La profesión jurídica participa de la nota propia de monje medieval afanado en copiar, redactar o ilustrar libros, por aquello del goce íntimo, paciencia y dimensión social del trabajo.
Sin embargo hay espacio para el sano orgullo (como debe haberlo para la sana crítica).
El abogado que ultima un alegato siente la placidez del artesano, consciente de que se someterá a escrutinio de autoridades o jueces. El juez que firma la sentencia se siente aliviado al resolver un problema que a veces parece la cuadratura del círculo. El funcionario jurista que emite su informe, disfruta sintiéndose parte de una organización de servicio público. El fiscal, abogado del estado o letrado público se sienten honrados como «guardia pretoriana» de todos. El catedrático que plasma sus hallazgos en publicaciones se siente útil con su granito de arena al océano de conocimiento.
También es cierto que el sendero profesional del derecho está plagado de sinsabores. El abogado siente el tajo de la derrota, a veces injusta. El juez sufre la revocación de la sentencia. El funcionario jurista es ignorado por las autoridades. El fiscal, abogado del estado o letrado público son desautorizados por sentencias. O el catedrático es ninguneado por sus colegas.
Pero lo realmente importante es luchar por el trabajo bien hecho. Poder mirarse al espejo cada mañana. Tomarse en serio el trabajo de resolver el problema jurídico. Sentirse útil para los demás y saber que, dentro de esa compleja maquinaria que es el planeta, o de ese laberinto enojoso que es el ordenamiento jurídico, importamos algo. Poco realmente, pero no somos invisibles.
Estas simples reflexiones vienen al caso porque estos días he recibido unos espaldarazos gratificantes que me gustaría compartir. De un lado, la Revista de Administración Pública, RAP, num. 215, Mayo-Agosto,2021, ha publicado una generosa recensión de mi libro Derecho Administrativo mínimo (Ed. Amarante, 2020), a cargo del catedrático de derecho administrativo Alejandro Huergo Lora, lo que me honra porque la RAP era una de las revistas, junto a la REDA, la REALA y Documentación Administrativa, que en mis inicios jurídicos leía con trémula emoción y abierta admiración hacia tanta sabiduría condensada en papel.
De otro lado, porque un ganadero jubilado, Ismael, sin conocimientos jurídicos ni titulaciones pomposas, ayer se dirigió a mí para felicitarme por mi libro “Como piensa un juez”(2020) en términos tan gratificantes que me conmovió, pues afirmaba que esa obra debería leerse por cualquier profesional no jurista, ya que desvelaba como juegan las emociones, los sentimientos y el modo de pensar en lo que decidimos.
Y finalmente, un abogado del Estado, Santiago, me comentó a la vista de mi último libro “Breviario jurisprudencial de la prueba contencioso-administrativa»(2020) algo tan simple como bello:« Consigues escribir libros que se leen de verdad».
Quizá los tres comentarios son excesivos, pero no pierden su valor de infundirme ánimos y rejuvenecerme. Y sin hacerme olvidar que he sido inmensamente afortunado por la suerte para alcanzar mis limitados éxitos profesionales; la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado; la suerte de enormes amigos que supieron orientarme, frenarme o impulsarme; y la suerte de grandes maestros – la mayor parte desde sus libros- que me forjaron una manera de pensar o actuar.
Es cierto que los juristas no podemos acertar siempre, ni gustar a todos, ni ser creativos a tiempo completo, ello sin olvidar que la envidia provoca enemigos silenciosos. Aceptada esta perspectiva autocrítica, que todos debemos ejercer para no padecer mal de altura o la estúpida vanagloria, nada malo hay en aceptar el sano elogio, de igual modo que no debemos escatimar el reconocimiento o aplauso al trabajo ajeno del jurista que se cruza en nuestro camino.
En definitiva, que bien estaría que el abogado recibiese palabras amables de su cliente y no el gesto desconfiando de quien paga por algo que da por cierto. Bien estaría que el juez fuese comprendido en sus razones incluso por el perdedor del litigio. Bueno sería que el funcionario recibiese felicitaciones de las autoridades de vez en cuando, al menos cuando este se apunta las medallas que debe a aquél. También le gustaría al fiscal, abogado del estado o letrado público sentirse reconocido más por su valía personal que por su lealtad mercenaria. Y gran cosa sería, que todo trabajo investigador serio y laborioso mereciese el respeto de sus colegas, aunque no compartiesen sus conclusiones.
O sea, que todos tenemos nuestro corazoncito, sensible a alabanzas y críticas, y los juristas también, aunque el corazón se ofrezca envuelto en palabrería, escritos solemnes y togas. Bien está recordarlo, para valorar el trabajo jurídico ajeno, aunque tampoco olvidar la sabiduría que encierra la afirmación de Woody Allen en su último libro de memorias, “A propósito de nada”(2020):
Más que vivir en los corazones y en las mentes del público, prefiero seguir viviendo en mi casa».
Gracias.
Totalmente compartido y felicitarte por tu generosidad.
«Poder mirarse al espejo cada mañana»
Desde luego que sin un sentido de misión en la historia el trabajo del abogado en una justicia tan aleatoria como la danza de las partículas cuánticas es inllevadero.
Al juez la revocación por sus superiores no le reduce el sueldo, al abogado la desestimacion de una pretensión justa le lleva a la necesidad y al imposible jubilarse.
El trabajo bien hecho también es un concepto polémico.
Tu bien hecho es distinto del de otro.
La impecabilidad es personal. Es lo que te deja satisfecho. Con independencia del resultado
Gracias por la reflexión, es cierto que poder mirarse al espejo cada mañana con la sensación del deber hecho es gratificante.
Pero a veces existe la frustración cuando compruebas que algunos jueces/as no solo no te escuchan en las conclusiones sino que se ponen a mirar sus móviles durante las mismas o a ver los autos de los juicios siguientes.
Buenas vacaciones.
Gracias por plasmar en un sencillo párrafo el esfuerzo diario de un funcionario municipal…
«Pero lo realmente importante es luchar por el trabajo bien hecho. Poder mirarse al espejo cada mañana. Tomarse en serio el trabajo de resolver el problema jurídico. Sentirse útil para los demás y saber que, dentro de esa compleja maquinaria que es el planeta, o de ese laberinto enojoso que es el ordenamiento jurídico, importamos algo. Poco realmente, pero no somos invisibles.»
Buenas tardes, me han encantado todas las obras que he leido de JR. Si tuviera que elegir dos, me quedo con LA MIRADA DE EINSTEIN AL UNIVERSO JURÌDICO, y BREVIARIO JURISPRUDENCIAL DE LA PRUEBA EN LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA, que lo acabo de terminar.
Con absoluta sinceridad, afirmo que reconozco y admiro el trabajo bien hecho de cualquier operador jurìdico, aun siendo contrario en un proceso. Todos los dias se aprende algo de quien menos se puede uno imaginar: un compañero recièn colegiado, pongo por caso.
Bien es verdad que, al menos bajo mi experiencia, los reconocimientos entre abogados no suelen ser frecuentes, pero en fin, es un trabajo apasionante. Si Dios lo quiere, no me retirarè hasta el dia en que antes de una vista, tenga la importancia que tenga, no sienta ese cosquilleo propio de la incertidumbre. O dicho en tèrminos taurinos, esos nervios de » a ver que me sale por los corrales»
Este blog es un claro ejemplo de constante crecimiento jurídico y personal.
Continúa, por favor, deleitándonos.
Un abrazo y feliz agosto.
Extraordinario cierre de temporada.-Vacaciones en agosto y en septiembre de nuevo de vuelta y espero, por el bien de todos, que venga con más fuerza, maestro. Feliz «recarga de pilas».
Reflexión muy auténtica y profunda, pero que posiblemente no puedan entender todos aquellos que sólo trabajan por dinero y no por la satisfacción personal de luchar contra las injusticias, con independencia del resultado.
Más de una vez me he preguntado cómo se siente un juez cuando le revocan una sentencia, y más si los argumentos que contiene son absurdos o erróneos. Los abogados, con permiso del cliente, podemos recurrir hasta donde haga falta, pero si yo fuera juez no sé cómo encajaría la revocación de una sentencia que a todas luces pueda ser una aberración jurídica. ¿Esa también es la soledad del juez amante del trabajo bien hecho?
Buenas vacaciones a todos los seguidores de este blog!!
Desde que lo conocí, por su blog, compré varios libros y es mi jurista de cabecera en el plano administrativo, además de su fina ironía al escribir no cargada de acidez sino de una creencia en el profesional de la administración , cualquiera de ellas, que de verdad cree en que su trabajo sirve para algo loable.
Gracias, Juan. Me honra con sus bellas palabras y se lo agradezco.