Humor y Administracion

¿Importa el tamaño administrativo?

Cinta de medir.Sostiene Sevach, que los funcionarios y autoridades cuando adquieren el primer trienio, suelen situar el tamaño del despacho, del coche oficial o la modernidad de los móviles y ordenadores, en relación directa al rango del cargo. Algo así, como si juzgasen por el tamaño del pedestal la calidad de la escultura.

A Sevach le llamó la atención las confesiones del el exjefe de la Agencia Central de Inteligencia Americana (CIA), George Tenet, cuando abandonó su cargo hace un par de años, quien lamentaba en su círculo privado los pequeños privilegios que acompañaban al trabajo: el ascensor que sólo él podía usar para llegar a su despacho privado; su comedor privado; el derecho a elegir el color de la pared con el que complementar neutralidad de la alfombra de aquel gran despacho; los jefes de gabinete y secretarias siempre prestos a sus antojos; y los guardaspaldas que le abrían paso en las multitudes o le conseguían la mesa adecuada en los restaurantes; pero sobre todo, su enorme escritorio, ante los que se sentían empequeñecidos quienes pasaban los filtros de acceso a tal trono.

En el ámbito español, no es infrecuente que las Administraciones Públicas distingan, y sus empleados públicos lo asuman, que a mayor nivel jerárquico desempeñado deba corresponder un correlativo derecho al «medio ambiente funcionarial», constituido por un círculo de prebendas. Y es que las autoridades públicas se llenan la boca de las palabras austeridad, eficiencia, igualdad y similares demagogias huecas, pero en la práctica cuando toman posesión de la poltrona del alto cargo público, «una cosa es predicar y otra dar trigo», o en términos de economistas, se trata del llamado «principio de preferencia revelada» que permite determinar lo que realmente le gusta a los sujetos no por sus declaraciones sino por sus acciones.

Así, el distintivo mas codiciado es el vehículo oficial. El Jefe ha de poseer un vehículo mas potente y moderno que el usado por los inferiores, pero sobre todo ha de ser equiparable o superior al de sus homólogos. Basta ver el exterior de una sede de reunión de Alcaldes, o de Consejeros Autonómicos, para contemplar como los chóferes comparan sus respectivos corceles (salvo el Presidente de Cantabria).

El elemento mas simbólico es el despacho. Ningún jefe que se precie querrá tener un despacho inferior al de los subordinados, ni situado con peores vistas. Además cuanto mayor sea el rango, mas distante del público (o inaccesible) ha de estar el despacho. Hasta los elementos accesorios, tales como el teléfono móvil u ordenador obedecen a la regla no escrita de asignar los de última generación y mayores prestaciones a quienes están mas arriba.

Pues bien, ante el fenómeno de toma de posesión no solo del puesto sino de las mas codiciadas prestaciones accesorias, tales como coches oficiales, despachos, móviles, secretarios, plazas de aparcamientos o similares, Sevach es capaz de sintetizar algunos principios rectores, desde la sociología administrativa:

    1º Principio de dignidad diferencial. La dignidad para el alto cargo público no está vinculada a la condición humana, sino que es cuestión de la cantidad y calidad de oropel que rodea al cargo.2ª Principio de compensación. Los recortes salariales o «lavados de cara» de la austeridad del cargo, tienden a compensarse con prestaciones de efecto equivalente que satisfacen el pequeño ego de la autoridad.

    3·ª Principio de resistencia de la prerrogativa. Cuando una prerrogativa (coche oficial, despacho o móvil) es cuestionado por la oposición, o por otra autoridad o alto funcionario, la respuesta no es la supresión de la misma sino la dotación de una similar al quejoso para acallar la crítica.

    4º Principio de novedad. Una autoridad administrativa que se precie tiende a sustituir el material de su predecesor por material mas novedoso o moderno (remodelar el mobiliario del despacho, nuevo móvil, vehículo oficial, etc) .

    5º Principio de cascada. El material del predecesor al cargo no es admisible » de segunda mano» por su sucesor, pero nada impide que resulte perfectamente aprovechable y útil por el inmediatamente inferior.

    6º Principio de nostalgia. Quien pierde el cargo, y las prebendas que la rodean, no echa de menos las responsabilidades sino que sus suspiros íntimos se dedican a lo accesorio.

Lo curioso es que el Estado parece consciente de la necesidad de aplicar criterios de signo contrario. Así, la Orden APU/516/2005, de 3 de marzo publica el Acuerdo del Consejo de Ministros de 18 de febrero de 2005, por el se aprueba el Código de Buen Gobierno de los miembros del Gobierno y de los altos cargos de Administración General del Estado, señala como principio de conducta pública que » Administrarán los recursos públicos con austeridad y evitarán actuaciones que puedan menoscabar la dignidad con que ha de ejercerse el cargo público (…). El tratamiento oficial de carácter protocolario de los miembros del Gobierno y de los altos cargos será el de señor/ señora, seguido de la denominación del cargo, empleo o rango correspondiente».

Asimismo, el Estatuto Básico del empleado público sienta el principio de austeridad para los empleados públicos, funcionarios y laborales. Así y todo, una cosa es el BOE y otra muy diferente la cultura burocrática sembrada durante décadas, por lo que subsiste la convicción de lo razonable de que el rango y salario superior vaya acompañado de símbolos de privilegio y estatus (despacho, aseo privado, parking, secretario, móvil última generación, etc), lo que sigue siendo esperado, reconocido y respetado por todos los empleados públicos dependientes jerárquicamente del superior.

Sin embargo, corren malos tiempos para la lírica de la ostentación jerárquica. En efecto, el pistoletazo de salida viene dado por la citada supresión de los títulos pomposos en la Administración del Estado (aunque se trate de un cambio mas simbólico que práctico) máxime cuando ahora los modestos «señores ministros», pueden coincidir en una reunión con grandielocuentes «ilustrísimos consejeros autonómicos», o » excelentísimos» rectores, dando lugar a suspicaces miradas de reojo a los respectivos rótulos de presentación.

Por otra parte, la idea de la responsabilidad vinculada al tamaño o densidad de la agenda viajera del alto cargo, se verá desmontada con la necesaria proliferación de las videoconferencias, en vez de las reuniones de autoridades y altos funcionarios, con el consiguiente trasiego geográfico y costes de dietas, ya que la experiencia demuestra que una reunión «cara a cara» de cargos públicos homólogos para tratar cuestiones comunes (por ejemplo, representantes autonómicos o locales con representantes estatales, o de aquéllos entre sí), comporta un dispendio temporal «in itinere» y de pernocta que supone el 80 por ciento del tiempo empleado en la expedición, quedando el veinte por ciento restante para la reunión, de forma que el intercambio de pareceres y opiniones podría efectuarse en tiempo real y expeditivamente a través de videoconferencias, con ingente economía de tiempo y costes.

Y por último, el disfrute de un despacho personalizado y a tiempo completo está en fase de extinción en la Administración Pública, al igual que la tendencia seguida en las grandes empresas. En efecto, la autoridad pública y el Jefe administrativo de rango medio ocupan sus cubículos apenas el 50% al día, ya que el resto del tiempo lo emplean en salas de reuniones y sesiones de órganos colegiados, o bien «despachando» con el superior o inferior, o «pasilleando».

A ello debe unirse el fenómeno de la tecnología informática, que permite que toda la información siga en un portátil al empleado público, lo que dará lugar, al igual que en las grandes empresas, a que el espacio de trabajo consista en una sala polivalente a la que acudirá el cargo público con un equipo de trabajo con la última tecnología equipado con contestador y acceso a ordenadores y teléfonos, lo que sin duda comportará una reducción del espacio físico y economía de costes.

Con ello, se eliminará además la perniciosa vinculación del «aislamiento físico» en el despacho, con el «aislamiento psicológico» del cargo público (parece que la política de «puertas abiertas» o de «remover ventanillas» sólo sirve para los niveles jerárquicos inferiores).

En definitiva que ha de desterrarse la absurda idea de que el tamaño del despacho debe guardar correlación directa con el rango ocupado y quien se resista a asumirlo, que recuerde que el pene de Napoleón Bonaparte, en reposo no pasaba de los 4 cm (aunque a favor de la tesis contrariano jugaría el dato de que el pene del poderoso Rasputín medía nada menos que 35 cm), y es que en materia de penes y despachos, como dice la canción de Javier Krahe («El burdo rumor»), lo importante es el rendimiento pero no el volumen.

0 comments on “¿Importa el tamaño administrativo?

  1. Desde luego, hay que reconocer que en la Administración las jerarquías están bien marcadas. Son signos externos que pueden resultar hasta cómicos, pero los interesados no renuncian a ellos ni por asomo. Y, como bien observa Sevach, incluso los añoran vivamente cuando dejan de disfrutarlos.

    No sería tan optimista sobre el próximo fin de la ostentación jerárquica, porque hay actitudes y comportamientos muy enraizados en la naturaleza humana. Pero bienvenidas sean las prácticas más orientadas al rendimiento y menos al volumen de los signos externos.

    ¡Enhorabuena por este blog!

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