Contencioso Sobre los abogados

¿Con socios así… qué abogado necesita enemigos?

acuerdosLa historia se ha repetido infinidad de veces. Dos o más jóvenes graduados en Derecho deciden iniciar la aventura de la abogacía fundando un bufete y compartiendo gastos y disfrutando de las economías de escala y las sinergias. Ilusiones, energías y dinero en común. Un comienzo prometedor.

Incluso se alegran de poner en común amigos, parientes y conocidos con sus potenciales litigios. Todo resulta venturoso en los comienzos, donde se cuidan los detalles (rótulo, equipamiento, biblioteca, etc) y se inicia la andadura.

También se da el caso de que la unión tenga lugar tras la consolidación como abogados, cuando se han hecho un hueco en el mercado, su nombre suena y desean crecer. Es el caso de dos o más abogados, que se conocen de la Facultad o del foro, o de las cervecitas o vinos al término de la jornada, o gracias al networking jurídico, y acaban hablando de lo bonito que sería unir fuerzas, enlazar los nombres en un acrónimo, siglas o marca de abogados, y se embarcan en un proyecto mas ambicioso.

Tales bufetes compartidos, con la modalidad de socios, asociados, participados o mera coexistencia, suelen mostrar la solidez de los matrimonios. Frecuentemente se mantienen boyantes y crecen, pues suman sus aportaciones, pero en otras ocasiones, el amor se rompe y los problemas se presentan.

crisis1. Hay bufetes que son la crónica de una ruptura anunciada. En otros, las desaveniencias aparecen como las grietas en las presas por variadas causas. Sin saber como, empieza la dinámica de la tensión y el desencuentro. Las miradas de soslayo al socio y la crítica interior.

Un día se discute por la forma de llevar un litigio, otro por quien trae más clientes, otro por si alguien actúa de cigarra y otro de hormiguita, otro por las horas que uno dedica de más o de menos…

En otras ocasiones la ruptura viene por razones similares a las que dijeron que dieron al traste con el grupo de los Beatles (Yoko Ono), pues un buen día, la pareja de uno de ellos, comienza a influir o criticar.

O por la humana ambición, al igual que otros grupos musicales en que alguien se cree que tendrá mas éxito como solista que formando parte de un grupo.

O porque otro bufete hace una oferta a uno de ellos (“el viejo dicho del pez grande se come al chico”).

adelante2. Ni que decir tiene que en época de crisis económica, cuando los clientes no entran o los pleitos se pierden, la tensión aumenta en el seno del bufete.

Antes de rumiar las razones de la decadencia hay que esforzarse por acometer un diálogo entre socios, en clave positiva, para hacerse varias preguntas fundamentales y buscar respuestas: ¿Cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles?, ¿Qué tiene ese otro bufete exitoso que no tiene el nuestro?, ¿Tenemos que cambiar el método, el área de especialidad, la publicidad o innovar en tecnología?, ¿Intentamos fusionar nuestro bufete con otro?. Algo hay que hacer para cambiar la tendencia. Como siempre, camarón que no nada, se lo lleva la corriente. Y como ya comenté en un post anterior, ¡Abogado, los tiempos están cambiando!

3. Y si el diálogo no lo consigue, el bufete continua como un carro tirado por caballos que se patean o persiguen distintas direcciones. Malo para los clientes, malo para ellos, malo para su reputación.

Y lo que era un matrimonio jurídico de sana conveniencia se convierte en un divorcio con estrépito. Y comienza el reparto de los restos del naufragio, y la lucha por la cartera de clientes, y por quedarse con la marca del despacho… Y luego dejan de hablarse… y luego pasan a criticarse.

Two young caucasian office worker starting to fight

Para evitar esa lucha por los escombros del derrumbe, bueno resultaría prevenir al inicio de la andadura del bufete, y pactar documentalmente las condiciones de una eventual ruptura, y en caso de llegarse a una situación insostenible bien está que medie o tercie un abogado que sea amigo común, respetado por ambos.

Todo antes de herirse o judicializar la separación del bufete.

4. Por eso, me interesa decir algo evidente pero que se olvida cuando la ira domina.

Un abogado vive de su reputación y de su capacidad de negociación. Y por eso, no debe permitir sombra alguna sobre ambas. Por eso, debe extremar paciencia y voluntad de salir de la situación con elegancia, y sin perder los papeles. Hay que seguir el consejo de Cela, “el que resiste, gana”.

No hay nada malo en que un bufete siga el principio de la naturaleza: nacer, crecer, reproducirse y morir. Mejor la escisión del bufete que tener dentro un “enemigo íntimo”. Lo auténticamente malo es que se muera el bufete y nuestra credibilidad como abogados.

El mundo del derecho es una colmena y el zumbido alerta de las idas y venidas, filias y fobias, fusiones y rupturas a todos los operadores jurídicos. Todo se sabe en el mundo de la abogacía, y los clientes también. Y al margen de la opinión distorsionada que Google ofrece de los abogados, la que realmente importa es la reputación en el foro, en la localidad, ante los compañeros y jueces. Eso es valiosísimo y no se puede hacer peligrar.

Es más importante para un abogado su reputación que su ciencia. No sólo la reputación como experto jurista sino la reputación como persona dialogante. Ambos, reputación y ciencia, son armas invencibles, pero ciencia sin reputación es como un restaurante con productos de calidad y un cocinero desaseado: negocio desastroso y clientes en fuga.

ngo

4 comments on “¿Con socios así… qué abogado necesita enemigos?

  1. Meg (@mejugenia)

    Llevo varios años ejerciendo por mi cuenta la abogacía. Como no tenía ni dónde ni con quién asociarme, decidí alquilar un pequeño despacho dentro de otro más grande, donde estábamos una procuradora (dueña del piso), tres abogadas asociadas y yo. Sólo compartíamos gastos y un buen día las otras tres letradas decidieron ampliar despacho y marcharse a otro más grande, más moderno y molón. Un año después, la sociedad se había disuelto, en un mar de problemas tanto jurídicos como personales e, incluso, médicos. Yo sigo al pie de mi pequeño despacho, compartiendo sólo gastos (ni clientes ni beneficios ni how-know) con la procuradora inicial y un nuevo compañero que ha entrado en los mismos términos a este nuestro despacho.

  2. FELIPE

    Es evidente que se está produciendo un cambio de era en nuestra profesión. La diversificación de la vida, los negocios y el trabajo, unido a revolución digital, a la descomunal creación normativa y a la variopinta jurisprudencia existente hacen que todo sea más complejo y difícil de asentar y aprehender. Ello influye directamente en la Abogacía haciéndole estar en una situación de tránsito en la que coexisten diversos modelos y formas de entender la profesión (despachos tradicionales, grandes despachos, despachos empresa -multidisciplinares-, despachos individuales, despachos -fantasma- de internet…).

    Por eso, quizás, antes de poder hablar de reputación habría que concretar de qué tipo de abogacía/abogado hablamos. De no ser así, muchos de los implicados entraríamos en la peculiar categoría de ¡la mala reputación! del gran Brassens. Entre otros: quienes queremos vivir fuera del rebaño (la mercantilización de la profesión); quienes queremos tener nuestra propia fe (no a la estandarización de los servicios jurídicos, sí al conocimiento -reflexivo y crítico- y a la aplicación -comprensiva, variada y creativa- del Derecho); y quienes, en suma, no queremos seguir al abanderado (llámese mercado: por vía de reducir precios, hasta lo indigno, para captar o quitar clientela; denomínese medios de comunicación: por vía de pagar publicidad de nosotros mismos o de arrimarnos a instituciones, sindicatos o partidos; titúlese Colegio de Abogados: por vía de medrar -dentro de los mismos- para ser conocido y reconocido y entrar en contacto con despachos señeros o instituciones; nomínese vil metal: por vía de aceptar, sin filtro alguno, todo tipo de asuntos y/o clientes, o de justificar su llevanza con minutas disparatadas.

    Creo, en definitiva, en ¡la mala reputación! de Brassens. En una abogacía limpia, ARTESANA y con criterio propio. Que no se mira en el tiempo sino en el trabajo bien hecho. Que tiene sagacidad, capacidad persuasiva y aprende todos los días el oficio. Que actúa con paciencia, discreción y prudencia. Que está convencida de lo que hace y de cómo lo hace. Y que pretende vivir dignamente, no enriquecerse, con su trabajo.

  3. Coincido en todo con este artículo, a raíz del título, creo que la mayoría de bufete de abogados tienen una gran calidad y buenos profesionales que lo representan correctamente. No obstante, hay algunos bufete que, debido a su inexperiencia pueden tener problemas como los que tu cuentas, pero por norma general tenemos un gran nivel de abogados laboralistas, y de bufetes también.

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