Contencioso

Los textos de la Administración bajo la lupa lingüística

El lenguaje de la Administración importa, y mucho. Al fin y al cabo se trata de mensajes que afectan a la vida y hacienda del ciudadano, que declaran el interés general y además en un reino donde la Constitución impone la seguridad jurídica, valor que implica la certeza en doble dirección. La certeza de lo que el ciudadano quiere de la administración, de lo que le pide y de cómo lo fundamenta. Y la certeza de lo que la administración responde al ciudadano, de lo que le declara, anuncia, ordena o reconoce.

  La pandemia ha supuesto una inmersión acelerada del ciudadano en la comunicación electrónica y la cita previa. Dos técnicas que enfrían y deshumanizan la relación entre administración y ciudadano. Lo automatizado no va acompañado de la necesaria claridad y sosiego que inspira lo manuscrito o documentado, ni por parte del ciudadano ni por parte de la administración.

  Sin embargo, los boletines oficiales siguen plasmando reglamentos y las autoridades arrojando actos administrativos. Es cierto que hay mensajes administrativos que pueden tener un soporte no escrito, como por ejemplo, el rotativo de la ambulancia que pide paso, el silbato del policía que ordena detenerse, o los semáforos que producían lo que algún insigne administrativista llamaba “actos administrativos coloreados”.

  Pero la inmensa mayoría son actos administrativos formales que se expresan por escrito y ello plantea el reto de verificar si el lenguaje es correcto o si es manifiestamente mejorable desde una perspectiva lingüística. Hace mucho me ocupé del que califiqué de lenguaje administrativo deslenguado, en clave lúdica, pero es hora de afrontar con seriedad la cuestión y bebiendo de fuentes solventes.

He tenido la ocasión de acceder a la lectura de la espléndida monografía de Iria da Cunha, titulada «El discurso del ámbito de la Administración. Una perspectiva lingüística»(Ed.Comares, 2020) y que se focaliza en el lenguaje jurídico de la Administración pública, abordando un rico contenido, del que destacaré:

  • Efectúa un recorrido histórico por la obsesión de la Administración por la cercanía al ciudadano que se explicita en la profusión de Manuales de lenguaje administrativo, de Libros de estilo y Guías de redacción de documentos administrativos.
  • Realiza un análisis de los géneros textuales más habituales desvelando las singularidades de cada modalidad de comunicación administrativa aplicando la triple perspectiva textual, léxica y discursiva de cada tipo de texto.
  • Expone los avances hacia el lenguaje claro, como reto institucional.
  • Inventaria los diccionarios y glosarios terminológicos disponibles para los usuarios del lenguaje administrativo, con especial atención a las bases de datos terminológicos y tesauros, así como muestra el panorama de las herramientas tecnológicas disponibles para evitar errores ortográficos y léxicos, con especial referencia a esa universal e imprescindible figura que son los formularios.
  • Ofrece el análisis y balance de singulares herramientas tecnológicas disponibles para facilitar su mejora.

  Como servidor público que he hecho uso por tres décadas largas del lenguaje administrativo como herramienta esencial, confesaré que  me encantó el análisis por la autora de los géneros y documentos tipo del giro administrativo, constatando que su nomenclatura que no es precisa, unánime ni estandarizada, y el esfuerzo por fijar las señas de identidad de cada figura, lo que no es fácil, pues personalmente siempre me han interesado los falsos amigos: reclamación y recurso, solicitud e instancia, oficio y notificación, resolución y acuerdo…

También me ha impresionado el análisis de las modalidades de textos administrativos según su frecuencia y dificultad, confirmando como más frecuentes y fáciles las solicitudes y mas difíciles las alegaciones y reclamaciones.

 Además pude conocer la existencia de arText, una aplicación gratuita que edita textos en línea, y que permite elaborar escritos administrativos (p.ej.reclamación de responsabilidad, solicitud de subvención,etcétera) ofreciendo opciones de léxico y estilo, además de contenidos típicos, proponiendo fraseología apropiada al género de texto, realizando sugerencias de discurso expresivo, propuestas de dividir oraciones largas o para evitar reiteraciones de palabras, así como corrección de uso de siglas. Y dos aspectos que me llamaron particularmente la atención; en primer lugar, esa aplicación arText que simplifica y mejora la elaboración de textos administrativos por el ciudadano, propone alternativas expresivas para corregir la tendencia al aluvión de ideas y argumentos y que muchos conectamos con partículas típicas (p. ej. asimismo, por otro lado, es más, añadiremos, en otros términos, desde otra perspectiva,etcétera); y en segundo lugar, la aplicación alerta del abuso de palabras con carga subjetiva (ej.« ísimo», «evidentemente»,« clarísimo», «sin duda»,etcétera).

Enlazando con el comienzo de este artículo, me quedo con una de las interesantes conclusiones de la autora cuando afirma:

Es cierto que la implantación de la e-Administración tiene ventajas evidentes, como la eficacia en los trámites, el ahorro de costes a ciudadanos y empresas, la agilidad en los procesos, o la mejora del medio ambiente al evitar el gasto de papel. Sin embargo, también es cierto que, por lo general, no ha venido acompañada de planes de formación para los empleados de la Administración pública y mucho menos para la ciudadanía de recursos lingüísticos en lenguaje claro que acompañen a los ciudadanos como usuarios de la e-Administración o de herramientas TIC que tengan como objetivo  mejorar la comunicación escrita entre la Administración y la población.

 En fin, la obra de Iria de Cunha, El discurso del ámbito de la Administración (Comares,2020) eleva al rango de princesa digna de máxima atención por juristas, profesores, funcionarios y ciudadanos, a la cenicienta del mundo administrativo (la calidad lingüística de los textos que soportan las comunicaciones de ciudadano hacia administración y viceversa).

Y lo hace mediante un viaje cargado de erudición, profundidad y apoyo bibliográfico, hacia ese mar de los sargazos que está formado por leyes, contratos, comunicaciones, convenios, solicitudes, reclamaciones, alegaciones, y otros textos análogos, donde a veces por sus defectos lingüísticos encalla la justicia de la solicitud o del caso que relaciona al ciudadano con la Administración.

14 comments on “Los textos de la Administración bajo la lupa lingüística

  1. Evidentemente, prima facie, considerando los pronunciamientos sobre extensión y claridad de las demandas y escritos, por razones que son de ver en la Ley de Procedimiento sobre uso de medios electrónicos, y en la ley rituaria, amén de los nuevos usos intercomunicativos y sociales, resulta mandatada la adaptación a lo referido, por ley calendada.

    En su virtud, y a mayor abundamiento, el acierto jurídico no deviene del producto de yuxtaponer aposiciones y aforismos que resalten, como encaje bordado, en primorosas subordinadas, sino mas bien, a sensu contrario, en la habilidad de seducir al juzgador mediante el enunciado del precepto preciso y aplicable, adornado con un razonamiento sintético, escueto, estricto, seco, sin ambages, sin repeticiones ni reiteraciones, continuando en cierto modo con lo que nos enseñaron, literariamente, los maestros del realismo como Carver, Bukowski, Fante, o más en lo jurídico y castellano, Alejandro Nieto o González Pérez.

    Gracias José Ramón, por descubrirnos el libro y Artext!!

  2. Conquero

    No he leído la obra de Iria da Cunha, pero desde ya está en mi lista de adquisiciones pendientes, puesto que me interesan mucho las cuestiones relativas a la corrección de la escritura en los textos jurídicos.

    En efecto, el llamado «lenguaje administrativo» es una de las lacras del Derecho. Puede sonar contundente esta afirmación, pero se detecta de forma muy fácil una innecesaria complejidad en muchos escritos, expresada en párrafos interminables, gerundios concatenados, perífrasis verbales prescindibles y otras figuras. Y, si nos metemos en el terreno de la ortotipografía, abrimos una caja de Pandora de consecuencias funestas.

    Si se me permite la recomendación, maestro Chaves, los juristas tendríamos que leer (bastante) a estudiosos como José Antonio González Salgado (https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=88579), Cristina Carretero (https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=97610), Samuel González Casado (https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1316133) o Estrella Montolío (https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=142433).

    • Buenas recomendaciones, y motivadas.. voy por ellas, gracias

      • Conquero

        Al contrario, maestro Chaves, gracias a Vd. por poner en esta ocasión «el dardo en la palabra», como el gran Lázaro Carreter.

  3. FELIPE

    Una de las grandes mentiras que, escondida en el caballo de Troya de la falsa igualdad, se nos intenta vender hoy en día, es que hay que ser «tolerantes» con las deficiencias e incorrecciones que cometemos con el lenguaje escrito porque la ortografía es un instrumento elitista -uno más- y clasista -cómo no- que fomenta o perpetúa -ahí queda eso- la discriminación o desigualdad. ¡Que gran falacia y tontería!. Más allá de que estemos en tiempo de herejes, de impulsos irreflexivos y de precipitaciones escritas vacuas, detrás de ese mensaje se esconde una muy pobre, sombría y plomiza visión del mundo -y, por tanto, del ser humano-, huérfana de orden y luz y ausente de toda disciplina y respeto -sobre todo de respeto- hacia los demás. Es decir, la antítesis de lo es la esencia de la ortografía: seguridad y belleza basada en los principios, en la norma, en la tradición y en la evolución del uso de la lengua.

    En palabras de Navarro Villareal, la ortografía es la HIGIENE DE LA PALABRA ESCRITA. Dentro de un mundo grosero e incivil revela un espíritu atento y cuidadoso hacia del otro porque es UN GESTO DE CORTESIA, UNA PREOCUPACIÓN EXTRA POR HACER SENTIR COMODO AL LECTOR. Si ese lector es la Administración y, además, le pedimos algo. Cuánto tenemos ganado.

    PD. Hoy, es mi cumpleaños. Aunque con los años he aprendido que es mejor dejarse sorprender, he de reconocerle que tenía seguro un regalo: su artículo del día. Gracias, como siempre, por su regalo.

    • Felicidades, Felipe, con mi agradecimiento en nombre de la legión de lectores que aplauden complacidos tus sabrosos comentarios.¡ Gracias por estar con nosotros y cuídate muchoooo!

  4. Estimado J.R.:
    Muy interesante la entrada. Si te sirve de consuelo el lenguaje jurídico es igual de malo en todos los idiomas. Los anglosajones, que tienen un idioma mucho más coloreado que el nuestro (al menos el español de la península), incluso tienen una palabra para el lenguaje de los abogados: «legalese».
    De hecho, una vez leí que alguien dio un curso de «English for lawyers as a second language», quizá alguien debería dar un curso de «Español para abogados como segundo idioma» …
    Saludos y, como siempre, gracias

  5. Santiago Cañete

    Para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento.
    MIGUEL DE CERVANTES

    Si conoces el asunto las palabras seguirán CATÓN

    Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas.
    ALBERT CAMUS

    Juicio, entendimiento, conocimiento, claridad, Nadie debería aventurarse a reglamentar sin analizar bien el cumplimiento de estas 4 palabras.

    Abz

  6. El sexador de gárgolas

    Resulta, pues, que casi todas las profesiones van a tener un lenguaje técnico menos la Administración, que va a tener que conformarse con la jerga .

    Porque ese es el camino que está llevando el lenguaje administrativo en manos de los analfabetos que en estos momentos okupan los más altos cargos. ¡Si hasta leyes se han atrevido a publicar ya en esa repugnante (y para nada ridícula una vez se comprende bien qué hay detrás de ella) caricatura del español!

  7. Elisa Moreu

    Gracias por la recomendación del libro de Iria de Cunha. Es un tema apasionante.
    Modestamente escribí sobre “Nuestro lenguaje” en Teoría y Método. Revista de Derecho Público. Por si interesa: https://doi.org/10.37417/RPD/vol_1_2020_29

  8. Es capaz de arrancarme una sonrisa en la lectura de temas que (antes) no me interesaban… «mensajes administrativos que pueden tener un soporte no escrito, como por ejemplo, el rotativo de la ambulancia que pide paso, el silbato del policía que ordena detenerse, o los semáforos que producían lo que algún insigne administrativista llamaba “actos administrativos coloreados”.»

    Como siempre, genial,
    La forma es importante para llegar.
    Gracias

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