Ayer me enteré de la terrible noticia. Mi entrañable amigo Fernando Gurrea había fallecido a los 62 años en el curso de una dolorosa y rebelde enfermedad.
La estatura jurídica de Fernando era mayúscula y así lo reflejé en esta reciente semblanza a la que me remito, porque ahora solo me interesa rendirle tributo como amigo entrañable.
Como amigo, porque nos conocimos hace más de treinta años, en el contexto jurídico de emergencia del derecho universitario postconstitucional, lo que califiqué como “años del plomo” dada la incertidumbre reinante sobre la extensión de la autonomía universitaria.
Cuando Juan Manuel del Valle, maestro del derecho y de la vida, promovió reuniones e iniciativas conjuntas de los letrados universitarios, pronto se formó a su alrededor una cuadrilla que tejió no solo ese derecho universitario, sino unos lazos de amistad sólida.
La década de los noventa del pasado siglo estuvo cuajada de contactos personales, eventos festivos, sesiones de trabajo, intercambios de experiencias, y entre esa cuadrilla “de cuyo nombre siempre puedo acordarme” descollaba Fernando Gurrea. Una persona de una erudición enorme, perteneciente a alto cuerpo de funcionario pero con alma de académico, con un sentido de humor inteligente, con respuestas para los problemas de mayor enjundia, y ofreciendo visión y pasión por el derecho.
Un genio creativo, que se sentía cómodo con sus amigos, bailando una jota aragonesa, contando chistes con acento argentino o recitando un fragmento de libro o película que a todos nos resultaba desconocido. Siempre sabía tener una palabra amable, un recuerdo y un abrazo.
Con posterioridad, tuve ocasión de verle puntualmente, pues Fernando fue reclutado por sus indiscutibles méritos como Subsecretario del Ministerio de Educación, cargo de enorme prestigio y que fue revalorizado con el paso de Fernando (con un breve lapso temporal intercalado como Director General de desarrollo autonómico). En este punto, debo hacer hincapié en que Fernando jamás apagó su espíritu crítico ni permitió ataques a su intachable respeto a los valores y al derecho.
También debo reseñar que sus éxitos profesionales y cargos no menguaron su cercanía con los que seguíamos de artesanos del derecho. Recuerdo haberle llamado en dos ocasiones para pedirle un favor hacia terceros, y en las dos ocasiones resolvió con presteza y eficacia. Siempre dispuesto a compartir su trabajo y su tiempo.
En definitiva, te recordaremos como uno de los padres del derecho universitario español, como un letrado influyente, un alto cargo que jamás fue una carga, pero sobre todo, como una buena persona comprometida de forma inquebrantable con su familia y amigos.
Te echaremos de menos, Fernando. Arrancaba diciendo que más allá del jurista se ha perdido un “amigo entrañable” porque te llevamos en las entrañas, y en la balanza de tu vida, pesa mucho todo lo bueno que has hecho. Ahora no podemos llamarte, pero sabes que las anécdotas que nos unen, y tu legado, estarán presentes en las tertulias y en nuestra memoria. Estés donde estés, supongo que no te resistirás con tus lentes caladas, traje elegante y corbata azul a juego con el cielo, a preguntar educadamente: «¿si no es molestia, puede alguien informarme aquí arriba dónde está la biblioteca, por favor?».
Sé que este lunes 18 de septiembre, tendrá lugar en Zaragoza un acto cívico de despedida (a las 13:oo, en el Tanatorio de la C/ Fray Julián Garcés, Zaragoza). No podré acudir en cuerpo pero estaré de corazón, junto con tus otros buenos amigos, tu admirado Antonio Embid y cómo no, Juan Manuel del Valle y Ana Caro, que no acaban de creérselo.
Para quienes lo deseen, aquí está disponible la crónica breve de una vida intensa expuesta en pinceladas sentidas por Antonio Embid Irujo, en el acto cívico de respeto a Fernando, en el citado Tanatorio.
Y, como no, justa fue la concesión por el Consejo de Ministros, a título póstumo, de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Siento en el alma el fallecimiento de Fernando, el vacío de su ausencia es muy doloroso. Me gustaría haber podido dar el pésame a su familia en Zaragoza. Como muy bien expresa José Ramón estaré en el acto homenaje de hoy ,también de corazón.
Fue un placer compartir sus reflexiones, saber, humor y amistad.
En el Proyecto de la gestión pública de nuestro país nada le fue ajeno. En la gestión universitaria su aportación fue muy relevante.
Gracias por tu generosidad y amistad.
Paz San Segundo
De parte de toda la familia Gurrea, gracias por el artículo y todas vuestras de cariño.
Fernando JR
Les acompaño a todos en el sentimiento