Libros y Jornadas Luchas

Los pleitos de Unamuno: un quijotesco ladrador pero poco mordedor

Universidad de Salamanca - Biblioteca histórica

Pleitos los tenemos todos en la vida. Unos jurídicos y otros personales. Unos internos y otros sociales. Unos capitales y otros veniales. Unos económicos y otros de cuantía indeterminada. Unos que hacen gracia y otros que nos desgracian.

Si aplicamos esa perspectiva de las tensiones y pulsiones que nos atenazan, a un pensador de altísimo fuste, como fue Miguel de Unamuno, nos sorprendería conocer todas las dimensiones “pleitistas” o litigiosas de una vida que ha logrado, la inmortalidad.

Fernando Gómez de Liaño, catedrático de derecho procesal jubilado, ha publicado “Los pleitos de Unamuno” (2023), apoyándose en que ambos fueron catedráticos, ambos tuvieron por eje de su vida la ciudad de Salamanca, afición a la tertulia y al Casino (ambos fueron presidentes del Casino salmantino) y los dos fuente de pensamiento vivo, ideas claras y fecundidad intelectual.

En efecto, “Los pleitos de Unamuno” son quinientas páginas que nos asoman a la vida del renombrado filósofo (1864-1936), y nos informa que se definió como “hombre de calle, de casino, de mitines, de lecciones de cátedra y fuera de ella, de campo y de montaña, mezclado siempre con las luchas que mellan el espíritu y nos unen a muchos por sus fecundas aventuras y adversidades unidas a sus enseñanzas”.

Por esta espléndida obra desfilan anécdotas, fragmentos de cartas y artículos periodísticos o conferencias, sucedidos con compañeros, relaciones con escritores y políticos, sus gozos y sus quejas, su familia universitaria y de sangre, como veía el mundo y como éste le veía a él, etcétera.

Pleitos a espuertas. Sus pleitos “consigo mismo”. Su defensa del nacionalismo vasco, sin fanatismo. Sus porfías con la religión (su “sed de eternidad”) y sus disputas con la Iglesia y contra algunos curas, al hilo de su obra más crítica (“San Manuel Bueno, Mártir”, y “Del sentimiento trágico de la vida”). Su disputa con la censura gubernativa de sus artículos periodísticos. Su lucha por la cátedra (lo intentó en psicología, metafísica, latín y finalmente, la que obtuvo, de griego). Su pleito con los editores para que publicasen sus obras, que veían interesantes pero poco comerciales. Su lucha por la mejora social y reformas económicas. Sus críticas a terratenientes (“ignorantes, incapaces de distinguir el trigo de la cebada”), al profesorado universitario (“momias de haraganes y de cobardes intrigantes”) a los políticos (“que hacen promesas sin saber lo que hacen, que estrechan manos de personas a quien no conoce, que sonríen siempre con una estúpida sonrisa automática”), a Azaña (“no hay nada más peligroso en política que un resentido con talento”), o Franco (“caudillo que no acaudilla nada”). Su amistad ondulante con Rubén Darío. Antonio Machado, Ortega y Gasset, etcétera.

Me resulta entrañable la anécdota de la entrevista mantenida en el café Novelty de Salamanca entre Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset. Éste solicitó el apoyo del filósofo cascarrabias quien le replicó: “usted será el padre del partido y a mí me corresponde el del Espíritu Santo. Pues no, ¡yo soy el padre, el hijo y el Espíritu Santo de mi propio partido! Si alguien se alista en él, me doy de baja».

También refleja la personalidad de Unamuno la respuesta de Ortega a Gómez de la Serna, cuando este le preguntó la razón de ausentarse cuando don Miguel llegaba, y dijo: “Es que no puedo resistir al que quiera hablar él solo”.

No es extraño que a través de artículos periodísticos se mandasen recíprocas lindezas de Unamuno a Ortega (“Papanatas”) y de Ortega a Unamuno (“Energúmeno”).

Sin embargo, hay que reconocer en Unamuno un estilo expresivo vivo, cuajado de metáforas, juegos de palabras y referencias cultas, mostrando su crítica a la división de las dos Españas en perpetua guerra civil afirmando que “Tan salvajes como los hunos son los hotros, en esta guerra sin cuartel, sin piedad, sin humanidad y sin justicia”.

Invito a todos los interesados en la complejidad de la personalidad del coloso intelectual, para abrirse paso en primera fila ante sus encrucijadas y problemas, a la lectura de esta singular obra biográfica bajo original perspectiva, pero por ahora me detendré en los pleitos en sentido estricto, los pleitos jurídicos de don Miguel.

Tuvo pleitos penales, como los “procesos valencianos” en que se vio implicado por injurias a la Corona (Alfonso XIII), o con varios Consejos de Guerra, por presuntos delitos de opinión. La Audiencia Provincial de Valencia le condenó por delito de lesa majestad a ocho años y un día, lo que recurrió ante el Tribunal Supremo siendo defendido por Melquíades Álvarez, catedrático de derecho procesal de Oviedo, siendo desestimado el recurso por lapidaria sentencia con un “considerando” de tan solo doce líneas en que afirma constar el propósito de don Miguel con su artículo periodístico de desacreditar al rey (don Miguel desistió del recurso de casación frente a otra sentencia condenatoria por otro artículo, y para su sorpresa, un tercer recurso por supuestos excesos injuriosos fue estimado por la propia Sala Valenciana). Sin embargo, el indulto borró la condena penal, sin que curiosamente lo pidiese el afectado quien consideraba que “se me condenó para que se me indultase”.

Por si fuera poco, don Miguel se quejó del fiscal y los magistrados sentenciadores con artículos y comentarios (“lacayos del gobierno”) lo que provocó otro nuevo proceso por injurias, y siendo defendido por el abogado Ossorio y Gallardo, recayendo sentencia absolutoria. En el destierro seguirían siete pleitos más, por su lengua suelta y absuelta.

Los pleitos civiles serían más discretos, pues solo consta haber sufrido un pleito “póstumo” entre sus herederos y un codicioso editor.

Los pleitos contencioso-administrativos se manifestaron en los recursos de don Miguel frente a sus destituciones arbitrarias como Rector. Fue destituido en 1914 por la excusa de una convalidación irregular de títulos de un bachiller colombiano. También fue nombrado rector vitalicio en 1934, al jubilarse, pero fue destituido en 1936 por criticar a la República, para volver como el Guadiana a ser nombrado por el Gobierno de Franco en ese mismo año y vuelto a cesar por quien le nombró. Pocos saben que para el recurso frente a su destitución tuvo por abogado defensor a su amigo Ángel Ossorio y Gallardo (abogado prestigioso autor del Alma de la toga).

Me quedo con la célebre frase del filósofo sobre el Derecho y la Justicia:

No solo de pan sino de justicia vive el hombre, pues los problemas del pan no son sino problemas de justicia, y es preferible un desorden justo que un orden injusto. La Justicia es algo más hondo y más grande que el Derecho porque donde hay justicia hay verdad, hay libertad y se pueden proclamar las verdades a todos los vientos y darle a cada uno lo que corresponde.

Cerremos ahora con el “juicio final” del autor de la obra comentada, Fernando Gómez de Liaño, quizá cansado de bregar con inmensas fuentes bibliográficas, tocando todas las teclas de la figura (académica, intimista, religiosa, política, e incluso su reciente dimensión cinematográfica):

En el juicio final debe destacarse, principalmente, su personalidad, la cual traspasó todos los ámbitos mundanos: las humanidades en general, la religión, la política, también opinó sobre el derecho, y necesariamente su espíritu inquieto se tuvo que topar con la ley. Ya hemos visto que la relación es amplia porque todo en él era grande, extenso e incluso desmesurado. Dejó siempre patente su papel de agitador de espíritus”. Y alcanzó “su deseada inmortalidad. Sigue entre nosotros y sus citas son permanentes”.

En fin, muy recomendable la lectura de esta monumental obra («Los pleitos de Unamuno», 2023), y si quieren ver la sencilla glosa de la misma por su autor, don Fernando Gómez. de Liaño, nos la brindará el día 22 de enero en el acto de Entrega de los Premios Blogs Jurídicos de Oro 2023 (5ª Edición) en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, que tendrá lugar a partir de las 11:00 horas.

 

7 comments on “Los pleitos de Unamuno: un quijotesco ladrador pero poco mordedor

  1. Jose Luis

    Unamuno era otro Don Quijote amigo de la eternidad, su obra «vida de Don Quijote y Sancho» es la mejor interpretación de la sique de Don Quijote porque era el era un nuevo Quijote reencarnado que muere tras singular batalla con facinerosos a cuya prosperidad contribuyo con su inocencia. Como aquellos galeotes a los que soltó su antecesor y fue apaleado y robado por ellos.

  2. xavier b bosch

    increible ¡¡¡ y no sabía que era catedrático de griego :-)) me han entrado ganas de leer el libro. A por ello ¡¡

  3. José Luis (el auténtico)

    Era un provocador que quería remover conciencias denunciando contradicciones (como si el ser humano fuera otra cosa que pura contradicción). Unamuno, Ortega, Pío Baroja, etc.., me resultan enternecedores y muy aburridos. En cuanto a sus obras, en perspectiva, no creo que hayan aportado demasiado a la historia de la literatura. De hecho se habla más de sus anécdotas que de sus reflexiones. Interesante artículo.

    • Jose Luis MC

      Poca gente sabe apreciar la originalidad de su Vida de Don Quijote y Sancho. Es el único español que se mete en la mente profunda del ingenioso hidalgo.
      Una joya de la literatura donquijotista que supera a Cervantes en el entendimiento de Don Quijote. Yo soy José Luis tan auténtico como el que se autoproclama como tal. MC son mis apellidos.
      Siempre hubo Avellanedas.

      • José Luis (el auténtico)

        Por supuesto, solo estaba bromeando. No conozco la obra de Unamuno (en el bachillerato leí Abel Sánchez y se me quitaron las ganas de más). Y la genialidad del Quijote se debe atribuir a Cervantes que fue quién lo concibió, aunque respeto tu opinión, como digo, la de Unamuno me parece una literatura aburrida.

  4. «(…) por su lengua suelta y absuelta»: ¡muy bueno!

Gracias por comentar con el fin de mejorar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde delaJusticia.com

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo