Buenas prácticas

Veinte momentos incómodísimos al impartir charlas

Presentation

Para la mayoría de las personas lo de impartir charlas, ponencias o conferencias es un chollo. Hablas de lo que quieres, como quieres y te pagan. Nada de eso. Confieso que me paso la vida explicando que no es ninguna bicoca y que los tiempos de “vacas gordas” han pasado.

Personalmente ofrezco algunas charlas porque disfruto hablando si noto que me prestan atención (un defecto humano) pero si hiciese números en función de costes de tiempo de preparación, sacrificio de ausencia para la familia y ocio y además el trance de someterse al examen implícito de los asistentes en toda charla, el balance resulta ruinoso.

Pero ahora, como es sábado, me apetece exponer tras muchos años de conferencias, charlas y ponencias sobre temas jurídicos, superado el miedo escénico de la primera etapa y tras la necesaria humildad de la segunda (cuando reconoces que muchos asistentes bien podrían estar en tu lugar hablando del tema), los veinte  momentos en que el ponente se siente realmente incómodo en el trance que le ha tocado en suerte. Todos son reales y vividos por mí, aunque estoy seguro que muchos lectores tienen sus propias e interesantes experiencias.

 

1. Cuando te preparas en el hotel para asistir a la ponencia y descubres horrorizado que has olvidado algo de la indumentaria esencial (corbata, cinturón o zapatos que hagan juego, etc). Te ves obligado a improvisar e incluso en algún caso a pedirle a un compañero una corbata para salir del paso.

 

2. Cuando te toca intervenir el último de la mañana y observas con terror el desplazamiento de las ponencias con horror, entre acto de presentación, café, exceso expositivo de otras, y temes que te tocará una exposición acelerada.

 

3. Cuando te toca intervenir con una ponencia a primera hora de la tarde y el público acaba de comer y trasegar, y observas rostros somnolientes arrellanados en sus butacas. Les envidias secretamente y sientes como el tiempo se ralentiza, los párpados te pesan, y te toca animar el baile.

 

4. Cuando te advirtieron de la duración de la ponencia y vas confiado con disponer de tus 45 minutos de gloria y la organización o la presidencia te hace señas de que dispones de menos tiempos por razones de intendencia.

excusasAquí no me resisto a contar, con nombre y apellidos una dura anécdota. En cierta ocasión, el letrado Juan Manuel del Valle y el menda fuimos invitados a la Conferencia de Rectores para hablar en unas jornadas organizadas por el Ministerio de Educación sobre “Retribuciones del profesorado” para lo que disponíamos cada uno de treinta minutos. Pues bien, instantes antes del inicio del acto, el entonces Secretario de Estado (y actual Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con una pésima educación y no menos pésimo gesto, nos informó con un susurro que como había un almuerzo concertado, que cada uno teníamos para nuestro tema… ¡cinco minutos!. De nada sirvieron nuestras quejas así que apliqué mis conocimientos de física, si el tiempo se limitaba y el contenido era necesario, la única solución era acelerar la velocidad expositiva. El resultado fue una situación incómoda porque pocos podían seguir la exposición y las traductoras se quejaban de no poder hacer su trabajo. No nos importó pues no nos gusta la mala educación y nos remitimos a la publicación del texto final.

 

5. Cuando te informan del perfil de los destinatarios que no se ajusta a tu línea expositiva.

Suelo preguntar a los organizadores quienes serán los asistentes y su perfil, para ajustar el tono, expresión y contenido a lo que esperan. En cierta ocasión me invitaron a hablar por la Delegación del Gobierno de Madrid de las sanciones de expulsión en materia de extranjería. Confiado en que los destinatarios eran funcionarios policiales y gestores de la Administración expuse criterios bajo la perspectiva de la Administración actuante; en el turno de preguntas para mi sorpresa se lanzaron furibundos los presidentes de las asociaciones de inmigrantes que acechaban con planteamientos sociológicos y no jurídicos. Bastante tensa la situación.manteo

 

6. Cuando cuentas con exponer transparencias o presentación audiovisual para enriquecer la charla e instantes antes de su comienzo los “duendes informáticos” te traicionan.

Recuerdo cierta charla en la Escuela Gallega de Administración Pública en que todas las pruebas técnicas previas iban bien, pero al momento de comenzar por mucho que tecleaba para que figurase en pantalla el guión no sucedía nada, y me vi obligado a reclamar con sutileza la presencia de un técnico mientras dada unos tremendos rodeos expositivos para dar tiempo a solucionar el problema, como felizmente sucedió.

 

7. Cuando acudes a un lugar remoto con una charla compleja preparada y nadie te preguntó por el número de cuenta bancaria, y dan por sentado que eres de una ONG u orden mendicante que da conferencias gratis. O cuando por todo pago te entregan un libro institucional sobre los tréboles en el Condado de Treviño o sobre el Color de la noche cuando los pájaros cantan, o sobre… ¡trigonometría! (caso real de una Universidad que me invitó y me regaló ese libro del Servicio de Publicaciones!.

 

8. Cuando vas a ofrecer una charla con ánimo de cercanía y te encuentras con pocos asistentes pues nadie se ocupó de publicitarlo y además que se sientan al final dejando un amplio espacio como si fuere un “foso de cocodrilos”.

 

9. Cuando la noche anterior a la ponencia, sales de cena con otros ponentes y/o amigos y descubres horrorizado que te dan las cuatro de la mañana y… ¡estás afónico!.

Eso me sucedió realmente en una charla que tuve que dar en Úbeda y entre copas y nieblas, a las 5 de la mañana tenía una afonía inmensa. Aterrorizado logré dormir tres horas, y unas gárgaras matinales me permitieron salir milagrosamente airoso del lance.

 

10. Cuando te encaminas a impartir la ponencia y has extraviado el guión y te ves obligado a una forzada improvisación.

En cierta ocasión tenía que impartir una charla en Andalucía sobre recursos administrativos y al «haber perdido los papeles» hice una sencilla introducción e invité a los asistentes a dar su opinión y ser participativos. Curioso: el resultado fue una charla de las mejor valoradas, precisamente por salirme del guión habitual.

 

11. Cuando el día anterior o instantes antes de la ponencia te informan de alguna mala noticia, desgracia o similar que te dificulta la concentración.

Una tarde de hace un par de décadas tenía que impartir una charla ante funcionarios canarios y el día anterior telefónicamente mi pareja me dio el pasaporte (amigovia las llaman ahora). Malas condiciones para hablar de urbanismo cuando mi corazón era una ruina: lentitud, distracción, seriedad… Pero el payaso tiene que salir a la pista de circo igual.

 

12. Cuando te presentan leyendo el curriculum con un detalle “a tiempo real” y notas que los asistentes se aburren y tú quieres ya comenzar porque ves que el tiempo se recorta y lo accesorio desplaza lo principal.improivsando

Aunque en línea con esto no puedo menos de recordar cierta charla que ofrecí en Valladolid, donde tras presentarme, el amable organizador les dijo a los funcionarios asistentes algo así como esto: “Y ya saben, cuando termine el ponente, les ruego que aplauden”. Me puse colorado y abochornado por ese derroche de espontaneidad.

 

13. Cuando te toca impartir una charla sobre un tema que no dominas y que la mayor parte del público controla más que tú, con lo que intentas un pase rápido y digno.

En cierta ocasión sustituí a última hora a un ponente que me pidió el favor,  tratándose  de una charla sobre valoraciones inmobiliarias para arquitectos. Me dí un atragantón de leer e intentar avanzar en tan duro tema y conseguí salir del lance por los pelos pues podía notar las miradas de los asistentes entre la sorpresa y la lástima.

 

14. Cuando esperas tu turno en la Mesa mientras expone otro ponente y descubres con horror que un tercer ponente… Cierra los ojos con más que somnolencia… Y suavemente le das con el pie mientras le pones la mano en el hombro para mostrarle un vacío papel… para despertarle.

 

15. Cuando el que te precede “te pisa” la intervención y aborda buena parte de lo que habías preparado. Le miras de soslayo desde la Mesa de ponentes con cara de póker mientras intentas ingeniártelas para salir bien del lance.

Y no digamos como te quedas cuando otro ponente está leyendo fragmentos de un artículo tuyo… ¡sin ponerse colorado!.

 

16. Cuando expones ilusionado y haces algún chiste o comentas una anécdota y compruebas que no despierta ninguna sonrisa ni risa… y te preguntas en tu fuero interno si habría que tomarles el pulso a los asistentes.

 

17. Cuando alguien del público efectúa una pregunta incómoda, difícil o sobre un caso concreto y cuya respuesta posiblemente la sabe el interviniente mejor que tú (a veces la hace para demostrar su propia erudición).

Aquí tengo que contar una anécdota de cierto Presidente de Sala de lo Contencioso-Administrativo que invitado a una charla por un compañero magistrado, y llegada la hora final, como nadie preguntaba, el compañero magistrado le preguntó al Presidente en público una cuestión terriblemente enrevesada. El Presidente le miró de arriba abajo y le dijo: “¿Tú me has invitado para hablar, o para pillarme?. Las risas relajaron el ambiente.dudas del ponente

 

18. Cuando alguien del público hace una pregunta ininteligible o dificilísima y estando varios ponentes compartiendo mesa, cada uno con suavidad intenta a la hora de responder “pasarle el muerto” al ponente de al lado. Es algo como el juego de “la queda”.

 

19. Cuando has terminado tu charla satisfecho, y el organizador te susurra o te pasa un papelito discretamente en la Mesa que te invita a seguir hablando lo que quieras durante diez minutos porque está al llegar el Director General, el Alcalde o la autoridad correspondiente. En ese momento te ves obligado a poner a prueba el ingenio y a resucitar tu charla intentando mantener animado al público como un charlatán de feria (¡y me ha pasado tener que estar hasta 40 minutos!).

 

20. Cuando al término de la exposición alguien te saluda cariñosamente, te llama por tu nombre y alude a una anécdota o encuentro pasado, y tú sufres como un perro por no poder recordar su nombre ni la ocasión del anterior encuentro.

 

Y si alguien quiere añadir alguna anécdota personal pues puede dejar un comentario. Gracias.

En fin, si alguien está interesado en visualizar alguna de mis intervenciones, con sus virtudes y defectos, aquí está la Videoteca.

 

7 comments on “Veinte momentos incómodísimos al impartir charlas

  1. Pepe Muñiz

    Mi más sincera enhorabuena, una excelente y amena síntesis del día a día de conferenciantes y profesores.

  2. Gregorio L. Piñero Sáez

    Acertadísimos y totalmente reales y comunes estos veinte «momentos incómodos» que nos has descrito.
    Personalmente me he visto en bastantes de ellos. Y añado uno: cuando te formulan una pregunta que nada tiene que ver con la materia expuesta, pero que se refiere a otra conferencia que diste o a un artículo, y el interlocutor aprovecha tu presencia para preguntar al respecto. Especialmente incómodo resulta si, además, una reciente sentencia ha cambiado el criterio jurisprudencial o es contrario a la opinión que vertiste. Y -como suele pasar- no recuerdas con precisión este último.

  3. Gracias por compartir…especialmente lo del punto 11.

    • La situación del punto 11 me parece realmente muy grave y lamentable.
      ¡Debería estar prohibido dar el pasaporte por teléfono!
      Creo que años o meses de relación, convivencia y hasta sexo, merecen ser despachados de forma menos fría que con una simple llamada telefónica, que no somos alemanes…
      Gracias por compartir hasta tus intimidades. Y lamento mucho la situación, aunque a enemigo que huye, puente de plata.

  4. Juan María Moreno Urbano

    Me he visto retratado de muchos de los 20 puntos, pues me han pasado cosas muy parecidas.

    En el aspecto negativo remarcaría que:

    -El periodo de preparación que requieren, el nivel de esfuerzo que hay que realizar para poder dar una ponencia o conferencia digna, y la sensación que te acompaña durante varias semanas de que vas a ser sometido a un examen que te presiona psicológicamente más que los exámenes de la carrera.
    La remuneración por la conferencia (cuando se produce, que no siempre se produce….a veces ni siquiera –me ha pasado- el pago de los gastos de desplazamiento) no suele compensar el esfuerzo realizado.
    -La inseguridad que puede producir a la hora de redactar el borrador el no tener claro si algunas de las ideas que vas a exponer son plenamente cosecha propia, o conclusiones o razonamientos de otros y que de forma más o menos inconsciente has hecho propios tras la lectura y estudio de sus publicaciones en el periodo de preparación de la ponencia o con anterioridad (momentos éstos últimos en que estudias o lees sólo para formarte y sin pensar en “derechos de autor”).
    -La responsabilidad que supone que los textos de la conferencia o los powerpoint en muchas ocasiones acaban siendo “dominio público” cuando los organizadores los publican en la web, o los reparten entre los asistentes.

    El aspecto positivo que señalaría que preparar charlas o conferencias te hacen profundizar en muchas materias y te mantienen al día, y que pueden llegar a producir una gran satisfacción personal cuando percibes de quienes te escuchan que verdaderamente les ha gustado tu exposición.

  5. Juan María Moreno Urbano

    Y me faltaba otro aspecto negativo muy importante….cuando al realizar el IRPF al año siguiente compruebas que lo poco que has podido cobrar por esas charlas o conferencias, con una retención pequeña, «no favorecen» los resultados de la declaración-liquidación.

  6. Juan Manuel del Valle Pascual

    No me queda más remedio que delatarte, Sevach: Lo que cuentas es de lo que has visto, no de lo que te haya pasado. Os digo a los demás que Sevach es espectacular en las conferencias. Ahora se ha vuelto más serio, y más si le graban, que si no…. Y de lo que cuenta en el apartado 4, la cosa fue más graciosa aún. Nos dieron 5 minutos por barba para exponer un trabajazo que necesitaba una hora de cada uno, que menos mal que está en libro. Empezó Sevach a la velocidad en que salía antes Alonso. Y fue venir corriendo una chica a decirnos que hablara más despacio que iba a matar a la traductora simultánea. Pero el caso es que al acabar, dos rectores nos pusieron a caldo por alguna cosa que proponíamos, y que tiempo después se ha llevado a la práctica con éxito.

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