De Jueces y la Justicia

De demandas y sentencias a ciegas

De demandas y sentencias a ciegas

Se entera Sevach de que un Tribunal federal americano ha condenado al Tesoro por no facilitar la impresión del dólar en papel moneda que facilite su identificación por los invidentes. Tal noticia resulta sorprendente, no sólo porque desde la publicación del Lazarillo de Tormes, es sabido que a ningún ciego se la dan con queso y menos en cuanto al valor de monedas y billetes. Y es que, aunque es justo que se den las máximas facilidades a los discapacitados para el disfrute de los medios de pago en condiciones de igualdad, lo insólito es que se haya llegado a tal trifulca judicial nada menos que al Departamento del Tesoro de los EEUU por tal circunstancia, cuando una sociedad civil avanzada cuenta con sobrados medios pacíficos y ágiles para solventarlo sin necesidad de litigar judicialmente. Pero tal asunto le recuerda a Sevach una sentencia única en su especie que no se resiste a citar.

Así, al hilo este asunto hay que recordar aquélla sentencia dictada por un Juez a las puertas de su jubilación en el año 1999 y cuyos términos sobre el robo a una ciega, determinó una sanción del Consejo General del Poder Judicial. La literalidad de la sentencia habla por sí misma: «El mismo Fernando Brenes Gómez ha reconocido ser el autor de tan execrable conducta, digna de los más cutres apisodios de «Makoki», por lo que poco más se puede decir. Que quede claro que Fernando Brenes Gómez es el culpable, convicto y confeso de tal felonía (…). a) En cuanto a la extensión, de conformidad con el art. 638 del Código Penal, atendidas las circunstancias del hecho, lo más lógico parece poner el grado máximo porque, vamos, intentar mangarle los cupones a una ciega ya es lo último, aunque sea una ciega con un par de… como en este caso; aunque bien es cierto que casi todos los vendedores de cupones los tienen bien puestos y es difícil dársela con queso. Pero bueno, desde cualquier punto de vista hace feo eso de ir por ahí quitando los iguales a los ciegos y es abusar de ellos y esas cosas y habría que darle caña a Brenes (…). Pero luego resulta que el hombre te sale con lo de la droga y el síndrome y el mono y que estaba muy colgao y, vaya, si total no llegó ni a quitárselos y tal y tal (tentativa dice la ley). Y aunque digo yo y dirán algunos que, qué más da que se los haya quitado o no, pero bueno el caso es que la ley, que para eso es la ley, pone menos pena a los choris si les trincan y se comen el marrón. Y al fin y al cabo, es verdad que Brenes está muy acabao el hombre y a mí me da pena (…) Y total, que vaya, que digo yo que es la última sentencia que pongo como juez de Instrucción y casi le tengo cariño, que son muchos años arreándole hostias al pobre hombre y encima me voy de Málaga y le dejo en la cárcel (supongo que como estaba cuando yo llegué aquí). Sí, que venga, no se hable más, la pena mínima y la cuota mínima y eso porque no le puedo absolver, porque no me deja el juez que llevo dentro y porque el fiscal (que es muy buena gente, pero es fiscal) se va a cabrear y con razón. Lo dicho, un mes de multa y no se hable más. En cuanto a la cuantía si no tiene un duro el hombre, pues qué le vamos a poner, la mínima, 200 pesetillas por día, como el del anuncio del giliflautas ese de la ilusión (hombre, qué casualidad, ese abominable anuncio es de la ONCE, me parece)».

En fin, rigurosamente cierto, la sentencia habla por si misma…

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