Completando la trilogía de la conexión humorística entre religión y cargos públicos, ahí van las diez razones por las que Dios sería un pésimo Interventor de cuentas públicas.
1. No está al día de las normas de auditoría y contabilidad pública, pues se limita a diez reglas básicas que llama «mandamientos».
2. Por eso, sólo controlaría los «mandamientos» de pago.
3. Aunque lo ve todo, nunca hace nada por escrito.
4. Siempre deja el examen de la contabilidad, el debe y el haber, para un Juicio final.
5. Le cuesta mojarse: su frase favorita es Dad al César lo que es del césar.
6. Su hijo está en asuntos turbios según la brigada fiscal de Galilea.
7. Por grave que sea la anomalía, siempre, siempre perdona. Especialmente a los Alcaldes «pródigos».
8. Su opinión siempre es vinculante.
9. No se somete al Tribunal de Cuentas.
10. Su Interventor Delegado en la tierra presume de infalibilidad y eso no es bueno..
Y es que si hubiera Interventor en el Paraíso, jamás Adán hubiera comido la manzana pues el «reparo» y «advertencia de ilegalidad» estaría cantado.
Cultura de control aparente, se puede mostrar extremadamente extremadamente- estricto e inflexible con las cuestiones formales, aquellas que en realidad tienen una importancia menor, en tanto que resultar permisivo o incapaz de identificar y proponer solución a los asuntos sustanciales, los que verdaderamente demandan una atención e interés profesional cualificado.
DEL HUMOR Y EL AMOR
Cuán suerte hubo este decálogo
al no suscitar las críticas
que otras palabras semíticas
hallaron del burocrático
autor que hoy os da esta prédica
en este «blog» tan simpático.
Algún comentario ácido
tildó mi charla de herética
sin pensar que humor y amor
gastan parecidas letras
y la inteligencia lucra
de humor sus mejores sendas.
La sonrisa del que escucha
se enciende donde hay amor
porque el humor lo adereza.