Viaje al Derecho Digital

Hay disciplinas jurídicas emergentes que llegan cuando los que ya somos veteranos del Vietnam constitucional, supervivientes del inmenso bloque de normas que supone construir un Estado democrático y de derecho, nos sentimos perezosos.

Pertenezco a ese grupo de juristas que se centra a duras penas en mantener ordenado mentalmente el Derecho administrativo, dada su textura compleja y escurridiza. Nos parece que es bastante territorio como para explorar otros desconocidos donde acechan peligros sin cuento.

Sin embargo, reconozco que personalmente el llamado Derecho digital es una disciplina emergente que en dos décadas ha crecido en presencia e importancia, y no podemos ignorarla porque se abre paso a codazos en la vida cotidiana y judicial con efectos civiles, penales y administrativos.

Pero para poder acercarse con éxito a esa materia se necesita, como para subir al Everest, un buen sherpa, alguien con experiencia, que conozca el terreno y climatología, los secretos, los riesgos, y sobre todo, que sepa mostrar el mejor camino posible para el éxito. Ese es Moisés Barrio Andrés, Doctor y Letrado del Consejo de Estado, entre otros muchos laureles, quien acaba de lanzar al mercado la obra que esperábamos en el derecho digital, y que usando nombre sencillo, ofrece muchas nueces: Manual de Derecho Digital (Ed.tirant lo Blanch,2020).Una obra de 250 páginas que encierra el tesoro de las claves del derecho digital. De entrada, la edición es primorosa, pues con una portada minimalista (combina discretas líneas sobre un cálido blanco) y un tamaño adecuado, resulta sumamente agradable al tacto, textura que ningún libro electrónico podría proporcionar.

En la forma, el prólogo seduce al anunciar el viaje que espera al lector, seguido de un ordenado Índice que expone la ambiciosa hoja de ruta.

A partir de ahí, la fiesta empieza… y acaba bien: Internet, robótica, internet de las cosas, los actores de internet, protección de datos personales, ciberseguridad, etcétera. Todo aquello que a algunos de la vieja escuela nos parecía críptico, oscuro e inaccesible, se nos revela con luminosidad. No es fácil comprender un cuadro cubista sin que te lo expliquen, y el derecho digital está formado por trazos de derecho europeo, el sustrato tecnológico, la eclosión del comercio electrónico y la protección de datos. Casi nada.

Confieso que quedé atrapado en el libro y solo siento haber marcado y subrayado lo que me llamaba la atención porque he convertido mi libro en un inmenso grafiti.

Ayuda muchísimo en la lectura la estructura de la obra, que no se hace compleja ni plúmbea; el autor nos lo ofrece como un padre paciente que cuenta un cuento a sus hijos, mostrando los conceptos, sus orígenes e implicaciones prácticas, de forma clara, sencilla y muy didáctica. Para mí, su lectura fue como leer las Mil y una noches, un viaje hacia un mundo exótico en que cada capítulo me dejaba con ganas de leer el siguiente, hasta finalizarlo con plena satisfacción.

Y puedo decirlo. Ya no soy un analfabeto del derecho digital.  Soy un converso a esta nueva disciplina y recomiendo vivamente a todo el que se llame jurista, que se asome a su lectura. Nadie debe desanimarse por la modesta etiqueta de Manual, pues soy de los que piensa que hay Tratados tan decepcionantes que se ven superados por Manuales impresionantes, como es el caso. Además cada capítulo ofrece bibliografía para los que quieran ir mas allá, y si fuese mas joven, nadie me impediría zambullirme en un Master en Derecho Digital (como el prestigioso Master en abogacía digital y nuevas tecnologías de la Universidad de Salamanca) porque creo que hay que suplir las carencias del grado de derecho con inmersiones específicas en esta materia imprescindible. No es el futuro, sino el presente.

En suma, plena satisfacción. Tras la lectura del Manual de Derecho Digital (tirant lo blanch,2020) me siento como quien ha acabado con éxito un curso del estilo aprenda sueco en cinco días. Y es que ya no me haré el sueco cuando me hablen del derecho digital. Soy uno de ellos.