Este primer semestre del año nunca lo olvidaremos. Las lejanas felicitaciones navideñas para el año nuevo 2020 seguían la tónica anterior de desearnos felicidad, paz, salud y prosperidad. Sin embargo, ya acechaba en la esquina el enemigo de la salud y de lo que todos creíamos conquistado.
En el plano personal, las relaciones familiares y amistosas se han revitalizado y profundizado, enrocados en el castillo del hogar o en territorio seguro. En el plano profesional, lo que antes era una hoja de ruta clara en tiempos, modos y labores, se ha convertido en un sendero estrecho en un bosque amenazador.
Y en el plano jurídico, que es el que aquí me interesa resaltar, he experimentado una caída del caballo bajo una luz abrasadora.
Es cierto que he intentado mantenerme firme en la tormenta, como Ulises atado al mástil, alimentando el blog sin pausa, publicando artículos y libros, poniendo autos y sentencias, y reflexionando sobre el Derecho y la Justicia, particularmente sobre el papel que asumimos la nutrida tropa de jueces, abogados, académicos, fiscales y procuradores, para domesticar las normas injustas o a las autoridades que las pervierten.
Sin embargo, son las primeras vacaciones que tomo en que sé que el regreso puede ser inquietante. Que no nos aguarda la rutina. Que políticamente el mapa será confuso y que jurídicamente se pondrá a prueba la resistencia del sistema. Que nadie nos librará de una travesía del desierto social y económica, con enormes repercusiones en las leyes que se dictarán para buscar el norte de recuperar la calidad de vida.
Nos vamos de vacaciones mirando aterrados por el retrovisor la realidad que veremos de frente al regresar: unas encuestas de pérdida de empleo aterradoras; ciudades convertidas en camposantos de negocios cerrados; infinidad de ciudadanos que no veranean porque ya no tienen que llegar a final de mes sino al final del día; una Unión Europea que ofrece espejismos de estabilidad mientras las grandes potencias están en manos de líderes demagógicos (Trump, Putin, Johnson, etcétera); una tercera edad que se aferra a sus pensiones en paralelo con una primera edad que se deja llevar mientras tiramos del carro «la segunda edad»; una España territorialmente sacudida por heridas nacionalistas mal cerradas; un régimen jurídico laboral al que aguardan cirugías de urgencia que cortarán por lo sano, para acallar voces europeas, sindicales o de los familiares del paciente; un régimen jurídico tributario que sufrirá vueltas de tuerca, «pasándose de la rosca», para asfixiar más aún al contribuyente; una banca que está purgando los excesos del pasado hacia el “cerrado por derribo”; un régimen jurídico penal que convierte los casos que requerían pronta respuesta en culebrones interminables; y un régimen jurídico-administrativo que ha sido el juguete favorito del Estado de Alarma con gravísimas secuelas: libertades tensionadas, trasiego de competencias administrativas, precariedad de las arcas públicas, servicios asistenciales y sanitarios al borde del colapso, alzamiento de la cita previa y el teletrabajo “caiga quien caiga”, funcionarios desencantados al sentirse en casa sin amo, etcétera.
Finalmente, la Justicia Administrativa, mi amiga, mi sostén profesional, mi religión por elección, está ahí, para cumplir una misión casi imposible. La misión de evitar que descarrile el Estado de Derecho, la misión de intentar dar soluciones a problemas sangrantes, la labor de controlar al poder desatado, la última esperanza para algunos… Nada fácil, y menos tener que hacerlo cuando la Justicia administrativa todavía estaba mudando de piel de la Justicia Revisora, con su mala salud de hierro, hacia una Justicia Protectora, realmente garante de la tutela judicial efectiva.
Me siento parafraseando la letra de la conocida canción de Ana Belén, La Puerta de Alcalá:
Acompaño a mi sombra por la avenida,
mis pasos se pierden entre tanta gente,
busco una puerta, una salida
donde convivan pasado y presente…
De pronto me paro, alguien me observa,
levanto la vista y me encuentro con ella
y ahí está, ahí está, ahí está
viendo pasar el tiempo la Justicia Administrativa.
(…)
La miro de frente y me pierdo en sus ojos,
sus arcos me vigilan, su sombra me acompaña,
no intento esconderme, nadie la engaña,
toda la vida pasa por su mirada
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Justicia Administrativa
Miralá, míralá, miralá, míralá,
la Justicia Administrativa.
En fin, queridos seguidores del blog delajusticia.com, quede lo dicho como un delirio de jurista que se va de vacaciones con la irrenunciable esperanza de recuperar la plena confianza en las instituciones, la seguridad jurídica y el Derecho. Sin eso peligra el bienestar y la dignidad de las personas. Me temo que todos tendremos que arrimar el hombro a vuelta del verano, incrementar nuestra capacidad de paciencia y solidaridad, aceptar sacrificios, y como dicen en Asturias, esperar, pues «nunca llovió tanto, que no escampara». Incluso el arca de Noé soportó el diluvio hasta que llegó el arco iris y la tierra seca.
¡Felices vacaciones, mis lectores! Ahora apago la luz del blog hasta septiembre, pues Costa Cálida me aguarda, y espero que todos regresemos con el mejor de los ánimos y la mayor de las energías. Y para eso, hay que descansar, de cuerpo y mente. Hasta entonces… gracias por llegar hasta aquí.
P.D. Que nadie se olvide que del 11 al 31 de agosto corren los plazos de los días hábiles, porque me temo que alguno se llevará en septiembre el disgusto de una demanda inadmitida por extemporánea. Sólo con que a un letrado le sirva este recordatorio, habrá merecido la pena este post.
Muchas gracias por su labor, insustituible. Felices vacaciones.
Mi muy querido Chaves: No te preocupes que la grandeza de este país ha salido de su capacidad de correr hacia delante frente a las mayores adversidades, y así volverá a ocurrir. Necesita también de grandes hombres -no te rindas-, así que prepárate para lo que te corresponda, que será más difícil que otras veces, pero, a la larga, más reconfortante.España precisa de grandes causas para alcanzar sus mejores triunfos. No se salió hacia las Indias desde el tedio, ni se hizo un Imperio desde la tranquilidad interior, Comuneros mediantes. Tampoco la Transición desde la comodidad. A grandes problemas, grandes esfuerzos y mejores logros.
Ana Belén y Víctor Manuel -carballón, por cierto- decidieron grabar, casi de rebote, La Puerta de Alcalá de Luis Mendo -música- y acompañante de Aute, Bernardo Fuster, ambos,anteriores titiriteros de Tábano (Castañuelas 70) y posterior Suburbano, junto con Paco Villar, después de muchos destinos rotos, sin darse cuenta de que escribían un himno inolvidable y energético, en noche de borrachera, que fíjate dónde les ha conducido, a la memoria colectiva. Una trayectoria difícil y un encuentro algo casual dio para un mensaje a la esperanza.
Esfuerzo, dificultad y esperanza, ésas son las claves. ¿Te suenan repetidas? Hay que hacer uso de ellas una vez más. No nos es desconocido, están en el baúl de las cosas que hace tiempo que no usamos.
Siempre tan genial, querido amigo
Buenas vacaciones señoría y compañero, quizás nos vemos en un septiembre con la III República española y Pablo Iglesias de Jefe del Estado.
Como bien dices, incierto es el futuro…
Manel Pérez
En el momento de escribir este comentario simplemente resta esperar confirmación de que las vacaciones hayan sido buenas, porque desear sobre lo pasado es un sinsentido. Dicho esto, paso a indicar que el sentimiento de derrota y pesimismo debería sobrar en una situación de incertidumbre. Pese a que vemos los cambios como algo desagradable por la incertidumbre, es en momentos como este en los que deberíamos desafiar a la incertidumbre buscando las formas de que concrete en situaciones positivas.
Me gustaría que esa incertidumbre se transforme en personas que colaboran para conseguir un mundo más humanitario y sostenible. Si algo nos ha demostrado la pandemia, y estoy seguro de que veré otra similar (espero que dentro de mucho) en mi vida, es que, si alguien desea hacer algo, lo consigue, y si no desea hacerlo, busca una excusa.
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