Contencioso Lenguaje

Del español jurídico: lo serio y lo divertido

DiccionarioRecibo con alborozo la noticia de la publicación del Diccionario del español jurídico (Espasa, 2016) fruto de un Convenio entre el CGPJ y la Real Academia Española (RAE), cuyo aval es el Director de la obra, mi admirado Santiago Muñoz Machado (Catedrático de Derecho Administrativo y académico) y que “recupera los criterios que usó la Academia en el Diccionario de autoridades y no se limita a definir las palabras, sino que añade una explicación sobre el uso y procedencia del concepto con apoyo en la legislación, la jurisprudencia y los autores”. Un amplio volumen de 1669 páginas, con 30.000 entradas y participación de 130 profesores y catedráticos de universidades españolas seleccionados por especialidades del derecho.

No deja de ser curioso que se avance en esa línea de precisión de conceptos y respeto a la tradición y apoyo en el uso, y paradójicamente hace unos días el gobierno español se comprometió a la expulsión del latín del templo judicial.

Una vez fijados los conceptos, términos y jergas en sus justos términos con tan magna obra, queda la labor mas difícil; inculcar las cuatro reglas de oro que no están en los libros, a letrados y jueces en sus escritos o alegatos orales: Claridad-Exactitud-Brevedad-Orden (CEBO). Cualquier escrito sin una de esas cuatro patas, cojeará.

Nos recordaba G.K. Chesterton aquello de “Divertido no es lo contrario de serio; es lo contrario de aburrido”. Por eso me parece oportuno recordar que el lenguaje jurídico tiene plasticidad y permite juegos de palabras, como por ejemplo en los tiempos de corrupción actuales, es curioso el palíndromo (palabra o frase capicúa que se lee igual en ambos sentidos) del venezolano Darío Lancini: “Son robos, no sólo son sobornos”.

Ello me lleva a resucitar un viejo post, a petición de algunos lectores, sobre la riqueza del lenguaje jurídico y como se presta a juegos de palabras. No solo a estrategias retóricas en el foro sino a divertimentos curiosos. Veamos las sorpresas que aguardan al jurista tras las palabras.

palabrejas1. Así, Víctor Carbajo ha tenido el extraordinario mérito de recopilar (y crear) nada menos que 42.424 palíndromos españoles o frases-espejo en una extensa publicación. Dado que para el común de los ciudadanos el Derecho es jerga o jerigonza, no viene mal sonreír ante algunos de esos palíndromos que entresacamos por su perfil jurídico.

Me asombra que una frase de contenido jurídico pueda leerse al derecho y al revés con significado.

A la ley óyela.
A su caso leyó… y él os acusa.
A votar la Ley… y él al rato va.
Daba ley ese y el Abad.
Dani, mi ley eliminad.
Ley: era Rey él.
Ley oyó: o yo, o él.
Y él ama la ley.
A Boris la pena da Nepal si roba.
Anulada nula, alunada luna.
Y ella era la real Ley.

Pero el que me encanta es este: “Agota la toga”. Y seguro que a los abogados algo les sugerirá aquél de “Su rival fuma cosas o camufla virus”.

Por algo, se ha dicho, ya fuera del mundo jurídico, que la primera frase del lenguaje humano era un palíndromo, pues cuando Adán se presentó a Eva en el paraíso dijo “Madam, I’m Adam”. Otros dicen que Adán incluso fue mas allá al decir: “Madam in Eden, I’m Adam”.

libro juridico2. Mas frecuente en el mundo del Derecho es la anfibología, palabra de origen griego, que viene de amphibolos (ambiguo, equívoco) y logos (palabra, discurso). Se trata de una frase que puede tener dos o mas lecturas. Buena parte de las luchas judiciales versan sobre la interpretación de la norma y no faltan las palabras anfibológicas.

Descendiendo de nuevo al terreno del humor, lo cierto es que el escenario judicial ofrece graciosos ejemplos de significados equívocos. Se parte de la “vista oral” (curiosa combinación de contrarios); se pide la “venia” (y nadie viene, ni se espera que se de); los peritos “evacúan” informes (y no parece que hagan tal cosa en el foro); los testigos “deponen” (nada hay en la sala de vistas a tal efecto); se plantean recursos de “súplica” (nada se “suplica” pues es un derecho); o el juez se declara “incompetente” (curioso ejemplo de humildad); por no decir el uso del solemne título de “sentencia” (parece venir de la palabra “sentir” y nada mas frío e impasible).

Claro que también hay frases del mundo jurídico que tienen espejo real de otros ámbitos, como el doble significado,no incompatible que deriva de la expresión “perder el juicio”.

Por eso, con la colaboración de los lectores elaboré este Diccionario procesal humorístico básico.

quevedo3. Así, la práctica forense por su dimensión oral es terreno propicio para la ironía, el juego de palabras e incluso el gracioso calambur, ya que es sabido que la solemnidad del proceso parece repugnar la ironía, lo que obliga a los avispados letrados y jueces a utilizar algún que otro juego de palabras para sugerir con sutileza lo que no pueden decir.

Aquí no me resisto a recordar un famosísimo ejemplo real de cómo la habilidad del lenguaje permite afrontar soterrados ataques. Se trata de la apuesta ganada por Francisco de Quevedo (1580-1645) que se propuso citar la cojera de la reina en su presencia. Para ello, el escritor se presentó ante su majestad con una flor en cada mano y le dijo: “Entre la rosa y el clavel, su majestad escoja”.

A mí se me ocurre en la misma línea, un abogado que tras recibir una sentencia desestimatoria le estreche la mano al juez y le diga: “Siga fallando, señoría”.

4. A veces el juego de palabras es la legítima defensa del ciudadano ante el espectáculo judicial, como la divertida humorada ofrecida por el Catedrático Nicolás Pérez Serrano sobre la gráfica explicación que efectuó un letrado a su cliente de cual era el sentido y dinámica de las vistas ante una Sala o Tribunal como órgano colegiado: “uno que atiende y no entiende”, otro “que entiende pero que no atiende”; y un tercero “que ni entiende ni atiende”.

5. La importancia de la sintaxis y la puntuación en el mundo administrativo la intenté demostrar en un humorístico microrrelato sobre alcaldes y jueces.

exctraNOTA DE SOCIEDAD.- En relación con la literatura jurídica y particularmente con los ensayos de tono humorístico sobre el mundo de los empleados públicos, citaré mi último ensayo, realizado a dos manos con Juan Manuel del Valle Pascual, titulado Los diez pecados capitales de los empleados públicos  (Amarante, 2016) donde repasamos en clave de humor  los siete pecados clásicos (soberbia, ira, lujuria, gula, envidia,avaricia y pereza) junto a tres adicionales (intransigencia, frivolidad y oportunismo),  sin mengua de realismo y manteniendo nuestro cariño hacia los habitantes de las oficinas públicas.

El libro ya puede adquirirse a golpe de click bien directamente por internet a Editorial Amarante, o a Amazon bien en la Librería Gaztambide de Madrid (C/ Gaztambide, 6), en la Librería Cervantes de Oviedo (C/ Doctor Casal, 9), o prácticamente en cualquier otra mediante pedido,

Los diez pecados capitales de los empleados públicos (Leyenda y realidad de una tribu universal) - José Ramón Chaves - Juan Manuel del Valle - Editorial Amarante

8 comments on “Del español jurídico: lo serio y lo divertido

  1. Juan Manuel del Valle Pascual

    No podía ser otro que nuestro bien querido Santiago Muñoz Machado quien elevara lo legal a la categoría de vital, lo jurídico a la semántica, quien del foro haga Real Academia, desde la academia real, un tanto al uso de María Moliner, pero haciendo la revolución desde dentro, con su fina elegancia de siempre. Aunque algo tarda en contar con Sevach en sus andanzas.

  2. Jacinto Villa

    Me alegro de la publicación del Diccionario del lenguaje juridico, cuyo contenido, si pretende ser divulgativo, va a ser muy comptometido. Sin embargo, parece q va por otros caminos, mas interesantes y seguros, de formacion y valoraciones juridicas. Muñoz Machado, promotor, hsbrá intentado dar calidad a la publicacion. Pienso adquirirla e irla leyendo en ratos q tenga.
    Sin embargo no participo del entusiasmo de Chaves por el dato de q el Gobierno haya acordado tomar alguna iniciativa para prohibir el uso del latin en las sentencias. Tampico participo de su referencia a la optimizacion de los escrito amenos o divertidos en el quehacer juridico.
    Esto ultimo, porque quien busque divertirse tiene muchas otras opciones más seguras, mientras q el quehacer del operador juridico debe ser eminentemente de una excelente técnica, rigor estructural, tematico y expositivo, a la vez q imaginativo en defensa de opciones, aunque no sean convencionales, si les dota del anclaje juridico suficiente. El Derecho es evolutivo, no está fosilizado.
    En cuanto a la prohibicion de uso de términos de nuestra cultura juridica romana, me parece, no un brindis al sol, sino un atentado contra la independencia judicial y una injerencia administrativa. Otra cosa es que se abuse de las citas en latin, o que sean innecesarias, pues en tal caso puede ocurrir que la resolucion o el escrito de parte no sean claros. Bueno, no seria ocioso en tales supuestos, pedir una aclaracion al abogado o al magistrado. Pero imposiciones instrumentales en la expresion juridica, me suena fatal, me apena y a la vez me molesta que se dedique el tiempo de trabajo de administradores publicos a esta funcion ineficaz, obviando dedicarse a tareas que reclaman a gritos su esfuerzo.

  3. No se por qué hoy el humor de nuestro queridísimo ‘Webmaster’ me hace menos gracia, pues recuerdo el calvario que hubo de sufrir Don Santiago Muñoz Machado -que fué profesor mío-, y que reflejó magistralmente en un libro que llevaba como título el de una cafetería de Madrid.

    Hay días en que uno no está para nada…y eso que en mis lares también hay también un despropósito que se denomina «Nota Verbal», el cual, por cierto ni se firma.

  4. Muy interesante, como es habitual, el post.
    Sin embargo, creo que el punto más emocionante de dicho diccionario no es su contenido sino el uso que harán del mismo jueces, magistrados, abogados y demás profesionales del Derecho. Probablemente sea uno de los trabajos doctrinales más importantes que se hayan visto últimamente y su aplicación práctica por parte de jueces, en sus sentencias, y de abogados, en sus demandas, contestaciones y recursos, resulta muy interesante.

    Sería curioso ver como un abogado rebate la opinión de un colega alegando la discrepancia de sus afirmaciones con el contenido del diccionario del español jurídico… Intento profundizar un poco más en la cuestión en mi blog por si a alguno le interesa un poco más la idea

    https://renglonderecho.wordpress.com/2016/05/01/la-rae-el-diccionario-juridico-y-su-validez-como-fuente-del-derecho/

    Un saludo señoría y gracias por su estupendo blog!

  5. Admirado José Ramón:

    Todos los que nos dedicamos al Derecho, y más aún si lo hacemos desde el ámbito académico, creo que coincidiremos en que los diccionarios jurídicos son obras esenciales para nuestra disciplina, de la misma forma que resultan indispensables los diccionarios médicos -para la Medicina-, o los diccionarios etimológicos -para los estudiosos de la historia de la lengua-. En el caso de los diccionarios jurídicos, esa necesidad es incluso más apremiante o está más justificada, si se me permite, puesto que sirven para acercar a los ciudadanos una materia que es esencial para la convivencia y que, como todos sabemos, está repleta de términos y expresiones que la «gente llana» considera poco entendibles. Es decir, los diccionarios jurídicos son, sobre todo, obras que deben clarificar el sentido de lo que la Justicia dice. Deben contribuir a generar seguridad jurídica, por tanto.

    Pues bien, dicho todo eso, mi reseña al Diccionario del español jurídico, en este enlace: https://dej2016.wordpress.com/

    Un afectuoso saludo,

    Sebastián de Jonasola

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