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Las sorprendentes preguntas que acechan a los conferenciantes

Hace poco leía un estupendo artículo de Manuel Conthe sobre las preguntas que se hacían tras las disertaciones, y como no puedo citarlo porque está en «un lugar del que quiero acordarme» pero no puedo, pues he optado por exponer mi personal visión del tipo de preguntas que en conferencias o charlas asaltan al tranquilo conferenciante y que son fruto de mi experiencia ofreciendo la visión de institutos jurídicos.

Normalmente el ponente espera con mano tendida la amable pregunta confiando en proporcionar respuesta y que el asistente le plantee una inquietud o duda con claridad y de interés general. Sin embargo, lo que sucede tras abrirse el turno de preguntas puede clasificarse con cierta nota de humor y si olvidar que la realidad supera la ficción. Pasen y vean que se abre el turno de preguntas…

1. Preguntas – conferencia. Son preguntas interminables en que el propio asistente utiliza sus palabras para seguir su propia divagación mental, como el conejito de Duracell… Y sigue, y sigue… y sigue…

Cuando termina de hacer esa pregunta en que «se ha oído a sí mismo», el ponente tiene dificultad para responder en simetría y suele optar por un cómodo: “Estoy de acuerdo en las lineas generales y poco se puede añadir”.

2. Preguntas – vanidad. Son preguntas en que al asistente le importa un bledo la respuesta pues persiguen el propio lucimiento e intentan demostrar lo listo que es. En la versión mas avanzada de esta figura, antes de la charla, el asistente ha examinado libros, textos y google para ofrecer su visión como una ocurrencia espontánea.

3. Preguntas – anzuelo. Son preguntas que se hacen para que se lancen los demás asistentes a preguntar, evitando el miedo escénico o temor reverencial. En mi caso, cuando asisto a alguna charla de amigos suelo ser el primero en hacer alguna pregunta para generar estado de debate. Después sobreviene el aluvión.

4. Preguntas – comodín. Son preguntas que se hacen desde el público marcadas por la cortesía hacia el ponente y que le permiten una respuesta simple y cómoda. Son del estilo: ¿Cuál es la opinión del ponente o valoración de la cuestión?, ¿continuará usted escribiendo obras sobre este interesante tema?, etc.

5. Preguntas – obstinadas. Son preguntas en que tras la respuesta esforzada del conferenciante, van seguidas de una segunda y una tercera intervención del asistente. Una especie de erre que erre y que acapara el tiempo del debate por la terquedad del asistente.

6. Preguntas – réplica. Son preguntas que hace un asistente para tomar partido frente a las preguntas cargadas de otro asistente.

7. Preguntas – trampa. Son preguntas que quieren «pillar» al conferenciante para demostrar que «el rey está desnudo». Son malévolas y persiguen intereses inconfesables. En su peor versión, van precedidas del elogio a la brillantez del ponente para asestar luego la puñalada.

8. Preguntas – vendetta. Son preguntas que más allá de la discrepancia del fondo de la charla, pretenden ajustar cuentas con el ponente y están cargadas de vitriolo y crítica personal. En cierta ocasión asistí desde la mesa a una pregunta en que literalmente el asistente tildaba de sinvergüenza al ponente que me precedía y éste con elegancia mantuvo el tipo mientras aquél invitado a abandonar la Sala entre gritos y finalizando con aplausos del público al ponente difamado.

9. Preguntas – capote. Son preguntas o intervenciones que pretenden echar un capote al conferenciante perdido en su respuesta a otra pregunta anterior, en que la elude o confiesa desconocerlo.

10. Preguntas – mi caso. Son preguntas que pretenden una respuesta a un problema o caso concreto que solo preocupa al asistente. En charlas jurídicas no es infrecuente que algún abogado o asistente detalle exactamente el caso que le preocupa confiando en que el ponente u otro asistente le resuelva la papeleta.

11. Preguntas – paracaídas. Son preguntas disparadas desde el público pero sobre cuestiones colaterales o lejanas. Algo así como si en una charla sobre derecho penitenciario, el ponente escucha una pregunta sobre arrendamientos de viviendas a quienes han sido reclusos.

12. Preguntas – avestruz. Son las preguntas que dan ganas al conferenciante de esconderse y huir. Son preguntas que se reciben tras la esforzada exposición del ponente, que espera ilusionado una pregunta de fondo, y son del siguiente tenor : “¿Van a dar certificado de haber asistido a esta charla?”, o “¿Habrá coffee-break al término?”.

En fin, no puedo menos de recordar a D. Marino Barbero, quien fuere magistrado del Supremo y Catedrático de Derecho Penal de la Complutense, quien tuvo la amabilidad de impartir en Oviedo hace veinte años una charla y cuando un abogado se lanzó al ruedo para preguntarle, Don Marino le respondió con su mirada penetrante y gesto serio: “¡Claro, se ve que usted no ha atendido a mi charla, ni ha entendido nada, o sea que nada me hace pensar que si le contesto pueda ahora comprenderlo!”.- Y mirando al público tras una breve pausa, añadió: “¿Alguna otra pregunta?”. Y debo decir que no hubo más.

NOTA.- En su día comenté los doce momentos incómodos de los asistentes a conferencias o ponencias.

17 comments on “Las sorprendentes preguntas que acechan a los conferenciantes

  1. Que bien traída la anécdota final, José Ramón.. Yo también estuve allí. La proverbial inteligencia de Don Marino Barbero se dio cuenta de que el abogado que le interrogaba en el turno de preguntas, quería resolver un caso puntual de su despacho y como ya debía estar acostumbrado a ello, no tuvo clemencia. No me extraña porque ocurre con demasiada frecuencia y creo que estuvo acertado.

  2. abraham toledano

    Hoy, genial, en esta descripción. Por cierto, creo que la pregunta tipo 10 es la más habitual cuando la conferencia o ponencia trata sobre un tema específico y concreto -que generalmente son las ponencias – conferencias- más interesantes (tipo «como ejecutar la oferta de empleo público»), pero dan pie rapidamente a una versión 5, que consiste en que como el ponente no ha podido dictar una sentencia favorable a los intereses del preguntante, se duplica y replica hasta lograr una mueca de desconfianza. En estos casos yo opto por dar la razon al que pregunta pero diciéndole que mi opinión «es minoritaria» o de «voto particular». También viví una de la 8, siendo yo el que coordinaba y reconozco que perdí los papeles pues la carga sádica contra el conferenciante fue tan brutal, que no tuve mas remedio que contestar. Y ciertamente, JR Chaves debería decirnos que técnica usa cuando le hacen una pregunta al estilo Donald Trump en donde al ponente casi lo insultan o lo que es peor, cuando te toca el papel de moderador y observas que la pregunta sádica es intolerable. Reconozco que tras 25 años en la tarea, no se como resolverlo, porque la «no respuesta» no me parece a veces correcta y la respuesta «irónica» o «humorística», no siempre funciona.
    Y una propuesta final: falta en el listado las preguntas en contextos en donde la mitad del publico es de una posición absolutamente contraria a la otra mitad. Sucede mucho en conferencias coloquios donde la mitad de los asistentes son sindicalistes y el resto tecnicos o jefes de personal. Inenarrable. Los primeros se comen a los segundos que no osan preguntar.
    Firmo con seudónimo para que no se me reconozca :-), pero con buen humor.

  3. Soraya Palomo

    Ese escenario se repite también el los blogs,con respuestas del estilo»mi caso»…jejeje..y «en mi caso»,debo reconocer que las he usado aqui alguna vez…Sorry..!!

  4. Pilar Pérez

    Tengo una pregunta, pero cualquiera la suelta. Nada, que un saludito

  5. Contencioso

    13-Pregunta-recurso de reposición

    Cuando el ponente es magistrado y el que pregunta desde el público un abogado disconforme con la interpretación que el primero aplica en las sentencias y expone en la conferencia, y está empeñado en hacérsela reconsiderar (Y convencido de que lo puede conseguir). Suelen ir seguidas de un ciclo de preguntas tipo 5.

  6. Estimado J.R.
    Muy acertada la entrada y muy divertida. Como conferenciante y conferenciado, he visto casi todas las variaciones expuestas en tu análisis científico.
    He de reconocer que actualmente ir a conferencias e, incluso darlas, me genera cierta incomodidad. Desde que un amigo médico me dijo que los cirujanos no leen un sólo libro tras terminar la carrera y que se les obliga a ir a conferencias para aprender nuevas técnicas (mirando cómo se hace, no leyendo); he de reconocer que cuando voy a una conferencia me parece que he incurrido en el vicio del cirujano, en lugar de estudiarme yo el asunto, voy a que me lo cuenten. Me siento como un carnicero.
    No obstante, dada la motorización de la legislación (parafraseando a Carl Schmitt); quizá no exista alternativa que obtener un conocimiento superficial en la conferencia y, luego, si se tiene algún caso profundizar más en el asunto.
    Creo, por eso, que el vicio del caso particular (pregunta 10) es el menos respetuoso. Se pretende un asesoramiento gratuito de alguien que conoce el asunto y que está en una situación en la que le resulta difícil no pronunciarse. Tampoco las preguntas vendetta (pregunta 8) son de recibo para el conferenciante. Las preguntas conferencia, vanidad y obstinada (1, 2 y 5), resultan de mala educación para el resto de los asistentes, que han venido a oír al conferenciante, no a otro asistente hacerse el listo o el tonto. El resto pueden ser molestas o no, pero entrarían dentro del juego normal de la conferencia.
    Quizá la mejor alternativa para el conferenciante sea dar la charla a las 4 de la tarde, después de una copiosa comida e intentar no despertar a los asistentes al marcharse.
    Un saludo y, de nuevo, gracias

    • etojiuqnod

      Cuando el conferenciante cobra del dinero público, este tipo de preguntas podría ser un medidor del amperaje del enchufe, que si 10 amperios (una simple luz), que si 25 A (todo un horno), que si 100 A (un enchufe industrial).

      Voy a exponer un caso basado en hechos reales; pero, para no dañar el honor del conferenciante eliminaré en la medida de lo posible los hechos que permitan identificarlo (y nótese que ya este género lingüístico masculino podría ocultar alguna otra identidad, pues bien podría tratarse de una conferenciante).

      Máxima autoridad técnico jurídica en recursos administrativos (un nivel 30, para que nos entendamos, eso sí llegada no por el divino mérito sino por el agradecido dedo de la afinidad). Pregunta de carrera, asignatura derecho administrativo, ¿Dado que estamos ante un caso de discrecionalidad administrativa, p. ej., el trazado de una carretera, si el recurrente alega y prueba que hay un trazado mejor, el órgano administrativo resolutor del recurso puede modificar la resolución recurrida o esto solo le está permitido si se alega causa de invalidez?.

      Si el recurso fuera jurisdiccional, la respuesta es sencilla. Caben solo las razones de invalidez.

      Si el recurso es administrativo, la respuesta da mucho juego. En el caso ahora tratado, no es que el ponente no supiera explayarse, es que ni siquiera entendía lo que se le preguntaba, No sé si calificar el caso de enchufe doméstico o industrial; más su minuta la estábamos pagando todos con el imperio de los tributos.

      • etojiuqnod

        Como se puede ver, me equivoqué de sitio. La respuesta es una ampliación del comentario de alegret, un lugar más abajo.

  7. También ocurre que el conferenciante -profesional de enorme prestigio en el ámbito académico y profesional- no tenga ni pajolera idea del tema que ha de exponer. Y ante cualquier pregunta un poco específica, salga por peteneras sin ser capaz de reconocer que no conoce la respuesta.

  8. Pilar Pérez

    También pueden interpretarse las preguntas desde la perspectiva del conferenciante.
    A este le gustan:
    -Las que le invitan a soltar una segunda conferencia más pesada si cabe que la primera
    -Las que son una tontería monumental pero las lanza la periodista o abogada de la primera fila, rubia de mechas, mientras le hace ojitos.
    -Las que se sabe la respuesta, porque son la misma pregunta que a tal famosísimo le hicieron y contestó de forma brillantísima, brillo del que se apropia el conferenciante si, sobre todo, el auditorio no sabe la respuesta que el famoso dio sobre la cuestión.
    -La que le permite dejar en ridículo al Tribunal Supremo. De esto no tiene la culpa, generalmente, ni el preguntador ni el conferenciante, es que algunos se lo trabajan ellos solitos.
    -Las que le sirven para recomendar su libro anterior. El actual era el objeto de la conferencia presente

  9. ALFONSO RAMIREZ LINDE

    Uff. Pues para empezar el año y todavía sin habernos podido desembarazar de los excesos de los últimos días, difícil de atinar con nuestro comentario para mejorar al del maestro. Que lo ha clavado desde luego. Son dardos que han dado en el centro de la diana. Por el momen to a mi no se me ocurre nada más que una reflexión (sin acritud, claro está) y una pregunta. Reflexión: O don Marino estaba ya hasta el gorro de poner la otra mejilla y por lo tanto no estuvo dispuesto, en el caso que se nos dice ahora, para que otro listo también le diera, o don Marino conocía otros precedentes en cabeza ajena y dijo: conmigo no y eso lo voy a dejar claro, pero muy claro, ya. ¡ Lo dejó, vaya que sí ¡

    Pregunta: ¿hay quien se atreva a sugerirme alguna pregunta para nuestro querido JR y que él no pueda decir: otro que no entendido nada. O por el contrario, que tenga que decir vaya: éste se salva, (en todo o por lo pelos, pero se salva).

    PD. Puedo prometer y prometo que si la sugerida pregunta tiene éxito (segunda de las opciones que apunto arriba) harè publico quien es el verdadero autor intelectual de la pregunta y que para él sean todos los honores. Pero si hay zasca, lo asumiré a titulo personal e intransferible. O sea.

    Y ahora ya muy en serio: espero que en este recién estrenado año, entre el maestro y todos vosotros me deis suficientes buenas momentos y mejores enseñanzas para que cada día sea yo más útil y mejor persona. Gracias.

    • ¡ que buenooo!

      • ALFONSO RAMIREZ LINDE

        Gracias, maestro. Y aprovecho el buen momento y sobre todo que parece que hoy el dia va de estiramientos para ya a partir de mañana entrar a fondo en otras cosas, digo que aprovecho para referir una anécdota y la cuento porque estoy seguro que se tomará como tal y en todo caso si hay algún parecido con la realidad que sea de simple coincidencia… Voy: un alumno muy susceptible responde con cierta cautela a la pregunta del profesor… El profesor que por lo general es riguroso y comedido se dirige al alumno; ¡¡bravo, muy bien, fenomenal ¡¡ El alumno, se queda como pasmado y muy serio se dirige al profe y le dice: oiga, si yo noto un tanto así ( se lleva el pulgar al dedo corazón, como señalando una pequeña porción de la yema del dedo) ¡¡ pero un tanto así ¡¡ de coña, pues que va a haber lío, eh…

        Un saludo.

  10. Susana

    Las que nunca dejarán de sorprenderme son las del periodista (o asistente ajeno al derecho) camuflado en conferencias jurídicas: cuando asaltan al ponente (ministro, juez, fiscal …. ) sobre un asunto candente (y por regla general portada), intentando obviar en muchos casos el secreto de sumario, o las obligaciones de imparcialidad del ponente, no ser el asunto de la conferencia, etc… y que, por lo general, la pregunta suele estar bastante sesgada (aunque sólo sea por conseguir un titular impactante)

  11. ALFONSO RAMIREZ LINDE

    Buenos días, Susana: Ante supuestos como el que relata, el «asaltado» ponente lo tiene claro: su pregunta es manifiestamente impertinente… Claro que hay otras respuestas muy, pero que muy eficaces y de efectos permanentes. De una de ellas se habla en esta entrada. Pero, la verdad, yo no la utilizaría más que nada por no sentirme responsable del presumible brote de acné juvenil que le puede aparecer al impertinente (tras el sofocón) aunque éste tenga cincuenta años… Saludos.

  12. sed Lex

    También están las preguntas de cualquiera de los tipos anteriores, que hábilmente manejadas por el ponente, dan lugar a tres tipos de respuestas:
    1.- Respuesta “Me alegro que me haga esa pregunta” o “¡qué pregunta más interesante”, independientemente de la alegría o el interés que le suscite y que le sirve para ganarse al puúblico o al menos al que pregunta. Muy útil en las preguntas – vanidad, pero no sólo. Puede ir unido a una pregunta de un amigo del ponente, preparada previamente para lucimiento de ambos y reducción del tiempo de exposición a preguntas molestas. Más que una pregunta – capote, puede ser incluso una o varias “preguntas-toda la cuadrilla y hasta el presidente”.
    2.- Respuestas “pregunta lo que quieras que yo contestaré lo que me de la gana”. Está muy utilizada no sólo por conferenciantes, sino sobre todo por políticos en ruedas de prensa y por cualquiera en entrevistas.
    3.- Respuestas “me enrollo en ésta y no queda tiempo para más, que esto se pone complicado”, que además a veces van unidas a lo anterior y sirven para temas “peligrosos”.

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  13. Hammurabi

    Pues, yo soy de los que les gusta dormir con los auriculares puestos y disfrutar de las conferencias que los amantes del Saber comparten en youtube, no te dan certificado de asistencia, pero en cambio te ahorran estar aguantado estupideces, de parte de asistentes y de mas que un conferenciante.

    Un saludo y feliz año a todos.

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