El mundo de las oposiciones al empleo público es un terreno competitivo, y hay que asumir que el azar o la mejor preparación de los competidores puede cruzarse en el camino y tumbar las expectativas de los mejor preparados. Lo que no puede aceptarse es que la subjetividad del Tribunal juegue con el esfuerzo y la ilusión de los opositores. Eso explica la siguiente crónica, referida a oposiciones a cuerpos superiores donde la prueba de recitar oralmente temas extraídos al azar es la estrella, que cada cual puede leer a su gusto y entre líneas.
Escenario: Una oposición libre para cubrir un puñado de plazas de un Cuerpo Superior cualquiera en una Administración autonómica cualquiera, sabiendo que cualquier parecido con la realidad es pura realidad.
Acto I. Los opositores
Los opositores convocados esa tarde de Mayo al examen oral esperan el aviso del Tribunal. Están nerviosos. Ya han superado el primer ejercicio y ahora se someten a la prueba de fuego consistente en exponer cuatro temas extraídos al azar durante una hora. Se miran como cuatro condenados a muerte que confían en el indulto de última hora. Los minutos de espera se hacen interminables y una extraña solidaridad en el trance se teje entre los aspirantes. Comentan los posibles aprobados en días anteriores. Susurran sobre la actitud del Tribunal. Se lamentan de su propio agotamiento. Cada vez que es llamado uno de ellos, los restantes le desean suerte, aunque saben que la suerte del rival puede suponer su propia derrota pues hay mas aspirantes que plazas.
Acto II. El examen
Tras comprobar la identidad del aspirante, el Tribunal observa su actitud respetuosa, con indumentaria discreta mil veces meditada, mientras se sienta frente a la sobria mesa, donde reposa el vaso de agua y un temario fotocopiado del Boletín oficial.
Los cinco vocales del Tribunal no ocultan su galvana y miran al aspirante como el animal protagonista de un documental del segundo canal. Ya se ha comprobado que el número de bolas coincide con el de los temas sujetos a exposición oral, y se depositan en la bolsa opaca. El aspirante tiende su mano dentro de ese saco de cristales, temeroso de cortarse si toma la bola equivocada. Tras extraer las cuatro bolas, por el solo dato de leer el número, y sin necesidad de consultar el Programa, el opositor ya sabe si ha tenido suerte o desgracia en su ciega elección.
Aprovecha los quince minutos de reflexión o preparación previa que concede la convocatoria, para ordenar sus líneas de la exposición, tomar notas de ayuda, y exprimir el cerebro para ocuparse preferentemente de los temas mas flojos. El cerebro rumia los temas a velocidad de vértigo. Una vez agotado ese tiempo preparatorio, que discurre vertiginosamente, con la venia del Tribunal, pulsa el botón del cronómetro ( o mira el reloj) y se lanza a jugarse varios años de su vida en un sermón sobre los temas que le han tocado en suerte.
El opositor lleva varios años enfrascado en el estudio, con sacrificio de tiempo, dinero y energías. Se juega la comodidad de un futuro con su esfuerzo del pasado. Avanza exponiendo los temas con claridad, sistemática y exactitud. Con precisión matemática, cada quince minutos cambia de tema, dosificando su contenido como un buen jugador de siete y media: ni quedarse corto ni pasarse. Ha aplicado una entonación levemente monótona pues los temas no son ningún monólogo del Club de la Comedia, pero se ha cuidado de verter muchas normas, citas de jurisprudencia, enlazar conceptos y todo ello, aderezado con lógica. Letra y música bien interpretadas. Son muchas horas de ensayo para que el día del estreno salga mal.
Mientras su voz rompe el silencio con datos de leyes, trámites y actuaciones públicas, se ha cuidado de mirar a los ojos de cada miembro del Tribunal para buscar su complicidad y ha encontrado gestos de asentimiento y miradas de atención. Ningún gesto de nerviosismo ni inseguridad. Cuando el gong silencioso de su reloj marca la hora, finaliza su exposición, mira al Tribunal, y tras recibir una amable despedida, abandona la Sala de forma exultante, como torero que ha conseguido una buena faena.
Acto III. La trastienda del Tribunal
Los cinco vocales del Tribunal han examinado al aspirante. Ha sido agotador. Es difícil escuchar sin interés tal caudal de datos en horas de siesta y sin moverse del púlpito. La mayoría de ellos han desconectado la atención tras los primeros cinco minutos de exposición y han regresado a su cuerpo astral a intervalos al mejor estilo de la película Ghost. Para el Tribunal, la hora de exposición resulta tediosa, y el torrente oral de datos que vierte el opositor acaba convirtiéndose para el Tribunal en el rumor de una cisterna, que no molesta mucho y que solo hay que esperar a que se calle.
Afortunadamente, el aspirante no puede oír los pensamientos de los miembros del Tribunal. Un vocal piensa para sus adentros que las dietas no compensan esa tortura. Otro reconoce en su fuero interno que no tiene ni pajolera idea de los temas que está exponiendo el aspirante. El tercero aprovecha la exposición para hacer repaso de sus asuntos personales, eso sí, sin dejar de mirar al aspirante. El cuarto toma notas de vez en cuando para no dormirse o para aparentar erudición. Y el quinto mira al aspirante con aparente interés, pese a que su criterio vendrá determinado por cierta recomendación de un amigo, familiar o jefe.
Al deliberar, el Presidente lleva la voz cantante, y cuenta con la complicidad de un vocal que, como fiel escudero, seguirá su criterio a pie juntillas (al fin y al cabo, son de la misma promoción o coincidieron en algún destino burocrático). Otro vocal no quiere problemas y presume que el Presidente y su mamporrero deben poseer conocimientos que él desconoce. El cuarto vocal apoyará cualquier propuesta con tal de que cuando llegue la hora de sus recomendados, estos puedan salir adelante. Y el quinto, es el vocal formado sólidamente y de buena fe, que intentará tímidamente convencer a los restantes vocales, y que abrumado por las mayorías se dejará vencer por su criterio. Además en algo coinciden todos: en que hay que calificar pronto porque ya es tarde.
A veces ese reparto de roles en el Tribunal cambia según el aspirante a examinar, pero casi siempre hay un vocal como comparsa o tonto útil. Para saber qué vocal se ha dejado llevar por la corriente basta con aplicar el criterio de los jugadores de póker que en la mesa se preguntan quién es el primo a desplumar: “ Si te preguntas quien es el primo, no lo dudes, ese eres tú”.
Acto IV. La hora de la verdad
Las notas son publicadas en el tablón del lugar de examen, o por internet, como pasquín de ajusticiados. La inmensa mayoría de los aprobados lo son por méritos propios. Buen examen, buenas dotes y justa compensación a su esfuerzo. No es fácil dominar el temario y aguantar la hora y el que se sacrifica debe cosechar su fruto.
Hay aspirantes para los que la calificación de «no apto» no supone sorpresa alguna, pues la sorpresa sería aprobar. Sin embargo, media docena de los aspirantes siente un desgarro interior al no verse en la lista de aprobados. No son opositores que hayan ido a probar fortuna al azar, ni tampoco unos frívolos o vagos. Son opositores muy autocríticos, disciplinados y recuerdan con honestidad que su ejercicio fue impecable, exacto y completo. Sin embargo de forma inexplicable no figuran en el listado. Sospechan que otros ocupan su lugar en la lista de aprobados, aspirantes que han dado un mínimo digno de conocimientos, pero que no alcanzaron la soltura y volumen propia de algunos de esos aspirantes injustamente suspendidos. Su queja no va contra estos opositores aprobados al límite, sino contra la exclusión de quienes tenían nivel suficiente pese a existir excedente de plazas. Estos opositores sacrificados, que creían en el sistema, han recibido un dardo mortífero desde un lugar insospechado: un Tribunal que se anunciaba como imparcial, cortés y formado.
El resultado del primer ejercicio ( por escrito, general y de relacionar) ya ofrecía pistas del pintoresco modo de evaluar del Tribunal pues a la vista del listado de aprobados, se desató un clamor ya que ni aprobaron todos los que estaban preparados, ni suspendieron todos los que no lo estaban. Pero el resultado del segundo ejercicio confirmó la felonía. Si malo es aprobar a quien no lo merece, horrible resulta suspender a quien merece aprobar. Ahí radica el error o la ignominia.
No hay explicación. Es inútil buscarla o reclamar al Tribunal, ya que la discrecionalidad técnica soporta todo tipo de crímenes. Los exámenes orales son un cheque en blanco para un Tribunal calificador y además no dejan huellas del examen realizado para someterlo a control jurisdiccional. A toro pasado, la amabilidad forzada del Tribunal con los aspirantes se evidencia como escenificación para acallar la conciencia. Mejor hubiera sido menos cortesía y mayor ecuanimidad, pues el resultado es bochornoso para el Tribunal y para la Administración que representa: Impunidad para los miembros del Tribunal Calificador e impotencia para el aspirante injustamente suspendido.
Acto V. Telón
Tras la escaramuza, el campo de batalla está sembrado de cadáveres vivientes. No es fácil meterse en el cuerpo de quien ha sacrificado varios años, de quien ha dado todo de sí, notoriamente domina el temario, y se encuentra con una decisión tomada con frivolidad, quizás por razones inconfesables y muy posiblemente alejada de ese mantra del mérito y la capacidad que la Constitución predica.
Para mas inri, había mas plazas que aspirantes. En tiempo de crisis económica, a sabiendas de que la paralización de las Ofertas de empleo comportará una travesía del desierto que minará la salud y juventud de los aspirantes, el Tribunal con olímpica insensibilidad deja vacantes la quinta parte de las plazas. ¿Acaso tomó como regla general el inaceptable criterio de ir aprobando uno cada día? ¿ quizás al percatarse del excedente de plazas consideró egoístamente que ya había cumplido su trabajo y que los años de cada aspirante no merecían una revisión o repesca?, ¿acaso el Tribunal se consideró tan infalible como el Papa, con capacidad de ir calificando a los opositores de forma dinámica y sin mirar atrás ni efectuar una necesaria valoración comparada al término del examen?, ¿ es justo que los que aprobaron el primer ejercicio general estén en igual situación que quienes se atragantaron con un examen oral y aguantaron a pie firme la exposición?.
Son opositores desgarrados. Su fe en la justicia se desploma. También en el sistema. Su autoestima baja varios escalones. Nada vuelve a ser igual en su interior. La fábula de la cigarra y la hormiga ha cambiado su final, pues aunque la mayoría de las hormigas laboriosas han obtenido el merecido premio de una plaza cómoda, algunas hormigas se quedan fuera en el invierno mientras que sospechan que algunas cigarras infiltradas en un Tribunal han actuado como el escorpión de la fábula: según su naturaleza.
COROS
Cuando alguien forma parte de un Tribunal calificador tiene que poseer formación, imparcialidad y dignidad, y además memoria para recordar que ellos mismos algún día compitieron por plazas, así como sensibilidad para valorar en su justa medida el esfuerzo y no bajo frivolidades.
Muy posiblemente los miembros del Tribunal desearán pasar página pronto para ocultar el borrón. Es fácil escudarse y motivar suspensos diciendo aquello de “no hay nivel”, “un tema estaba flojo” u otra banalidad o expresión comodín. No se puede jugar con las personas, ni con las ilusiones de sus familias.
Lo triste es que los miembros del Tribunal no han sabido estar a la altura de la responsabilidad que la Administración depositó en ellos, ni han sabido empatizar y colocarse en lugar del aspirante, o imaginarse a su hijo o amigo examinándose como un jabato, sin saber que la suerte en algunos casos “ya estaba echada”. Lo mínimo que tiene derecho un opositor es a una valoración ecuánime y razonada, y no a frivolidades expeditivas o prejuicios que nada tienen que ver con la capacidad del aspirante.
Quizás los miembros del Tribunal sean capaces de dormir tranquilos con el sueño del león que se zampa una gacela, pero pueden estar seguros que cuando cobren las dietas por tan chapucera labor, debieran sentirse como Judas con las treinta monedas de plata.
Por eso no es extraño que algunos preparadores de opositores, que han sabido siempre que el suspenso es posible, que la mala suerte suele torcer la justicia, y que quien no estudie no debería aprobar, tomen ahora la decisión de dejar esa labor. Al fin y al cabo, si difícil es luchar contra el temario, insalvable es jugar a la ruleta del Tribunal que toque en suerte. Y es que los opositores, como Felipe II tras la derrota de la Armada Invencible, no han venido a luchar contra los elementos… contra algunos “elementos” del Tribunal, se entiende.
Voz en off.: Los que me conocen saben que siempre he sido guerrero por causas justas, aunque estén perdidas. No me importa. Jamás critiqué ningún Tribunal calificador pues siempre consideré que los funcionarios designados para formar parte de los mismos han de gozar de la presunción de honorabilidad e imparcialidad, y también del derecho a equivocarse pues son humanos. Participé como opositor en numerosas oposiciones y como miembro de Tribunales muchas más. He disfrutado del éxito y sufrido como víctima, pero siempre consideré que había que otorgar el beneficio de la duda al Tribunal cuestionado y considerar que el suspendido siempre busca la coartada de acusar al Tribunal.
Sin embargo, lo abominable del caso concreto antes escenificado, lejos de simples berrinches, radica en que al menos que yo sepa, seis aspirantes poseían una formación excelsa, y demostraron una maestría intachable en su exposición, lo que me obliga a mostrar que, al igual que en el cuento el Rey estaba desnudo, en este caso, los vocales del Tribunal que han perpetrado la injusticia de suspender a quien no lo merecía, están desnudos de credibilidad. Nadie debe irse de rositas por aplastar inocentes.
Eso sí, es de justicia señalar dos datos
Por un lado, pongo la mano en el fuego por la vocal con la condición de Catedrático, no por esta profesión sino porque me consta por su trayectoria, formación y bonhomía, su imparcialidad y recto criterio en este tipo de lances, aunque muy posiblemente por la dinámica de los órganos colegiados y además siendo funcionaria de Administración ajena, la resultante de la voluntad del Tribunal ha sido desafortunada. Los demás vocales, por dolo o negligencia inexcusable, podrán intuir la raíz de sus errores.
Por otro lado, felicito a los aspirantes aprobados, y a sus preparadores, por las plazas cosechadas con total merecimiento. Suerte en sus destinos….y que no olviden cuando en el futuro formen parte de un Tribunal calificador que quienes se examinan son personas y merecen justicia.
En fin, para olvidar la tragedia, ahí os recuerdo mi amable Cuento de Invierno para opositores a funcionario que incorporé en un post anterior.
No conozco esta oposición ooncreta, pero a lo mejor uno de los problemas de las oposiciones en general es el que se comenta en este otro blog:
http://otrafuncionpublica.blogspot.com/2010/06/tribunales-de-seleccion-en-entredicho.html
Por lo demás yo sí recuerdo mi oposición, y siendo mucho más justa que ninguna de las que he conocido en mi campo (y he transitado como todo el mundo por alguna más), también adoleció algo de lo que aquí se critica, dejando plazas vacantes dónde no debió haberlas.
No conozco este caso concreto, como decía, ni lo que se cuece en los tribunales de primera mano (aunque sí de segunda y por varias referencias) pero no sé por qué el escenario me resulta bastante creíble.
Para nada considero que éste sea un post desafortunado, decepcionante y demás calificaciones que algunos intervinientes expresan. Simplemente es el Sevach de otros post, hablando con claridad, con evidente carga emocional y con esa forma tan particular de enlazar ideas. Y, francamente, como me muevo en el mundo funcionarial me sumo a su opinión en el sentido de que, es cierto que los resultados en este proceso sorprendieron a muchos compañeros. Un fuerte abrazo, Sevach.
Estimado Sevach
Magnífico artículo, como todos los tuyos.
Siento discrepar con Contencioso. Yo fui opositor de judicaturas desde el año 1986 a 1990 con un sistema de oposición espantoso, pues había que examinarse en un examen escrito de 305 temas y luego ir a leerlos al Tribunal Supremo, si considerabas que tenías posibilidades.
Creo, en conciencia que merecí pasar el examen, aunque no fue así. Ese día tuve que leer el examen a la vez que el hijo de un Magistrado de la AP de Madrid, que sí paso el examen. No hago ninguna valoración, quizás lo hizo mejor que yo, no lo se.
Lo que nunca olvidaré fue el desprecio, la arrogancia y la sensación de ser un cero a la izquierda para esta gentuza. Por aquellos tiempos, no sabías cuando te iba a tocar leer el examen, así que te tenías que marchar a Madrid y esperar. Podía ser que te tocara el mismo día que llegaras o diez días más tarde dependiendo esta circunstancia de que el Tribunal se dignara aparecer y no se hubieran ido a ver corridas en las Ventas, como aconteció en algunas ocasiones. Y ello sin previo aviso. (era Mayo en Madrid).
Nunca se me olvidará la actitud prepotente, ridícula, farsante y vanidosa del fallecido fiscal Ch.( bajo iniciales por respeto a los muertos), conocido defensor del régimen castrista, quien acudía al Tribunal completamente borracho (es cierto), preguntaba cosas del Quijote y tenía especial predilección por las opositoras agraciadas a las que daba todo tipo de oportunidades para superar el examen.
A raíz de ahí, me sumí en una profunda crisis depresiva que me hizo abandonar la oposición y convertirme en un acérrimo detractor del sistema de oposiciones español. De ahí también mi nula confianza en la justicia, con escasísmas excepciones.
Alegret.
La época del examen escrito y de la de las 400 plazas en judicatura y fiscalía con el tiempo se está viendo que fueron las épocas ignominiosas. Muchas cosas han cambiado y para bien aunque siga habiendo fallos. El problema principal de la Justicia de este país es que no interesa a nadie y los principales partidos no quieren llegar a un «Pacto por la Justicia». Tan injusto es un sistema donde se aprobaba con un «mero examen escrito» (disculpe, pero es que ahora es mucho más difícil y los hijos de jueces son una minoría porque muchos no consiguen pasar el test anónimo donde no hay ayuda que valga y con tan pocas plazas casi nadie quiere jugársela), donde había 400 plazas y bastaba sacar un 5 en cada examen, como ahora donde hace falta pasar un test anónimo con nota superior a 8, y dos orales con notas casi superiores al 7 para tener opciones, además de una mayor exigencia de literalidad, un número de reformas incomparable, y un nivel sin parangón frente a otras épocas. No puede ser que haya jueces con muchísimo nivel fruto de épocas de vacas flacas y gente que se quede fuera injustamente por eso, mientras que jueces de otras generaciones lo han tenido bastante más fácil. Haría falta convocatorias de 200-250 plazas durante 10-15 años de forma continuada para dar estabilidad y homogeneizar el nivel durante las distintas generaciones.
Pues yo que también soy seguidor-admirador de este blog y de la ecuanimidad, buen criterio, y agudeza de su autor, diré que estoy totalmente de acuerdo con lo en el expresado, aún siendo sabedor de las cautelas y dificultades que conlleva la cuestión…..
Pero si no hay crítica nunca habría mejora….
En este proceloso y tortuoso mundo de las oposiciones, del que yo he seguido el camino empedrado, podría contar un buen puñado de anécdotas sangrantes…..
Por cierto esos avatares me han llevado a hacer el camino inverso del compañero Pablo Soto Mirones ( y efectivamente la monotonía de los negociados es insufrible….en fin, los caminos del señor son insondables..)
Me gustaría comentar una mera «anécdota» sufrida años ha por servidor en un concurso-oposición de grupo A de un Ayuntamiento capital de autonomía uniprovincial norteña donde en pugna por dos plazas tuve la dicha de competir con dos personas ya interinas en esos puestos, que curiosamente al final se llevaron el gato al agua.
Y eso a pesar de que en el último ejercicio, consistente en 3 pequeños ejercicios prácticos, y siendo la dicción literal de los mismos «explique de forma breve y concisa…», una de las susodichas interinas se despachó con 2 o 3 folios por cada ejercicio….obteniendo más nota por supuesto que el pobre infeliz que no siendo interino acudió a esa pantomima, y se ajustó a lo requerido en el examen de , «brevedad y concisión»…
De cierta administración autonómica uniprovincial norteña y de su «interpretación» de la legislación de función pública ,qué decir…?
Entiendo los comprensibles intentos de contemporización de los opinantes de este foro vinculados a la famosa Administración , (que por cierto tiene una consejera al frente digna de capítulo aparte)…
Pero la política y la ética de personal de dicha Administración arrastra unos déficits jurídicos ,agravados por una carrera hacia adelante , que va a acabar como el Rosario de la Aurora…
Sólo soy un curioso que pasa por aquí muy de vez en cuando, alejadísimo profesional y laboralmente de estos temas y que nunca interviene por aquello de que si no puedes mejorar lo dicho para qué estropearlo; pero da la casualidad de que esta vez se algo del caso al conocer a actores en ambos lados y creo, quedándome muy corto a propósito, que es profundamente injusto y más si por lo que puedo leer entre líneas se debe a un «calentón» porque las reflexiones deben ser eso, meditadas; si no fuera por un «calentón» casi me lo pone peor al ser parte interesada o como dicen los anglosajones «con conflicto de intereses» por ser preparador de opositores.
Me llama la atención también que diga que entre los requisitos de los miembros debe estar el de ser «sensible», incluso lo remarca con un «sobre todo» ¿qué quiere decir? ¿se hace eso en los juzgados? ¿no se representa a la justicia con una venda intencionadamente?
En fin, debería releer el post que puso hace tiempo sobre los consejos a opositores.
Un saludo.
Pues eres muy libre de opinar que el post es «injusto» pues ya he insistido bastante en que en este blog no hay mas dogmatismo que la educación y el respeto. En cuanto al «calentón» si se interpreta como reacción instintiva y virulenta ante la injusticia, es una apreciación correcta; en cuanto al «conflicto de intereses» si se refiere al conflicto entre observar la impunidad de un error y la valentía de denunciarlo pues también tienes razón. De todos modos, no veo ningún conflicto de intereses por la condición de preparador (ahora ya ex-preparador) ya que mas ventajoso económicamente me sería continuar preparando que ser coherente conmigo mismo.
Y sobre los requisitos de «sensibilidad» creo que la misma debe aplicarse en Tribunales de oposiciones, como autoridad pública, como juez o como persona, y quien no entienda lo que significa me temo que es porque no la tiene. No obstante, para que no quepan dudas, la Justicia con mayúsculas tiene que ser sensible en el sentido de humanizada, pues nada mas horrible que el positivismo extremo en el Derecho Público, sin atisbar bajo la venda cúal es la realidad que subyace bajo formas, trámites y tecnicismos. Ah, sigue vivo el post que puse sobre consejos a opositores, y precisamente la presente crónica se explica como he dicho hasta la saciedad por lo insólito y decepcionante del caso analizado. En fin, un cordial saludo.
El foro está precioso..no todo puede ser un intercambio de loas..con respeto y educación hacemos.
Yo puedo llegar a entender la postura de Sevach, que el mismo considera basada en indicios, pero no la comparto jurídicamente. El hecho de que un opositor, de forma reiterada, cante perfectamente los temas en casa del preparador no es aval de aprobado. Hay que triunfar en una plaza grande, y esta no es un salón con fotos de gente que no conoces colgadas por las paredes. Los amistosos de preparación son muy necesarios, pero hay que ganar en el Mundial. Y me cuesta creer que un preparador se quede «perplejo» ante un suspenso de uno de sus opositores, porque en este mundillo, no hay tanto automatismo. El binomio gran opositor-aprobado seguro puede romperse, por múltiples flancos.
Quizá uno de ellos sea un aspecto que se ha pasado por alto: los temas que les cayeron en suerte fueron fáciles. Este aspecto es crucial. Como miembro de tribunal, de formación jurídica, advierto que incluso los vocales más pusilánimes muestran cierto interés en los temas que pueden llegar a entender. Los temas más fáciles pueden ser una arma de doble filo, porque si se cometen errores, la percepción de los mismos es general, y un error en lo más obvio reviste de mayor gravedad. No es lo mismo equivocarse en la naturaleza del recurso de alzada que en la políticas económicas del Sistema Europeo de Bancos Centrales (si las tiene).
Como opositor que fui, en mi examen oral, estuve encantado de desarrollar temas como el Presupuesto de las Comunidades Europeas o la implementación de las políticas públicas, porque sin tener ni idea el tribunal, el contenido de la exposición era lo de menos, y la forma, lo relevante. Los temas fáciles se miran con lupa.
Un saludo
Javier: comprendo tus apreciaciones ya que siempre he dicho que «mal juez es el opositor de su propio examen», como también sé que una cosa es el ensayo y otra muy distinta el estreno, pero también tengo que insistir vivamente en que jamás, jamás ( y son muchos años preparando), había criticado el suspenso de un examen, y si en este caso lo hago es porque mi íntima,personal y sólida convicción es que al menos dos aspirantes eran ( y son) excepcionales. Y creo humildemente que habiendo participado en decenas de Tribunales de oposiciones a cuerpos superiores de distintas Administraciones, y habiendo obtenido plaza libre en tres ocasiones, y habiendo «colocado» en estos años decenas de «discípulos», creo – insisto- que tengo criterio para opinar como opino. De todos modos, yo no soy infalible pero al menos soy libre de expresarme.
En fin, Javier, gracias por tus siempre enriquecedores comentarios.
Coincido con algunas opiniones anteriores en que este post dista mucho de la prudencia, equidad y justicia.
Podría, y a mi entender sería plenamente acertado, limitarse a criticar el sistema de oposiciones pues éste es francamente criticable pero considero injustificables los comentarios despectivos e hirientes hacia el tribunal. Sí señor, comentarios hirientes y despectivos aunque usted afirme que éstos no existen, pues aunque no sean literales se desprenden con claridad de sus afirmaciones, defendiendo expresamente por su imparcialidad a una de sus miembros lo cual trasluce una acusación encubierta hacia los demás, acusación que en todo caso se convierte en directa cuando se habla de «recomendados» de algún miembro del tribunal.
Soy, y no me importa decirlo, una de las opositoras aprobadas en estas pruebas. Así que puedo hablar con conocimiento de causa, con mucho más conocimiento de causa que usted que NO ESTUVO ALLÍ. ¿Que no soy objetiva? Tampoco lo es usted, que habla como preparador de varios de los opositores.
Yo sí puedo hablar de la actitud del tribunal. ¿Galvana? yo no la vi, se lo aseguro, vi a cinco personas constantemente pendientes ante mis palabras o mis comentarios, lánzandose a buscar el bolígrafo para apuntar cada vez que decía algo que les parecía importante, no sé si para bien o para mal.
¿Amabilidad fingida? no lo parecía, desde luego, y si era fingida fingían muy bien, yo les daría el Oscar. Estas no son las primeras, las segundas ni las terceras oposiciones en las que participo, y le puedo asegurar que es la primera vez en mi vida que me tratan así, no como a un número sino como a una persona.
Así que yo sí puedo hablar del tribunal, de su actitud y de sus actuaciones, y sobre todo compararlo con muchos otros tribunales de esta Administración. Por cierto, ¿usted lo hace? porque no tengo conocimiento de que nunca vertiera ninguna opinión pública desfavorable sobre algún tribunal anterior, ¿acaso le parecieron mejores que éste? Tengo entendido, quizás erróneamente, corríjame usted en ese caso, que una de sus alumnas a las que alude ya fue suspendida en las anteriores oposiciones, a su juicio también de forma injusta, ¿es cierto?. Porque no lo oigo decir nada al respecto, y si critica a este tribunal quizá debería acordarse también de aquél, respecto al que muchos opositores suspendidos también montaron en cólera…
¿Que es injusto que algunos de los opositores no hayan aprobado? Pues es muy posible, pero eso no le da derecho a intentar desacreditar públicamente al tribunal porque además eso, indirectamente, desacredita o al menos siembra la duda sobre los que hemos aprobado. De nada sirve que cierre sus reflexiones felicitando a los opositores que han aprobado «con total merececimiento» si antes ha hablado y reiterado de los «recomendados» del tribunal.
Considero que su nivel intelectual le hubiese permitido hacer una reflexión más irónica y menos hiriente, así que doy por sentado que tiene el contenido que realmente usted ha querido que tenga.
Además, habla como si estuviese en posesión de la verdad absoluta, ya que no se puede hablar de un ejercicio «impecable, exacto y completo» por boca de terceros, sin haber presenciado el mismo. Habla usted desde la más absoluta subjetividad, no dudo que herido en su interior por la injusticia que a su juicio se ha cometido contra sus «pupilos» pero desprovisto de la objetividad que se supone que a diario practica en su trabajo. Creo que este post ha decepcionado a muchos de los que le admirábamos, hablar desde el rencor y la decepción nunca es buena consejera, usted debería saberlo muy bien. Y sobre todo sembrar dudas y suspicacias es muy injusto, si tiene pruebas de lo que dice denúncielo, sino hubiera hecho mejor en guardárselas para no hacer daño.
Supongo que estos comentarios serán su despedida a su labor de preparador, porque no se entendería cómo podría enfrentarse y alentar a sus alumnos después de este episodio. Lástima que, después de tantos años, no haya podido poner un broche final más digno a su función.
En resumen, sirva este comentario como desagravio a un tribunal al que agradezco de corazón, no el aprobado, que creo que me he ganado sobradamente después de tantos años de esfuerzo y estudio y que nadie me ha regalado, sino su trato humano y cercano.
Esta, me consta y así lo hemos comentado entre nosotros, es la opinión mayoritaria de quienes hemos participado en esta convocatoria.
Bienvenida sea su opinión, para que se muestren los distintos puntos de vista de la cuestión. Quede claro que no hago los post para recibir bendiciones, y queden igualmente claros los términos en que he expuesto el caso y los comentarios añadidos. Que cada cual lea el post, los comentarios y juzgue en conciencia. Eso sí, sin tergiversar mis palabras y sin introducir impresiones subjetivas poniendo en mi boca lo que yo no he dicho, y desde luego que no pongo en cuestión el nivel de los aprobados. Les felicito de corazón porque a nadie le regalan el aprobado aguantando a pie firme una exposición oral de temas al azar, pero no puedo felicitar a un Tribunal (como órgano colegiado cubre “justos y pecadores”) que deja seis plazas libres cuando tengo la personal, pero firme convicción, de que había opositores con nivel sobrado para superarla. No se trata de regalar las plazas sino, como definían los clásicos la justicia, de “dar a cada uno lo suyo”.
En esto último comparto la opinión de Sevach.
Habiendo plazas suficientes, la lógica es que la persona que se defiende en su exposición, durante 1 hora, aunque no lo haga brillantemente pero sí de forma correcta, pase al siguiente ejercicio, y ya habrá tiempo allí de pelearse y valorar su trayectoria global (esto en principio no debería hacerse, pero en la práctica es muy complicado aislar cada ejercicio de la trayectoria global del opositor; son los «repescados», en la jerga del tribunal).
En ocasiones sucede que el tribunal no quiere complicaciones y toma la decisión de que accedan al último ejercicio menos opositores que plazas convocadas. Es un puente de plata que evita revisiones, recursos y trabajo (la preparación del ejercicio no exige tanto rigor que cuando hay batalla por la plaza), pero creo que es una posición desacertada que desvirtúa los resultados. No sé si es lo que ha ocurrido en el presente supuesto real, si pasaron al último ejercicio menos opositores que plazas o si aún pasando más opositores, no se llegaron a cubrir todas.
En todo caso, siendo el examen oral el epicentro de la preparación (los conocimientos prácticos se adquieren trabajando, no opositando), y habiendo plazas, lo lógico es que se apruebe.
En relación al comentario de la opositora aprobada, únicamente felicitarla por ello, y comentar que si yo formara parte de ese tribunal, creo que no serían muy de mi agrado sus agradecimientos. ¿Trato humano? ¿cómo si no? ¿Cercanía? No son atributos que nos acerquen a la profesionalidad y al rigor.
Es triste que un opositor/a muy bien preparado quede fuera. Por ejemplo: si hay 10 plazas, y de los 100 aspirantes, 15 tienen una preparación excepcional, 5 quedarán excluidos.
Pero sí me parece escandaloso que entre los aprobados figuren personas que no contaban con esa gran preparación, sobre todo si dejan fuera a quienes sí la mostraban.
A veces parece que en ciertos casos hay un «cupo de no enchufados». (y que la regla general es el enchufe, pero se deja abierta una puerta, casi de forma condescendiente).
Creo que era Fernán Gómez quien en una entrevista televisiva relataba su experiencia en jurados literarios se limitaba a una ocasión: Decidieron hacer una criba que dejase fuera los de calidad menos destacada, y luego, teniendo una buena selección, escoger entre ellos el ganador. Pues bien: Un miembro del jurado era el oficioso representante (¿comisario?) de la editorial que habría de publicar la obra ganadora, y logró que entre los libros que pasaban la criba, se encontrase uno de menor calidad: en la segunda fase, presionó para que fuese esa la que obtuviese el premio, lo que finalmente ocurrió.
¿Quién se inspira en quién?
Enhorabuena de nuevo a Sevach por su excelente blog, post y conocimiento humano y jurídico, donde tanto se instruye este aprendiz.
No es mi intención polemizar con nadie. Tan solo añadir, en relación a las referencias de Func sobre mis comentarios, que el trato humano y la cercanía no son, ni mucho menos, incompatibles con la profesionalidad y el rigor.
Por el contrario, es de sabios demostrar cualidades personales y sobre todo una «calidad» personal, y saber ponerse en el lugar del otro.
Quien dude de la importancia del trato humano en las oposiciones es que no ha sufrido el calvario que éstas suponen.
Me reafirmo en mis opiniones y respeto absolutamente las de los demás.
Un cordial saludo.
En el corto espacio de mi vida, comparado con el tiempo que llevan implantadas las oposiciones en España, no he visto que se haya mejorado ni que la objetividad sea mayor que antes a la hora de seleccionar a los empleados públicos.
Creo que la situación de las oposiciones es ahora incluso peor, quizás por ser tiempos más difíciles, ya que antes de cada 100 plazas entraban 50 enchufados y los 50 mejores de España; y ahora que sólo hay 50 plazas, por lo menos 49 son para los enchufados y punto, ¡faltaría más!.
Aún recuerdo como media España escuchó atónita allá por principios de los 90 cómo José María García entrevistaba al campeón de España de Salvamento y Socorrismo después de que 3 interinos le superaran en una oposición a socorrista en la piscina municipal de Alicante.
Y seguimos igual o peor. Qué poco nos ha interesado aprender sobre la objetividad en los procesos selectivos. Y eso que el problema es bien sencillo. Si no es legal seleccionar a los opositores a dedo, ¿por qué sí es válido seleccionar a dedo a los que seleccionan a los opositores?
Nuestro querido Juan Tamariz ya nos lo enseñaba cuando había que seleccionar al voluntario imparcial para ayudar en el truco de magia.
¿Lo recuerdan Vdes.?
Nuestro gran artista lanzaba de espaldas la bolita de papel al público y ya avisaba a todos los «malpensados» (que pudieran creer que Tamariz era el mejor lanzador de bolitas de papel del mundo) que quien recogiese la bolita la lanzara, a su vez, hacia atrás para seleccionar al ayudante.
Parece fácil, ¿verdad?
¿Por qué los políticos no tienen h…. de legislar como obligatorio el azar para designar los tribunales entre empleados públicos capacitados?
Podría ser sorteo entre voluntarios o incluso sorteo forzoso si nadie se presenta, ¿no?.
¿Se imaginan que las mesas electorales fueran designadas por los propios políticos en el cargo?
Yo, sólo de pensarlo ya imagino alcaldías que irían pasando de padres a hijos como auténticas «dinastías democráticas».
Un saludo.
Siento discrepar del Sr. Villamil. La valoración de méritos acreditados con posterioridad al vencimiento del plazo de presentación de solicitudes es no es legal.
El párrafo tercero del artículo 23 del Decreto 68/1989, de 4 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Selección e ingreso de Personal de la Administración del Principado de Asturias, modificado por Decreto 83/1990 y por Decreto 4/2004, no deja lugar a la duda: “Para ser admitido bastará la manifestación en la solicitud de que se reúnen todos los requisitos exigidos para concurrir, referidos a la fecha de conclusión del plazo de presentación. No obstante, en los sistemas de concurso y concurso-oposición, para que se valoren los méritos que se aleguen, éstos habrán de justificarse mediante documento original o fotocopia compulsada o adverada o, excepcionalmente, por cualquier otro medio probatorio de su autenticidad. Tal justificación deberá adjuntarse a la solicitud”
Con el benevolente criterio que Ud. defiende, Sr. Villamil, ¿ por qué no permitir lo mismo en las convocatorias de concursos de méritos? Pues porque el artículo 14.4 del Decreto 22/1993 de 29 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de Provisión de Puestos de Trabajo, Promoción Profesional y Promoción Interna de los Funcionarios del Principado de Asturias, modificado por Decreto 85/2002 y por Decreto 21/2004, también lo prohíbe: “Los méritos se valorarán con referencia a la fecha de finalización del plazo de presentación de instancias y se acreditarán documentalmente con la solicitud de participación, salvo que dichos datos obren en poder de la Administración y así se especifique en la convocatoria. En los procesos de valoración podrán recabarse formalmente de los interesados las aclaraciones o, en su caso, la documentación adicional que se estimen necesarias para la comprobación de los méritos alegados”
Le animo a seguir en su batalla por la Libertad Política en España. Se trata de un asunto crucial en los tiempos que corren. Otros nos conformamos con menos: intentar defender, aquí en Asturias, el derecho fundamental a acceder en condiciones de igualdad, mérito y capacidad al empleo público. ¡ Pero también el derecho de promocionar, no lo olvidemos!
Un cordial saludo
Espléndido Sevach. Se agradece poder leer un post tan fresco, valiente y comprometido, aunque a alguno le resqueme, pero es que hay sapos que resulta difícil de digerir.
Después de años de estudio y esfuerzo, sólo faltaba no poder quejarse.
Parece que algunos quieren que apliquemos ese dicho galego: «Mexanos por encima e tenemos que decir que ta xovendo».
Por cierto, dado lo mucho que se juega uno en estas pruebas y puesto que estamos en el siglo XXI:
Para cuando aceptaremos que lo correcto sería la grabación en video de todos los exámenes orales. Acabaríamos con la impunidad con la se actúa en los mismos. Conviene que cuanto primero mejor podamos dejar aparcadas estas zonas oscuras de las oposiciones y así como en el ojo de halcón del tenis, pudieramos sin lugar a error decir: «la bola entró».
Enhorabuena por el post. En todo caso, en mi humilde opinión el problema es de base. Y es que las pruebas orales, si bien no son las únicas, sí son las más importantes en las oposiciones a cuerpos superiores.
Sin embargo, parece obvio que no va a estar más preparado, ni es más capaz, quien «canta» un tema en los minutos tasados de rigor, respecto a quien lo hace en unos minutos más o en unos minutos menos.
La sustitución de las pruebas orales por exigentes pruebas tipo test probablemente nos llevaría a una selección más razonable de las personas que merecen la plaza. Y, por el mismo precio, elminiaríamos el cuento de la «discrecionalidad técnica» que solo sirve para convalidar el enchufismo y que el juez que desestima el contencioso administrativo de turno compute estadísticamente como sentencia un maravilloso «copiar-pegar».
Gracias de nuevo.
Comparto plenamente que el sistema de examen oral, en los términos que ha derivado en los cuerpos superiores de la Administración, y no digamos en Notarías o similares ( repetición memorística que puede desplazar a la exposicion lógica, control matemático del tiempo de exposición de cada tema que convierte lo accesorio en principal, temas importantes junto con temas anodinos que jamás se aplicarán en la vida profesional,etc), merecería una seria revisión para dar cumplimiento mas exacto al mérito y la capacidad en el acceso al empleo público.
Si a eso uniésemos la necesaria grabación de los examenes orales (no potestativa pues supone «singularizarse en el recelo» ante el Tribunal), y que el Tribunal Constitucional rompiese el mito de la «discrecionalidad técnica» en el sentido de que en casos de panorama de indicios de manifiesto error en la valoración, que pudiera acudirse a la prueba pericial para valorar la prueba oral (al ser grabada se convertiría en «escrita» a efectos de revisión, y con ello, mas controlable). Quizás es utópico, pero llegará.
Yo estoy a favor de la pervivencia de la prueba oral, si bien el sistema es mejorable. Me centro en las siguientes razones:
– Es un sistema de exigencia: obviamente desarrollar 4 o 5 temas durante una hora no garantiza luego calidad en el trabajo (ni siquiera mediocridad), ni que nos encontremos luego ante vagos redomados, o indeseables..pero por lo menos tienes la certeza de esas personas han hecho un esfuerzo considerable de estudio y memorización. Creo que por lo general, el opositor que supera una prueba de tipo oral suele ser una persona constante, aplicada y ordenada. ¿Qué con este sistema no se eligen a los mejores luego para trabajar? De acuerdo, pero así es la vida y pasa en todos los ámbitos. Pensemos en la empresa privada y los métodos de selección a base de entrevistas personales..Ya podemos estar ante un candidato potencialmente magnífico para una tarea, pero si otro más vivo es un experto en preparar entrevistas y ganarse a los decisores de la empresa, no tiene nada que hacer. En la Administración, por lo menos, tenemos la certeza de que los que han pasado la prueba oral, por lo menos, han hecho un esfuerzo considerable (y no existe ese opositor legendario que se estudio sólo 4 temas y le cayeron en suerte todos, no). Si se pudiera con carácter previo identificar a los mejores en cada séctor no harían falta tantas alforjas..
– La alternativa no pueden ser los tipo test: la consecuencia sería una plaga de opositores en busca de la coña marinera, en perjuicio del meritorio, y la proliferación de los profesionales del tipo test, elementos muy peligrosos. El formato, pese a que pueda parecer muy flexible, no lo es tanto. Como parámetro de fiabiliadad de un futuro funcionario, prefiero sinceramente una persona con capacidad de expresión, oratoria, síntesis, presencia…que otra Q
Yo estoy a favor de la pervivencia de la prueba oral, si bien el sistema es mejorable. Me centro en las siguientes razones:
– Es un sistema de exigencia: obviamente desarrollar 4 o 5 temas durante una hora no garantiza luego calidad en el trabajo (ni siquiera mediocridad), ni que nos encontremos luego ante vagos redomados, o indeseables..pero por lo menos tienes la certeza de esas personas han hecho un esfuerzo considerable de estudio y memorización. Creo que por lo general, el opositor que supera una prueba de tipo oral suele ser una persona constante, aplicada y ordenada. ¿Qué con este sistema no se eligen a los mejores luego para trabajar? De acuerdo, pero así es la vida y pasa en todos los ámbitos. Pensemos en la empresa privada y los métodos de selección a base de entrevistas personales..Ya podemos estar ante un candidato potencialmente magnífico para una tarea, pero si otro más vivo es un experto en preparar entrevistas y ganarse a los decisores de la empresa, no tiene nada que hacer. En la Administración, por lo menos, tenemos la certeza de que los que han pasado la prueba oral, por lo menos, han hecho un esfuerzo considerable (y no existe ese opositor legendario que se estudio sólo 4 temas y le cayeron en suerte todos, no). Si se pudiera con carácter previo identificar a los mejores en cada séctor no harían falta tantas alforjas..
– La alternativa no pueden ser los tipo test: la consecuencia sería una plaga de opositores en busca de la coña marinera, en perjuicio del meritorio, y la proliferación de los profesionales del tipo test, elementos muy peligrosos. El formato, pese a que pueda parecer muy flexible, no lo es tanto. Como parámetro de fiabiliadad de un futuro funcionario, prefiero sinceramente una persona con capacidad de expresión, oratoria, síntesis, presencia…que otra de la que únicamente conozco su técnica para marcar x, aunque esto lo haga admirablemente bien.
– La prueba oral, aislada, elimina las suspicacias de filtraciones. Pensemos por un momento en los test..las comparaciones son odiosas.
Por último, aceptando la posibilidad de las grabaciones de los exámenes, no tengo claro que con ello se ponga fin a la discrecionalidad del tribunal. Podría ayudar en supuestos flagrantes, como cortapisas de tribunales temerarios, pero se podría instaurar una dinámica extremadamente tortuosa: imaginemos que aprueban 10 personas el oral y yo me quedo a las puertas; solicito la revisión de mi ejercicio, grabado, y considero que merezco el aprobado; el tribunal me comunica que la nota de corte es x y que los otros 10 ejercicios son mejores que el mío; ¿la solución consiste en escuchar las grabaciones de todos los aprobados para analizar si este o aquel son mejores o peores que mi ejercicio? Además mi criterio de valoración no tiene porqué ser el mismo que el del tribunal, que no valora solo el contenido de la exposición, que es mi exigencia, sino muchos otros aspectos (por ejemplo, hay opositores cuya vocalización recuerda a la de los gags de Antonio Ozores; el contenido puede ser perfecto, pero perfectamente ininteligible también).
Un saludo
Bueno, no se trata de «una técnica para marcar x», sino de tener los conocimientos suficientes para saber cuál es la x correcta.
El examen MIR para poder acceder una especialidad médica es exclusivamente tipo test. Y es mundialmente conocida la excepcional capacitación de los especialistas médicos en España. Lo cual prueba que el sistema no solamente tiene absolutas garantías de objetividad, sino que además logra su objetivo de seleccionar a los mejores profesionales.
Un saludo.
No tienen porque ser realidades excluyentes. A mí un examen tipo test como primer filtro me parece necesario, especialmente en Administraciones locales y autonómicas , porque aporta mayores dosis de objetividad al eliminar el componente personal que en algunos casos puede darse – para bien o para mal- entre algún miembro del tribunal y un opositor que pueden conocerse, por ejemplo, por haber trabajado juntos en la Administración. También introduce una mayor rapidez en los procesos de selección, evitando que se hagan eternos y al mismo tiempo es más transparente porque al día siguiente ya tienes la plantilla con la respuestas y es , al mismo tiempo, por esa transparencia más fiscalizable.
Un ejemplo de examen tipo test y segunda fase de examen oral lo podemos tener, por ejemplo, en las oposiciones a Judicaturas o en las de Tac de Madrid.
En cuanto a las criticas que se efectúan al examen oral, yo creo que van más bien orientadas, no tanto a la negación de la existencia de esta clase de exámenes, sino a que quede una mínima constancia de su valoración y calificación.Un ejemplo de como hacerlo lo cita Sevach más arriba, grabando por ejemplo todas las intervenciones de los opositores.
La grabación de los exámenes orales es una buena solución teórica, pero una impensable solución práctica. Sinceramente, no me imagino a los magistrados de sala de un tribunal contencioso administrativo viendo y escuchando no solamente la exposición del recurrente, sino también la del resto de personas que han aprobado para efectuar el correspondiente análisis comparativo. Seamos realistas.
No es tan poco realista como inicialmente pudiera pensarse la grabación de los exámenes y la posibilidad de efectuar un examen comparativo ya que es un medio de prueba admisible procesalmente. Cito una sentencia del Tribunal Supremo que se refiere, no ya a exámenes orales sino a exámenes escritos ( lo que a mí me parece mucho más gravoso que ponerse a ver una grabación).
STS de 5 de mayo de 2008 ( rec. 7392/2003) : » Hubiera parecido en principio razonable que la recurrente pudiera efectuar con todas las garantías un examen comparativo de los distintos ejercicios, que no hay que olvidar que eran escritos, y por tanto susceptibles tanto de un examen comparativo, como de la realización en su caso de una prueba pericial. En este punto no podemos compartir el criterio de la sentencia recurrida en el sentido de la improcedencia de la prueba pericial, pues esta Sala ya ha dicho en anteriores ocasiones, que esta prueba, no sólo es pertinente, sino que es el único medio de que dispone el interesado para demostrar que el acto resolutorio de un proceso selectivo es contrario a derecho (…). En consecuencia, como sostiene la recurrente, la denegación de la prueba pericial especialmente, produce indefensión a la recurrente, pues a través de la misma puede demostrar el error del Tribunal Calificador, que como la sentencia indica en el primer fundamento jurídico, no goza de una potestad infiscalizable jurisdiccionalmente, sino que sus actos, administrativos, están sometidos como todos, al control jurisdiccional ( artículo 106.1 de la Constitución en relación con el artículo 24.1), pues como ya se dicho por esta Sala, la llamada discrecionalidad técnica, no es un punto de partida que exima del control jurisdiccional, sino un punto de llegada, tras dicho control, tras verificarse que la actuación de los mismos ha estado ajustada a la ley y al ordenamiento jurídico.Otra cosa es que, dada la cualidad técnica de quienes forman estos Tribunales, a la hora de valorar las pruebas, se le otorgue una presunción de legalidad, de la que gozan por cierto todos los actos administrativos.Pero este es un problema de valoración, que no podría ser controlado en casación, sino por violación de la normativa sobre los actos probatorios».
NOTA IMPORTANTE: Esta sentencia esta sacada del libro » Control de concursos y oposiciones en la jurisprudencia», pag 260, autor: José Ramón Chaves García. Editorial Reus ( 2009)
Para func. 18.
Me sorprenden mucho los «argumentos» que utilizas para defender los exámenes orales frente los test. Desde luego, tus «razones» para desprestigiar los test parecen bastante peregrinas de escasa solided. Te parece negativo el hecho de que se presente mayor número de opositores, hasta donde llega mi capacidad de razonamiento, cuanta mas compentencia mejor, esto no puede hacer otra cosa que aumentar el nivel. Lo de «profesionales del test, elementos muy peligrosos», sinceramente, te agradecería que me lo explicases, por mucho que lo intento, no lo comprendo.
Con todo y con eso, dos argumentos, completamente objetivos,deberían ser suficientes para decantar la balanza definitivamente hacia el test: la objetividad y la posibilidad de control de la actuación administrativa. El examen oral es el reino de la subjetividad, lo que no tiene por que suponer arbitrariedad, pero aquella es el mejor camuflaje para ésta. Puede exitir subjetividad sin arbitrariedad, pero la arbitrariedad en un procedimiento objetivo resultará bastante fácil de detectar, y por lo tanto, combatir.
Si a esto añadimos que los examenes orales se los lleva el viento, las posibilidades de control aparecen, en la práctica, como nulas. Incluso en el supuesto de que se grabasen,su control y, al final, la comparación entre cada uno de los cadidatos siempre resultará mucho más complicada y subjetiva que en el caso de los test.
Desde un punto de vista ya más subjetivo, defiendes tambien el examen oral como forma de medir la «capacidad de expresión, oratoria y síntesis»( lo de «presencia» no lo entiendo tampoco, a no ser que te refieras a ese mérito que tanto valoraba un fiscal examinador citado en un post anterior ). Pues bien, cuando «cantas» un tema el mérito que demuestras es saberte la «letra», y si esta resulta elocuente y a la vez concisa y ajustada, será algo a agradecer al «compositor», que las mas de la veces no coincidirá con el «cantante». El éxamen oral es un prueba cien por cien memorística.
Un parámetro que debería tenerse muy en cuenta a la hora de diseñar un proceso selectivo, y que, a mi entender, no se hace, es el de las capacidades exigidas por tipo de tareas a realizar una vez superado el proceso selectivo. En este sentido si hay algo que no necesita un funcionario, y más en los cuerpos superiores de la administración, es una gran capacidad memorística, pues tendrá a su alcance todo tipo de bibliografía sobre normativa y jurisprudencia. Lo que necesitará es una gran facilidad para el razonamiento lógico-jurídico que le permita resolver adecuadamente, y con una buena dosis de sentido común,las cuestiones prácticas que, en su ejercicio profesional, acontezcan.
Casi siempre evito opinar cuando se trata de control de oposiciones, pero no puedo callarme cuando la administración pública española esta atravesando uno de los periodos de nepotismo mas grave de su historia; no creo estar exagerando, estamos en un estado de derecho violado permanentemente por políticos y altos cargos convencidos de que están por encima del bien y el mal y que están señalados por el dedo divino para distribuir los cargos a su albedrío, cada vez mas dificil, salvo honrosísimas excepciones, de demostrar, lo que aumenta esa sensación de impunidad con la que se cubren para, una vez conseguidos sus intereses y colocados estómagos agradecidos, manipular a su antojo el servicio con un grave perjuicio al interés general.
Soy un demagogo.