Otro año que se inicia bajo la humana ilusión de que es nuevo y será mejor. La mayoría confiamos en que se desvanezcan las sombras del año pasado, marchito y para olvidar, y que sea vencido por un año nuevo y floreciente.
Año nuevo, con problemas jurídicos viejos.
I.Las leyes no se derogan automáticamente al terminar el año de manera que pueda el poder legislativo hacer tabla rasa y comenzar a aprobar leyes técnicamente impecables, socialmente útiles y con fondo ético. La mayor parte de las normas siguen ahí y cuando se renuevan o lo hacen con premeditación (anunciadas a bombo y platillo) o con alevosía ( etiquetadas como decretos leyes, o tramitadas con urgencia).
- Algunas perviven indiferentes a los años, décadas o incluso avanzando hacia el siglo (Ley de Expropiación Forzosa de 1954).
- Otras se anuncian con marchamo de caducidad, como la ley anual de presupuestos generales del Estado, pero incorporan modificaciones legales sin límite temporal.
- Infinidad de normas que se sembraron en años pasados, son sustituidas por el legislador estatal o autonómico por unas nuevas de contenido sustancialmente idéntico, pero con bellos nombres y fines políticamente correctos.
- Y como no, si el paso del tiempo reclamaba cambios normativos, el manual del político superviviente le recomienda lo de cambiar leyes para que nada cambie, práctica enseñanza de Lampedusa.
Lo triste es que los políticos – los malos políticos- son los que dominan el escenario del poder público y cuando nos asomamos a un nuevo año esperanzados, pronto nos percatamos, “que el dinosaurio sigue ahí”, como el microrrelato de Augusto Monterroso.
II.Los procedimientos judiciales que no terminaron en el año natural no se archivan, ni caducan, sino que siguen su camino ajenos al calendario.
- Los procedimientos judiciales, que parecían aletargados en la época navideña, vuelven a recobrar su movimiento y avance de lagarto en el desierto.
- Las sentencias firmes resuelven casos concretos pero no impiden que idénticos conflictos y los mismos errores, aunque con distintos sujetos, vuelvan al ruedo judicial.
- Cada año cuenta con su centón de jurisprudencia, pero como las uvas del mismo viñedo, producen similar vino, aunque unos años es más ácido y otros más dulce.
- La jurisprudencia desafía el tiempo cronológico, pues a veces está anclada en el pasado y las menos mira hacia el futuro, pero pocas veces en presente.
Los jueces no suelen renovarse en estilo, conocimientos y técnica en cada año, sino al contrario, el tiempo los consolida más en lo que son y como juzgan. Como decía un personaje de película encarnado por Al Pacino sobre la condición humana: «Se cambia de opinión y personalidad hasta los cuarenta años; después, hasta los sesenta años, intentas que los demás cambien, y posteriormente te importan un bledo lo que opinen».
III. Los gobiernos tampoco entienden que cada año es un crédito disponible que le otorga el Banco de la Confianza del Pueblo para usarlo aprobando decretos leyes, reglamentos, dictando actos administrativos o con proyectos de ley.
- Es un crédito que, al margen del color político del gobierno, pronto se despilfarra persiguiendo votos, remendando situaciones, primando intereses inconfesables, sirviendo a lo urgente y olvidando lo importante.
- Los políticos no hacen balance cada año de lo que han hecho, de lo que deberían hacer, ni toman decisión sobre si deben continuar o dimitir. No. Ninguno.
- Los funcionarios también doblan la esquina al año sin sobresalto pues sus plazas y nóminas son fijas, pero también saben que ni gobernantes ni ciudadanos suelen agradecer que mantengan en marcha la locomotora pública, velando por la imparcialidad y por el cumplimiento de unas leyes que no siempre comparten.
Lo más triste es que la inmensa mayoría de políticos que alcanzan la llave del gobierno, solo ponen la luz corta de su mandato y supervivencia, tomando decisiones para salir del paso o a corto plazo, pues no parecen importarles las consecuencias de sus medidas a medio plazo, ni para otra generación.
IV. Por si fuera poco, el jurista soñador pronto se despierta a la cruda realidad del año 2022. La luz y colorido navideño deja paso al claroscuro del trabajo pendiente. Ningún duende, mago o hada ha tocado nada de los papeles que se agolpan y los asuntos pendientes. En la mesa de despacho aguardan el borrador de informe, la resolución judicial notificada, el informe pericial que aguarda su momento estelar, el negocio jurídico documentado que requiere examen, la publicidad de obras jurídicas, etcétera.
Es difícil no sentirse agotado antes de empezar. Es entonces cuando el jurista tiene que resistirse al diablillo malicioso: «No hace falta leerlo todo», «Un buen corta y pega es un gran ayudante», «Lo haré igual que hice otro caso en el pasado», «Para lo que pagan, poca urgencia presenta», etcétera. Es ahí donde debemos tener claro que somos mayores de edad, que tenemos dignidad y una responsabilidad, y que el trabajo bien hecho es lo que nos alimenta cada día de bienestar y buena conciencia.
Muchos sucumbiremos a los versos de Fernando Pessoa («Aplazamiento»):
Pasado mañana seré otro,
mi vida se hará triunfante,
todas mis cualidades reales de inteligente, leído y práctico
quedarán convocadas por decreto.
Pero por un decreto de mañana…
Hoy quiero dormir, redactar mañana…
Así que, bienvenidos al año nuevo, que aguarda el trabajo del año viejo.
Absolutamente brillante
Magnífico, como siempre
Profesor: Mi ilusión que no marchita es verle ahí para mostrar una bocanada de aíre intelectual.
Como siempre ……Genial.
La COVID, es uno de los problemas de este pais,…… también hay otros problemas no menos importantes que nos acechan, las pandemicas ordas de parásitos, vagos, maleantes y políticos de todos los colores a los que damos sustento………sin recibir nada a cambio. Pero como «el dinero público no es de nadie» dicho por una Doctora en Derecho Constitucional, hasta es posible que se hagan merecedores de ese sustento que reciben empleando adeacuadamente los caudales públicos.
¿Tenemos lo que nos merecemos o merecemos lo que tenemos?