Actualidad Sobre los empleados públicos

Homenaje al funcionario desconocido

Siempre me ha llamado la atención el monumento al soldado desconocido, fallecido en acto de combate o causa justa cuyo anonimato se difumina en el colectivo, mientras los galardones y honores los llevan los generales.

Lo curioso es que en Reykjavik, Islandia, existe una estatua esculpida en basalto volcánico por Magnús Tómasson en 1994 y que representa a un hombre empuñando un maletín, caminando hacia el ayuntamiento y que es un homenaje a los funcionarios de la ciudad «sin rostro» todos los días en su camino al trabajo.

Me resulta loable rendir sencillo homenaje al funcionario desconocido. No a la autoridad ni al político en cuyo honor se dedican edificios públicos, calles o galardones. Ni al alto funcionario que se codea con las autoridades y que ocasionalmente ejerce poder político. Ni al funcionario cómodo y parasitario de la administración que también los hay, de igual modo que se cuelan ovejas negras en las empresas, fundaciones o en la misma iglesia.

Se trata de reconocer la labor del funcionario que día a día acude a su trabajo, que ordena su mesa, examina los expedientes, atiende las gestiones burocráticas con su ordenador, despacha con su superior, atiende al ciudadano con cortesía, prima a las personas sobre las formas, y que al final de la jornada recoge sus cosas hasta otro día, como soldado en la garita o guardián de lo público, hasta que un buen día se jubila y otro funcionario ocupará su puesto y tras una comida de jubilación con medallita en el mejor de los casos, pasará a ser “clase pasiva”, calificativo que da escalofríos. Entonces, como bien saben los veteranos de la administración, se darán cuenta que no eran imprescindibles y que la administración gira renovando la sangre y sudor de sus funcionarios como galeotes encadenados.

En particular, me apetecía como ciudadano de a pié, agradecer a la masa de funcionarios anónimos y discretos que hacen que el país funcione: que se gestione la atención sanitaria; que se recoja la basura, que estén limpias las calles y asegurado el alumbrado y suministro de agua; que las licencias y permisos aseguren la calidad de vida; que inspeccionan los alimentos, el transporte o el urbanismo; que contemos con el servicio de policías dispuestos a custodiar lo que nos importa; que una legión de maestros sirvan para formar a quienes se resisten a ello; que desde las Universidades se gestionen masas de alumnos y propicien altos profesionales y cosecha investigadora; que el papeleo judicial sea tramitado en tiempo y forma; que se recauden fondos de quien debe pagar y se respete a quienes no puedan, etcétera. Detrás de esa maquinaria inmensa que son las administraciones públicas están infinidad de funcionarios públicos como hormiguitas laboriosas, que cobran por su trabajo, pero que también tuvieron que luchar por obtenerlo ya que nadie se lo regaló.

Ello sin olvidar las numerosas veces que como ciudadano me sentí complacido ante la atención del funcionario que me libró del laberinto, que me habló claro sobre como impulsar un escrito o como lidiar un problema con la administración o como recientemente tuve ocasión en Salamanca, donde unas funcionarias con amabilidad me solventaron sonrientes un problema administrativo, de forma directa y rápida, tras exponerles el callejón sin salida de un trámite electrónico que no pude cumplimentar.

Se dirá que el funcionario es como cualquier otro oficinista o trabajador del sector privado, de una gran empresa. Y ciertamente es igual a cualquier trabajador, con sus derechos y deberes laborales, pero cuenta con varias marcas que impone trabajar para un patrono público, que le acompañarán desde la toma de posesión hasta la jubilación.

  1. El lastre de la leyenda negra del funcionario, que lo etiqueta de perezoso, parcial e insensible. Los chistes sobre funcionarios y las opiniones frívolas o envidiosas sobre su labor es algo que acompaña a los empleados públicos por los siglos de los siglos (avivados por la genialidad de Forges, como expuse anteriormente).
  2. La espada de Damocles del cambio de jefe por razones políticas, que soportan los funcionarios fruto de elecciones, renuncias o mociones de censura, y que puede comportar cambios de timón en la gestión cotidiana, afectar al estilo de mando e incidir en la calidad de vida del funcionario. Imaginemos un establecimiento del Corte Inglés en que cada cuatro años cambian los directivos y su estrategia comercial, convencidos los nuevos de que sus antecesores lo hicieron mal y que hay que cambiarlo todo y borrar su memoria. En todo caso, de muchos funcionarios podría decirse como del Cid Campeador: “Qué buen vasallo sería si tuviera un buen señor a quien servir».
  3. El cliente de la administración se cree Jefe o dueño de la empresa del funcionario ya que lo público es de todos, y por eso una queja frecuente del ciudadano airado ante la oficina pública es “Pago mis impuestos”, “Tengo derecho…”… Olvida el ciudadano que la voluntad de todos es la que ha querido que el funcionario sirva unas leyes que le vienen dadas.
  4. El cliente o ciudadano, si pasa dificultades económicas o laborales, tiende a considerar una provocación que el funcionario le atienda desde lo que le parece una cómoda poltrona, con tranquilidad e insensibilidad y con trabajo para toda la vida.
  5. El cliente o ciudadano actual, acorde con los tiempos, se caracteriza por una concepción extensiva de la libertad de crítica y por una rebaja de las relaciones de cortesía, lo que explica que el funcionario deba soportar con estoicismo y silencio respetuoso todo tipo de familiaridades, críticas y quejas por parte de algunos ciudadanos que se desahogan con virulencia en las oficinas. En cambio, el funcionario no puede ni debe replicar ni ponerse a la altura. No es cómodo para el funcionario aunque sabe que entra en el sueldo soportar muchas impertinencias, pues su misión es prestar servicio y atender a los ciudadanos como caballeros y no educarlos cuando se presentan villanos ignorantes.

Hemos de admitir que los clientes, usuarios o ciudadanos somos los dueños de la cosa pública y tenemos derecho a un trato exquisito por parte de los funcionarios. Y así es en la inmensa mayoría de las ocasiones. Hoy día con la administración electrónica se ha mejorado en la rapidez y exactitud de la respuesta pública de igual modo que con los códigos de conducta y formación ética, los empleados públicos son sumamente respetuosos con los ciudadanos.

Así y todo, donde brota el desencuentro suele ser cuando el ciudadano no comprende o no quiere comprender las razones del funcionario.

  • El ciudadano no entiende tener que esperar o sacar número para que le atiendan en la administración. Lo que comprende en el supermercado o en el dentista le resulta insoportable cuando acude a la administración pública.
  • El ciudadano lo quiere todo “para ayer” o “ya”, y no sabe que el precio del acierto y buen servicio estriba en comprobar hechos y normas para evitar que las administraciones públicas se parezcan un zoco, un autoservicio o un todo a cien.
  • El ciudadano no entiende la norma mal hecha y culpa al funcionario que la aplica. La cara visible de la Ley es el funcionario y por eso le achaca todos los males.

Sé que no es popular defender a los funcionarios en tiempos de queja, pero es justo recordar su digno e imprescindible papel en nuestro Estado del bienestar, aunque todos nos quedemos quizá con la anécdota de aquel personajillo que en su día nos hizo sufrir en oficinas públicas, porque lo que importa es tener altura de miras y reconocer que los servicios públicos funcionan gracias a cientos de miles de empleados públicos que hacen muy bien su trabajo. Quizá soy parcial porque he sido funcionario de la administración pero ese legado se apoya en mi experiencia en cuatro administraciones públicas distintas donde en cada una de ellas me he sentido integrado en la familia burocrática y donde he conocido de primera mano funcionarios discretos y laboriosos, auténticos sacerdotes de la vida pública, cobrando cantidades modestas pero sin perder su visión institucional y servicio a lo que conocían como La Casa. Funcionarios que funcionan, esa es la regla. No me importa que este post despierte la habitual sonrisa incrédula o incluso el prejuicio ácido contra los funcionarios. Cada uno opina de lo que vive y siente y yo me limito a exponer mi visión.

Añadiré que muchos méritos atribuidos a los políticos no son gracias a ellos, sino a pesar de ellos, por lo que los famosos versos de Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero que lee, bien podían pregonarse de los funcionarios…

En su día mi querido Juan Manuel del Valle y el menda llegamos a inventariar hasta Diez pecados capitales de los funcionarios (ensayo con humor publicado por Ed. Amarante) y ahora tocaba sencillamente rendir este homenaje a la masa silenciosa de funcionarios que engrasan día a día el servicio público.

Así pues, brindemos por el colectivo anónimo de funcionarios leales a la administración y serviciales con los ciudadanos… lo que no resulta incompatible con la nota de humor sano sobre la burocracia.

42 comments on “Homenaje al funcionario desconocido

  1. Muchas gracias. Como funcionario no comparto del todo la crítica a las oposiciones. Todo es discutible, pero también tienen sus aspectos favorables. Lo que me tiene absolutamente cabreado es el mecanismo de la consolidación y estabilización. Sistemas para facilitar el acceso definitivo a la función pública que nos llama -lo pongo en plural pues muchos de los comentarios manifiestan que se han aprobado oposiciones- imbéciles a aquellos que sacrificamos debajo de un flexo nuestra juventud. Había otros caminos más fáciles y con menos sacrificio. Y ahora, después de ese paripé se equiparan en la condición de los que escogimos el camino complicado y somos «lo mismo».
    Obviamente en el colectivo interino hay de todo, y mucha gente que se ha esforzado en mantenerse preparado, pero permitidme que no lo vea correcto.

    • José Luis

      A la vez que, como funcionario de carrera, agradezco a Sevach su post, he de decirte, Ego, que no puedo estar más de acuerdo contigo. Después de años de penar simultaneando interinidades y oposiciones, me hago constantemente la misma reflexión que plasmas en tu comentario con tanta claridad. Un saludo!

  2. José Manuel Martínez

    En la escultura al funcionario islandés, la roca que sustituye parte de su tronco y su cabeza puede tener muchas interpretaciones, no necesariamente buenas ¿su corazón y su cabeza es como una roca de duro? ¿aguanta sobre sus hombros el peso de la Administración??

    • José Manuel: Tu ironía como siempre es fina y buena, pero sabes que la roca representa el anonimato (sin rostro) y la estabilidad. Un abrazo afectuoso.

  3. Fernando

    Muchas cosas quisiera comentar ante lo aquí expresado por su señoría, autodenominándose como el «menda», y por algunos de sus seguidores, seguidores como este menda que esto escribe.
    Bueno, chascarrillos aparte, reconozco que efectivamente la mayoría de los empleados públicos (lamento que usted siempre se refiera a los funcionarios aunque quiero creer que es por costumbre y no porque excluya al personal laboral del término) son trabajadores eficientes, correctos y comprometidos. No creerlo sería como decirme a mí mismo que no lo soy y sinceramente me veo reflejado en su descripción elogiosa del funcionario.
    Usted y otros muchos sabemos por experiencia personal y no vicaria o en ‘cabeza ajena’, que hay empleados públicos que no se ajustan a esa deseable imagen y por el contrario su manera de actuar deja mucho que desear; y posiblemente estás «ovejas negras» son las crearon y mantienen la opinión no siempre positiva pero sí generalizada en el ‘público’ sobre el funcionario.
    De conocimiento básico es en psicología de ventas que un cliente satisfecho no conlleva que otras diez personas se hagan clientes, pero sí que un cliente insatisfecho puede hacer perder 10 personas que hasta entonces eran clientes. Este principio básico comercial es el que a veces no se ha cuidado en ese trato o al menos es el que las ovejas negras fundamentalmente han dado a los administrados y es sin duda una de las razones por la que se podría ‘estar alimentando’ esa opinión desfavorable hacía los empleados públicos.
    Cuando pienso en mi situación personal y en quiénes siendo funcionarios de carrera e interinos, y personal eventual de confianza o de libre designación con denuncias falsas, informes mendaces, expediente parcial despreciando mi derecho a que se me aporte la prueba documental para demostrar mi cumplimiento laboral, maquinando maliciosa y vengativamente han conseguido que se me sancione con una falta grave por una inexistente falta y además incumpliendo el derecho fundamental a un trato igual ante iguales situaciones de derecho y de hecho, al derecho a probar mi inocencia y pisoteando la garantía de indemnidad que debe tener todo trabajador que denuncia hechos que podrían ser constitutivos de cuánto menos infracciones laborales, me cuesta reconocer la realidad de que la mayoría son gente honesta y comprometida con su labor, pero es cierto lo que usted dice. (Estoy seguro que habrá quien (tal vez la mayoría) no crea lo que digo y de mayor credibilidad a lo que dijeron, y hasta testificaron, aquéllos – de hecho así hizo la jueza, pero a veces «la realidad supera a la ficción», y no debo/puedo decir más).
    Pero por eso sí puedo decir con mi testimonio que sí hay ovejas negras que manchan tanto la labor del empleado público y que, al igual que el chapapote que queda por encima de las aguas limpias, ‘mancillan’ o ensucian todo lo que les rodea.
    Por otro lado, parece haber un gran consenso entre quienes opinamos en este blog, en que el modelo de reclutamiento y selección del empleado público no parece ser el mejor o más adecuado para escoger entre los candidatos a los mejores. Naturalmente estoy de acuerdo en que no es el más acertado según qué puestos, pero por esto mismo y porque también entiendo que es obligado conocer aquellas leyes (CE, principalmente por la que nos debemos regir y ajustar nuestro comportamiento, y no sólo ante los administrados), y ajustándose a las mismas hay que resolver los procedimientos y tramitar las solicitudes, etcétera, el nuevo procedimiento de acceso a la función pública debe ser variado, más ágil y, como ya se hace para jueces, funcionarios con habilitación nacional, policías entre otros puestos, con prácticas remuneradas previas (y que también sirvan de selección) al ejercicio profesional.

    • Estimado Fernando: Lo de ir incluido bajo el concepto de funcionarios públicos a los trabajadores en régimen laboral va de suyo, ya que he optado por utilizar funcionarios en el sentido omnicomprensivo del Código Penal como se comprueba cuando he enumerado los servicios públicos silenciosos de oficios en que ordenanzas, médicos, delineantes o veterinarios, por ejemplo, prestan servicios en régimen laboral y a estos efectos son «funcionarios». Por otra parte, claro que acepto la existencia de ovejas negras pero no creo ni por asomo que sea la especie dominante; es más, creo que proporcionalmente en todo grupo organizado ( clase, equipo deportivo, comunidad de vecinos, incluso familia reunida en Navidad,etc) hay mas personas maliciosas que la cuota existente en la administración pública ya que insisto, son casi tres millones de empleados públicos y la cosa funciona sirviendo a 40 millones y con apenas un centenar de expedientes disciplinarios. Son datos objetivos. Luego dentro de cada administración, dentro de cada corporación, e incluso dentro de jueces o médicos, por ejemplo, hay de todo como en botica. Una cosa es «no ser perfecto» (como nos enseñó Billy Wilder) y otra que «dominen los imperfectos», que es muy muy distinto.
      En cuanto al sistema de selección ya reclamé la reforma del sistema en un post anterior: https://delajusticia.com/2017/04/10/reforma-urgente-del-modelo-clasico-de-oposiciones/
      Un saludo afectuoso

      • Fernando

        Reconozco que tal vez no he sabido expresarme debido a mí ‘experiencia personal traumática’, pero no he querido dar a entender que la mayoría de funcionarios (sospechaba que su señoría no hacía distingos por brevedad razonada que ahora ‘este menda ya pilla’) sean ovejas negras, ni mucho menos, y estoy con usted/contigo en que por el contrario nos debemos felicitar de la calidad del empleado público.
        Agradezco la aportación de datos estadísticos en relación a la proporción de expedientes por el número de funcionarios, y ello puede ser interpretado de múltiples maneras (como sucede con cualquier estadística, sin mencionar las electorales), pero contagiado de su visión positiva prefiero entenderla en similar modo al suyo, a saber que los empleados públicos somos buenos trabajadores (aunque con mi ultrajado expediente no puedo reclamar que se me incluya en ese mayoritario grupo puesto que formaría parte del grupo de ovejas negras, aunque las que sí lo son de mi corporación municipal estarían en aquel conjunto, con lo cual mejor no estar junto a esta gente, que uno es muy limpio -con perdón por la acidez/ironía del comentario pero cuando uno tiene el aguijón de la injusticia y el agravio clavado en el alma, debe canalizar la rabia de la mejor forma y usted/ tú que tienes buena veta de sentido del humor, entenderá que la ironía es una de las mejores vías para canalizar aquella).
        Leeré sus artículos sobre el sistema de selección con gran interés y de nuevo mi agradecimiento por sus aportaciones intelectuales.
        Un saludo de este menda, para quitarle un poco de formalidad.

      • Claro, Fernando, te comprendo porque he visto de todo en las administraciones y la gestion de los recursos humanos es mejorable; de hecho tengo anécdotas personales en que he sufrido en mis carnes jóvenes-con menos trienios y siendo funcionario novicio, la ignominia del abuso de autoridad, que me obligó a madurar y sobrevivir, pero sé que lo inmensamente bueno ha reinado en mi experiencia y así lo confieso. Un saludo con humor… que no falte

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  5. yeyutus

    Es de agradecer el post, muy acertado y bien explicado. Hay EEPP, buenos, regulares y malos, y ciertamente son muy pocos los «malos».
    Lo que también necesita nuestra administración es acabar con la frase…..»dispara con pólvora del Rey».
    No puede ser en el siglo XXI que determinados «malos» EEPP, reiteradamente, hagan las cosas mal una y otra vez, y el condenado por esas barbaridades sea la administración = a todos los ciudadanos.
    Cuando alguien (EEPP o responsable político) mete la pata muchísimas veces debería haber un mecanismo de «obligado cumplimiento» por el cual los ciudadanos recuperemos esos perjuicios creados, sean económicos o de otra índole.
    Obviamente también aplicable a los responsables políticos….sólo con legislar este aspecto bien clarito, este país cambiaría para mejor muchíiiiisimo.

    Las cacicadas, las pijotadas, las idioteces, los torticeros sistemáticos, tendrían que medirse muy mucho. Ya no sería un tema de interpretación simplemente.
    Igual que hay condena en costas, debiera haber condena por tal sentido. Las resoluciones quien las firma se responsabiliza. No es un Juez responsable de su firma, pues cada cual lo mismo.
    No quiero decir que ante una duda interpretativa un funcionario fuera sancionado, pero cuando hay varias sentencias diciendo que esto es así, que se persista sistemáticamente en lo mismo porque se dispara con pólvora del Rey, debe erradicarse de nuestra administración.
    Podría poner un millón de ejemplos de diferentes profesiones, y todo el mundo es responsable de su trabajo, de su eficiencia y de su eficacia, no puede ser que ciertos Gestores/profesionales de lo público no tengan ningún tipo de responsabilidad.
    A ver si tengo suerte y lo lee algún legislador y se pone a la tarea de regularlo, que no es cosa sencilla.

  6. ciudadano.

    Lo siento pero «Olvida el ciudadano que la voluntad de todos es la que ha querido que el funcionario sirva unas leyes que le vienen dadas.» es un salto demasiado grande como para ser admitido como argumento válido. Demasiado complejos son los vericuetos del sistema democrático de partidos como para afirmar que representa la voluntad de todos. Cuando ya la afirmación «La voluntad de todos» es una falacia en si misma. Lo único que otorga el sistema de partidos democrático en este país es una mayoría parlamentaria, que «teroicamente (y digo teóricamente porque en la práctica es muy discuitible) representa una abstracta voluintad de una parte de la población (la que ha votado al partido ganador o la coalicion ganadora), y que posiblemente ni siquiera estén al corriente de la maraña legislativa que supuestamente refrenrdan con sus votos.

  7. Pingback: Otra temporada de derecho, ruido y humor delaJusticia.com El rincón jurídico de José R. Chaves

  8. Gracias Sr. Chaves, no viene nada mal de vez en cuando un reconocimiento. Hay mucha vocación también en el funcionariado.

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