Memoriam

Nicolás Maurandi Guillén, In Memoriam

Un mazazo ha caído sobre los administrativistas. En esta ocasión la muerte ha golpeado a uno de los magistrados de mayor prestigio de la Sala contencioso-administrativa del Tribunal Supremo, Don Nicolás Maurandi Guillén. A los 71 años de edad, por súbita y alevosa enfermedad.

Tuve el gusto de conocerle personalmente allá por el año 2004 en Baeza, donde nos tocó intervenir sucesivamente en un seminario jurídico, y donde ambos abordamos distintas perspectivas de un mismo tema, en el que yo sería un humilde telonero y el sería el gran torero llamado a lidiar con el miura de la discrecionalidad técnica.

Más allá de su éxito expositivo, fue delicioso compartir el desayuno con Don Nicolás y su esposa, momento en que con admirable sensibilidad y llaneza supo cautivarnos a los presentes como ejemplo de lo que debe ser un magistrado, dentro y fuera de la Sala.

Es sabido que adquirió tempranamente la condición de magistrado especialista de lo contencioso-administrativo (1989) y pronto alcanzó los laureles de magistrado del Tribunal Supremo (1999), donde no se embarcó en una vida cómoda, pues se tomaba muy en serio su actividad jurisdiccional con desmesurado interés por el acierto, preocupado por el justiciable de carne y hueso y si era preciso, no vacilaba en levantar su voz clamando en el desierto en defensa de sus ideas sabiendo que no podría engañar a su conciencia ni defraudar la confianza de la sociedad en su togado papel.

A él se deben en gran medida, los pasos de gigante dados por la justicia administrativa en materia de control de la discrecionalidad técnica, especialmente al hilo del control de los nombramientos de cargos judiciales, donde se aproximó al máximo a la cuadratura del círculo. Basta leer cualquiera de sus sentencias para percatarse del cumplimiento de sus reglas de oro: orden en la exposición, argumentación bien hilvanada y principios o valores como clave de bóveda.

A su labor judicial se sumaría la experiencia académica cosechada como profesor asociado de derecho administrativo en la Universidad de Murcia, donde despertó respeto unánime del alumnado. El resultado de esa convergencia académica y jurisprudencial fue mérito suficiente para que me atreva a calificarle como lo que lo que los sajones califican de Maverick, esto es, una persona independiente, que se traza con esfuerzo sus metas y sueños, luchador para defender sus creencias sin amilanarse por obstáculos u opiniones contrarias, y que consigue generar un impacto positivo en la comunidad jurídica y la sociedad.

Quede aquí la valiosa y valiente confesión que vierte como ponente, en la legendaria Sentencia de la Sala contencioso-administrativo en pleno del Tribunal Supremo de 27 de noviembre de 2007 (rec. 407/2006), del pleno de la Sala Tercera, sobre la necesaria motivación de los nombramientos de magistrados del Tribunal Supremo, como ponente:

La aceptación de que la confianza social en la Administración de Justicia constituye un elemento esencial del sistema de convivencia es hoy un lugar común en la teoría política y la práctica jurisprudencial constitucional; como así mismo son ampliamente compartidas estas ideas: que la mejor funcionalidad democrática de jueces y magistrados la constituye su escrupuloso respeto al Derecho, que la mejor garantía para lograr ese respeto es su alta solvencia profesional y que todo ello, junto a la imagen de neutralidad política que deben presentar los tribunales de justicia, son importantísimos factores para que no quiebre esa confianza social.

Todo ello sugiere estas reflexiones finales que vienen a reforzar lo que se ha venido razonando: que una importante meta constitucional debe ser disipar cualquier sombra de sospecha sobre que la proximidad ideológica, partidaria o simplemente asociativa pueda ser el componente principal de las decisiones que sobre nombramientos judiciales ha de adoptar el Consejo General del Poder judicial; y que la justificación y objetivación de los nombramientos judiciales, en los términos de profesionalidad que han sido apuntados, es el mejor camino para ahuyentar aquellos riesgos de sospecha y fortalecer esa confianza social en la Justicia sin la cual no puede hablarse de verdadero Estado de Derecho”.

Grandes palabras, grandes valores y grandes ecos que dejan en nuestros corazones.

Pese al vacío que deja en el Tribunal Supremo quien tenía mucho y bueno que decir sobre intereses casacionales, sería un tremendo reduccionismo quedarnos con Don Nicolás el juez, siendo más cabal hablar del Don Nicolás el Justo.

Descansa en paz, maestro. Te lo ganaste con creces.

ANEXO.-

Nicolás Maurandi, in memoriam. Celsa Picó

Nicolás Maurandi, in memoriam. Jesús Cudero

Nicolás Maurandi, en recuerdo. Francisco Navarro Sanchís

8 comments on “Nicolás Maurandi Guillén, In Memoriam

  1. Anónimo

    Nadie llenará el vacío que deja. Nadie.

  2. juan perez periañez

    DEP

  3. Morgate

    Era un hombre sencillo y humilde, siempre cercano en el trato, y muy amable con los demás. Yo nunca le oi hablar mal de nadie, a diferencia de otros que practican con saña el deguello del prójimo. Que Dios le acoja y le premie, no en vano las bienaventuranzas distinguen a los que luchan por la justicia

  4. Jose-luis Mazón Costa

    Odio al Supremo y juro como Catón juraba que Cartago delenda est, que el Supremo debe de ser disuelto, pero apreciaba a Maurandi. Me llamó en enero al móvil. Habíamos quedado en comer juntos en Madrid, pero unos temas médicos lo postergaron.
    Intuyó el final, creo ahora, y quiso despedirse.
    Fue mi padrino judicial porque mi primer derechos fundamentales me tocó con el en Murcia. a donde acababa de llegar este simpático y dicharachero magistrado defensor de los humildes y de donde yo soy. Una vez tuve un caso contra unos potentados de Lorca. Un contencioso. Me llevo el recurso con tres más de multas. Era agosto. Le digo al oficial que haga lo posible porque le toque la ponencia a Maurandi y el oficial me concede el deseo.
    Puso la sentencia estimatoria como era lo justo. Pero los otros habrían hecho lo blanco negro para que los poderes de Lorca ganasen conforme al usus fori murciano.
    Era el más justo de los tres o cuatro que había en Sala y el más querido por los abogados. Su franqueza y honestidad te ganaba rápidamente.
    En septiembre 2019 le visité en el Supremo me dijo que tenía diabetes. Le di consejos de como controlarla como paciente experto. No estaba a gusto allí.
    En octubre 2020 íbamos a comer juntos. En enero pasado me pide disculpas por la demora llamándome al móvil, en ese momento de muy buen humor. Nos veremos ya en la eternidad que a todos nos espera amigo Nicolás, muchos abogados te echaremos de menos. José Luis Mazón Costa.

  5. Fernando Martínez Serrano

    Es poco probable encontrar personas de la valía profesional y personal que tenía Nicolás.Sentaba jurisprudencia con sus sentencias y bonhomía con su conducta.He tenido la dicha de ser amigo suyo desde hace 60 años.Por eso siento un inmenso dolor por su inesperada pérdida.

  6. Ed the Outcast

    PANEGIRICO A DON NICOLÁS MAURANDI.- Le conocí hace mucho tiempo, pero ya en ese trato sencillo y cercano que, tanto le caracterizaba, cuanto marcaba una clara diferencia con el matiz de vanidad con que, con más o menos fortuna en disimulo, acompañan (y empañan) su valía profesional algunos miembros de esa la tan Alta Instancia que objetivamente la tienen.
    Porque no hay que confundir el doble plano del saber y de la sabiduría, por completo diferenciable y en los que Nicolás Maurandi coexistió de modo simultáneo y por completo.

    Algo que la vida reserva a muy pocos, a los de verdad, a los fieles a sí mismos en tiempos complejos, aquellos donde toma carta de naturaleza la terrible paradoja que en el templo del derecho prepondere -injusto- el brillo de los cuchillos. Permanece la memoria de los buenos como tú, Nicolás, porque es necesario, imprescindible, que el recuerdo de tu ejemplo se mantenga como luz de referencia en esta larga noche, para que la llama de la seguridad juridica y la garantía de justicia permanezca viva.

    Ya que tenemos la seguridad de que una vez se pudran los oropeles y el viento termine por desperdigar sus deshilachados restos, permanecerán los actos, la coherencia y, en tu caso, esas sentencias y resoluciones buenas, respetuosas, claras y fundadas que dictaste. ¡Qué buenos letrados y pleiteantes si tuvieran tan buenos jueces como tú! que la memoria de los juristas te preserve como referente necesario. DEP

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