Sobre los políticos

De monarcas y locomotoras

 

tren realSostiene Sevach que merece una reflexión el nacimiento de la infanta Sofía, hija del príncipe Felipe y nieta del Rey de España, hermana y prima de otros infantes, y pariente de numerosos miembros de la Familia Real. Para Sevach la Monarquía, es una locomotora de vapor seguida de los vagones de un clan (la Familia Real) una institución (la Corona), un titular de la Corona (el Rey), una entidad titular de un inmenso patrimonio a su servicio (Patrimonio Nacional) y una organización instrumental (Casa del Rey). Y todo ello con la dotación presupuestaria y parafernalia que le es propia. Hoy día, en la España de 2007, hablar de «reyes e infantes» resulta anacrónico e incluso pueril.

Quizás puede decirse que el Rey Juan Carlos I prestó servicios señalados al Estado con ocasión del golpe de Estado del 23-F, pero en tal caso bastaría con declarar la Monarquía «a extinguir» con su figura, sin necesidad de prolongar ad infinitud su estirpe vinculada a los Presupuestos generales del Estado y a la estructura de gobierno. Quizás puede decirse que el príncipe, la princesa y sus parientes son «buenas personas» pero tal planteamiento nos llevaría a alzar como legítimo rey al padre Vicente Ferrer o a alguno de los millones de españoles que llevan una vida socialmente intachable y de sacrificio con exiguos ingresos para sacar adelante a su familia.

Además, la Constitución al hablar del acceso a otros «cargos públicos» parece fijar como criterio el «mérito y la capacidad», y no comprende Sevach porqué ha de excluirse de tan razonables parámetros la provisión de la mas Alta Institución del Estado. Tampoco le parece a Sevach, procedente de la República Checa, que tal forma política resulte imprescindible para la existencia del Estado (la inmensa mayoría de Estados democráticamente mas avanzados, encabezados por EEUU, Alemania o Francia, aplican la forma republicana sin que su Jefatura de Estado se ponga en entredicho). Y tampoco parece que la Unión Europea se haya pronunciado al respecto, guardando un elocuente silencio, limitándose a postular criterios democráticos en los Estados miembros.

Tampoco entiende Sevach que la tradición vincule al futuro, ya que tal planteamiento riñe con el progreso, y aceptarlo estrictamente supondría mantenernos en la idea de un monarca al estilo medieval, como señor de haciendas y vidas. Además, una mirada a las organizaciones internacionales muestra a Sevach la evidencia de que ni la Secretaría General de la ONU, ni el Papa o el Dalai Lama son designados por sistema dinástico o hereditario, sino electivo. Y no pasa nada. Por último, a Sevach le parece una ironía que se pretenda modificar la Constitución para adaptar el régimen de provisión de la Corona sobre criterios de igualdad del varón y la hembra, cuando la desigualdad a corregir es de principio, al haber apostado la Constitución allá por 1978 por un sistema de provisión de un órgano estatal (Corona) al margen del principio democrático (sin elección) y del mérito o capacidad (sobre «la sangre» ).

También le sorprende que se considere prioritaria la modificación de la Constitución cuando otros aspectos resultan mas acuciantes. Es el caso de la reforma del sistema electoral para evitar los desequilibrios representativos y perversiones pactistas. O la necesidad de reconstrucción de los maltrechos pilares de la organización territorial del Estado. O de la adaptación del Tribunal Constitucional a términos que garanticen su papel de «guardián de la Constitución» mas que de «cámara de enfriamiento» de controversias jurídicas de variado pelaje. Y, como no, la reforma de la composición y forma de provisión del Consejo General del Poder Judicial, cuya ambigua definición constitucional posibilita interpretaciones y concepciones opuestas del autogobierno judicial. En fin, que en tiempos en que se aprueba una Ley de Igualdad en España, no deja de ser una broma del destino el nacimiento de una infanta que viene con un «cetro» bajo el brazo, con una vida asegurada muy distinta de la que corresponde a los restantes bebés- varones o hembras- de su promoción.

Por otra parte, la Constitución señala que la justicia se administra «en nombre del Rey» lo que no deja de ser un residuo histórico altamente cuestionable en su oportunidad, y sólo entendible como formalismo vacío, ya que los jueces son el órgano del Derecho, o de la Justicia, pero no el brazo ejecutivo de poder real alguno.

Finalmente, Sevach se pregunta porqué si los planes de estudio enfatizan el legado de la Revolución Francesa (en cuanto concepción de la igualdad del hombre incompatible con monarcas de sangre azul), qué necesidad hay de resucitar y mantener en España en el año 2007 la figura de los reyes de los cuentos de la infancia para rodearlos de un blindaje de rosas e incienso, bajo una artificiosa aureola mediática y de bonhomía que subliminalmente predispone positivamente al ciudadano. No está de más recordar que ya Carlos V, para demostrar la antigüedad de la Casa Real española, contó con los servicios del historiador Prudencio de Sandoval, quien trazó su árbol genealógico remontándose a ciento veinte generaciones hasta llegar al Padre Adán, y saltando ingeniosamente desde Abraham hasta San José.

Sostiene Sevach que no deja de ser un sarcasmo que los «reyes» en las monarquías europeas resultan tan «intocables» como los parias de la India (aquéllos «jurídicamente» intocables y éstos «sensorialmente» intocables, a pesar de ser todos ellos seres humanos de carne y hueso, con la sola diferencia de haber nacido unos y otros en distintas coordenadas cronotópicas). En definitiva, sostiene Sevach que las «locomotoras de vapor» hoy día están en los museos y existen otros medios de transporte mas cómodos y rápidos.

0 comments on “De monarcas y locomotoras

  1. J. Fernández

    Comprendo la postura de don Sevach. En su tierra natal hace decenios que la forma política del Estado es la república.Bien es cierto que durante cuarenta años Checoslovaquia sufrió una república de esas que autocalificada de «popular», arrasaba todas las libertades, es decir, comunismo puro y duro. Tendríamos que remontarnos a los antepasados bohemios y moravos de don Sevach para ver un rey por esas tierras. En todo caso, estamos en España. Aquí sabemos lo que han supuesto en nuestra historia las experiencias republicanas. La primera duró once meses. La segunda terminó en guerra civil, por sectarismo. Nadie pone en duda lo evidente: lo más democrático sería que el pueblo español eligiera al Jefe del Estaosdo. Sin embargo yo creo que no es lo más conveniente. Soy partidario de conservar lo que funciona. La monarquía tiene defectos, pero es útil a España, y no resta calidad democrática a nuestro sistema. Antes de pensar en poner Presidete de la República en donde existe un Rey, deberíamos pensar en solucionar gravísimos y muy actuales problemas.

  2. Se propone la siguiente modificación de la Constitución:

    «Título II.- De la Jefatura del Estado

    Artículo 56.- Formas de la Jefatura de Estado

    Los españoles elegirán, mediante referéndum convocado al efecto, la forma de Jefatura de Estado, según las existentes en cada momento histórico.

    Capítulo I.- De la monarquía

    (Se puede dejar el articulado actual)

    Capítulo II.- De la República

    (Según los países de nuestro entorno)

    Capítulo III.- De otras formas democráticas de Jefatura de Estado

    (Cláusula residual, para no dejar desactualizada la CE)»

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