De la Universidad

Como decíamos ayer…dijo el profesor universitario tras las vacaciones

Como decíamos ayer...dijo el profesor universitario tras las vacaciones

Si Fray Luis de León tras los cuatro años de encierro por la Inquisición regresó a sus aulas y continuó hablando de la perfecta casada, el profesor actual en España bosteza en su retorno a las aulas. Y es que de los profesores universitarios y las vacaciones, cabría decir lo de la parábola de los talentos. Hay quien emplea los tres meses largos no lectivos para investigar y formarse (los menos), hay quien los emplea para formar su patrimonio (cursos de verano a tutiplén, los privilegiados) y hay quien ni investiga ni se forma para no romper hábitos. Lo curioso es que esa misma clasificación y para las mismas personas es aplicable al período lectivo. Quizás esa situación se debe a que los derroteros jurídicos de la autonomía universitaria han llevado a reconocer que los profesores son libres de enseñar e investigar lo que quieran, y como no, libres también de no enseñar ni investigar.

1. Basta darse una vuelta por cualquier Campus universitario los meses no lectivos y es lo más próximo a un camposanto ( Campusanto, mas bien), con algún que otro zombi despistado ( normalmente un becario o ayudante, haciendo méritos para algún día conseguir en las vacaciones el divino escaqueo). Claro que Sevach no ignora que las reflexiones de Newton sobre la ley de la gravedad tuvieron lugar fuera de período lectivo en la campiña británica y que los mejores investigadores de la Universidad española se han forjado renunciando a vacaciones y familia, encerrados en laboratorios y bibliotecas, «sin horario ni fecha en el calendario». Sin embargo, para la masa inmensa y ondulante de profesorado, las vacaciones o período no lectivo es mas bien período no intelectivo. No les culpo por ello.

2. Pero lo que tienen en común esos casi 100.000 profesores de la Universidad a su vuelta a las aulas, es el «decíamos ayer» ya que el zumbido que en la colmena universitaria española resuena para el inminente curso 2008/2009 es debido a que el profesor universitario sigue y seguirá debatiendo «como ayer» los cuatro temas favoritos del personal académico, que fluyen por las venas de Departamentos, Centros y despachos universitarios.

En primer lugar, las menguadas retribuciones. Siempre habrá otra Universidad con otro concepto, u otra Comunidad Autónoma, u otro país, u otro planeta donde los profesores cobran más. El deporte universitario por excelencia es la comparación de nómina con otros profesores o colectivos. Eso sí, ha de compararse el salario pero no la jornada ni la productividad, ni la adaptación a las nuevas tecnologías y tiempos.

En segundo lugar, La adaptación a Bolonia y al Espacio Europeo de Educación Superior. Otro juguete. Muy posiblemente tal adaptación es necesaria, y el camino nada fácil, pues las resistencias de cuerpos docentes, Rectores clientelares, grupos de presión e inercias, darán lugar a un mapa universitario asimétrico. O sea, parafraseando al personaje de Lampedussa, «cambiar algo, para que todo siga lo mas igual posible».

En tercer lugar, la prejubilación del profesorado. Eso sí, sin mengua de derechos ni prerrogativas y procurando que cada prejubilado se convierta en un cheque-becario que permita renovar la plantilla. O sea, achicando agua y abriendo grifos simultáneamente.

Y como siempre, el tema estrella. El que lleva al profesorado a consumir mayores energías. Se trata de la crítica al colega, al otro investigador, al otro profesor, al Director del Departamento, al Decano, al Rector. Y si la crítica es transversal e implicando a terceros mejor. Y no digamos si hay elecciones a Rector, Decano o Director de Departamento.

Curiosamente, ninguna de esas cuatro cuestiones estaba en la mente de Fray Luis de León y quizás por eso él siempre será recordado.

6 comments on “Como decíamos ayer…dijo el profesor universitario tras las vacaciones

  1. Juan Manuel del Valle Pascual

    ¿Y qué decía éste ayer?
    se pregunta el estudiante
    que en junio anduvo renqueante
    y acabó por suspender.

    Y lo pregunta nervioso
    al estudiante de al lado
    que simulando aplicado
    no esconde estar azaroso.

    «Es que yo no fui a clase»
    porque lo que dice el profe
    su propio adjunto no coge
    pues se pierde entre sus frases.

    Cómo yo, triste y cuitado,
    debo guardar con esmero
    en mi cajón del recuerdo
    un verbo tan descuidado

    como su propia demencia,
    pensamiento baladí
    de un endiosado cadí
    juzgando nuestra sapiencia.

    ¡Nuestro septiembre en sus manos!
    ¡Y última convocatoria!
    Y aquí tú y yo sin memoria
    de su decir tan arcano.

    Si es que dijo -que no creo-
    porque él tampoco iba a clase,
    pues prefirió encomendarse
    a su solaz y recreo,

    pues dijo «que si el Decano…»,
    «que si el Rector…», «o el obispo…»,
    a todos puso cual Cristo
    y nadie le metió mano.

    Y entre protestas y quejas
    se le fue el curso volando
    y nadie anduvo estudiando
    sino oyendo sus querellas.

    Aprobó quien le asentía
    y aplaudía sin cesar:
    «Tome otra caña del bar
    y otro pincho de tortilla.»

    Y tú y yo aquí en este trance
    sin saber qué dijo ayer
    que podamos exponer
    por superar el exámen.

    Yo sé que debo saber
    mas, si el profesor no sabe
    otra Ciencia que quejarse,
    darse al ocio y al beber

    ¡Dime qué he de contestar!
    ¡Qué dijo este tío ayer!
    ¡Qué es lo que he de poner!
    ¡Qué es lo que debo callar!

    Yo sólo quiero aprobar
    y el profesor me pregunta
    la única palabra ¡justa!,
    que es mejor no contestar.

    Este es el triste destino
    del descuidado discente
    al que el estudio anonada
    cual la clase a los docentes.
    Y heme aquí hoy tan afligido
    y sin respuesta acertada
    a pregunta impertinente.

    Y, por contra, el catedrático
    no pierde la permanencia,
    -que ocupa entre pincho y vinos,
    exabruptos e inclemencias-
    y nos lleva a la demencia
    de su pregunta traidora
    con que jugarme el destino
    de ser universitario.

    ¿Qué decíamos ayer?
    Pues ya te digo que dices,
    que estoy hasta las narices
    de tu rollo truculento,
    así que te cuento un cuento,
    peloteo y vaselina,
    pues quien no vuela, camina
    …y la calle p´a correr.

    PDT:(lectura de calificaciones.Un bedel las vocea) «Don fulano de tal…Notable»

  2. ¡Muy buenos esos versos! Gracioso y diciendo verdades….Enhorabuena al autor

  3. Ay, Sevach, ay Sevach, miedo me das cuando mientas la institución universitaria, que tan bien conoces. Hay, en efecto, ejemplares y ejemplos para todos los gustos. Y es que en un colectivo tan numeroso tiene que haber de todo. Como en el de los médicos, los jueces, los testadores de pollos y los políticos. Por cierto, que de estos últimos dice uno de mi pueblo que son como los gochos: mientras unos comen, los demás gruñen. Pero no generalicemos. Es cierto que desde que aquella ministra apodada «el sastrecillo valiente», emprendió una campaña a todos los niveles para convencer a la sociedad de que el profesorado universitario estaba formado por una panda de arrebatacapas, endógamos y practicantes de todo tipo de vicios nefandos, la percepción de la sociedad cambió para peor.

    Hubo un tiempo en el que yo mismo temía que en la carnicería, en la frutería o en el supermercado supieran que me ganaba la vida en la universidad, habiendo profesiones más dignas y decorosas (la de cura, por ejemplo, pero no quería ganarme la vida a costa de los pecados de los demás). En esto, como en tantas otras cosas, el personal más bien pánfilo y adocenado se mueve por meras impresiones sin contrastar que le llegan del exterior. Igual hay que crucificar a un juez que pedir el cadalso para un catedrático por el mero hecho de serlo. Los mitos se instalan y perpetúan fácilmente. La realidad, en cambio, creo que es distinta, al menos en el entorno en el que yo me muevo. Naturalmente que en la universidad se habla de las prejubilaciones (nunca tanto como ahora, cuando se ciernen cambios novedosos con respecto a los cuales unos se muestran escépticos, otros turbados, alguno ilusionado y el resto simplemente resignado).

    En cuanto a lo de los salarios ¿qué colectivo no se lamenta de lo poco que cobra, empezando por los mismísimos parlamentarios? Supongo que también se hablará de fútbol los lunes en las cafeterías de las facultades y de lo buena o bueno que está el colega recién llegado. Y de otras muchas cosas. Pero de lo que no se hablará es de lo que se ha hecho en los tres meses de vacaciones, porque eso, simplemente no existe. Es otro mito que la sociedad tiene asumido y que resulta muy difícil de desmontar. En mi centro, la última Junta de Facultad tuvo lugar el 22 de julio, y puedo asegurar que la presencia del profesorado no fue inferior a la de cualquier otra Junta de los meses precedentes. Yo mismo disfruté de tres semanas (partidas) en agosto, y algún colega no se movió de su despacho en todo el santo verano. Las vacaciones no son lo que eran (ni siquiera las cerillas son como las de antes). Pero, de nuevo, habrá opiniones para todos los gustos.

    Por haber, hay de todo, incluso desaprensivos que se van a investigar a bibliotecas en el periodo estival. Y, claro está, no falta quien aprovecha para participar en cursos y congresos, dar conferencias, etc. Como en todo el mundo académico conocido. ¡Faltaría más! Antes, cuando alguien sacaba a colación lo bien que está el profesorado universitario al disfrutar de tan largas vacaciones, yo trataba de convencer al interlocutor de que la cosa no era así, ni mucho menos. Ahora, opto por la táctica contraria; intento reducir al absurdo diciendo que me parece poquísimo, que dónde vamos a parar, que al menos necesitamos medio año libre, coche oficial y viajes por el mundo pagados. Lo malo es que se lo toman en serio. (No era el propósito inicial, pero consigo despertar grandes envidias).

    Posiblemente no tengamos el mejor sistema universitario del mundo, pero ni los arquitectos, ni los médicos, ni los ingenieros, ni los abogados, ni los economistas que a lo largo de los años han salido de las aulas españolas son peores que sus homólogos de cualquier país de nuestro entorno. Por otra parte, Fray Luis de León hoy no hubiera entrado en la mazmorra, entre otras cosas, porque para cuando hubiera llegado la ejecución de su sentencia, ya estaría jubilado, y, en todo caso, siempre podría haber seguido impartiendo sus clases por vídeoconferencia desde la cárcel. Los destinatarios de sus lecciones, ya fueran los del escapulario, los del cordón, los de la correa o los del rosario, podrían seguir por internet las tutorías del fraile, quien, a su vez, no renunciaría a los magros emolumentos, aunque sólo fuera por seguir la máxima de que «el abad, donde canta, yanta».

    Tema enjundioso para otro día será el de las elecciones a rector (a propósito de un recorte incluido en la bitácora de nuestro querido Síndico). Ahí todo el mundo querrá también arrimar el ascua a su sardina, llevar el agua al molino propio y poner palos en las ruedas del sistema. Pero no olvidemos que si dolorosa y puñetera puede resultar una china en el zapato, peor todavía es un simple grano de arena dentro de un preservativo.

  4. Sevach

    Querido amigo Román, y prestigiosísimo Catedrático: Como siempre, tu agudeza merece alabanza aunque esté al servicio del cuerpo…docente. Y ya que parece que consideras la mejor defensa un sutil ataque a la función judicial, te comento:
    1º Los jueces tienen un mes inhábil, no un período no lectivo trimestral. 2º Los jueces no tienen «silencio administrativo», ni pueden dejar el juzgado a cargo del ayudante o becario; 3º Los jueces no tienen horario ni fecha en el calendario: te lo aseguro. No sé si las sentencias serán justas, pero laboriosas y sacrificadas, sin duda; 4º Y si las sentencias penales no se ejecutan no es porque los jueces estén de periplo vacacional, sino mas bien porque quienes deben solucionar este problema (los parlamentarios con sus leyes y el Ministerio de Justicia con sus dotaciones presupuestarias) no hacen los deberes.

    En cuanto al profesorado, creo que sabes que por escrito y oralmente, en foros públicos y privados, he reconocido que el profesor universitario tiene un trabajo difícil e ingrato en el día a día, y socialmente desconocido en cuanto a quemarse las pestañas y luchar por los «papers». Sin embargo, mi post, siembre bajo la óptica del humor y la sugerencia del debate, se centra en algo que para mí resulta innegable, por mucho que tu Departamento sea modélico en cuanto a vida espartana y monacal en el verano, y es que el período no lectivo en la mayoría de los casos constituye período de sana «veranación» (o sea «hibernación» en verano).

    Pero, tal y como digo en el post, hay un grupo de profesores e investigadores (no la mayoría, y ahí lo tengo claro,clarito) que suelen ser los más alejados del bullicio de la política universitaria, los cuales se zambullen en los períodos no lectivos en sus laboratorios y despachos (sacrificando energías y familia), y que, digamoslo claro, son el buque insignia de cada Universidad, de cuya reputación se beneficia el rebaño.

    Pero eso sí, querido amigo, no culpo ni reprocho el disfrute de amplia holganza vacacional (al contrario, toda la humanidad tenía que tener tal régimen) pero justo es reconocer el mérito de quienes van mas allá de sus obligaciones y se dedican esos meses, como dices, a formarse o investigar. Los menos, insisto. Y ya sabes que no me duele una afirmación impopular si considero que es cierta.

    Sobre los temas de conversación del profesorado, pues acepto lo que dices en cuanto otros colectivos hablan de retribuciones y jubilaciones….la diferencia radica en el tiempo que dedica uno u otro colectivo a tales cuestiones…Basta observar el régimen retributivo del profesorado universitario para constatar que bianualmente se altera su estructura retributiva o cuantías (quinquenios, sexenios, complementos por cargo académico, contratos art.83, pluses,etc), a diferencia de los restantes colectivos que ven como sus leyes y reglamentos retributivos resisten impasibles el paso del tiempo.

    En fin, gracias por ofrecernos esa visión como portavoz de facto del colectivo afectado…y sobre todo por tratarlo con humor, que es lo que nos queda.

  5. Juan Manuel del Valle Pascual

    El catedrático sano
    jamás deja p’al verano
    lo que bien hace en invierno,
    que es darse al descanso tierno.
    (Aquí debería acabar, pero voy hasta el soneto
    con estrambote, para que no piquen las con –
    ciencias)
    Y en los tiempos calurosos
    medita bajo los olmos
    sobre el blog del magistrado,
    gracioso, mas no atinado,

    que desdice de sus bromas
    -todos sabemos que inciertas-
    y le lanza a hablar en serio.

    Y lo serio es aburrido
    y no da para chacotas,
    por eso escribo estos versos
    aunque sean mentira, en broma.

    PDT:Sevach,quita el «-dijo;» de la tercera estrofa del poema al «Decíamos ayer», que me machaca la métrica, que iba en octosílabos, y parece que el notable final le ha sabido a poco al estudiante dubitativo, pues va para nueve (con sinalefa)(no insulto a nadie),o para diez sin ella (tampoco insulto)…, y para septiembre es mucho por muy pelotas que sea. Gracias, corrector de estilos. ¡Ah! Y no os pongáis trascendentes, que es una palabra, ésta, que da para muy buenas rimas. Saludos del Rapsoda Impertinente.

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