Contencioso educación

Otro maldito Proyecto de ley de reforma educativa

Se avecina la octava ley educativa de la democracia, y me temo que la técnica de ensayo y error valen para la ciencia pero no para la educación. Lo comento al hilo de la reforma educativa, tras la aprobación por el Congreso del proyecto de ley orgánica de modificación de la LO 2/2006, de 3 de mayo de educación, pues me gustaría aprovechar para hacer hincapié en que una reforma que afecta a la columna vertebral de la sociedad, al futuro del país, a lo que son los jóvenes y lo que serán en el futuro, debe tomarse en serio la necesaria motivación de lo que se decida.

Es cierto que cumpliendo el bello mandato del artículo 26.1 de la Ley de Régimen Jurídico del Sector Público, se acompañó el anteproyectos de ley, de una Memoria del Análisis de Impacto Normativo, que en 180 primorosas páginas contiene entre otros apartados:

a) Oportunidad de la propuesta y alternativas;

b) Contenido y análisis jurídico, con referencia al Derecho nacional y de la Unión Europea;

c) Análisis sobre la adecuación de la norma propuesta al orden de distribución de competencias;

d) Impacto económico y presupuestario. Este análisis incluirá la realización del test Pyme de acuerdo con la práctica de la Comisión Europea; asimismo, se identifican las cargas administrativas que conlleva la propuesta, y el impacto de género y en la infancia, adolescencia y sociedad.

He comenzado a leer la Memoria de Análisis del Impacto Normativo de la futura ley educativa con atención, pero confieso que los párpados me pesaban, el corazón se ralentizaba y me iba deslizando por el sofá; pero tranquilos, no era debido a ningún síncope o dolencia, sino a la somnífera sobrecarga de datos, lugares comunes, palabrería y jerga decorativa, que valen tanto para un roto como para un descosido.

El problema no está en este estupendo y trabajado esqueleto (la Memoria), sino en la carne y sangre con que quedará finalmente completado en el Congreso y Senado. Entre lo pintado del Anteproyecto y lo vivo del proyecto aprobado se interponen decisiones desprovistas de todo informe objetivo. Se trata de modificaciones, adiciones o supresiones, liberadas de toda valoración o memoria de impacto normativo y sin más justificación que la oportunidad o pacto político.

Como jurista, lógicamente respeto la voluntad democrática expresada por el parlamento, donde los votos valen igual, con o sin motivación. Pero quizá debemos recordar que la prohibición constitucional de arbitrariedad afecta a todos los poderes públicos (art. 9.3 CE) y este serio riesgo se desvanece garantizando que el texto legal definitivo esté sustentado en los estudios e informes rigurosos y serios que merece la materia.

Tampoco debe negarse la competencia pública para la «Programación general de la enseñanza» (art. 27.5 CE) pero sin prescindir del principio de eficacia (art. 103 CE), hacia la estrella polar educativa marcada por la Constitución: «La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales» (art. 27.3 CE).

El Parlamento tiene la potestad de legislar y todo gobierno puede equivocarse, pero los ciudadanos tenemos derecho de crítica, queja o de preocuparnos por la educación. De hecho, pocas materias afectan a tantos (padres e hijos), en tantos sectores (público y privado), en tantas dimensiones (económica, social y cívica) y en coordenadas temporales (presente y futuro).

Pero ya como padre, como profesor, como ciudadano preocupado por los adultos del mañana, expondré mi criterio sobre la educación, acudiendo a las palabras de una experta que, lo expresa con mayor claridad y autoridad que yo. Se trata de las afirmaciones vertidas por Inger Enkvist, pedagoga sueca de renombre y Catedrática en la Universidad de Lund en una entrevista para el Dominical del País (25/7/2018), que revisten actualidad y utilidad.

El modelo de relación entre profesor y alumno:

La escuela no puede ser una guardería, ni el profesor un psicólogo o un trabajador social.

La finalidad de la educación:

Hay pedagogos que afirman que la escuela tradicional es aburrida y educa a niños sumisos, y que hay que aprender a aprender. La escuela es un sitio para aprender a pensar sobre la base de los datos. Lo de insistir en aprender a aprender sin hablar antes de aprendizaje es una falsedad, porque no podemos pensar sin pensar en algo. Sin datos, no hay con qué empezar a pensar.

La actitud de los alumnos:

Para aprender a escribir, un niño tiene que sentarse bien, mirar hacia delante, tener hoja y papel, concentrarse… Aprender puede ser un placer, pero, insisto, requiere un esfuerzo y un trabajo. Hay que decírselo a los niños.(…) Algunos dicen que no hace falta memorizar porque todo está en Google. Esa es otra falsedad. Google es un instrumento genial. Es de gran ayuda a los adultos, porque sabemos lo que buscamos. Pero para quien no sabe nada, Google no sirve de nada.

Sobre la nueva pedagogía:

La nueva pedagogía es un pensamiento que se ve por todas partes en Occidente. Suecia lo puso en marcha en los sesenta. Consiste, por ejemplo, en la poca gradación de las notas, por lo que muchos piensan que para qué estudiar mucho si no se va a reflejar en el expediente. Se da mucha importancia a la iniciativa del alumno, se trabaja en equipo y, mientras desaparecen los exámenes, aparecen los proyectos y el uso de las nuevas tecnologías. En general, parece que se va a la escuela a hacer actividades, no a trabajar y estudiar. Se da más énfasis a lo social que a lo intelectual. En España esa tendencia empezó a llegar más tarde, con la LOGSE en 1990. Creo que es un error. Por una parte, los alumnos con más capacidades no desarrollan todo su potencial y, por otra parte, los que tienen una menor curiosidad natural por aprender no avanzan. Además, muchos gustos son adquiridos, como la historia, la lectura o la música clásica. Al principio pueden resultar aburridos, pero, si alguien insiste para que tengamos una primera toma de contacto, es posible que acaben gustándonos. Ahora muchos jóvenes eligen sin haber conocido y, claro, eligen lo fácil.

Sobre los exámenes:

Hay que repensar la fobia a los exámenes. El examen ayuda a centrarse en un objetivo. Que tal día tienes que saber estos conocimientos. Un buen profesor enseña cosas a los alumnos, repasa con ellos y les pone algunas pruebas. Y construyen otras enseñanzas sobre lo ya aprendido, así que esos conocimientos vuelven a salir más adelante. No pone un examen sobre algo sin importancia. Con las reválidas pasa lo mismo. Son una meta clara. Ayudan a tener una visión global.

Sobre las cualidades de un buen profesor:

Responsable y bien formado. Debe creer en el poder del conocimiento. Uno no es buen profesor solo por lo que sabe de la materia, ni solo porque sabe ganarse a los alumnos. Hay que combinar ambos elementos: atraer a los alumnos a la materia para enseñarla adecuadamente. Hay que reclutar a profesores excelentes en los que puedan confiar alumnos, padres y autoridades. Y a no ser que haya una situación grave, debemos dejarles trabajar.

Incluso sobre los niños que molestan y no dejan trabajar a los demás:

Eso es un tabú. Se considera poco democrático. Se dice que hay que dar una oportunidad a todos. Pero ¿qué pasa cuando un niño conflictivo no deja trabajar a los demás, cuando se ha hablado con él y con los padres pero no rectifica? Hay que ponerlo en un grupo aparte a ver si así se da cuenta y cambia.

Y sobre repetir curso:

Hacer repetir a un niño a veces sirve y a veces no, porque cada uno es diferente. A mí me gusta el sistema de Singapur, donde el lema es que cada niño pueda llegar a su nivel óptimo. Para ello hay diferentes formas de conseguirlo: una vía digamos normal y otra vía exprés. La segunda incluye más contenidos en menos tiempo. Algunos dicen que es menos democrático, pero yo creo, al revés, que es más democrático porque conviene al niño, a la familia y al Estado. Y hay menos abandono escolar, un problema mucho más grave.

Sobre la posibilidad de que los adelantados tiren por los que se quedan atrás:

Funciona cuando el grupo tiene de media un buen nivel y un buen profesor. Y si los que se tienen que integrar son pocos y quieren hacerlo. Si no, lo que suele pasar es que los que no quieren trabajar arrastran a los demás.

Confieso que esas palabras me convencen. Por un lado, porque es lo que deseo para mis hijos: esfuerzo, aprendizaje, empatía y herramientas para sobrevivir en los tiempos difíciles que se avecinan; por otro lado, porque confirman la impresión forjada con mi experiencia: fui escolar de una alicorta EGB y precisamente me enseñó a valorar la importancia de esa etapa, sus luces y sombras y la patente dificultad de que los resultados educativos se obtengan espontáneamente, por improvisación o por ir en el rebaño de escolares sin pastores motivados. También sentí el orgullo paterno de la graduación en secundaria de mi hijo, con las necesarias reflexiones.

Creo que el maestro debe enseñar a separar el grano de la paja, a priorizarla y clasificarla. En definitiva, a tener criterio. Y el alumno a preguntarse, como decía Rudyard Kipling con la ayuda de seis servidores: “cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué”.

Espero que el proyecto de ley de reforma educativa no deje caer en caso roto las advertencias de los expertos. No puede ponerse en duda la potestad de la Administración para planificar ni la capacidad del legislativo para aprobar la ley orgánica que necesita la sociedad, pero tampoco debe cuestionarse la elemental exigencia de racionalidad y razonabilidad. Ni más ni menos. Caben muchos modelos educativos pero deben construirse sobre pautas pedagógicas y no sobre criterios que responden a estrategias de distinta finalidad. Con la educación no se juega. Es la herramienta más valiosa de un país y el mejor legado que podemos dejar a la generación que se está formando. Experimentos, los justos. Mercadeos, los mínimos. Si no admitimos experimentos cuando un cirujano interviene en nuestro cerebro, tampoco debemos admitirlos cuando el profesor debe intervenir en la mente de nuestros hijos.

En fin, no debemos olvidar el consejo del gato de Cheshire, de Alicia en el País de las maravillas: «Si no sabes dónde ir, no importa el camino que tomes», del que se desprende que si queremos la mejor educación, el camino importa y mucho.

Me temo que la hoja de ruta ya nos la marcó la célebre y hermosa carta que dicen que Lincoln envió al maestro de su hijo.

8 comments on “Otro maldito Proyecto de ley de reforma educativa

  1. Anónimo

    Bien. Echo en falta la importantica del derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (art. 27.3 CE). Este proyecto, reduce este derecho, limita la escuela concertada, elimina la lengua común y propone eliminar las escuelas especiales.

    • María

      Muy interesante. Sería conveniente que ante afirmaciones tan controvertidas se señalara en qué artículos se recoge todo eso, de lo contrario podría considerarse un comentario oportunista. Estoy segura de que no es así y por eso quedo a la espera. Saludos.

  2. José RB

    «No hay viento favorable para el que no sabe dónde va” (Séneca)

  3. FELIPE

    LOECE, LODE, LOGSE, LOPEGGE, LOCE, LOE, LOMCE Y LOMLOOE. ¿Por qué es imposible llegar a un acuerdo sobre educación? El PP ya ha anunciado que derogará la ley cuando vuelva al poder y la impugnará ante el TC por inconstitucional. Algo huele a podrido en la Educación de este país. Al hilo de la misma tema me viene a la memoria un conocido suceso histórico.

    La muerte del papa Clemente IV, en 1268, dejó vacante la institución durante tres años. Los cardenales estaban divididos en dos bandos irreconciliables: el francés y el italiano. Ninguno era capaz de obtener los dos tercios de la mayoría del voto, ni de ceder frente a los otros, ni de consensuar un candidato. El cónclave como consecuencia de este bloqueo se demoró tanto, tanto, que se adoptó un acuerdo que resultó capital. Racionar la comida y quitar el techo del Palacio papal para obligar al colegio cardenalicio para que se dejara de peleas inútiles y eligiera un nuevo Papa por el bien de la Iglesia católica. Y vaya si funcionó. Eligieron al papa Gregorio X.

    Quizás el problema de nuestra educación se solucionaría si encerráramos a nuestro políticos en el Parlamento a pan y agua hasta que acordaran una Ley al gusto de todos. Al fin y al cabo es su trabajo, es su responsabilidad y es su obligación frente al Estado y todos nosotros.

  4. Juan Carlos

    Gracias Jose Ramón: como padre preocupado suscribo hasta la última coma de lo que has dicho y aunque no conocía a esta Señora , desde ahora me confieso seguidor de Inger Enkvist. Tengo la sensación de que escucho a mi padre, que fue maestro en una escuela de un minúsculo pueblo toda su vida profesional y tenía el mismo criterio.

  5. Susana

    Buena y oportuna reflexión. En mi opinión, es ilusorio creer que esta o las reformas educativas que la sucedan (pues no será la última) van a ponerse al servicio de los niños y adolescentes, para su beneficio intelectual y moral. No; la tendencia de los últimos cuarenta años es el adoctrinamiento, la propaganda y la aculturación de las nuevas generaciones. Quieren súbditos borregos, no ciudadanos. Con esta ley le han metido el turbo; por supuesto que no van a basarse en ningún estudio serio, ni lo pretenden. No está muy lejos en que los profesores también serán elegidos a dedo por el mandatario político de turno.

    • María

      «Quieren súbditos borregos, no ciudadanos», un gran motivo de preocupación esta afirmación. Estaría bien que desarrollara esta premisa porque con la educación no se juega, en ningún sentido. Gracias.

      Saludos.

  6. María

    Mucha gente, especialmente madres y padres, compartimos la misma preocupación. La reflexión compartida por usted sería aplicable en idénticos términos a cualquiera de las numerosas reformas anteriores, por eso echo de menos la concreción, los aspectos de la propuesta actual que vienen a empeorar la situación desde un punto de vista exclusivamente educativo. Nos guste o no, hay normas que guardan un profundo sentido ideológico y el debate se torna demasiadas veces falaz, como por ejemplo la primera intervención de «anónimo» en este hilo.

    Muchísimas gracias por hacer de este lugar, su casa, un sitio donde pensar.

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