Principios

El auténtico espíritu de las leyes

La obra del barón de Montesquieu El Espíritu de las Leyes (De l’esprit des loix, 1748) se ha ganado su lugar de honor como reflexión sobre la naturaleza y límites de las leyes, marcando el territorio de los poderes afirmando:

No hay libertad si el poder judicial no está separado del poder legislativo y ejecutivo.

El propio barón explica el sentido del título de su obra y meta, en el Capítulo III del Libro I:

“Estas leyes han de ser tan adecuadas al pueblo para quien se dictan que sólo por muy rara casualidad las de una nación convendrán a otra.

Es necesario que se acomoden a la naturaleza y al principio del gobierno establecido ó que se intenta establecer, sea que le formen, como hacen las leyes políticas, sea que le mantengan, como hacen las leyes civiles.

Deben asimismo adaptarse al estado físico del país, al clima helado, abrasador ó templado; a la calidad del terreno, a su situación y extensión; al género de vida de los pueblos, según sean labradores, cazadores ó pastores; deben ser conformes al grado de libertad que la constitución puede resistir; a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, riqueza, número, comercio, costumbres, usos. Por último, esas leyes tienen relaciones entre sí: las tienen con su origen, con el objeto del legislador, con el orden de las cosas que regulan. Bajo todos estos aspectos es menester considerarlas.

Tal es la tarea que me propongo en esta obra. Examinaré todas las relaciones indicadas, que juntas forman “lo que se llama el espíritu de las leyes”.

Si Montesquieu levantase la cabeza quizá no reconocería su visión de las leyes en el caso español. Sin embargo, su Tomo I nos ofrece pautas para determinar en el contexto actual de nuestro ordenamiento jurídico el auténtico espíritu de las leyes, y bajo la licencia expresiva de la ironía o el sarcasmo, se me ocurren los diez posibles fines, espíritu o esencia que parecen cobijar las leyes españolas…

  • El espíritu de las leyes es atender lo políticamente correcto… aunque jurídicamente resulte incorrecto.
  • El espíritu de las leyes es apagar las voces sociales mas molestas que suenan mas que otras voces sociales con mayor razón pero menor eco.
  • El espíritu de las leyes es la exuberancia de principios y palabrería.
  • El espíritu de las leyes es cambiar normas para que nada cambie.
  • El espíritu de las leyes es aumentar el rebaño normativo para ocultar las ovejas negras.
  • El espíritu de las leyes es plasmar los sueños de poderío administrativo.
  • El espíritu de las leyes es sortear o prevalecer sobre sentencias incómodas.
  • El espíritu de las leyes es vestirse de tecnicismos, informes y trámites que hagan olvidar que se oculta tras ellos.
  • El espíritu de las leyes es plasmar el fruto del consenso parlamentario, espejo deformado del consenso social.
  • El espíritu de las leyes es el de un jugador diestro de naipes de las siete y media, o no llega o se pasa, aunque a veces no juega y cuando juega es mal perdedor.
  • El espíritu de las leyes es honrar al Tribunal Constitucional y al Derecho comunitario como un hijo rebelde y emancipado.

En suma, como decía el propio Montesquieu en tan magna obra:

No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia.

A mi juicio el auténtico espíritu de las leyes es servir al pueblo y al interés general desde la racionalidad y persiguiendo estabilidad (lo que es utópico, lo sé), y no servir el becerro de oro del populismo mediático, de la respuesta a corto plazo, y del servilismo de partido (lo que es realista, lo sé).

La Constitución es una formidable carpa de principios, garantías y criterios organizativos, que deposita la confianza en los legisladores, y ampara múltiples desarrollos posibles, desde los lógicos a los absurdos, desde los beligerantes a los neutros, y desde soluciones técnicas a políticas, además de aceptar todo tipo de transacciones que colme los votos necesarios. En suma, quien tiene la llave para aprobar una u otras leyes es una maquinaria parlamentaria compleja, plenamente legitimada por la elección democrática, pero cuyo sueño produce monstruos.

No tengo solución para el problema pero como estudioso del fenómeno jurídico y servidor del derecho, creo que tengo derecho a la queja, a agitar conciencias que no muevan a la anarquía, sino a realizar la sana crítica que propicie la renovación de la credibilidad de nuestra estupenda Constitución que merece mejores leyes… o mejores legisladores.

Confieso que el ordenamiento jurídico me está resultando una novela en que el primer capítulo (la Constitución) resultó apasionante y lleno de sano suspense. El segundo capítulo (las leyes) aburre y resulta inverosímil por los derroteros que toma. El tercer capítulo (los reglamentos) es muy parecido al segundo capítulo (parecen escritos por la misma mano). Y el cuarto capítulo (la jurisprudencia) está escrito por muchos, pero es leído por muy pocos y se nota que no está escrito con mano segura.

A ver si mejora en los siguientes capítulos… Sugeriría reescribir algunas partes del segundo capítulo a ver si mejoran los siguientes…

11 comments on “El auténtico espíritu de las leyes

  1. José Antonio Ibáñez Marqués

    En la actualidad el «espíritu de la leyes» resulta inexistente, lo que equivale a decir que las leyes son DESALMADAS en su inmensa mayoria, y no digamos los reglamentos. No voy a poner ejemplos… pero se han aumentado, tanto en número como en perversidad de manera matemàticamente geométrica. La prevaricación es la norma: Cumplir con la mala ley no equivale a cumplir con la buena justicia.

  2. Estimado J.R.:
    «¡Montesquieu ha muerto!» (Alfonso Guerra dixit) El Poder, como el Universo, se expande. Bertrand de Jouvenel, en su libro «El Poder», explica el proceso histórico por el que, poco a poco, se fue afianzando y concentrando el poder en el Rey. Para, una vez hecho, ser sustituido por «el pueblo». De este modo, el Estado democrático heredó del Rey un poder omnímodo. Sólo que en aquellos tiempos no existían los medios de los que, actualmente, dispone el poder para penetrar todas las esferas de lo público. Jouvenel, como noble que era, echa de menos el contrapeso al poder real que suponía la existencia de una nobleza levantisca, como había en Francia hasta Luis XIII (la Fronda es buen ejemplo de ello).
    En nuestro país, el poder real, perdón, del pueblo, no tiene contrapeso. Lo aplasta todo y, cuando pasa, todos los actores de la vida pública, se pliegan. Hablar de independencia judicial en estas circunstancias resulta casi cómico, si no fuera trágico. Ahora mismo, el buen juez sólo está en los juzgados apartados de la Corte, precisamente por eso, por si acaso se le ocurre molestar.
    Ayer, por casualidad leíta un artículo de González Pérez, que citaba una obra que no conocía, pero que tiene buena pinta: el «Diccionario de los políticos o verdadero sentido de las voces y frases más usuales entre los mismos, escrito para divertimento de los que ya lo han sido y enseñanza de los que aún quieren serlo», de Rico y Amata (1855), que define la «moralidad» como sigue: «Señora estraviada en la corte cuyo paradero se ignora, por más que se ha ofrecido un hallazgo al que la presente … Los que más aparentan buscarla le cierran la puerta cuando se presenta en sus casas y, aburrida de tanto desprecio, dicen que va peregrinando ahora por los pueblos pequeños, acompañada de su hermana la justicia, tan despreciada como ella. Probablemente tendrán que emigrar pronto de España, sino quieren
    morir de una sofocación»
    No hay nada nuevo bajo el sol … (me refiero al rey Sol, claro)
    Como siempre, enhorabuena y gracias

  3. Iñaki Virgós Sotés

    Te superas Señoría

  4. Es grato encontrar blogs con conenido de calidad. Dejo el link de mi blog por si encuentra algún post de su agrado. Gracias enormemente y enhorabuena por el trabajo.

    https://equijarjuridicolaboral.home.blog/

    Sañudos,

  5. Anónimo

    Buenas tardes,

    El principal problema, a mi entender, es que el pueblo «compra» todo aquello que le dice el político porque el político ya se preocupó de que el pueblo no entienda nada de lo que se le dice respecto al Estado y al Poder Judicial.
    De esta forma es normal escuchar a políticos decir verdaderas barbaridades, por ejemplo ahora en campaña electoral, y que a nadie le sorprenda. Al contrario, se jaleen.

    Durante años el poder político ha procurado la más absoluta ignorancia del pueblo respecto a sus reglas básicas de convivencia, la Constitución, las leyes, los reglamentos, la jurisprudencia…

    Salgamos a la calle y preguntemos a cualquiera que pasa por la calle que es la jurisprudencia…, o que es la Constitución, esa Señora que todos mencionan pero que casi ninguno se ha tomado la molestia de leer.

    No damos para más!!

    Un saludo,

    Manel Pérez

  6. José Manuel Martínez Fernández

    Pues no tiene esto pinta de mejorar, con una jungla de leyes y normas vomitadas por 18 poderes legislatuvos mayores y mas de 8000 menores, donde el interés general, el rigor y la seguridad juridica no son el principal sustrato en el que se asienta esa maraña de disposiciones normativas, arboles, arbustos y hierbajos de esa jungla que permite cobijar todo tipo de bichejos…

  7. Pablo González

    Las leyes no cambian el corazón de los hombres. Las grandezas y bajezas del ser humano ya las describía magistralmente Shakespeare en sus obras…y Ford Coppola en el «El Padrino». Utilizamos tecnologías que hace no mucho eran ciencia-ficción con cerebros de Atapuerca. Un saludo.

  8. Juan Manuel del Valle Pascual

    El espíritu de las leyes es un fantasma juguetón que se esconde en una lejana disposición transitoria, que deja el mandato de la no transitoria guardando el banco verde, para que nadie se pinte la ropa por retaguardia. Es un compañero de juegos de tantos otros espíritus de leyes autonómicas,ordenanzas municipales, normas colegiales, acuerdos comunales, costumbre «opinio juris seu necesitatis», directivas con y sin trasposición, entre actos claros e insumisiones en torvos desarrollos, todos en una selva de espíritus. Es también Freddy Krueger emboscado en disposición adicional que nadie espera, poco tiene que ver con la norma de rigor y acuchilla por la espalda a quien busca respuesta en la ley que le es propia y anda lejos, que no se lee en texto sabiamente consolidado, que por ello nos derrota. El espíritu de la ley es el ángel que hace inteligible los mandatos abstrusos, los «manda huevos», y confusos los que aparentan claros. El espíritu de la ley es la voluntad de entendimiento de lo que se dijo y escribió hace tiempo y ha de aplicarse mucho después, cuando pocos quedan que le dieran la luz. El espíritu de la ley es la voluntad de entenderse, de aceptar el cambio, lo de los otros, de preparar nuevos hábitos, de reconocer aquello por lo que hemos pasado tiempo postulando, es aceptar lo que otros piensan distinto de nosotros, un holograma de lo que pudo ser y no es, un espíritu de convivencia.

    • sed Lex

      ¿Dijo vuesa merced de convivencia o de connivencia?😉

    • sed Lex

      Muy bueno por lo demás. Desde mi punto de vista, en realidad es un trasgu que nos esconde la razón que tenemos (o creíamos tener) bajo un montón de burocracia administrativa y judicial, robándonos de paso la fe y hasta la ilusión de que vamos hacia un mundo mejor.
      Aunque también es todas esas cosas. A veces.

  9. Es un placer leerte, amigo, pero siempre entro en una levísima depresión…Tantisimos que estamos de acuerdo con esto y luchamos solos y por ende muy vulnerables…habría que poner nombres y apellidos a los tiranos y tiranizados por las leyes, porque no son todos los que están y acabamos en abstracciones que llegan a los que estamos concienciados…
    Un placer

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