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Cosas que aprendí de mi primer litigio

Todavía recuerdo cuando, a mis veintitrés años, recién graduado en Derecho y tras aprobar la oposición de Técnico, el entonces Secretario General del Ayuntamiento me llamó y me encomendó de plano y entregándome dos fríos papeles, elaborar una demanda civil por unos daños ocasionados por un camión que transportaba bombonas en el patrimonio municipal. Se trataba de un asunto civil y además me tocaba asumir la labor que iba a realizar el Secretario General, quien facturaba separadamente a la corporación por su defensa como abogado.

Al margen de lo pintoresco de la situación, en que yo debía hacer un trabajo fuera de mis competencias (yo era responsable de Urbanismo) para alguien que asumía cometidos retribuidos fuera de las suyas, como era joven e impetuoso me lancé a torear el miura. Antes le había pedido parecer e instrucciones al Secretario General y su respuesta fue algo así como “ Será muy sencillo para ti, porque estás muy preparado”, mientras me abrí la puerta para que saliese de mi despacho hacia la misión confiada. Nada más. Ni siquiera repliqué que “Él estaba más preparado y además cobraba por ello”, o que era una irresponsabilidad asignarme esa labor.

Asumí el reto…

1. Estaba aterrado. Solo ante el peligro. De responsabilidad extracontractual solo me quedaba del cuarto curso de Derecho civil lo de que “quien rompe, paga” y del Derecho procesal no quedaba nada de nada.

Tampoco sabía cómo redactar una demanda. Ni como ordenar hechos ni derecho. Yo había memorizado los temas de la oposición y conocía un poquito de administrativo pero ni había ido a la Escuela de Práctica jurídica y toda mi experiencia litigiosa se reducía a una carta con acuse de recibo para negarme a pagar a una empresa unos christmas navideños que no había solicitado. Por si fuera poco, tampoco mi familia ni amigos eran abogados.

2. Comencé por leer el Acta policial de atestados que de forma sucinta informaba que había explotado una bombona de una empresa química que transportaba el camión y se había producido una explosión en cadena, con pérdida de control del camión que se había empotrado en un edificio municipal en desuso. Solo había daños materiales.

Podía aventurar, más porque me gustaban las novelas policíacas y acertijos que por experiencia procesal, que la defensa de la empresa cántabra pasaba por apelar a fuerza mayor, pero no debía descarar que imputase la explosión a los baches que propiciaron el deficiente estado de las vías públicas locales, así como a la cobarde estrategia de desplazar la responsabilidad hacia el conductor.

Así que comencé por zambullirme a estudiar los presupuestos de la responsabilidad civil, y como entonces mi economía no era muy boyante, acudí a la biblioteca de la Facultad de Derecho y después a las librerías jurídicas; de hecho, memoricé las sentencias citadas en la última edición de una monografía de la librería, para no adquirir.

Una vez aclarado el derecho sustantivo aplicable, me zambullí en la Ley de Enjuiciamiento civil (era la del siglo pasado), y consulté los modelos de demanda. Ahí descubrí el valor de los Otrosíes, como valijas que portan cualquier mercancía, y me percaté de la importancia de probar lo que se dice, y lo que pasa sino se prueban ni los hechos ni sus consecuencias dañosas. También tuve que examinar las fechas de plazos de prescripción puesto que, para variar, la demanda se me había encomendado cuando los plazos se estaban agotando.

Al final me senté a escribir, en mi querida máquina de escribir ya que todavía no tenía ordenador propio, pues era cosa modernísima e inaccesible al bolsillo. Emborroné muchas versiones y cada una me parecía mejorable.

Al final, tras cinco días y diez noches, tenía lista la demanda y se la facilité al Secretario General. Recibí un cálido pero expeditivo: “¡Muchas gracias, hijo!”, y sin meter corrección alguna, salvo cumplimentar los espacios para abogado y procurador, fue presentada como demanda.

Finalmente fue estimada, pero aprendí varias lecciones de esta primera experiencia cuasiforense.

Primero.- Aprendí que los litigios soportan todo tipo de demandas, pues mi escrito elaborado por un novato ignorante había sido presentado y tramitado en lo que se me antojaba un templo de la Justicia.

Segundo.- Aprendí que la Facultad solo proporciona enseñanzas superficiales y desordenadas. El derecho en lucha es otra cosa y requiere un esfuerzo suplementario. La abogacía es cosa seria, y no es lo mismo elaborar un informe que enfrentarse a otra mente formada y bajo los ojos de un juez. Muy distinto.

JuristaTercero.- Aprendí a valorar el trabajo artesanal del abogado, trenzando hechos y derecho para ofrecer un resultado ordenado y primoroso. Junto a ello, aprendí que no cabe improvisar, sino que hay que hacer investigación jurídica para no olvidar cita jurisprudencial reciente y no caer en citar normas derogadas.

Cuarto.- Aprendí humildad. Pese a mi ego inflado por ser opositor exitoso, no era fácil hacer una buena demanda, y una cosa es la memoria y otra elaborar una historia con aderezo de normas.

Quinto.- Aprendí que cualquier trabajo intelectual propio, suele verse con indulgencia por su autor, y que es preciso “consultarlo con la almohada” o dejarlo enfriar. Lo que se expone de un modo puede verse mejorable en otro momento.

Sexto.- El pleito, para mi sorpresa, finalmente se ganó y con imposición de costas a la empresa. Como jugosa compensación recibí las felicitaciones del Secretario General, pero como regalo envenenado vinieron otros encargos con igual retribución, así que aprendí a decir “No, gracias” con elegancia (o sin elegancia si insisten abusivamente). Y esa era una lección importantísima, que encierra el clásico adagio “Ni agradecido, ni pagado”, o “lo que se hace gratis, no se valora”.

22 comments on “Cosas que aprendí de mi primer litigio

  1. Cuánta verdad en este artículo. Felicitaciones por la claridad en la exposición y por la reflexión que suscita al que lo lee.

  2. La tenacidad es la clave del éxito o lo que es lo mismo la autodeterminaciõn ante los obstáculos que nos vamos encontrando en el viaje. Todos los justos tenemos algo de Ulises.

  3. Iñaki Virgós Sotés

    Siempre nos encanta a los abogados que los jueces aprecien nuestro trabajo. Que como todos a veces es peliagudo. Un saludo.

  4. Vaya «espabilao» el secretario general… hay muchos así, sobre todo antaño, pero también hay muchos honrados (la mayoría), de todo hay en la viña del señor… Muy buena anécdota, José Ramón.

  5. Pilar Pérez

    El amigo del brindis, que es el mismo que el de la tortilla si mal no recuerdo…¿No será el Secretario General?

  6. Togada

    Es un placer leerle. Y, darle, las gracias por este magnífico blog, por lo instructivo y porque nunca se olvida de los que estamos a pie de Sala, los abogados, aunque sentados en estrados a la misma altura de quien juzga.

  7. Estimado J.R.:
    Una entrada muy divertida, didáctica y ¡realista! Creo que todos los abogados hemos tenido un comienzo abrupto en la profesión, y, aunque parezca sorprendente, normalmente se debe al abuso de un «compañero» de más edad. Estoy de acuerdo con todas las consideraciones que haces y las comparto. Lo único que puede salvar al abogado es su profesionalidad.
    Saludos,

  8. Sic transit gloria iuris. Cuando creas que sabes algo, date por perdido…
    Feliz Navidad a todos.

  9. En una sociedad donde la mayoría de los adolescentes perciben la propiedad intelectual como «gratis», internet, estudios,… cuando los padres/madres y los profesores, en igual medida pero mayor responsabilidad educacional de los segundos, no transmitimos el valor (en interés propio) de los contenidos, la hora intelectual se devalúa a cota «0».
    Cualquier valor superior a «0» es caro, en la ignorancia interesada de creerse capacitado para obtenerlo por «0».
    Internet no es gratis y sus contenidos (incluidos los copy-left, respetando las condiciones) tienen gran valor personal, como su rincón jurídico, al que me siento enganchado, sin haber pasado por la universidad de derecho.
    Personalmente espero poder compensarle a usted o la sociedad, su gran aportación.
    Gracias.

  10. La experiencia del maestro me ha recordado otra, en un ámbito diferente. Escribía yo guiones, que quería presentar a la radio -la tele era otra cosa en aquellos mis años juveniles- y en esas entregué algunos a un reputado radiofonista, amigo de mi padre, que presentaba programas históricos con dramatización incluida. Estaba un día por azar oyendo una emisora. cuando escuché, limpio, nítido, literal,mi texto sobre algo de la experiencia americana de la España descubridora. Barcos, personajes, tierras, pasiones, allí estaba yo entero, y permanecí alelado hasta el final para escuchar mi nombre, el del autor del guión. Llegaron los títulos de crédito parlantes, y he aquí que el guionista, oh sorpresa, no era yo, sino aquel famoso hombre de la radio, a quien había entregado esa parte de la vida que es la creación literaria. se lo conté a mi padre, enfadado y quejoso por la usurpación de personalidad y el plagio volandero, pero no me creyó. O no quiso creerlo.

    De lo que cuenta Chaves, con su peculiar e intenso didactismo sencillo y sabio, lo mejor es lo último. Ojo con los falsos favores. Los regalos envenenados en los que yo, como un vulgar troyano, he caído más de una vez, y que me han complicado la vida ad nauseam. Bueno, no es lo mejor, porque a estos efectos de su experiencia, lo que más vale es la enseñanza de que hay que consultar y estudiar y repasar y ajustar. Por mi despacho han pasado inteligentes licenciados que, sin embargo, no profundizaban en el estudio de la materia, y a quienes ha habido que mostrar el camino del ejercicio profesional, que pasa no sólo por el conocimiento y la aplicación del precepto, sino por el comentario de la doctrina y la contundencia jurisprudencial.

  11. Adalid cultural es una página de Amador García-Carrasco, ILS abogados. No sé por qué ha salido directamente. Mis disculpas.

  12. Francisco Mendaro

    Cuando ingrese como TAG con 25 años en el Ayuntamiento, el Secretario ya me indicó que los técnicos estábamos para que ellos no trabajaran. Tengo que decir que no siempre ha sido así, pero tampoco iba muy desencaminado..
    Feliz Navidad para todos.

  13. Cesar Huerta

    Exelente post maestro, nos alienta a seguir desarrollandonos en el estudio del derecho, este anecdota suyo me demuestra que no soy el unico que paso por estas etapas en la carrera, por ahora ya somos dos. saludos

  14. ALFONSO RAMIREZ LINDE

    Aun cuando asumo que alguno de los compañeros, e incluso el propio maestro, diga aquello de «no hay forma de evitar que a los abuelitos le apuntes algo para que de inmediato empiecen con sus batallitas».

    Hace ya muchos años – demasiados – en turno de oficio me correspondió defender a un chaval (despierto como ratón que huele al queso, gracioso, yo que sé).

    Fue a mi despacho (cinco o seis metros cuadrados, más un pequeño holl, donde los clientes (uno o ninguno) tenían un sitio para poder sentarse.

    Ya en el despachito: hola, o sea que me va a defender ¿no? – me dijo el chaval. Si, claro, le contesté.

    Bueno, sí esto está chupao, me dijo. Bueno, no tan chupao, le contesté yo .

    ¡Que sí, que se lo digo yo¡ Pero vamos a ver, – siguió el chaval – si a mi lo que me falta son es esos cuadros que usted tienes ahí colgaos (se refería al titulo, a un par de diplomas y no sé que más) pero de esto sé yo más usted… Decidí cortar. Vale ..

    Me he leído el caso y el fiscal pide que se te condene por un delito de apropiación indebida, etc. etc.

    Y después de un bla, bla, bla, yo acababa así: lo importante es que digas que te lo llevaste el reloj porque como estaba al lado de un cubo de la basura (se aproximaba a la verdad) tú dijiste: esto no lo quiere nadie, esto está abandonado…

    Esto no lo quiere nadie; esto está abandonado ¿lo tienes claro? Le dije.

    Pues claro que si… Si ya lo he dicho ya varias veces: que reloj lo habría perdido alguien y que…

    ¡¡ No, perdido, no , abandonado, A.BAN.DO-NA-DO ¡ casi grité yo.

    Total el día del plenario; a repuesta del Fiscal mi defendido: es que como el reloj se le debió perder a alguien me dije: pues antes de que otro lo encuentre, pues… pues… pues..

    ¿Pues qué.. ? le pregunta el fiscal…

    En esto se levanta mi defendido y se dirige a mi y casi llorando dice: perdón, perdón, perdón señor abogado… ¡ Después de la cantidad de veces que me ha dicho el reloj me lo llevé porque creí que estaba abandonado… ¡ Joder, la «he cagao» verdad, señor abogado ¡

    Yo casi desaparecí debajo de la mesa, donde minutos antes había me apoyaba y donde aparecían folios, código penal, ley de enjuiciamiento criminal y que sé yo…

    O sea.

  15. Soraya Palomo

    Me ha encantado este post,porque me ha permitido conocer sus inicios!.
    Resuelto y genial en su aprendizaje… sólo ante el peligro(sin apoyo de familia lega en Derecho)…merece aún mayor mérito!.
    Es usted un genio de este siglo!.

  16. yeyutus

    Grata lectura, y final con refranero…. Esa experiencia de que al buen funcionario, se le discute la fecha de vacaciones (si eres mal funcionario, da igual cuando no vayas a trabajar apenas se nota tu presencia) de contrario al bueno como supuesto mal pago, se le asignan periodos que sean de interés al servicio y no al funcionario.
    Si eres un EEPP, mediocre o malo, no te van a encomendar algo complicado, no lo harás o lo harás mal, pero si eres bueno y con cabeza, te encomendarán de todo, lo propio y cualquier otra cosa, y como pago a lo sumo unas simples gracias, y hay de tí si dejas de hacerlo que pasarás al grupo de los retorcidos que sabiendo y estando muy preparado se niega a colaborar.
    Si eres buen funcionario nunca te firmarán una comisión de servicio a un puesto mejor….como vamos a perder a tan valiosa figura que nos saca las castañas del fuego, si eres malo….te la firman y te dan un empujón para no verte nunca más.

    y como estos ejemplos se pueden poner infinitos más, veo que el amigo SEVACH, lo aprendió de muy muy jovencito sin trienios cumplidos.

    Este es un mal endémico de las administraciones.

  17. Hammurabi

    Me ha hecho mucho gracia, su afirmación “cualquier trabajo intelectual propio, suele verse con indulgencia por su autor, y que es preciso “consultarlo con la almohada” o dejarlo enfriar”, no por un desacuerdo con la misma; sino porque esta misma semana he tenido que contestar una demanda civil de un asunto del TO que versaba sobre una cuestión de !!Derecho Internacional Privado!! , en el plazo de UN DÍA, puesto que el beneficiario de justicia gratuita -mi cliente-. no le dio por solicitar el derecho hasta el último día del plazo que le fue otorgado para contestar. En este caso lamentablemente no le he podido consular con la almohada, por lo que no pegue un ojo durante toda la noche, hasta que mandé el escrito de contestación al procurador para que lo pueda presentar por Lexnet antes de salir de su casa a los Juzgados.

    Felices Fiestas

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  18. Marisol Cortegoso

    Me ha encantado el post Jose Ramón, porque me recuerda una versión que la persona mas sabia que yo conocí, que obviamente es mi madre. Su vuelta de tuerca particular del refran que citas “Ni agradecido, ni pagado”, o “lo que se hace gratis, no se valora” era que para ganarse bien la vida no hay que saber hacer muchas cosas, sino que hay que saber hacer pocas cosas pero saber hacerlas mejor que el resto, y repetia : » lo bien hecho bien parece y el que lo hace honra merece.» pero luego añadia que hay que saber ser consciente de lo que vale tu propio trabajo, y exigir el justo precio por ello. Yo reconozco que cada vez que tengo que hacer cualquier actuacion procesal, pienso en que debo honrar la memoria de mi madre . .

  19. Juan Carlos Morcillo

    Estimado Jose Ramón:
    Por lo pronto, de tu primer y ulteriores juicios como letrado hay una importante enseñanza que extraer: ¡Que importante es que los jueces conozcan el trabajo de los abogados! Sin duda es la mejor forma de respetarlo.
    Haré mi pequeña aportación al respecto con una batallita. De mi primer juicio (un contencioso precisamente, en el que impugné una oposición del Ayuntamiento de Zaragoza) aprendí la dimensión infinita del pánico y los valores de la sinceridad y de la elegancia.
    La dimensión del pánico creo que la hayamos vivido todos en nuestra primera intervención, lo que pasa es que, muchos años después, sigue siendo tan vívida que creo que yo pasé miedo como para repartir entre varias generaciones de letrados. Si ya era mucho el que llevé hasta el Juzgado, una vez entré en la Sala y vi que al lado del letrado del Ayuntamiento se sentaba un abogado del Estado en excedencia defendiendo al opositor vencedor, ya no quería ni ganar el juicio. Solo quería que los presentes no recordaran mucho tiempo mi cara y mi nombre después de que acabara aquello.
    El de la sinceridad, porque tuve ( o eso creo) el acierto de advertir a S.Sª y a los compañeros que era mi primera intervención en una vista y rogarles paciencia. Paciencia que uno y otros derrocharon a buen seguro ante mis presumibles torpezas.
    Y aprendí también el valor de la elegancia porque acabado el acto y antes siquiera de darme ocasión de levantarme a estrechar su mano, como correspondía por ser el letrado con menos tiempo de ejercicio profesional, fue el compañero abogado del estado el que se levantó a estrechar la mía, a felicitarme por mi intervención (mentira piadosa) y a desearme toda suerte de venturas profesionales. Ese gesto, que guardo con enorme cariño en mi memoria (junto al hecho menor de haber ganado el juicio en ambas instancias) fue determinante de que hoy siga en esta profesión.
    Os deseo a todos que tengáis unas felices y reparadoras fiestas.

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