Crónicas administrativistas

De los déficits democráticos

Ciudadano Kane.

Sostiene Sevach que el modelo electoral español se está agotando, no sólo en el sentido Machadiano de «bostezo y hastío», sino en cuanto a potencialidades y frutos. En efecto, los cargos públicos de origen electivo, a pesar de la formal renovación periódica, se han profesionalizado en notable medida, lo que es bueno por la aportación de experiencia, pero comporta una carga negativa de mayor peso, por su cortejo de personalismo, afán de perpetuidad, clientelismo tendencial y confusión del interés público con el interés del partido, o incluso con el interés de un sector dentro del partido político. El problema radica en que quien tiene la llave para cambiar el sistema no tiene interés en que cambie (la eutanasia política no abunda).

Por eso Sevach sugiere tímidamente (mas como elemento de debate que como posibilidad realista) que toda elección a candidatos locales o autonómicos (dejando al Estado fuera por su mayor sensibilidad al contexto internacional) cuente con un sencillo mecanismo de garantía. Se trataría de un sencillo Registro administrativo que de forma potestativa para los partidos políticos, tomaría constancia de los cuatro puntos prioritarios de su programa con el sencillo compromiso de que (si obtuviesen la Alcaldía o Presidencia) si en los cuatro años del mandato no cumpliesen al menos dos de esos cuatro puntos, el cabeza de la lista electoral que hubiese ocupado tal cargo, quedaría en suspenso su derecho de sufragio pasivo para cualquier tipo de elección durante otros cuatro años. No es mucho pedir, pero al menos obligaría a los partidos a un ejercicio de decencia y honradez, y a priorizar dentro del universo de dorados sueños que esos presuntos reyes Midas de la política afirman poder conseguir.

Y es que Sevach lamenta el distanciamiento entre políticos electos y electores, cuyo contacto material tiene lugar en vísperas electorales (con una complicidad artificiosa e ingenua) y cuyo contacto durante el resto de la legislatura es puramente formal. Sevach se queda sorprendido del cosmos administrativo de órganos colegiados de corte participativo (Consejos, Comisiones, Grupos, etc), que se duplican o quintuplican en todas las Administraciones, cuyos resultados no van mas allá de solemnes actos de constitución, declaraciones de principios y lugares comunes, y en el mejor de los casos, hacen aflorar propuestas o dictámenes no vinculantes (y si son vinculantes, es porque quien tiene la capacidad de decisión final lo ha teledirigido antes).

Aquí recuerda Sevach el tremendo éxito entre los políticos que tuvo la «importación» del modelo brasileño del llamado «presupuesto participativo» originado en la ciudad de Puerto Alegre hace una década aproximadamente. Dicho modelo consiste básicamente en la implantación de mecanismos y estrategias de participación efectiva de los ciudadanos/ sindicatos/ grupos/ barrios/ asociaciones/ asambleas vecinales en la programación de sus presupuestos, así como en la vigilancia y fiscalización de la gestión de los recursos públicos. Es la población, a través de un proceso abierto de debates y consultas, quien determina y decide la cuantía de los ingresos y los gastos, así como dónde y cuándo realizar las inversiones, cuáles son las prioridades y cuáles son los planes y acciones que debe llevar a cabo el Gobierno local o regional. La elaboración del presupuesto es ascendente (de abajo hacia arriba), negociada (por grupos legitimados, asambleas locales y regionales, sindicatos, etc), legitimada (por el apoyo directo social) y fuertemente controlada (como antídoto frente a la corrupción).

Pues bien, el modelo de «Puerto Alegre» fue aplaudido por buena parte de los políticos españoles pero, salvo intentos serios y pendientes de evaluación con perspectiva temporal (caso del Ayuntamiento de Albacete), en buena parte de los Ayuntamientos españoles que tuvieron noticia del mismo, sólo sirvió para que los concejales de turno efectuaran una especie de «turismo presupuestario», ya que de su visita sufragada con fondos públicos (cuya necesidad solo era evidente para quienes viajaron) sólo queda el recuerdo de los justificantes de dietas, fotografías sonrientes y varias docenas de legajos con su canutillo que tras ser cariñosamente entregados por el Ayuntamiento anfitrión, han pasado a engrosar los Archivos municipales en la sección correspondiente a papeleo inútil y memorias prescindibles. Al final, cree Sevach que más que «gastos de los concejales sobre presupuesto participativo» se trató de la «participación de los concejales en el presupuesto de gastos».

0 comments on “De los déficits democráticos

  1. Estimado Ramón:
    Me alegra encontrarte en la blogosfera, con este blog al que llego a través del de Antonio Arias.
    En cuanto al contenido de este post, me temo que para que fuera posible llevar a cabo propuestas de ese tenor, de programas-contrato con claúsula de rescisión en caso de incumplimiento, mucho debería cambiar la cultura política del pais, ya que en estos momentos, no da para intentar establecer pautas de conducta que beneficien al conjunto de los cives y no solo a unos pocos.
    Lamentablemente, la mayor parte de los politicos en ejercicio no tienen interés en cambiar las cosas porque les va bien así, y los que están en la cola esperando, aunque pueda parecer que desean cambios, en realidad desean sustituir a los que ahora están.
    Y mientras tanto, los sufridos cives convencidos de que pintan algo, cuando no pintan nada, ni siquiera en época electoral.
    Enhorabuena por el blog. Saludos

  2. Hola, amigo José Ramón,

    Aunque no sé si tiene mucho que ver con el tema del dèficil democràtico, (o quizás sí por esto de la mayoría de edad para votar) me gustaría comentar lo del cambio de edad, de 18 a 16 años, como requisito para poder participar en los procesos selectivos para ser funcionarios que, como sabeís, incorpora el nuevo Estatuto Básico del Empleado Público para parecerse un poco más al derecho laboral. La Generalitat catalana es la primera gran Administración pública de España que ha convocado ya unas oposiciones abiertas a jóvenes de 16 años. Parece que la cosa tiene enjundia y habrá que buscar sistemas de selección que midan algo más que la experiencia de los candidatos.

    Saluditos desde Barcelona

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