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De vidas ejemplares, peluqueros y medallas al trabajo

De vidas ejemplares, peluqueros y medallas al trabajo

El Boletín Oficial de 25/12/07 publica la concesión por Orden Ministerial de la Medalla del Mérito al Trabajo a favor del que fuera peluquero de l Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tras cincuenta y siete años de servicio.

    1. Sevach nada tiene en contra de los peluqueros (dignísima profesión) ni en contra de D. Julián Alonso Velasco (que seguro que merece esa y muchas más medallas por tan dignísimo trabajo hasta sus actuales 64 años).

    2. Sin embargo, se da la circunstancia de que el tío de Sevach está actualmente jubilado y ha desarrollado actividad laboral continua en la profesión de peluquero desde los 14 hasta los 65 años, o sea, desde la edad mínima legalmente exigida para trabajar por entonces (14 años) y hasta el máximo legalmente permitido (65 años).

    Y ello tras realizar su trabajo en una época que en su mayor parte exigía dedicación en horario de mañana y tarde (sábados incluidos), en su mayor parte de pie (mal peluquero será el que faene sentado), con atención constante (pues quien está armado con unas tijeras en cabeza ajena ha de estar alerta) con salario exiguo (siendo decisivo el trabajo a destajo o comisión, y esenciales las «propinas») y sin escudarse en zarandajas (ni prejubilaciones, ni bajas estratégicas bajo el triste principio «si no se trabaja, no se come»).
    Además corrían tiempos en que tales profesiones estaban desatendidas por sindicato alguno (antes de la democracia por no existir sindicato horizontal del sector, y después de la democracia porque el interés sindical nunca se fija en las profesiones anónimas y minoritarias).

    A tales méritos laborales debemos añadir el tío de Sevach antes de esos 14 años, trabajó como monaguillo no por gusto sino por pertenecer a una modesta familia numerosa en tiempos de notorias carencias (madrugando el avispado niño a las 6 de la mañana para preparar los oficios religiosos en una iglesia salmantina) y que con posterioridad a su jubilación, de forma desinteresada participa en Asociaciones fotográficas y se ha formado en técnicas de internet con un tesón y voluntad insólitos. Y además indicaremos de rondón que, pese a su artrosis, maltrecha cervical y disminución visual (de origen laboral innegable), es un auténtico samaritano para su familia y para todo el que necesita de sus servicios. Por todo ello, resulta claro que hasta la Medalla de Oro al Trabajo le queda corta.

    3. Sin embargo, lo relevante no es el caso aislado del tío de Sevach, que es feliz viviendo su vida como el la concibe (cumpliendo con la sociedad y la familia, sin el menor rencor), sino que en España hay decenas de miles de personas que desde su callada profesión han cosechado tantos años de servicio como el «peluquero de Zapatero», en profesiones tan modestas como sacrificadas (camareros, albañiles, limpiadoras, zapateros, fontaneros, carpinteros, agricultores, etc.) y con una callada historia detrás que haría palidecer la que inspiró la canción «El abuelo picador» de Victor Manuel.

    Además, se da el caso de que para la concesión de la Medalla al mérito al Trabajo del peluquero de Zapatero se toma en cuenta que desde los siete años inició sus labores en la peluquería, lo que resulta sorprendente ya que en ese tiempo era ilegal trabajar por debajo de los catorce años, momento en que se comenzaba a cotizar, y si la Administración ha decidido tomar en cuenta tal labor de la infancia, ello obligaría a considerar positivamente para la medalla al Trabajo a tantos otros que prestaron servicios desde niños, como aprendices, pinches o pastoreando, y porqué no, como monaguillos.
    Con razón afirmaba Unamuno, que frente a la historia, lo que permitía avanzar al mundo era la «intrahistoria», esto es, la vida doméstica y laboral silenciosa desarrollada por las gentes anónimas.

    4. Y por todo eso, la concesión de la Medalla de Plata del Mérito al Trabajo al «peluquero de Zapatero» ha despertado la curiosidad de Sevach por su procedimiento de concesión, que se resume en las siguientes líneas:

      a) Está regulado en el Real Decreto 711/1982, de 17 de marzo, por el que se aprueba el Reglamento de la Medalla al Mérito en el Trabajo.

      b) Pretende recompensar conductas ejemplares en el ámbito laboral.

      c) Tiene tres modalidades: Oro, Plata y Bronce. La de Oro es otorgada por el Consejo de Ministros y comporta el tratamiento de Excelentísimo. La de Plata es otorgada por Orden Ministerial del Ministro de Trabajo y comporta el tratamiento de Ilustrísimo.

      d) Los expedientes de concesión podrán tramitarse: De oficio, a iniciativa del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; a instancia de autoridades y representantes legales de Corporaciones Asociaciones, Entidades y trabajadores de una Empresa, cuando se trate de un miembro de la misma. Eso sí, no podrá iniciarse la tramitación de ningún expediente a instancia del propio interesado.

    5. La concesión se realizará por la categoría inferior, al justificarse veinticinco
    años de trabajos ejemplares. En casos excepcionales podrá otorgarse categoría más elevada o antes del plazo señalado, especificándose en el Real Decreto u Orden de concesión las razones que justifiquen dicha excepción.

    Pues bien, fácilmente se advierten los «agujeros» de la regulación.

      a) En primer lugar, el Ministerio de Trabajo se cuida muy mucho de divulgar y fomentar estas iniciativas. Se divulga la concesión pero no el procedimiento. A diferencia del ingente gasto público para incentivar hoy día el conocimiento de los derechos del ciudadano, sobre este singular derecho a solicitar la Medalla al Trabajo reina un cuidadoso silencio y discreción. No vaya a ser que el aluvión de solicitudes colapse el Ministerio, y entonces al generalizarse las «medallas» se produzca su «devaluación».

      b) En segundo lugar, no cabe que el propio trabajador lo solicite (previsión de dudosa constitucionalidad ya que el expediente de otorgamiento de la Medalla ha de ser un enjuiciamiento de la vida laboral ejemplar «objetiva», siendo indiferente quien lo promueva, el propio interesado o un tercero). Eso sí, se deja en manos de Corporaciones, Asociaciones y Entidades la propuesta de la Medalla respecto de alguno de sus propios miembros, lo que provoca una curiosa «endogamia» ya que no hay cosa mas natural que quien Preside una entidad pueda promover acuerdos de los órganos representativos colegiados de la misma encaminados a «premiar el clientelismo» o a garantizarse la propia «subida a los cielos» tras la jubilación. Y si no, fácil es acudir al atajo: basta con conocer a alguien que a su vez conozca alguien próximo al Ministro de Trabajo que puede por propia iniciativa promover el expediente (y todos sabemos que entre «eventuales, digitales, funcionariales y familiares» hallaremos «centenares»); de este modo, de «oficio» se inspira el expediente por el Ministerio de Trabajo para conceder la medalla o «beneficio».

      c) En tercer lugar, la inmensa mayoría de los trabajadores de empresas de tamaño medio o grande ignoran el «papeleo» que se precisa para proponer la concesión de la Medalla a un compañero.

      d) En cuarto lugar, son legión los trabajadores que han prestados servicios por una pequeña empresa o comercio, y que al finalizar su vida laboral se encuentran con que por desgracia quienes podrían proponerles (por ser o haber sido compañeros de trabajo) no están en condiciones de hacerlo (traslado, jubilación o fallecimiento).

      e) En quinto lugar, la concesión de las Medallas son el típico acto discrecional, con gran carga de libertad para el Ministro de Trabajo, ya que el expediente se forma con un certificado de la vida laboral, el informe de la Inspección de Trabajo y la propuesta de una Junta del Ministerio de la que forman parte en su mayoría autoridades nombradas por el Ministro del ramo, todo lo cual no constituye garantía alguna ni de objetividad ni de acierto. Ni hay criterios concretos, ni hay baremo, ni lo que es mas grave, no se contemplar un posible expediente de extensión de efectos para quienes se consideren con igual mérito (por trayectoria idéntica) y poder obtener igual beneficio.

En definitiva, que el Sr. Julián Alonso merece felicitaciones y reconocimiento por su trabajo pero no menos que los cientos de miles de españolitos de a pie que no necesitan Medalla (pues el hábito no hace el monje) sino que les basta con sus recuerdos. Y eso sin olvidar que en el año 2004 (BOE 27/3/04) la Medalla de Plata al Trabajo fue concedida a D. Francisco Hernando Contreras (mas conocido como «Paco, el Pocero»). Y entonces sé que el tío de Sevach sonríe complacido de que no se la hayan otorgado, pues hablando de Medallas al Trabajo, «ni son todos los que están ni están todos los que son». Aunque bien pensado, el tío de Sevach no reune un mérito evidente que sí posee el peluquero galardonado:

¡Haber tomado el pelo a un Presidente del Gobierno!.

6 comments on “De vidas ejemplares, peluqueros y medallas al trabajo

  1. La cosa tiene que ver más con la foto del ministro del ramo junto al galardonado y la consiguiente escenografía mediática que con cualquier criterio objetivo, desde luego. Recordemos que también recibió la medalla Francisco Buyo, el famoso futbolista que jugó, en total, 542 partidos en Primera División. Meritoria trayectoria sin duda, pero vamos, 542 jornadas de trabajo en toda una vida laboral, más entrenamientos, tampoco es matarse a currar… 😉

  2. luis calvo

    Para un checo como tú, Sevach no debe ser nada fácil entender esto. Pero es lo que ocurre en España, así reparten «mercedes» los progres de hoy en día.

    No cabía en mi de asombro cuando el Presidente Zapatero otorgó su otrora «merced» allá por el mes de junio, creo, en el mismísimo Congreso de los Diputados: «los niños que nazcan hoy y en adelante…recibirán 2500 €» me transportó al pasado y recordé aquella película que todos tenemos presente, «los Santos Inocentes», cuando la sra. marquesa hacía desfilar a todos sus criados con motivo del cumpleaños de su nieta, otorgándoles la merced de una propina.
    Y ahora esto, una medalla al Mérito al Trabajo para su peluquero…

  3. PanchoVilla

    Lo que me pregunto es….Si un ciudadano ejerce su derecho de acceso a expedientes terminados de la Administración en relación a examinar y obtener copias de los documentos que forman el expediente de concesión de la medalla al peluquero…Y teniendo presente que puesto que eso ni afecta a la intimidad ni es un expediente disciplinario no podría denegarse….¿se lo facilitarían para comprobar quién o qué autoridad promovió tan singular expediente?.

  4. EL SILENCIO

    Más claro ni el agua del rio que pasa por Caleao…
    Gracias.

  5. FELIPE

    Lo extraordinario de sus blog es que aún siendo sus capítulos independientes (pues cada uno encierra su propia historia) están conectados entre sí por un hilo invisible de coherencia e intemporalidad. Digo esto porque la lectura de su artículo (de ayer) «Litigios interminables: causas desoladas», me ha llevado a la de su escrito (también de ayer) «Alfonso, los ochenta son para vivirlos» (verdadera formula magistral elaborada con urgencia para subir el ánimo y sanar a su muy apreciado destinatario) que me ha remitido a la de esta estupenda crónica/ensayo (¡De hace 11 años!) «De vidas ejemplares, peluqueros y medallas al trabajo».

    Su reposada lectura me lleva de nuevo al punto de inicio. A Charles Dickens. Y es que el gran autor mantenía que el carácter de las personas es, no sólo más importante que el intelecto, sino más interesante. Que es en los humildes donde encontramos riqueza y desbordamiento de personalidad. Y que es en la vida cotidiana adonde hemos de ir a buscar portentos y prodigios.

    Qué acertada forma de entender, reconocer y medir la estatura de las personas. Que coincidente con la usted ha plasmado en su artículos.

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