jueves.jpgSorprende a Sevach la algarabía mediática y política en torno a la publicación de la portada de la revista satírica «El Jueves» de una imagen del príncipe y la princesa en «actitud sexualmente explícita» (eufemismo de la gramática parda judicial que revela lo acertado del dicho popular de que «una imagen vale mas que mil palabras» ). Para evitar la confusión de la cortina de tinta (del calamar periodístico que según su orientación ideológica santifica o condena la medida de la fiscalia de perseguir un supuesto delito contra la Corona), Sevach opta por un método analítico.

De un lado tenemos la actuación y de otro los bienes jurídicos supuestamente lesionados. Veamos.

La actuación consiste en un dibujo en la portada de una revista satírica que va acompañada de un «bocadillo» o comentario del príncipe sobre si para obtener los 2.500 euros del cheque-bebé será la primera vez que «trabaje» .

El bien jurídico es dual. Por un lado, la dimensión institucional, relativa a la Corona como órgano que encarna la Monarquía y tiene atribuidas altas funciones estatales. Por otro lado, la dimensión personal, relativa al honor e imagen de los sujetos representados.

Como decía Jack el Destripador, «vayamos por partes»:

    a) La Corona como institución no parece que padezca mayormente porque ni se trata de un folleto político (sino lúdico) ni se vierte en un foro oficial (sino en el ámbito privado periodístico), ni va acompañado de la más mínima soflama editorial o leyenda que promueva el acoso y derribo de la Corona, ni tampoco la fecha reviste significado cómplice alguno para republicanos impacientes (no es la efemérides de la toma de la Bastilla, aunque próxima al 9 de Julio), y lo que es mas importante, su nivel de impacto mediático (unos miles de ejemplares de dispersa implantación entre lectores poco sospechosos) es prácticamente nulo si se compara con las posibilidades que brinda la inmunidad parlamentaria para efectuar críticas con libertad de la alta institución de la Corona. Si el Jueves u otro periódico quisiera socavar los cimientos de la institución Monárquica bastaría con partir de una campaña divulgativa de la situación en que el borbón Carlos IV dejó «vendidos» a los españoles frente a Napoleón, o de cómo su hijo Fernando VII retornó a la Monarquía y se cargó la Constitución de 1812. En suma, como Pilatos, «no hayamos culpa» en el Jueves en cuanto riesgo para la estabilidad de la Corona.

    b) El honor o imagen del príncipe y la princesa pueden verse salpicados por la jocosa portada, que puede ser de dudoso gusto, aunque si de honor se trata, justo es tener en cuenta que en el presente caso no consta ni se ha asumido por la Casa Real que los afectados (príncipe y princesa) hayan promovido la acción de la justicia o que ejerzan una acción en defensa de su imagen, como cualquier ciudadano. Si no se queja el afectado, parece que la Fiscalia no es adecuada guardía de moralidades, máxime cuando afortunadamente en nuestro Ordenamiento Jurídico, la «moral y buenas costumbres», como la «ley de vagos y maleantes» han perdido vigor y credibilidad a la hora de la represión penal.

    c) En cuanto al contenido de la portada, ha de tenerse en cuenta el doble ingrediente. Por un lado, el ingrediente ácido, consistente en la afirmación del principe de que participando en labores sexuales constituye su primer trabajo, mero reflejo del cansino argumento en contra de todas las Monarquías del Orbe de que se mantiene a los titulares en un régimen de «todo incluido», sin responsabilidad alguna por la técnica del refrendo gubernamental, y con el brillo que las revistas del corazón y esos que gustan de llamarse aristocracia, prestan a la que fuere llamada «la corte de los milagros». El propio Quevedo en su día señalaba respecto de las «cortesanas» de palacio que al igual que las «cortesanas» de baja estofa, tenían «más de corteses que de sanas» .

Por eso Sevach cree que en los tiempos que corren (caóticos, vertiginosos, complejos, potencialmente multidepresivos) es útil como decía el cineasta Mel Brooks «defenderse del Universo con el humor», y teniendo en cuenta como afirmaba este domingo en una entrevista Matt Groening (creador de Los Simpson, y que trabajó de repartidor de pizzas por lo que en su caso ninguna experiencia laboral nueva supondría procrear críos) que lo importante para no tener problemas de censura es que «casi todo el mundo se de cuenta de que sólo es una broma». Y por ello, en el caso de El Jueves, no hay ser humano en el orbe, lector o no lector, que no se percate del contexto, términos y finalidad puramente lúdica de la cuestión. Y además congruente con una trayectoria en que por sus páginas han pasado sin condena de excomunión, escenas de mal gusto relativas al Papa, Bush, Hugo Chaves o similares personajes y personajillos, sin hecatombe alguna.

Sin embargo justo es señalar, refiriéndonos ahora al ingrediente de picardía sexual, que al igual que en el mercado industrial y mercantil, la Unión Europea ha apostado por un modelo de autorregulación (sustituyendo la previa homologación por los códigos de conducta de las empresas), sería bueno que en el ámbito de los medios de comunicación los periódicos y las cadenas de televisión controlen el alcance de sus venablos «cuasiinformativos» para evitar perjudicar el legítimo derecho de los ciudadanos.

Así, Sevach quiere recordar la sutil advertencia de la recientísima Sentencia del Tribunal Constitucional 139/2007, de 4 de Junio, en que a raíz del reportaje televisivo del clásico programa de Lobatón y vertiendo a golpe de micrófono el estigma de una posible implicación de un vecino en la desaparición de una persona, con el consiguiente ostracismo del pueblo al vilipendiado, afirmó que «En suma, no es posible entender que la libertad de expresión de las hermanas de la desaparecida y de los comunicadores televisivos así como su derecho a comunicar libremente información, hayan sido objeto, por parte de las sentencias recurridas, de la debida ponderación a la hora de confrontarlo con las graves acusaciones que herían frontalmente el honor de los demandantes de amparo, y al hacerlo así vulneraron su derecho fundamental» .

Parece claro que se impone la cordura y la mesura en las informaciones periodísticas y televisivas cuando se trata de adentrarse en la esfera del honor e imagen, porque volviendo a El Jueves, y aplicando la máxima evangélica de «no desees a lo demás lo que no querrías para ti mismo», ¿quién se sentiría satisfecho al ver su imagen en términos similares a la publicitada por la portada de El Jueves?; salvo la legión de secundarios del «Aquí hay tomate» o similares, casi nadie. Pero para no perder el hilo de la cuestión que preocupa a Sevach, también es cierto que príncipe y princesa son sujetos públicos, y la libertad de expresión se robustece cuando se trata de proyectar su haz informativo o lúdico, y es que «hay que estar a las duras y a las maduras», pues no se puede ser «príncipe a tiempo parcial».

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