Asisto perplejo al sendero político abierto en relación con posibles amnistías, plebiscitos de independencia, pagos de compensación y otros escenarios, donde se cruzan opiniones, cada una armada de dictámenes jurídicos, aunque evidentemente éstos merecen respeto por quien los emite pero su valor procede del rigor en su fundamentación.
Como ciudadano que sufrió el alumbramiento de una Constitución y un Estado de Derecho, y que valora enormemente la paz social, la igualdad y la seguridad jurídica, no quiero entrar al trapo de discutir la constitucionalidad de una u otra medida en términos jurídicos, entre otras cosas, porque no se puede convencer a nadie si no está dispuesto a dejarse convencer.
Me viene a la cabeza que Derecho y ajedrez representan orden y ambos se apoyan en la seguridad de unas reglas de juego limpio, y la buena fe de los participantes.
Derecho y ajedrez permiten que los sujetos saquen el mayor partido de su posición y capacidad de movimientos, sin romper las reglas.
Cosa distinta es tener en cuenta que en ese juego milenario, serio, universal y respetado que es el ajedrez:
- Si alguien rompe las reglas, es sancionado, y podrá volver a jugar pero asumiéndolas.
- Lo que no cabe es hacer borrón y cuenta nueva, reconocer que el castigo fue un error, y volver a dejar sentarse en el tablero al jugador felón, sin arrepentimiento y pese a que éste advierte que volverá a jugar con sus propias reglas.
- Tampoco cabe que ese perdón sea el precio de que el árbitro o juez del torneo siga siéndolo, porque a partir de entonces el juego ha dejado de ser juego para convertirse en una subasta, o un salón con ruleta lastrada y crupier tramposo.
Por eso me asombra como jurista que se estén negociando las reglas del juego constitucional: las reglas que marcan las decisiones para estatutos de independencia y las reglas que fijan una justicia igual para todos, donde la cosa juzgada funciona, las penas se cumplen, los delincuentes se rehabilitan y rectifican. Como decía un famoso jugador de póker, «no puede negociarse confiando en la pata de conejo, pues no funcionó para el conejo».
Quiero creer que jamás se pasará la línea roja. Admito que la Constitución se interprete con flexibilidad, pero sin romperla. Admito que se negocie entre partidos políticos, pero sin desembocar en la tiranía de la minoría. Una cosa es esquilar la oveja de cuando en cuando y otra es despellejarla de una vez.
Confío en que los partidos políticos constitucionales sepan estar a la altura de lo que han sido y lo que se espera de ellos. Y llegado el caso, si se fuerza la máquina, si en vez de sana negociación se pasa al insano chantaje poniendo en venta lo que no se puede vender, que alguien tenga la grandeza de levantarse del tablero o mesa de negociación, y convoque nuevas elecciones. Esa sería una jugada maestra, en que las blancas darían jaque mate.
NOTA SOCIAL- Curiosamente, hoy día 12 de octubre de 2023, tendrá lugar en la preciosa villa de Tineo (Asturias), en el Polideportivo municipal, a las 16:30 horas, una partida de simultáneas de ajedrez del Maestro de ajedrez búlgaro y excampeón del mundo Veselin Topalov.
Un evento de acceso libre, organizado por el Club Ajedrez Oviedo,93, así como por la Federación de Ajedrez del Principado, patrocinado por la Fundación Automáticos Tineo y con el apoyo del Ayuntamiento de Tineo.
Naturaleza, gastronomía, ciencia y juego…Tineo me espera. Allí estaré saludando al campeonísimo y con mi amigo Antonio Arias de maestro de ceremonias.
Entrada clara y contundente, ¡gracias Maestro!
Hay un no pequeño problema en la equiparación entre ajedrez y la situación política actual. Las reglas del ajedrez son fijas y estables (hasta un cierto y elevado punto, jejeje…), pero las de la política están en constante evolución (afortunadamente) y en dependencia directa de los protagonistas que cada cierto tiempo entren en escena votados por la gente. Y como lo legal y lo jurídico es, en definitiva, expresión y resultado de esa evolución social, nada de extraño debe haber en que un jugador votado por sus electores invite, por una sola vez y a la espera de que no vuelva a ocurrir, a otro jugador trilero, también votado por sus electores, a que se vuelva a sentar a la mesa respetando las reglas del juego. Y si ese jugador trilero vuelve a las andadas, entonces el jugador que le invitó (u otro nuevo que también haya sido votado por sus electores) tendrá toda la justificación del mundo para decir lo de ‘Se acabó ‘, ‘Basta ya’, ‘Hasta aquí hemos llegado’, etc., etc. Habría bastante más de 155 razones para hacerlo con toda la contundencia (si las contundencias solucionan algo, jejeje…)
Los sátrapas juegan con el convencimiento de que el pueblo o el ciudadano (lo llames como lo llames) se encuentra desunido y sin nadie que los convoque a manifestarse. ¿Podrían ser los sindicatos? Están muy intoxicados y parce que respetar una Constitución y un Estado de Derecho les supera y se limitan a simples golpes de teatro, aunque de pasada a veces aciertan en la defensa de los trabajadores. Mientras un sátrapa no vea a miles de personas, o al menos cientos de personas, manifestándose pacíficamente y en silencio (silencio tenebroso y siniestro igual que al personaje (y a su banda disfrazada de Ministros, Secretarios Generales, Subdirecciones Generales,, etc.) y mientras esos sátrapas estén convencidos que no habrá un levantamiento espontáneo de los ciudadanos se permitirán despreciarlos. Esa es la única verdad
Apreciado Sevach (para mí es usted un maestro de maestros).
Reprobar el separatismo por ‘inconstitucional’ es no ir al fondo del problema. El problema del separatismo es previo: no atenta contra una u otra ley en particular, ni siquiera contra la Constitución, sino contra la integridad territorial del Estado Español; Es decir, contra el continente de toda ley y toda Constitución, a las cuales precede. El Estado Español no es «un invento» de la Constitución; el Estado de las Autonomías, por el contrario, sí. Por si esto no bastará, véase en Walter Benjamin (‘Para una crítica de la violencia’) la distinciónentre atentar contra una ley y atentar contra el «Derecho mismo» (es diferente). Para el punto de vista de un jurista, el separatismo no puede sino atentar contra el segundo. No es un atentado contra la Constitución, sino contra el Derecho. No se va contra las reglas, sino contra la idea de tener reglas.
No ventilamos la fatua ilusión del liberal de reducir el Estado, y hasta su misma existencia, a un ordenamiento jurídico codificado. La nación es más.
O sea, que la ley suprema y última es la ‘integridad territorial’ de un estado y no la voluntad, legal, legítima y constitucionalmente expresada, de la ciudadanía de ese estado. Es decir, la integridad territorial de un estado constituido en un determinado momento histórico gracias a los avatares y a las coordenadas de poder (políticas y sociales) de ese momento, sin que la ciudadanía posterior de ese estado tenga ningún derecho a manifestarse, cuantas veces quiera y en las circunstancias históricas más variadas, sobre si le conviene, o no, continuar con esos parámetros territoriales establecidos (al parecer per saecula saeculorum) por otro tipo de ‘ciudadanos’ (llámense reyes, condes, barones, representantes electos de clases propietarias, etc., etc..) hace siglos. Que conste que yo no cuestiono, por razones de índole muy práctica y de andar por casa, el mantenimiento actual de esos parámetros territoriales y de ese estado frente a los diversos nacionalismos de uno u otro signo. Pero nunca se me ocurriría sacralizar tan rotundamente al ‘territorio’: es la manera más directa e indiscutible de dar la razón en última instancia a toda clase de separatismos.
Señoría, espero que su confianza sea poco menos que retórica, porque la confianza ciega lleva siempre al precipicio. Y no al borde precisamente…
En cualquier caso, lo cierto es que en la mano de cada uno de nosotros está evitar el error y condenar a los felones, pero eso implica ser valientes y arriesgar. ¿Estamos dispuestos?
Por eso, ¡¡¡bravo por su valentía!!!, sea cual sea el final de la partida.
Decía Napoleón que la guerra es un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su patria. Con la política ocurre algo parecido. El problema es que es un juego demasiado serio como para dejarlo en manos de personajes tan volubles, irresponsables y sectarios como nuestros políticos actuales. No solo porque sean lo más alejado que hay a un estadista. Sino porque son lo más aproximado que existe a un pirómano. Cuanto más siniestros y peligrosos son sus designios, más ruidosa y rimbombante se hace la ficticia nobleza de su mensaje y el engaño envolvente de su pomposo y pérfido lenguaje.
Según nuestra Constitución los poderes del Estado deben estar divididos y ser equilibrados de modo que ninguno trascienda sus propios límites y sea eficazmente restringido y controlado por los demás. Esa es la regla básica del juego. Como lo es que los -partidos- políticos ejerzan su actividad con libertad, sí, pero «dentro del respeto a la Constitución y la Ley». Por ello el ejercicio por el Gobierno -políticos- o por el Parlamento -políticos- de cualquier poder «ajeno» al propio es poder «apropiado» (y, por tanto, asumido indebidamente), ilegítimo e inconstitucional. Un ¡jaque mate! al Estado de Derecho, la soberanía nacional, la paz social, la seguridad jurídica y la independencia judicial (arts. 1.1 y .2, 2, 6, 9.1 y .3., 14, 117, 118, 127 CE).
Cf3
La amnistía se reduce a 7 a favor 4 en contra. Campo de juego TC.
El referéndum se reduce a 7 a favor 4 en contra. Campo de juego TC.
Independencia es una calle de Oviedo.
Amnistía es el resultado de 7 contra 4. Campo de juego TC.
Referéndum es el resultado de 7 contra 4.
Campo de juego TC.
Independencia es una calle de Oviedo.
Apreciado Sevach, en ajedrez, como en política, cuando no se puede ganar hay que jugar a hacer tablas. Y creo que esa es la situación para un partido que, aun siendo el más votado, no puede ganar, porque no puede conformar una mayoría parlamentaria que le permita la investidura. Y su oponente sí tiene la posibilidad de conseguir esa mayoría. En esa situación, lo más sensato es buscar las tablas, y ofrecer la abstención en la investidura del oponente condicionada a que no se pacte la amnistía. Así, aunque no llegue al gobierno, puede evitar la amnistía a la que dice oponerse. De este modo, demostraría ser un partido de estado, capaz de llegar a acuerdos con fuerzas políticas de ideología contraria, y que valora sus principios por encima del objetivo de obtener el poder. Y esta no sería una situación novedosa, recordemos que ya en 2015 una abstención del partido de la oposición propició que prosperase una investidura. Por tanto, espero que se imponga la moderación, que podamos ver una oferta de abstención para un gobierno que no vaya a negociar una amnistía, y que quien puede evitar la amnistía y dice estar en contra de ella anteponga el interés nacional al propio.
El problema radica en lo que usted afirma «demostraría ser un partido de estado» cuando deberían ser «un de estado de partidos que representen a los votantes».
El estado obliga a los partidos, igual que ocurre con los partidos autonómicos separatistas.
Feijoo… ¡¡ni loco!!!
Por desgracia, maestro y apreciado Sevach, yo no soy tan confiado como Usted. En mi opinión, se aprobará la Ley de Aministía, aunque no haya ninguna refundición política que lo justifique, o lo imponga la paz social (que, según el Gobierno en funciones, existe en Cataluña, lo que quitaría razones), y ni siquiera los beneficiarios de la misma aceptan volver al redil, y han expresado una y otra vez que volverán a hacer lo que haga falta para conseguir sus objetivos, eso sí, con total desprecio a los más elementales principios democráticos y de un Estado de Derecho. Y lo pero de todo será que el TC ratificará la constitucionalidad de la Aministía; más aún cuando algunos miembros de la denominada «ala progresista» de dicho Tribunal han manifestado que son partidarios del constructivismo jurídico, es decir, amoldar la CE y el Derecho a las necesidades políticas que convengan en un determinado momento, lo que, por otra parte, tanto aborrecía el maestro Alejandro Nieto
Este Blog, señor Chaves, se debería centrar -como usted bien dice, pero con otra intención- en la ley y su intrincada interpretación. Yo hablaría de la discordancia entre la vigente ley de memoria democrática y la ley de amnistía de 1977, que tantos quebrantos causa.
totalmente de acuerdo, me ha decepcionado profundamente esta entrada, que va mucho mas allà de lo juridico para reflejar su opinión política.
Mientras no se modifique la CE así continuará.-.-