicios… para el año que viene.

 

III. Momentos de fraternidad con otros abogados (rivales o amigos) con ocasión del vino español ofrecido por el Colegio de Abogados por la Navidad.

 

IV. Ocasión para posponer los asuntos litigiosos y ralentizarlos antes del despegue y galope en el nuevo año.

 

V. Tiempo de clemencia en los litigios, que propicia la transacción, negociación y dejar el machete y la pistola procesal aletargado hasta el año que viene.

 

VI. Ocasión para pasarse por la oficina judicial y aprovechar el ambiente navideño y saludar o felicitar al personal, al secretario o al juez, porque nunca sobra la cortesía y la presentación festiva.

 

VII. Momento para decorar el árido despacho de libros y papeleo con alguna guirnalda o abalorio navideño que de luz y color.

 

VIII. Tiempo de pensar en la Lotería… la lotería del juez que te puede tocar, del cliente millonario que puede consultarte, del asunto jugoso que te dará prestigio, etc.

 

IX. Tiempo para que se siembren litigios necesitados de abogados: consumo de productos en malas condiciones, devolución de regalos, conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, reyertas en las mejores familias a la hora de los postres, disputas entre adquirentes del mismo boleto premiado, etc.

 

X. El abogado habla de la Navidad como de las sentencias que espera: mucho antes de que lleguen y con ilusión, aunque cuando llegan y pasan, se quedan igualmente desilusionados.

 

XI. También el abogado habla del Juez como de Papá Noel, una persona venerable con ropa solemne que traerá un regalito ansiado, e igualmente se quedará perplejo con lo que el saco le deparará.

 

XII. La Navidad como el mundo judicial está rodeado de cuentos de hadas. Y no todos los cuentos comienzan «Erase una vez…». Algunos comienzan: «Se abre la sesión…».

 

XIII. En la Navidad abundan las «felicitaciones» formales, repetitivas y mecánicas y en los procesos judiciales abundan los alegatos formales y mecánicos.

 

XIV. En la Navidad se desea y sueña con comprar sin tasa y en la Justicia se sueña con litigar «sin tasas».

 

XV. En la Navidad como ante los Tribunales siempre se siente frío… o escalofríos.

 

XVI. En Navidad se come y se bebe en exceso, y en la vida judicial cotidiana el abogado ha de «tragar» un exceso de decisiones judiciales erróneas o precipitadas, difíciles de digerir y frecuentemente le producen «resaca» mental, e incluso algunos hasta se plantean dejar de beber… o litigar.

 

XVII. La Navidad como el Ordenamiento Jurídico se representa en forma triangular: el árbol de Navidad y la pirámide de Kelsen. Ambos con la cúspide luminosa (estrella y la Constitución respectivamente) y un gran desorden en los estratos inferiores (guirnaldas, colgantes y luces revueltos, al igual que leyes, reglamentos y sentencias embrollados).

 

XVIII. En Navidad siempre andamos con prisas para comprar regalos, para asistir a cenas y reuniones navideñas… y el abogado siempre anda acelerado para cumplir los plazos y asistir a vistas o incidentes.

 

XIX. Es tiempo de limpieza: en Navidad se desplazan juguetes y objetos hacia la basura para hacer sitio a los nuevos regalos y en los bufetes se tiran legajos y papeles de litigios archivados y zanjados.

 

XX. La Navidad produce estrés emocional por los gastos excesivos y exhibiciones obligadas de afecto, y el abogado se estresa por los gastos que tiene que repercutir al cliente y además obligado a mostrarle afecto y naturalidad.

 

XXI. De niños soñamos con una Navidad con un árbol navideño real y acabamos de mayores con un árbol artificial, y los abogados novicios sueñan con hacer justicia material y acaban veteranos confundiendo la justicia con la sentencia que les da la razón, aunque sea errada o formal.

 

No os olvidéis que hablo en clave de humor, menos fino que el utilizado en nuestro reciente libro «Abogados al borde de un ataque de ética» (Aranzadi Thomson Reuters, 2014), donde se habla de las grandes verdades de la profesión de la abogacía.