Constitución

La Constitución española: No la toques más, que así es la rosa

Tomo el préstamo de la frase de Juan Ramón Jiménez sobre el poema, «¡No le toques ya más, que así es la rosa!», porque creo que no está de más en estos tiempos convulsos recordar el valor y posición de la Constitución.

Pocas expresiones de supremacía normativa me resultan tan elocuentes como “norma normarum”, o sea, la Constitución como fundamento y marco regulador de la producción de normas, que fija fines, contexto y fuentes de mandatos o prohibiciones, pero sobre todo, de garantías.

En el plano gráfico, ese poderío de la Constitución se visualiza con su posición en la cúspide de la pirámide jurídica del modelo de Kelsen, que nos sirve para colocar cada pieza normativa en el tablero jurídico, con su fuerza respectiva (y que expuse en formato visual en su día). Siguiendo el forzado símil del ajedrez, los reglamentos operan como modestos peones, los decretos leyes y decretos legislativos con poderío limitado como alfiles y caballos, las leyes con la amplitud de movimientos propia de las torres, las leyes orgánicas como poderosas damas que hay que cuidar pero que pueden moverse en muchas direcciones y con gran impacto…. En el ajedrez, como en el ordenamiento jurídico, el sistema importa, o sea, no perder de vista que el conjunto sirve al todo.

Por eso, en los actuales tiempos de convulsión jurídica, muchos sentimos que se sacuden los cimientos del templo constitucional. Confiamos en que las columnas de los principios constitucionales aguanten las presiones pero eso no nos impide la inquietud. Es cierto que los movimientos sísmicos de las fuerzas políticas desatadas son pruebas de resistencia del edificio constitucional, cuyos cimientos de valores y consenso están preparados para aguantar.

Confieso que el estudio y la experiencia me han hecho venerar la Constitución. Su supremacía sobre el poder legislativo, el poder ejecutivo, el poder judicial y también, sobre el poder del mismísimo Tribunal Constitucional, como garantía de un mínimo común denominador para toda la sociedad, que se identifica como cultura con valores propios y reglas comunes de convivencia.

Quizá por un sentimiento psicológico de apego, o pragmático de aversión al cambio, me he convencido de que no debería jugarse con la Constitución. De que el espacio elástico para la experimentación y el cambio era el Derecho administrativo (la Constitución permanece y el Derecho administrativo pasa, a la inversa que lo que declaraba Otto Mayer).

Por eso, cuando siento que cada vez están más cerca los obuses políticos de la Constitución, me alarma y me siento como niño perdido sin su mamá.

El problema no es si se puede y debe modificarse la Constitución, ya que es incuestionable que se puede modificar y es aconsejable que se modifique puntualmente para afrontar la chapa y pintura que necesita a los cuarenta años superados desde su aprobación. Clarividente era el juicio del pueblo francés en la Constitución revolucionaria de 1793 cuando afirmó que “Un pueblo tiene siempre el derecho a revisar, a reformar y a cambiar su Constitución. Una generación no tiene derecho a someter a sus leyes a las generaciones futuras…”.

Basta constatar el enorme cambio de la sociedad española de la década de los ochenta del pasado siglo XX y de la que vendrá en la tercera década del presente siglo XXI.

Particularmente pienso que el régimen electoral y el régimen autonómico precisan una reconversión fina, y que bien estaría plasmar constitucionalmente el derecho de acceso a internet y transparencia, así como visto lo visto, un régimen claro de poderes en los estados de emergencia sanitaria y catastrófica.Y como no, dejar clara la primacía del equilibrio presupuestario por encima de toda ocurrencia y mercadeo a corto plazo.

El grandísimo problema es que la reforma Constitucional sería lo más parecido a una fiesta de botellón, donde cada partido político acudiría eufórico a hacer lo que quiere, y donde es real el riesgo de demagogia, de confundir churras con merinas, y de cortar por lo sano. Me temo que sería dificilísimo consensuar una hoja de ruta de reforma constitucional, y algunos maliciosamente cambiarían la ruta una vez iniciado el camino. A veces España parece ser el país de las maravillas, donde basta seguir el consejo del gato de Cheshire a Alicia, de que que si no importa donde se quiere llegar, todos los caminos valen; sin embargo, lo cierto es que si realmente queremos llegar a mayores cotas de bienestar y justicia, no todos los caminos sirven.

Por algo no debe olvidarse que etimológicamente Constitución, es construir, alzar, establecer entre todos… no una torre de Babel sino un palacio de Versalles en versión popular y ejemplo de armonía.

Estas reflexiones me brotan tras la lectura del espléndido manual titulado Ordenamiento constitucional español, de Luis María Díez-Picazo (Tirant lo Blanc, 2020), quien en casi 500 páginas nos ofrece un panorama de la Constitución de una tremenda claridad expositiva, donde con una mirada serena y una pluma rigurosa nos ofrece todas las claves constitucionales, los principios, poderes públicos e instituciones. Especialmente valiosa es la destreza impresionista del autor para despachar los temas con unas pinceladas sencillas pero impactantes del paisaje jurídico. No se sirve de las traicioneras notas a pie de página que distraen al lector, ni tampoco se deja llevar por enfoques políticos ni prejuicios. Una visión aséptica y actual de la Constitución.

Creo que el autor, ha unido la visión distante del Catedrático de Derecho Constitucional con el gusto por el cuerpo a cuerpo jurídico del magistrado del Tribunal Supremo, con un resultado magnífico. De hecho, atesoro en mi biblioteca el Sistema de Derechos Fundamentales (Civitas, 2013) en que el mismo autor nos lleva al reino de la parte más diamantina de toda Constitución.

Me ha encantado leerme de cabo a rabo esta obra, armado con mi lápiz de subrayar lo que debo releer, porque me ha refrescado el papel y valor de la Constitución, algo que a veces olvidamos los que nos movemos por el mundano derecho administrativo.

En suma, este Ordenamiento constitucional español, como obra jurídica nos sirve tanto a los veteranos del Vietnam administrativo como a los novatos que afrontan desde la trinchera las oposiciones, o a cualquier jurista de bien que desea algo elemental: conocer la Constitución antes de criticarla y por supuesto, antes de pedir cambiarla.

7 comments on “La Constitución española: No la toques más, que así es la rosa

  1. 👏🏻👏🏻👏🏻, la gran olvidada por muchos “norma normarum”.

  2. Pingback: La Constitución española: No la toques más, que así es la rosa – lopezleraabogado

  3. Yo, que también soy de la quinta de la EGB, la transición, la mili, Aplauso y todo eso desconocido por los millenials, tengo apego emocional y racional a la Constitución.
    Tiene una fachada y arquitectura casi perfecta, excepto en tres errores políticos muy graves (en mi opinión, claro): la autonomía local (que ha devuelto el caciquismo contra el que lucho Maura), el Titulo VIII (por ese camino se va a los Balcanes), y la constitucionalizacion de unos supuestos derechos históricos de los vascos o mejor dicho de los territorios vascos, el hecho diferencial, y que derogó Cánovas).
    El problema de una reforma constitucional es que en el proyecto constituyente del 78 hubo una voluntad común de reforma, modernización, progreso, justicia, merito, garantías jurídicas, ser como Europa. Y un nivel intelectual, merito y de experiencia amplio en los constituyentes
    Y ahora en el poder lo que hay es sobre todo indigencia intelectual, gente que lo único que ha aprobado es el carnet de conducir, que se divierte retorciendo el mapa de España, y que lo que esperan de la vida es una nómina de político con dietas y puertas giratorias.
    Es gracioso que ahora los independentistas pidan armonizar los impuestos en España. García de Enterría, autor de los informes sobre financiación de las autonomías y padre de la LOAPA, que el Tribunal Constitucional tumbó a instancias de los nacionalistas, se estará revolviendo en su descanso eterno.

  4. Lázaro

    Excelente reflexión. Parece ser que el contituyente ya prevía el escenario político de hoy, el que reina el populismo y la hipocresia.

    A sabiendas nos ofreció una reforma un poco rígida, puesto que de lo anterior dicho, son hechos fácticos que los partidos actuales no compartan opiniones entre sus propios integrantes, mucho menos con sus socios.

    La consecuencia es favorable al interés general real, previsto en la Contitución. Incocientemente, los populistas nos brindan con esperanza, pues de sus discrepancias y traiciones, colaboran a la no reforma de la Carta Magna y posterior destrución del Estado de Derecho.

  5. Santiago Cañete

    Ay maestro…me viene a la memoria una cita tuya en «abogados al borde de un ataque de ética», releída para este comentario, del procesalista uruguayo D. Eduardo Couture sobre «los mandamientos del abogado» que decía: «Ten Fe: ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia. y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz.». Derecho, Convivencia, Justicia, Libertad y Paz. El papel y valor de la Constitución en estos campos, parece olvidado, cuestionando grandes sectores de nuestra sociedad su legitimidad, con un paralelismo preocupante a la legitimidad de la II República que junto a otros factores todos sabemos como acabó. Ay maestro…

  6. Alfon Atela

    Hay melones que es mejor no abrir, o hacerlo con mucho cuidado. Yo también creo que mejor no tocarla o hacerlo lo menos posible y menos ahora, que ya se sabe que en momento de tribulaciones lo aconsejable es no hacer mudanza. Y ello a pesar de que como jurista me chirría especialmente la monarquía que, la verdad, no veo cómo se puede defender hoy en día en la jefatura del estado, salvo que nos hagamos trampas al solitario retorciendo los derechos fundamentales hasta que el camello pase por el ojo de la aguja. No hay convenio ni declaración de derechos humanos que no consagre la igualdad de todos y el igual derecho al acceso a cargos públicos (la propia constitución lo hace). Creo que todos tenemos el mismo derecho a ser Jefe del Estado. No se me escapa que gran parte de los españoles (quizá incluso la mayoría) está conforme con el actual rey. Pero entiendo que eso solo lo legitimaría objetivamente si lo eligiéramos cada X años en elecciones.
    En fin, que como bien dicen otros comentarios, con el nivel político del momento, «virgencita virgencita……….».

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