Triunfos y homenajes del Derecho Público

Cuando sembrar Derecho supone enterrar buena literatura

Tras el reciente fallecimiento de Antonio Gala, bien está reconocer su labor como escritor, conferenciante y vasta cultura. Desde este blog me limitaré a afirmar que me encantaba la claridad, precisión y belleza de su estilo expresivo en las entrevistas, pero también resaltaré su faceta más desconocida ligada al mundo del derecho.

Se trata de que don Antonio fue Licenciado en Derecho además en Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas y afrontó las oposiciones a Abogado del Estado, aunque tras superar los tres primeros ejercicios, abandonó ese sendero. Sin embargo, como confesó reiteradamente, lo hizo para demostrarle a su padre médico que sabía buscarse un trabajo en la vida, pero que su auténtica vocación era escribir sin ataduras de horarios ni redes normativas.

Así que me limitaré a elogiar, en el ejemplo de don Antonio, lo que fue una vida capaz de conciliar reflexión y pasión, literatura y ciencia, sabiduría y poesía, y ser un maestro de las palabras. Realmente me alegra que no obtuviese finalmente la plaza de abogado del Estado. Nos hubiéramos visto privados de prodigiosas obras, la vida de muchas personas no habría experimentado éxtasis, su bohemia ilustrada no serviría de norte a sus admiradores, y el nombre de Córdoba seguiría sin añadir a don Antonio a la huella de Séneca. Mucho legado para tan humilde figura.

Más allá, conozco cabezas prodigiosas en el mundo del Derecho que si hubiesen canalizado sus energías en plenitud hacia la literatura, ya fuere poesía o novela, sin duda habrían tenido gran éxito y reconocimiento fuera del planeta jurídico (pienso en voz alta en Villar Palasí, García de Enterría, Martín Mateo, Alejandro Nieto, Sosa Wagner, Muñoz Machado, Rafael de Mendizábal Allende o Javier Borrego, maestros de mi ámbito administrativo). Muy posiblemente, con su diestra pluma (algunos han dejado perlas noveladas), dejarían más huella en el vasto mundo de la realidad que en el triste sótano del Derecho.

Ya sé, ya sé. Lo admito. Usted está pensando ahora mismo en un jurista, procedente del derecho público o del derecho privado, —académico, abogado, fiscal, funcionario o juez— que escribe novelas como los ángeles, o que lo haría como los dioses si se dedicase a ello, así que si usted lo desea puede incluirlo en los comentarios, porque yo ahora me limito a citar los que me resultan más cercanos.

Volviendo al tema de estas vidas que eligieron el derecho, el problema es que la flecha del tiempo no cambia de dirección y las vidas son irrepetibles. Basta pensar en el uso alternativo del tiempo de opositar o de investigar para un artículo doctrinal o libro, para preguntarse cuántas grandes obras creativas literarias no han tenido la oportunidad de ser rescritas.

Como jurista agradezco las elecciones de vidas entregadas al Derecho, pero como humanista lamento haberme privado del fruto alternativo de su talento.

Sin embargo, algo me dice que mis admirados juristas entregados al Derecho, en su fuero interno se sienten emulando La Divina Comedia…

Y es que, como decía don Antonio Gala:

El intelectual debe ser un dedo índice que señala y un ojo clínico que opina.

6 comments on “Cuando sembrar Derecho supone enterrar buena literatura

  1. Añadiría a otro famoso jurista, también escritor: E.T.A. Hoffmann

  2. Habitar el mundo del Derecho dispara la pluma. Son parientes y no sé si más cercanos de lo que se cree. Por eso no hay nada casual en el caso de los que citas.

  3. Yo siempre supe que no había que fiarse de Antonio Gala (esto quiere decir que siempre supe que no tenía que leerlo) por haber ganado el premio planeta con su primera novela: «El manuscrito carmesí».

  4. FELIPE

    Gala fue un genio. Un maestro del lenguaje, del tono y la cadencia en el hablar. Un talento para todo lo literario. Un «poligenérico». Un intelectual auténtico. Y una incómoda conciencia comprometida (intolerante a la injusticia, los abusos o el abandono de los ideales humanistas) que castigaba a los poderes fácticos del momento y a los vendidos al poder (políticos, banqueros, Iglesia o intelectuales) con la crítica (irónica, indignada y a veces llena de ira) de sus opiniones y artículos.

    Literatura y Derecho, ¡si son de calidad!, tienen mucho en común. Cada uno, a su manera, afirma y transmite los valores universales y comunes de la Humanidad y busca evolucionar la sociedad hacia una más justa y mejor. Por eso, tanto una como otro si son buenos acaban perdurando. La diferencia está en que el buen Derecho, ese que representan los excepcionales juristas que menciona, tiene medios y fuerza para poder reclamar -y a veces conseguir- lo que propugna. Mientras que la Literatura, más allá de lograr el convencimiento singular del lector, carece de ellos. Gala lo descubrió a los cuatro años, cuando escribió su primer relato corto. Una cuartilla con la historia de un gato, que hizo para no aburrirse durante un fin de semana de castigo en su habitación. Cuando su padre leyó el texto, simplemente le miró a los ojos y, luego, plenamente convencido del valor de lo leído, le amnistió y dejó salir del «presidio». Fue la primera vez que percibí la utilidad de la literatura, dejó escrito en su artículo «Yo recuerdo».

    • Anónimo

      Gracias, fiel reflejo de lo acontecido en una vida singular y muy plural a la vez

  5. Pingback: Cuando sembrar Derecho supone enterrar buena literatura | Escribir es mi Pasión

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