Actualidad Humor y Administracion

Prohibido cabrearse en la vía pública

¿Qué opinaría usted si la ordenanza municipal prohibiese literalmente

Cualquier manifestación de malicia, rencor o ira, ya sea perpetrada verbalmente, en lugares públicos o en las llamadas ‘plazas virtuales’ de lo social, o con acto físico u otra forma de violencia.

Lo más curioso son los castigos por su vulneración, y que van de la obligada lectura de la Constitución, libros o películas positivos, así como la obligada visita a museos y lugares simbólicos, sin olvidar la necesaria prestación de, al amenos, 10 horas de trabajo voluntario en una de las asociaciones inscritas en el Registro Municipal de Voluntariado del municipio.

Increíble pero cierto.

Eso es lo que ha aprobado el municipio de Luzzara en la Provincia de Regio Emilia (casi 9000 habitantes), y con vigencia para 2019.

Es cierto que dicha ordenanza carecerá de eficacia jurídica pero el Alcalde y sus asesores han propiciado la iniciativa para promover buenos hábitos y costumbres ante la creciente actitud ciudadana en los espacios públicos, donde se prodigan gritos, insultos y discusiones.

Lo curioso es que incorpora el derecho de denuncia en los siguientes términos, traducidos:

Cualquier ciudadano de Luzzara o cualquier persona que pase por el territorio municipal debe informar de la violación de esta prohibición a la autoridad a través del buzón de correo electrónico stopcattiveria@comune.luzzara.re.it, proporcionando la evidencia en la medida de lo posible de la violación (capturas de pantalla de páginas web, fotos de mensajes públicos, grabaciones de audio o video, testimonios de varias partes que acreditan la violación).

Caramba. Los vecinos espiando a los vecinos, móvil en mano, alertas a las voces proferidas en el parque, plaza o vía pública.

Es curiosa esta Ordenanza italiana, formalmente motivada y promulgada, que contempla que el denunciado podrá ser sancionado con labores como: leer la Constitución italiana, a ver La vida es Bella (película 1997), asistir a la ópera de Edipo Rey, a admirar el Laoconte en el Museo del Vaticano, o leer las Memorias de Adriano.

Esta iniciativa me recuerda el mandato de la Constitución de 1812 cuyo artículo 6 obligaba a los españoles a ser “justos y benéficos”.

Es cierto que resulta todas luces un exceso sancionar por “cabrearse en la calle”, pero no faltará algún municipio español, por aquello de que los votos y las modas soportan todo, que apruebe alguna extravagante ordenanza como esa.

Sin embargo, lo relevante del caso es que encierra una reacción administrativa frente a un fenómeno tristemente actual y que no solo es propio del pueblecito italiano. Se trata de la tremenda descortesía que supone usar los espacios públicos para actitudes de manada, griterío o zafiedad. Todos recordamos alguna anécdota desagradable de quienes olvidan que lo que es de todos debe ser respetado por todos, incluida la paz en la vía pública.

Sin embargo, contra eso nada puede el Derecho ya que haría falta que toda la ciudadanía comprendiese que son las normas y para qué están, y me temo que era muy ingenua la presunción del art.6 del Código civil de que “la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento”. Aunque pensándolo bien la ley es muy pragmática pues no confía en que se sepan las leyes los ciudadanos sino que sencillamente dice, que se sepan o no, si se incumplen se pagará por ello, que es muy distinto. Y a veces es lo mas práctico cuando la sociedad arroja la toalla y renuncia a educar para optar por castigar. Al fin y al cabo, no es cuestión de normas, sino de formas y de respetar a los demás y a lo de todos, y eso se aprende con reflexión, ejemplo y un mínimo de empatía y teniendo presente que un poco de cortesía regala mucho.

En fin, quizá a alguien le interese asomarse a mi viejo post sobre las prohibiciones municipales extravagantes, que las hay… o sobre las demandas contencioso-administrativas extravagantes, que también las hay.

5 comments on “Prohibido cabrearse en la vía pública

  1. Anónimo

    No se yo si está bien planteada la cosa, porque el cabreo, es decir, la indignación,es un fenómeno individual, interno, personal e intransferible y ni se puede prohibir, ni se podría verificar el incumplimiento. Otra cosa muy distinta es que se prohíban las manifestaciones externas de ese cabreo, que nos llevan a querer exportar nuestro malestar, para hacer qu otros se sientan mal también, sean los causantes de nuestro enfado o no. Nos pueden prohibir que hagamos daño a otros o a las cosas porque nos enfademos, pero no el enfado en sí

  2. Joaquin

    Pues yo reivindicó mi derecho a cabrearme y a manifestarlo, o a alegrarme, o a llorar, o a reir … creo que ya vale de pretender regularlo todo, que el señor alcalde o presidente de CA o del gobierno de España no son nuestro papá ni nuestra mamá, ni todo lo que hagamos, o hagan los demás, tiene que parecernos siempre bien a todos.

  3. Fernando

    Estoy seguro que en España esa ordenanza tendría un recorrido muy corto porque en mi opinión poco menos que rayaría en la inconstitucionalidad. En todo caso, no me figuro cuál es la situación que deben vivir o hasta qué punto debe ser insufrible para tener que dictar una limitación tan severa. Pero también cabe la posibilidad de que el alcalde sea un pejiguero con tendencias a acaudillar y con reminiscencias del ‘pasado glorioso de Benito Mussolini’.
    En cuanto a poner límites al comportamiento humano con ordenanzas y leyes está fuera de toda duda su necesidad porque no nacemos aprendidos y tampoco se garantiza con el aprendizaje y la educación que no nos comportemos ocasional o habitualmente fuera de los términos de lo cívica y éticamente tolerable. Pero de igual manera que se ponen lindes al comportamiento, también hay que hacerlo con las ordenanzas y leyes pues un bien tan deseado como la paz social no puede ser argumento justificativo para la opresión colectiva.
    De no hacerse así llegaríamos al extremo de no poder animar a nuestro equipo favorito porque eleváramos la voz al hacerlo, aunque algunos hemos deseado en más de una ocasión que el hincha de al lado enmudeciese por ser insufribles sus gritos, su contenido o sus tonos.

  4. Phelinux

    En la línea de los anteriores comentarios, no hay necesidad de regular las emociones. Hay que educar, eso sí, y desde niños mejor, a gestionar nuestras emociones, sobre todo las negativas (aunque las positivas también pueden ser muy explosivas e insufribles por los de alrededor) para no dañar al prójimo con nuestros exhabruptos o malas formas.

    Dicho todo lo cual, también creo que debemos ser tolerantes con quien, en un momento dado necesita desfogarse con unos gritos, unas palabrotas y hasta unos insultos. Estos últimos no nos los tomemos personalmente ni aun cuando vayan dirigidos a nosotros. La vida es muy complicada (más para unos que para otros) y a veces esas expresiones malsonantes y vociferantes pueden ser una estupenda válvula de escape para evitar que el individuo, en un momento de gran frustración, acorralamiento o enfado, use otras formas menos aceptables de descargar su rabia, como por ejemplo recurrir a la violencia física contra personas o cosas. Seguramente esa persona luego se calmará y reconocerá que no ha actuado bien.

    Esa tolerancia la predico siempre y cuando la cosa sea algo puntual y no habitual en el sujeto.

    Así que mi receta es educación en gestión de emociones y empatía hacia quien en un momento dado se ve desbordado por alguna emoción negativa y necesita desahogarse verbalmente, y menos legislación que nos obligue a dejar de ser como somos los seres humanos en algo tan básico como las emociones.

  5. mikel on.

    La tolerancia exige de cada uno de nosotros aguantar en el espacio público, -en el espacio privado común recurrimos a la comunidad de vecinos-, aquello que nos desagrada.

    La cuestión empieza a ser cabreante cuando existe una regulación pública que nadie conoce, o es mal conocida y peor interpretada, que regula el espacio público, respecto del que, por existir hay algún tipo de consenso, se prohíben, se limitan u obstaculizan ciertas actividades, actitudes o manifestaciones . En definitiva, nos protege de las mismas. En puridad, nos protegerían de tener que aguantarlas cuando se producen.

    La impotencia es manifiesta en el momento en que acontece la actividad, actitud o manifestación «regulada», prohibida, limitada u obstaculizada.

    Y en este caso, las emociones son posteriores a la regulación que pocos aplican y que los poderes públicos son impotentes para exigir su cumplimiento. O nos convertimos todos en unos neuróticos del civismo regulado, como aparece expreso en la regulación italiana, o nos tomamos en serio la educación del comportamiento, no tanto del conocimiento.

    Y en serio, todos sabemos lo que significa, es tiempo, determinación, constancia, generosidad, sacrificio, dinero, y un largo etcétera, y un largo camino. Somos muy capaces de apuntar las soluciones pero bastante incapaces de aplicarlas.

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