El pasado jueves publicó diario El Mundo un brillante artículo titulado “Cuando no hay amparo judicial” a cargo de D. Jesús-María Silva Sánchez, Catedrático de Derecho Penal y abogado.
Me pareció que pone el dedo en la llaga en la carrera de obstáculos en que se ha convertido el éxito de un recurso de amparo y que cifra en tres vallas:
- La exigencia de previo planteamiento del incidente de nulidad de actuaciones;
- la justificación de la especial trascendencia constitucional del contenido de la demanda de amparo;
- y el carácter inmotivado e irrecurrible de las providencias de inadmisión de este recurso.
No deja de sorprender que cuando alguien recibe una sentencia desfavorable y si considera se ha perpetrado una lesión a un derecho fundamental, tenga que mirar hacia el Tribunal Constitucional como quien mira al santuario de Lourdes y tener que explicarle a su cliente que el tiempo, energías y dinero a invertir en el recurso de amparo no aseguran la admisión del mismo.
Parafraseando a Luther King…Yo tengo un sueño…
… donde la mayoría de magistrados del Tribunal Constitucional aplican un giro interpretativo flexible, generoso y antiformalista tanto al requisito de la previa nulidad de actuaciones como al apreciar la trascendencia constitucional.
… donde el Tribunal Constitucional pudiera pronunciarse en un recurso de amparo frente a sus propias decisiones de inadmisión en amparo por múltiples vías (conculcación del principio de prohibición de arbitrariedad de todos los poderes públicos del art.9 CE, derecho a la tutela judicial efectiva del art.24 CE, inconstitucionalidad de la propia Ley Orgánica del Tribunal Constitucional al introducir esas barreras que hacen impracticable el derecho de amparo, etc).
… donde el Tribunal de Derechos Humanos asesta un varapalo al Tribunal Constitucional en esta materia
… donde los partidos políticos en vez de bombardearnos con programas con mas ruido que nueces, pactan objetivar la regulación del recurso de amparo del Tribunal Constitucional, evitando colapsos y abusos, pero no acudiendo a la tijera decisionista que se lleva justos por pecadores.
Sin embargo, hoy por hoy, el sueño sigue convertido en pesadilla como nos expone el citado artículo que tenéis aquí y cuya lectura es recomendable.
Muy tristemente de acuerdo con los dos artículos, el tuyo y el que enlazas de Silva Sánchez.
Muchos tenemos el mismo sueño.
Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
!A buenas horas, mangas verdes!.
El Tribunal Constitucional, también llamado «prostitucional», por lo desprestigiado que está, práctica un sistema que podríamos llamar «de picoteo», en el que solamente admite a trámite aquellas demandas que le apetece o viene en gana, no quiero pensar que por motivos de oportunidad, influencias, etc., pero creo que es así como realmente funciona.
Un auténtico derroche de medios y dinero público, que en la práctica no sirve para nada, al menos desde el punto de visto de los ciudadanos y contribuyentes, que somos quienes mantenemos ese engendro.
Creo sería preferible suprimirlo como tal, e integrarlo en el Tribunal Supremo, como una Sala del mismo, con lo cuál además se evitará la constante colisión entre ambos tribunales, el jurídico y el político, aunque en el fondo los dos están bastante politizados, al menos en mi opinión.
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